Capítulo 23 «Flores»
Jane
Los rayos del sol comienzan a molestarme. Entre las pesadillas y el dolor que siento en mis caderas, mi cuerpo lo único que anhela es descanso.
—Dios y yo vamos a tener una plática seria cuando nos veamos —murmuro y hago una mueca de dolor—. Si hubiera sabido que ser mujer era tan doloroso en la vida real, me hubiera retrasado en la carrera. Pero parece que esas ansías de competir siempre, son las que me llevaron a salir de primera.
La puerta se abre, y mamá entra con una taza humectante. El olor dulce llegó a mis fosas nasales y gimo de alivio.
—¿Eso es macania? —Ella niega y tomo un sorbo—. Dios, es una delicia.
—Yo tampoco lo creí. No es la misma flor, pero según Erick tiene propiedades parecidas a la que tomabas.
—Vaya. —Relamo mis labios una vez que termino con aquel té—. No sabía que él fuera un ratón de biblioteca.
—Él se preocupa por ti, hija, pero en verdad...
—Buenos días —interviene Lizzie alegre y sonrío—. Tienes mejor cara. ¿Funcionó?
—Esperemos en un rato, pero creo que sí —contesto con mejor ánimo.
—¿Crees que puedas bajar al jardín? —insiste mi amiga y dejo escapar un suspiro.
—Estoy un poco agotada —murmuro por lo bajo y mi madre aprieta con suavidad mi hombro.
—Lexie y yo vamos a estar en el jardín, por si quieres sumarte más tarde. Nos vemos luego.
—Nos vemos, Lizzie.
Ella asiente levemente y se retira de la habitación. Dejo la tacita de té en la mesa y me recuesto al espaldar de la cama.
—Por tu cara, creo que no dormiste anoche.
—Perdóname si les desperté, mamá. Yo...—Cierro la boca al instante.
—¿Cariño, hay algo que quieras contarme? —insiste colocando su mano encima de la mía.
Sus ojos grises me estudian con detenimiento, pero niego con la cabeza. Por poco le digo la causante de esas atrocidades en mis sueños. No quiero preocuparla. Bastante ha tenido con cuidarme desde que llegó. Kate McHall no ha tenido un minuto de paz, y me siento mal porque soy la causante de eso.
—Todo está bien, mamá —insisto, colocando mi mano sobre la suya—. Nada de qué preocuparse.
—¿Estás segura que no quieres salir a pasear? El día promete mucho.
Mis ojos se desvían a la ventana y me lo pienso un poco. Cuando voy a dar mi respuesta, cierta bestia resuena en la habitación logrando que mamá ría a carcajadas.
—Voy por tu desayuno.
Gruño por lo bajo por culpa de la rama que no me deja avanzar en la silla ahora que estoy cerca de la colina. «Lo que daría por caminar otra vez», protesto en mi fuero interno y desisto.
—¿Necesitas ayuda? —dice una voz detrás de mí.
—Ella puede sola —añade otra con cierta burla y pongo los ojos en blanco al escuchar la sonrisa de William y Gregory.
—Ustedes son tontos —espeto mientras niego con la cabeza.
—Los únicos tontos que te aguantan, Jane. No lo olvides —recalca Gregory y resoplo.
—Ya deja el orgullo, mujer —comenta William y frunzo los labios en una línea fina.
—Ay, está bien. ¿Pueden quitar la rama? —desisto y siento que soy impulsada.
Gregory detiene la silla bajo la sombra del sauce y se sienta a mi lado con las piernas cruzadas. William hace lo mismo, pero con las piernas extendidas.
—¿Todo bien con Amelia? —comento al ver la mirada fija del soldado en las muchachas.
—Todo iba de maravilla hasta que soltaste el nombre de esa mujer —espeta el oficial con frustración y por el rabillo del ojo noto como el mayor de los Warner aprieta los labios para no dejar escapar la carcajada que pugna por salir.
—No me digas que te diste por vencido.
—¿Qué quieres que haga, William? Ya lo intenté todo y siempre sale mal.
—¿Qué hay de una cena o salir a pasear? —señalo, pero este niega con la cabeza.
—Después del susto de Edward, el picnic queda descartado —murmura el oficial abatido.
—Ese fue mi error, Gregory.
—Jane, tampoco creo que Chloe se lo haya tomado bien. —Frunzo el ceño ante las palabras de William—. Jamás la había visto tan enfadada como ese día. Amelia sabía sobre el picnic, ¿verdad? —Asiento sin entender mucho—. Por lo que escuché, nos hubiéramos ahorrado ese mal susto si ella te hubiera alertado sobre la alergia del Duque. Así que la culpa de lo ocurrido no es completamente tuya.
—Pero aún me sigo sintiendo mal.
—No la defiendas, Jane —ataja Gregory—. Si ella no hubiera estado haciéndole ojitos al tonto de Josh, nada de eso hubiera pasado.
—Aún si fuera algo compartido, tuve parte en eso, Gregory. Debí preguntar primero. Mi deber es cuidar de Edward, aunque a veces lo desespere.
—Ya estás hablando como Alexia —protesta William y río por lo bajo.
—¿Gregory, que tal si invitas a Amelia a un paseo en bote?
—Esa es una gran idea, Jane —secunda el mayor de los Warner, pero el oficial niega con la cabeza.
—Ella no sabe nadar.
—Todo el mundo sabe nadar, Gregory. Además, no hay motivos para que ella nade —insiste Will, pero los rasgos faciales del soldado comienzan a cambiar hasta tornarse tristes.
—Lo sé, pero ella le tiene miedo al agua. Los padres de Edward fallecieron el mismo día que los de Thiago, Arthur y Amelia. Iban en el mismo carruaje —comienza a relatar con voz queda—. En un anoche de tormenta, los caballos resbalaron en el puente y todos murieron ahogados. La única sobreviviente fue Amelia. Amelia contó que al ser la más pequeña, era la única que podía salir por la ventana. La puerta se había trabado con algo en el exterior.
—Oh, Dios mío —murmuro con el alma rompiéndose en pedazos.
—¿Cómo recuerdas eso? Fue hace años —inquiere William y el oficial baja la cabeza.
—Porque yo fui quien la sacó de allí. Regresaba con mi padre y vimos a la niña intentando mantenerse a flote. Papá galopó a la hacienda por ayuda. Y yo... —la voz quebrada se le cortó—, yo no podía dejarla ahí.
—Ella nunca ha contado nada de eso —comenta William con curiosidad.
—Probablemente lo olvidó. Era muy pequeña en aquel entonces.
—Ahora comprendo por qué siempre molestas a todos menos a ella —analizo y este asiente.
—Verla tan indefensa ese día me rompió.
—Gregory...
—Mejor me voy —interrumpe el oficial levantándose y sacude sus pantalones cubiertos de hierba—. Espero que tengan un buen día.
Con paso lento y hombros caídos, el oficial se aleja, pero a veces gira su rostro hacia Amelia.
—Había escuchado sobre la muerte de los padres de Edward, pero nunca creí que fuera tan dolorosa.
—A veces, decidimos olvidar algunos detales de nuestra vida pasada para seguir adelante, William.
—No es sólo el hecho de seguir adelante, Jane. Bloquear el dolor puede ser bueno, pero una vez que regrese a nuestra mente y los recuerdos nos traicionen, se convertirá en nuestra peor pesadilla.
Nos quedamos en un cómodo silencio hasta que las chicas regresan a la mansión.
—¿Cómo fue todo con tu papá? —Su falta de respuesta me preocupa—. ¿Se lo tomó muy mal?
—Él tuvo razón cuando discutimos ayer. A John Warner no le interesa mis estudios. Mientras haga lo que me hace feliz, él estará bien. El problema fue que...
—No le dijiste —termino la frase por él y asiente—. ¿Sabe todo?
—Lo necesario. Sabe que me quedé en los alrededores cuando te buscábamos y después estuve por la zona buscando a los bandidos.
—¿Por qué nunca regresaste? La misión en contra del Regente no era tuya de todas formas.
—Una vez que me uní a la banda, me di cuenta que aquello era agradable
—¿Asaltar caravanas y expandir el miedo por los caminos a todos aquellos que llevaban los tesoros del rey? Señor Warner, se volvió osado.
—Es tu culpa.
—¿Mía? —Finjo indignación, pero ambos sonreímos.
—Me abriste los ojos aquel día en que nos salvaste a mi hermana y a mí.
—Justamente de Gregory —añado y reímos una vez más—. Es increíble como el mundo da vueltas.
—Dímelo a mí. El oficial enamorado desde pequeño de la hermana de mi cuñado, el cual también estaba enamorado de Lizzie desde que se hizo conocer en la sociedad.
—Siento como si me hubieran utilizado —añado—. Si no le digo cuatro verdades a Thiago, Lizzie sería la esposa infeliz y florero de otro, y Gregory se acercó a mí con el fin de molestar a Edward, pero al mismo tiempo para pasar tiempo con Amelia.
—Cuando lo pones de esa forma, tienes razón.
—¿Qué hay de ti, William? Eres guapo y joven. Un chico inteligente y atrevido si te lo permiten.
—No he encontrado la indicada.
—Tienes razón. ¿Quién sabe? Puede que aún no haya nacido o no sea de este continente.
—¡Jane! —reclama y abre sus ojos bien grandes—. ¿Cómo se te ocurre decir eso?
—¿Y ahora qué dije? He escuchado a chicas de casi veinte años obligadas a casarse con señores barrigones de sesenta. —Niega con la cabeza y sonríe—. Es la sociedad en la que vivimos, Will. No puede evitarse. Donde el hombre es un "semental" hasta que fallezca y las mujeres solo dedicadas a tener hijos, educarlos y ser floreros sin voz ni voto.
—Y comparto tu opinión, Jane. Las mujeres a veces son tratadas como mero ganado y trofeo. Alexia y tú son diferentes. La voz de las mujeres tiene valor en cualquier campo siempre que tenga el conocimiento en ello.
—En mi otra vida deseo ser una de esas que pelean por sus derechos y no tener miedo a la crítica social. ¿Qué hubiera pasado si estuviera Alexia y no Edward? No creo que se hubiera casado de nuevo. Por lo que... —detengo mis palabras— escuché, ella tenía sus propios ideales.
—¿En otra vida? Jane, ya eres así. Todos hubieran corrido a ver quién era el afortunado en cubrir el puesto de Edward como Duque de Netherfield. Porque o era ella, o le hubiera tocado a Lexie.
—Es realmente injusto. La sociedad y su patriarcado solo me dan dolores de cabeza.
—En mi otra vida, deseo ser un hombre que vele por el bien de la sociedad.
—¿Ya quieres quitarle el puesto de oficial a Gregory?
—Tú y tus ideas locas van a traerte problemas.
—Me amas, Warner. No puedes evitarlo.
—Nos vemos luego, Jane. Papá me invitó a almorzar. Lizzie y Thiago van conmigo. ¿Puedo llevarme a Lexie?
—Tendría que preguntarle a... —Detengo mis palabras y frunzo el ceño—. Ahora que lo dices, no he visto a Edward en todo el día.
—Por eso te preguntaba a ti. Él aún debe estar descansando.
—Pero si casi es mediodía —comento, confundida.
—Sí, pero cabalgó hasta Cleveland en la madrugada.
—Eso queda a tres horas de aquí a caballo —insisto.
—Él y Erick fueron por unas flores. Creo que eran para ti. Tomaron unas y sembraron las otras en el jardín con urgencia.
Mis labios se curvan en una sonrisa y mi corazón late desbocado de alegría.
—¿Puedo llevarme a Lexie? Es la única forma en que mi hermano salga de su habitación.
—Eh, sí, claro. Yo le digo a Edward cuando... cuando se despierte —concluyo, anonadada.
—Ten una buena tarde, Jane.
—Saludos a tu padre y Jonas de mi parte, Will.
Este asiente y se retira. No puedo evitar reír entre dientes.
«¿Cabalgaron hasta ese poblado por unas flores que ayudarían a mitigar mi dolor? Debieron viajar toda la madrugada», analizo en mi fuero interno.
Mis labios se curvan en una sonrisa suave. No puedo creer que en verdad lo haya hecho. ¿Será que en verdad tengo una oportunidad definitiva? Mi sonrisa se desaparece cuando recuerdo lo ocurrido con el regente y aquellos bandidos contratados. Edward vivió una hermosa vida al lado de Alexia el tiempo que pudo. Y desde que yo llegué lo único que le he dado han sido dolores de cabeza y preocupaciones. Mi sola presencia solo le causa disgustos. Algunas hojas del sauce rozan mi espalda y niego con la cabeza. Solo me queda algo por hacer.
—Debo terminar ese diario. Necesito respuestas. Debo ser mejor para él si quiero seguir adelante, a pesar de mis miedos.
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