Capítulo 2 «Otra advertencia»
Jane
El galope y resoplidos de mi caballo no terminan por acallar los latidos de mi corazón que escucho en mis oídos con tanta fuerza. Sabía que este momento llegaría, sabía que sería doloroso, pero nunca imaginé que mi pecho se oprimiera con una sola palabra: Vete.
¿Cómo alejarme de aquello que tanto amo y añoro cada día que pasa? Decirle a alguien que ame desde la distancia es como intentar que un pez sobreviva fuera del agua. Te cuesta respirar y el corazón se encoje por el anhelo de estar cerca de esa persona. Pero si no lo hago, ellos estarían en peligro, y no puedo permitir que a Lexie o a mi Duque les pase nada, por lo menos no por mi culpa. Mientras pueda mantenerlos a salvo, tendré que hacer de mi corazón tiras finas hasta encontrar al maldito detrás de estas últimas emboscadas.
Miro al cielo y tomo una larga bocanada por el nudo formado en mi garganta esperando que eso contenga las lágrimas que pugnan por salir. Otros jinetes se unieron a mi galope. Seguro también escucharon el silbido de Erick, así que dejo escapar el aire y las facciones de mi rostro comienzan a cambiar hasta lograr que la mirada petrificante de Jena McHall aparezca, logrando infundir respeto y temor a todo el que se cruce en mi camino.
Este año tuve que aprender a la fuerza que no todo el que te trata bien desea tu bienestar, que la traición conlleva un alto precio a pagar, y sobre todo, que el amor nos hace tontamente débiles.
Recorrer el bosque en la noche desde la casa del Duque hasta el campamento de los Cola Roja se convirtió en mi rutina. Mi caballo se eleva en sus patas traseras cuando varias jarras de cerveza son elevadas hacia mí y gritan mi nombre a viva voz. Al caer, mis botas se entierran en la fría nieve y camino con rostro pétreo entre los que buscan un lugar para llamar hogar, o incluso, aquellos que solo quieren un poco de justicia.
Muevo la tela de la entrada en la casa de campaña principal del campamento y el suave calor del interior me abraza con suavidad. La capa sobre mi cabeza es quitada con brusquedad y gruño por lo bajo hacia el osado. Este, solo se encoge de hombros y seguimos el camino hacia el centro de la estancia.
―¿Se puede saber cuál es la urgencia? ―protesto recostando el arco y el carcaj a la mesa.
―¿Se puede saber cuál es tu problema? ―inquiere Erick y evito poner los ojos en blanco―. Jena, esto no es juego. La vida de Lexie y los aldeanos estuvo en peligro por tu insistencia en ir a verla y estar cerca del Duque. El amor ahora es el menor de nuestros problemas.
Los pocos ahí reunidos cubren sus bocas para opacar las risas, pero una mirada mía es suficiente para que se detengan y carraspeen sus gargantas para limpiarlas.
―Repito, Erick, ¿cuál es la urgencia?
―Llegó otra misiva.
Su respuesta logra que mi sangre hierva y yo rechine los dientes. Erick me alcanza un sobre azul y cierro mis manos en puños con fuerza antes de tomarlo y abrirlo. El trozo de papel blanco solo tiene dos palabras, pero son suficientes como para alertarme.
―¿Qué dice esta vez? ―pregunta una tercera voz y resoplo.
―Último chance ―contesto lanzando el trozo de papel hacia la antorcha cercana a mí.
―Esto es peligroso, Jena.
―¿Crees que no lo sé? ―contesto hacia esa persona con voz casi imperceptible mientras aprieto el borde de la mesa con todas mis fuerzas.
―Eso no es lo peor ―añade Erick y gruño por lo bajo―. Rastreamos al último, pero no pudimos seguirlo. Entró en suelo francés antes de poder atraparlo.
―¡Maldita sea! ―espeto moviendo con furia todo lo que estaba encima de la mesa a mi alcance―. Edward en este momento quiere mi cabeza y la de todos nosotros, Erick. Cree que ustedes fueron los causantes de mi secuestro hace un año cuando no es así. Lo de hoy solo lo complica más. Todos piensan que somos los autores del incendio.
―Debes tranquilizarte, Jena.
―No me pidas paciencia cuando alguien está jugando sucio, poniendo en nuestra contra a las personas que juramos defender, William ―espeto mientras me giro hacia él.
El mayor de los Warner no se amedrenta ante mi mirada penetrante. Sabe que debajo de este aspecto de frialdad y chica ruda, solo se esconde una enorme impotencia y una chica asustada.
―Por eso mismo necesitas tranquilizarte ―añade colocando sus manos en mis hombros y les da un leve apretón―. Si queremos que todo salga bien te necesitamos de vuelta. Debes pensar con la cabeza fría, Jena McHall. Si hay alguien que puede descubrir quién está detrás de todo esto, esa eres tú.
―De momento, aléjate del Duque y su hija ―ordena Erick a mi espalda―. Intentaremos buscar una forma de arreglar este desastre.
Todos salen de la tienda menos William, Erick y yo.
―No hay nadie alrededor. Ya puedes llorar ―las palabras del mayor de los Warner me derrumban por completo.
Respirar se me hace imposible. Pensar que Lexie corrió peligro hoy por ir a verla a escondidas en su cumpleaños solo aumenta el miedo dentro de mí. Los sollozos golpean mi pecho con demasiada intensidad.
Erick me abraza con fuerza pero solo consigue que aumente mi dolor. William me acerca un trozo de tela y lo coloca en mi boca. Es la forma que encontramos para que yo llorara todo lo que quisiera, pero que no fuera escuchado fuera de la casa de campaña. No quiero que mis hombres piensen que soy débil, pero el tema está en que soy una mujer que sufre por los sentimientos que no puede gritar a los cuatro vientos. ¿Acaso no saben lo difícil que es eso?
El tiempo pasa lento para mí mientras sigo rodeada por Erick. Mi cuerpo no aguanta más y cede al cansancio por la tensión de hoy. William me toma entre sus brazos y me acerca a la silla más cercana mientras mi mejor amigo me alcanza un poco de agua. una vez calmada, tomo una larga bocanada de aire.
―¿Qué sabemos de los impostores de hoy?
―Todos huyeron ―contesta Erick mientras se sienta en el suelo contiguo a mí―. Estuvimos muy enfrascados en alejar a los aldeanos del peligro que no prestamos atención a ese detalle. Lo siento mucho.
―¿Hubieron heridos?
―Todos están bien, Jena, pero algunas casas sufrieron daños irreparables.
―William, por favor, de forma sutil, entrégales el dinero que necesiten. ¿Cómo está Jonás? Solo estaba pensando en el peligro que corría Lexie al estar desmayada y él tan aterrado rodeado de tanto fuego sin salida, que pasé por alto el detalle que me vio con la capa roja.
―Mi hermano está bien, Jena. Y por eso, no te preocupes. Él guardará el secreto. Sabe que casi mueres por salvarlo a él y a la niña.
―¿Por qué no me dijiste que tu hermana había perdido el bebé?
Su mirada se oscurece al instante, su mentón se aprieta y cierra sus manos con fuerza. Esos detalles me ponen en alerta y frunzo el ceño.
―William Warner, ¿qué no me estás contando? ―Aparta su mirada de mí hacia la antorcha e insisto―. No me hagas repetirlo porque no estoy de humor.
―Mi hermana no perdió el bebé, Jena. Alguien influyó en eso, y todo pareció como si lo hubiera abortado.
―¿Me estás diciendo que Lizzie también ha estado en peligro? ―Me levanto de mi asiento con furia―. ¿Por qué no me lo dijiste, William? ¿Cómo pasó?
―No es...
―No me hagas molestar y contesta de una vez.
―Al parecer, alguien le dio a mi hermana unas hierbas para las náuseas.
―¿Quién?
―No lo recuerda, Jena, dice que fue en un mercado.
―Erick, aumenta los vigilantes a los Warner, Lizzie y Thiago. No importa si debemos pagar más. La seguridad de ellos es primordial. ―Mi mejor amigo asiente y sale de la tienda dejándonos sumidos en un tenso silencio―. ¿Dónde compró las hierbas?
―Puedo encargarme de eso. Ya estoy moviendo hilos.
―Sé que eres capaz de eso y mucho más, pero ten algo en cuenta. Nadie lastima a los míos y sale ileso. Prometo que encontraré al culpable y pagará por el sufrimiento ocasionado a Lizzie. Lo juro, y un McHall siempre cumple sus promesas.
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