Capítulo 15 «Dejarlo salir» (+18)
Jane
—Por más que se intente, siempre consigues lo que quieres —dice una voz a mis espaldas y sonrío—. No sé cómo lo haces.
—Consecuencias de ser la sumisa institutriz del duque Kellington, querida Lizzie.
—Claro, lo que tienes de sumisa lo tengo yo de rubia —comenta con sorna y ambas reímos—. Me preocupas.
—No sé de qué estás hablando —añado y tomo nuevamente el pincel.
—No te hagas la tonta conmigo, Jane. Desde que regresaste, han pasado cosas muy extrañas. Lady Victoria está más insistente que nunca. Su pupila trae consigo un aura extrañada que parece casi tóxica. Y ahora tenemos al regente otra vez por la zona.
Mis músculos se tensan al escuchar sobre el reciente invitado. Una opresión se aloja en mi pecho y cierro mi mano libre de forma imperceptible.
—A veces desearía no traer tanta mala suerte sobre aquellos que amo —digo en susurro y pongo el pincel en un recipiente con agua. Mis intentos por seguir pintando se esfumaron por completo.
—No digas tonterías, Jane. Eso...
Levanto mi mano, mostrándole mi palma.
—Si no quieres reconocerlo, está bien, pero debo ser sincera conmigo misma. Me fui de casa por el bien de mis padres y Phillip. Tuve que alejarme de Edward y ustedes porque estaban en peligro si yo estaba a su alrededor. Te pido perdón.
—¿Qué estás diciendo? —protesta, mientras frunce el ceño, confundida.
—Lexie estuvo en peligro por mi culpa y tú perdiste el bebé por yo ir a tu boda.
Mis palabras desestabilizaron a Elizabeth por completo. Sin importarme el tirón en mi espalda, la agarro por la cintura y la acerco a la silla más cercana a mi. Aprieto los labios en una línea fina por el dolor que recorre mi espalda.
—Puedes dejarme. No quiero lastimarte más —susurra ella y me acerco a mi silla de ruedas con cierta dificultad—. ¿Por qué crees todas esas barbaridades? No tiene sentido.
—Yo escalé hasta la ventana por el cumpleaños de Lexie y estuve escondida entre los árboles cuando te casaste. —Sonrío con pesar—. Hermosa boda, por cierto.
Sus ojos azules con tonalidades oscuras comienzan a cristalizarse y su diminuta nariz a enrojecer.
—¿Qué pasa? ¿Te sientes bien? —Me acerco a ella con trabajo. Esta silla manuable solo me da trabas para moverme por mí misma—. ¿Por qué lloras? ¿Debería llamar a Thiago? —Niega con la cabeza y sus sollozos llegan a mis oídos—. Elizabeth, por Dios, habla de una vez.
—¡Yo te vi! —contesta finalmente y frunzo el ceño—. Te vi entre los árboles y por eso...
—¿Te volviste loca? —espeto, ofuscada, al recordar lo que hizo ese día—. ¿Sabes lo preocupada que estaba? Elijah no me dejó salir y yo estaba muerta de miedo. Creí que te dolía algo cuando te tocabas el pecho y Thiago no se daba cuenta.
Niega con la cabeza.
—¿Crees que me importa? —protesta ofendida—. Mi amiga, mi mejor amiga, aquella que hubiera deseado que fuera mi dama de honor, estaba escondida entre los árboles como una maldita bandida. Lo hice porque sabía que estabas por los alrededores. Además, no puedes culparte por la pérdida de mi bebé. Eso... —detiene sus palabras al ver el temor en mis ojos—. ¿Necesito saber algo, Jane? ¿Qué pasó el tiempo que desapareciste? No me digas que nada, porque mi alocada amiga, la que conocí el año pasado, casi ha desaparecido por completo.
Desvío la mirada hacia la ventana, dejándome engullir por el hermoso paisaje al otro lado de la enorme ventana. Mi cuerpo se sacude un poco antes de comenzar a relatar:
—Después que tu hermano, Gregory y Erick me encontraran, volver a ser la misma ya no era una opción. Recuperarme de... —detengo mis palabras cuando el nudo en mi garganta se acrecienta y siento como mi vista comienza a nublarse. Comienzo a tener dificultades para respirar y me agarro del reposabrazos en la silla. A pesar de estar sentada, siento que mi cuerpo quiere caer.
—No tienes que darme explicación.
—Pero es que quiero hacerlo. —Giro mi rostro hacia ella y dejo caer mis hombros con cansancio—. Necesito dejarlo salir. ¿Sabes lo complicado que es seguir adelante cuando estás completamente rota por dentro? Y no estoy hablando exactamente de algo mental. ¿Tienes alguna idea de lo difícil que es evitar aquellos sentimientos de muerte que pasan por tu cabeza porque solo quieres terminar con el tormento de cada día?
—¿Qué te hicieron esos canallas? —dice con los dientes apretados mientras su mirada azul comienza a oscurecerse cambiando sus rasgos dulces por unos más fuertes. Mi mentón tiembla de solo decir una parte de mis tormentos.
—Los que me secuestraron no eran los verdaderos Cola Roja.
—¿Cómo puede ser posible si Edward dijo que las flechas y capas de ellos eran de color rojo?
—Lo sé, Lizzie. Esos eran impostores. —Su ceño se frunce al instante—. Yo soy la líder de los Cola Roja. Ese grupo fue creado a los pocos meses cuando salí de casa. Una buena familia me acogió sin conocerme. En ese tiempo ya mi vestido estaba desgastado, así que era imposible reconocerme y había dejado todas las joyas cuando salí de casa sin mirar atrás. No tenía nada que ofrecerles, pero aun así me dieron un lugar para descansar.
—No te imagino con una herramienta para labrar tierras.
—Pues era lo que mejor se me dada. Víctor y su familia fueron muy buenos conmigo. Un día, regresábamos del campo y encontramos su casa hecha cenizas. Habían saqueado todo y matado a sus animales, el único sustento para sobrevivir.
—Oh, Dios mío. —Su mano cubre su boca—. ¿Cómo hay personas tan siniestras en este mundo?
—Te sorprenderías de la maldad que puedes encontrar más allá de Netherfield, Lizzie. Todo había sido obra del Regente. —La oscuridad volvió una vez más a los ojos de mi amiga—. Víctor no había podido pagar los impuestos del último mes. Entre los escombros encontramos un pequeño animalito de madera. Era un zorro rojo que le había hecho a su hija.
—Ese mismo día surgieron los Cola Roja —concluye Lizzie y asiento.
—Y ahora me siento mal por mentirle a mi madre. Varios campesinos habían tenido el mismo infortunio, así que, apoyada por Víctor, compramos las telas para las capas y cada uno utilizaba su propio caballo. Cubrían el número para que no fuera reconocido y pintábamos las extremidades de los animales de color negro. Una de las muchachas tuvo esa idea y después comentó que se caía con facilidad, por lo que no representaba ningún peligro para el animal. La banda comenzó a hacerse más grande. Éramos demasiados y nos comunicábamos mediante mensajes en el mercado. De esa forma, si había algún ataque de la banda, solo eran los de esa zona y el resto no se inmiscuía. Así no se levantaban sospechas.
—No entiendo. ¿Cómo llegaste a Netherfield? ¿Dónde estaban ellos?
—Erick me encontró —rememoro—. Había sido enviado por mis padres para encontrarme. La banda ya era demasiado grande en ese entonces y los sustitutos a los líderes estaban ocasionando demasiado daño. Yo... —detengo mis palabras y tomo una bocanada de aire—. Sangre y olor de muerte corre por mis manos y rodea mi alrededor, Lizzie. Las personas tenían miedo de salir a la calle. Los rumores sobre el Capitán Sangriento comenzaron a recorrer los caminos porque tuve que matar a muchos por el descontrol que tenían. Habían perdido el verdadero rumbo y olvidaron la misión: saquear las caravanas del Regente con el fin de devolver aquello que había robado y proteger a aquellos no podían hacerlo por ellos mismos. Cuando todo terminó, y estaba completamente segura que las personas a cargo por cada región eran las correctas...
—Volviste a escapar.
—No podía seguir allí, Lizzie. Quise hacer algo bueno por la libertad y los derechos de algunos, pero otros se cegaron con el poder de blandir una espada o lanzar una flecha. Era demasiada presión saber que personas perdían lo único que tenían. ¿Qué sentido tenía poder controlarlo todo si la verdadera causa comenzaba a ser transparente? Decidí irme, y terminé en Netherfield. —Una sonrisa amarga se posa en mis labios, pero el dolor rompe mi mente trayendo consigo recuerdos dolorosos.
—Si todo estaba bien, ¿qué pasó el día de la boda de Edward?
—Aquellas personas fueron compradas con el fin de alejarme de la vida de ustedes y Edward. Fue una semana de dolor intensa mientras mi cuerpo era marcado de formas que no puedes ni imaginarte.
—Oh, Dios mío —Sus ojos se llenan de dolor. Ya adivinó lo ocurrido.
—En mi mente solo quería morir para que el sufrimiento terminara de una vez. Cuando casi desfallecía por el extremo cansancio o dolor, me dejaban en el suelo y a la mañana siguiente comenzaban de nuevo. Uno detrás de otro sin parar.
—¿Cómo aguantaste tanto tiempo?
—Ni siquiera yo puedo darte una respuesta, Lizzie. Cuando tu hermano y el resto de la banda me encontró, estaba demasiado débil hasta para reconocerlos. Uno de mis ojos aún estaba hinchado por la golpiza que me dieron cuando intenté negarme. Mataron a casi todos, pero algunos logaron escapar. Desde entonces, sufro pesadillas algunas noches. —La tristeza me embarga por completo y aprieto los labios—. Tengo oportunidad con Edward. Me pidió que me quedara, pero no puedo darle aquello que ya tiene y yo quisiera darle.
—¿Estás hablando de Lexie?
—Mas que hablar de esa preciosa y dulce niña, no podremos tener algo que nos una a los dos. Mamá siempre me decía que fui un parto difícil, pero que todo el dolor desapareció cuando me vio entre sus brazos. Ahora, ese sueño hermoso, está terminado para mí. Y si le sumamos, que el solo pensar en estar a solas con un hombre me genera cierta ansiedad o pánico, pues... ¿Cómo explicarle al hombre a Edward que si me toca en lugar prohibidos, existe la posibilidad de rechazarlo por culpa de la vergüenza, Lizzie?
—No hay nada más hermoso que el amor entre ustedes, querida amiga.
—Todos hablan de lo hermosa y carismática que era Alexia. Era un ser puro cuando se unieron en matrimonio y tuvieron ese hermoso ángel de ojos azules y cabellos dorados.
—No digas esas cosas, Jane. El duque...
—Sé que él va a entender si se lo digo, pero es que no puedo evitar sentirme sucia por lo sucedido. Te lo estoy diciendo y siento que quiero morir. No es abrir la boca y contar lo ocurrido. Todo lo contrario. La sola idea de cavar en tus recuerdos te aterra. Pueden pasar años e intentar crear una familia, pero hay que ser extremadamente fuerte para seguir adelante. La probabilidad que las sensaciones desaparezcan es casi mínima, pero en caso de superarlas y estas queden en el olvido, ¿qué vamos a hacer con los recuerdos, Lizzie?
—Yo... no sé que decir —murmura con voz quebrada y pone su mano derecha cerrada en puño en su boca.
—Contar experiencias tan horrorosas, es más complicado de lo que muchos creen. Tu vida da un cambio drástico, donde ser la misma, como te dije hace un momento, ya no es una opción. Tener que mirar por encima de tu hombro por culpa de la paranoia y cambios en la alimentación fueron los menores de mis problemas. Fueron muchas noches sin poder dormir porque tenía miedo que volviera a pasar por cualquier descuido de mis hombres. El descontrol en mis emociones creo que fue una de las peores partes, porque no sabes si quieres llorar, enojarte o matar a cada hombre que ponga su mirada en mí. Ideas aterradoras como tomar un cuchillo y cortarme las venas cruzaron por mi mente.
Cada una de mis palabras logran un efecto atroz en mi mejor amiga. Sus ojos azules comienzan a abrirse con terror y comienzo a arrepentirme por decirle esta parte que quiero encerrar en un cofre con miles de candados y lanzarlo al mar.
—Aún no sé cómo no he tenido esas horribles pesadillas desde que llegué aquí con una bala en mi cuerpo. Algunas manos me agarraron piernas y brazos mientras otros rompieron mi vestido dejándome expuesta desde las caderas hasta el cuello y tocaban en lugares íntimos causándome repulsión. Aun con mi cuerpo agotado, intenté luchar con uñas y dientes, pero eso solo empeoraba la lujuria de esos malditos. La impotencia me carcomía por dentro porque ultrajaban mi cuerpo las veces que querían, como lo deseaban y en los lugares donde quisieran.
Mi garganta comienza a cerrarse cuando las imágenes golpean mi mente logrando que mi cuerpo se sacuda con temblores violentos. Fue hace más de un año, pero los recuerdos están tan frescos como si hubiera sido ayer.
—Las embestidas eran cada vez más recurrentes y los gritos rasgaban mi garganta a medida que sentía algo romperse dentro de mí cuando, a veces, eran dos al mismo mientras otros dos mordía mis pezones causándome un dolor extremo. Arcadas subían por mi garganta las veces que tuve sus asquerosos miembros en mi boca. Morder no era una elección, porque empeoraba las cosas para mí. No sé de dónde saque las fuerzas. Un día más, y te juro hubiera perecido. Después de varias semanas, para todos yo estaba supuestamente recuperada y la venganza comenzó de nuevo. Me prometí que los cuidaría a todos ustedes. La persona que los contrató fue la misma que comenzó el incendio donde estuvo Lexie, te dio las hierbas para que perdieras el bebé y está involucrado en la muerte de Alexia.
—¿Qué piensas hacer?
—Cuando me recupere, regresaré con mis padres. Por lo menos hasta que esta pesadilla se termine.
—¿Qué pasará con Edward? Me habías dicho que te pidió quedarte.
—Lo amo con toda mi vida, pero no puedo permitir que las personas más importantes para mí corran peligro cuando estoy a su alrededor.
—Jane, escúchame. —Toma mis manos entre las suyas y acaricia mis nudillos con sus pulgares—. Eres una mujer valiente, la más fuerte que he conocido en mi vida, pero no puedes controlarlo todo. Las personas fuertes no tienen un pasado fácil. No puedes pensar que cada una de tus desgracias vienen contigo cuando no es verdad. La maldad puede encontrarse en todos lados. No puedes abandonar a Edward ahora. Nunca pensé que fueras de esas que huyen del peligro.
Sensaciones de dolor y rabia comienzan a llenarme por completo. En más de un año hemos intentado localizar al maldito que le trajo tanto dolor al Duque y a mi amiga, y siento que les he fallado por no tener nada concreto.
—No soy de esas, ¿entendido? Pero es que perdiste tu bebé y Lexie casi muere por mi culpa.
Un brillo de tristeza se aloja en sus ojos azules. Sin embargo, se desvanece casi al instante para darle paso a la felicidad.
—Lo sé y lloré mucho, pero adivina qué. No atraes mala suerte y mucho menos acarreas la muerte contigo. El Regente se lo merece porque es un hombre lleno de vanagloria y avaricia que solo quiere más de lo que no puede tener. No fuiste la causante del incendio. Alguien tiene tanta envidia de lo que eres, que intenta derrumbar tu exterior para que te rompas por completo. Alexia murió hace años, así que no puedes cargar con su muerte en tus hombros.
—Pero tú...
—Es verdad. Perdí mi bebé, pero soy feliz con Thiago. —Sus ojos brillan—. Estamos recién casados y somos jóvenes. Podemos disfrutar de muchos años más y tener doce bebés si lo queremos. No dejes que la avaricia y la envidia de otros opaque tu brillo, porque no es justo.
—Pero...
—Pero nada, Jane McHall —zanja con testarudez—. Mi mamá decía que Dios sabe todas las cosas y las pone siempre en su lugar en el momento justo. ¿Pasaste infortunios? Creo que demasiados para un corazón tan bueno, pero mira en lo que te has convertido.
Me señala entera con el dedo índice.
—¿En una institutriz que necesita moverse en una silla de ruedas manual por sus locuras? —inquiero con cinismo.
Pone los ojos en blanco y resopla.
—Uno queriendo animarte y dices cada barbaridad que me deja helada. —Ambas reímos y ella me abraza con calidez—. Te has convertido en una mujer fuerte y con carácter. En una institutriz rebelde que no baja la mirada ante nadie, pero tampoco mira a su alrededor por encima de su hombro. Alexia estuviera orgullosa de ti y en el fulgor que trajiste a su casa después de tanto tiempo en la penumbra del dolor.
Una pequeña esperanza comienza a crecer en mi interior
—¿En verdad lo crees? —pregunto en voz baja.
—Puedo asegurarte que sí. No abandones. No ahora que te recuperé de nuevo, por favor.
—Está bien. —Una amplia sonrisa se posa en sus labios y nos abrazamos de nuevo.
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