CAPÍTULO VEINTIUNO
TREVOR
Una semana exacta ha transcurrido ya, y cada día que paso sin Amanda alrededor se siente peor que el anterior.
No necesito morir e ir al infierno. Estoy en él. No estoy exagerando.
¿Cómo puede ser que en tan poco tiempo los papeles de nuestra relación hayan cambiado tanto?
La llamo, es cierto, hablamos cada día; lo que es una increíble novedad. Me envía mensajes obscenos de vez en cuando que me arrancan sonrisas en los momentos más inesperados y por la noche, hemos caído en la cursilería de las video llamadas una vez que cada uno se va a la cama.
Caímos de cabeza en lo cursi, nos lanzamos sin paracaídas de hecho y no me importa en lo más mínimo.
¿Me hubiese pateado el trasero yo mismo en otra ocasión? Posiblemente, pero vale por completo la pena cada vez que Amanda se ríe.
Reírse. Tan simple acto.
Reírse conmigo o a causa de mí, no importa en realidad, cuando antes solo me dirigió reproches. Es un enorme paso, con pie de gigante, no sé qué opines tú, yo lo veo como un gran logro.
Esta noche, tenemos una presentación en Carlston.
Estamos montando los instrumentos para un pequeño ensayo previo. El bar está en su mayor parte vacío. Algunos de los chicos que sirven detrás del bar y unas pocas meseras merodean alrededor. El resto de nuestro grupo nos está acompañando también.
Alice comparte una mesa con Rick. Hay algo cociéndose ahí, sé que tú puedes presentirlo al igual que yo.
Leah les da miradas de soslayo de vez en cuando, aunque su atención está dividida con la puerta de entrada.
—¿Qué tienes, dulce?
Ella pega un bote.
—Nada.
No le creo ni un por un segundo.
—Ya, y a mí no me van las chicas. Eres pésima fingiendo. Confiesa. —Me planto frente a ella, lo que la hace torcer el gesto.
—No es nada, de verdad. —insiste intentando reforzar su acto. Que se va al traste cuando salta por segunda vez ante el sonido del teléfono en sus manos. Mira el identificar de llamadas y lo aleja antes de que sea capaz de echar un vistazo. Entrecierro los ojos sobre ella, pero con una sonrisa gigante se pone de pie y abandona el bar a paso apresurado.
—¿Dónde va Leah? —Efren levanta la cabeza en sintonía con su novia.
—No tengo idea, está rara. —Me encojo de hombros. —¿Qué le hiciste?
Él me mira ofendido.
—¿Por qué crees que le hice algo? —pregunta a la defensiva.
Bueno, hay mucho donde poner la mano ahí...
Y si yo tuviese algo más de paciencia y hoy me hubiese levantado del lado correcto de la cama, pondría un par en palabras.
Pero no es mi día de jugar al consejero sentimental.
—Olvídalo, ustedes son un mundo aparte. —Lo descarto. Mejor doy mis esfuerzos de vuelta a mi batería.
Lo de esta noche será algo tranquilo, un poco de sana rutina. Unas pocas canciones, un montón de gritos.
Carl contrató a un nuevo DJ. Un chiquillo entrando en los veinte, su familiar he de aclarar. Quiere darle una oportunidad de hacer lo suyo. Ha estado revoloteando a nuestro alrededor en cada ensayo que tenemos con la banda y hoy, apenas nos vio cruzar la puerta, se dirigió detrás de nuestros talones. Es divertido su entusiasmo, no recuerdo haberme visto así por nada. O nadie. Pero tras unas horas copadas de preguntas constantes, está comenzando a sacarme de quicio.
Eddie se armó de paciencia y le ha respondido a todo. Su corazón de santo siempre respaldando sus actos.
No le hizo falta más que una profunda mirada a mis ojos para darse cuenta de que mi ánimo no es el mejor en estos momentos. Y sí, el motivo principal es Amanda. Ha pasado toda la tarde en silencio y enviado mis llamadas a la contestadora, así que cuando el muchacho se detiene a mi lado moviéndose ansiosamente, estoy listo para enviarlo a la mierda.
—¿Trevor? —Su voz es vacilante. Voy a concederle eso. Me mira con respeto y reverencia. Es un buen chico, solo le falta dejar su timidez que lo hace lucir como un polluelo muerto de frío.
—No ahora, amigo.
—Es que... te buscan afuera.
—¿Afuera? —No hay nadie que venga por mí. El bar aún no está abierto para el público, y no saldré a la calle a congelarme el trasero en vano. —No estoy para nadie.
—Pero afuera está... —insiste, y me toma del brazo.
Con un tirón para zafarme de su agarre, exploto.
—¡Sea quien sea, que le den! —Se tambalea sorprendido, pero no tengo tiempo para sentirme avergonzado, cuando una rica risa suena en el lugar.
—Vaya, y yo que pensaba que eso solo querías hacérmelo tú.
La corriente eléctrica más repentina cruza mi cuerpo.
Amanda está en la entrada, de pie allí simplemente con una hermosa sonrisa en mi dirección. Bebo de su imagen por medio segundo y me aviento hacia su cuerpo preparado para recibirme. Agarra mi camiseta tan pronto estoy a su alcance y de un jalón, estoy sobre ella, estampando sus labios con los míos. Todo mi cuerpo rugiendo a la vida con aquella clase de reclamación pública.
Si hay algo que me enciende de esta chica es que toma lo que quiere cuando se le antoja y al carajo con quien pueda verla.
Es simplemente excitante.
Manda mi cabeza a volar, no me deja posibilidad para pensar en nada más que la forma primitiva en que mi cuerpo responde ante el suyo.
No soy más que un peón ante su reina.
—Joder, nena —murmuro tomando una bocanada de aire. Veo sus ojos brillar risueños y la beso de nuevo, solo porque puedo. Que bien que se siente esto. Me hago cargo del beso, profundizando en su exquisita boca. Sin palabras, ella se alza para rodear mis caderas con sus largas piernas, a la vez que mis manos van hasta su trasero, tanto para sujetarla como para dejarla lo máximo posible pegada a mi torso.
Somos un espectáculo digno de admirar.
—Oh no, por favor... ¡No necesito quedar ciego, busquen una habitación! —Efren reclama. Seguido de una risilla de su novia.
—Y yo que estaba preocupada porque registró el estacionamiento buscando el carro de Trev, pero solo mira esto.
—Va a ser una de esas novias. —Alice le cotillea.
—¡Aún es temprano, guarden algo! —corean Eddie y Rick.
Los comentarios de todos los chicos giran a nuestro alrededor.
Son nuestros amigos, pero no los necesito justo ahora.
Amanda tiene sus ojos entornados al echarse hacia atrás. Ella está sonriendo. Radiante de felicidad, dime si no es la más bella en la faz de la tierra.
—Vámonos —pido sobre sus labios. Estos hormiguean al igual que todo mi cuerpo.
—Estás demente, acabo de llegar. —Niega y juro por Dios que soy capaz de hacérselo aquí mismo con espectadores presentes.
—Me importa un carajo, quiero estar contigo, vámonos. —repito y veo la duda pelarse con el deseo en sus oscurecidos ojos. Desea irse conmigo, lo sé, sus piernas acunándome hacia su centro me lo indican. Es toda calor y promesas.
No hay manera de negarlo; su mirada se desliza solo un poco al costado, hacia nuestros amigos, hacia la duda razonable de hacerlos a un lado o no.
Quiero ablandarme solo por eso, porque quiero poner sus prioridades antes que las mías, no obstante, el peso de los días separados puede más y me juro a mí mismo que será la única ocasión.
La beso más fuerte, más decidido. Su atención vuelve a mí, aferrándose a mis hombros. Apreso su cintura y le clavo los dedos allí con necesidad. Ahoga un gemido y aplasta sus pechos contra mi torso, lo que es mi turno de aguantar una exclamación. Sí, nena, joder que sí. Su lengua entra rápido en mi boca, haciéndome el amor con los labios.
Amanda se baja y con una negativa rendida, toma mi mano.
Eso es todo.
Leah y Alice, junto con cada chico de la banda están viéndonos con variadas muestras de impresión en sus rostros.
—No se conviertan en extraños —Nos pide Alice con un puchero de lo más tierno.
—Te amamos Ali —Le digo en compensación y poseído de euforia en mis venas, le planto un beso en la mejilla antes de ser jalado afuera.
—Lo siento —Amanda grita a su espalda, alzando su mano en despedida.
Siento el frío de la noche golpearme una vez que estamos fuera del local, pero Amanda está rápido sobre mi otra vez.
Sus labios ansiosos sobre los míos, mordisqueando, abriéndose paso, dejándome sin aliento; haciendo su voluntad. Y yo solo puedo aferrarme a la cinturilla de su pantalón, jalándolo mientras que gimo en su boca.
—Te extrañé demasiado —dice y un escalofrío me recorre mientras que chocamos contra un carro. Ella luce ligeramente alarmada cuando salta la alarma, casi esperando que el dueño del auto salte de los arbustos para regañarnos... Me manejo a su alrededor, sacando llaves del bolsillo y enseñándoselas.
El carro a su espalda se enciende y se destraba.
¿No te dije que estaba convirtiéndome en un niño bueno?
Soy el dueño de esta hermosa camioneta... que ya habrá tiempo de apreciar. La compré apenas puse un pie de vuelta. Es una funcional sorpresa para Amanda, aunque claro está, que la sorpresa de ella aquí es mucho mejor que la mía.
Jalo la manilla de la puerta y entramos en la parte de atrás. No voy a esperar a llegar a casa. Créeme, no soy capaz. Y Amanda entiende el mensaje. Sube detrás de mí, trepando a gatas e ingeniándoselas para que yo quede tendido en el asiento y ella pueda extenderse sobre mi cuerpo. Es algo incómodo y tan estrecho como parece, pero no importa en realidad, porque estamos en sintonía, ya vertiéndonos sobre el otro.
Cuelo mis manos frías por debajo de su chaqueta y blusa, arrancándole un estremecimiento que me cobra enterrando sus labios contra la curva de mi cuello. Su nariz también está helada, lo que me causa cosquillas.
Toco su vientre redondeado y subo hasta sus pechos llenos, tanto como la ropa me permite, antes descender por sus costados, a las leves hendiduras en sus caderas. Suspiro. No hay nada en Amanda que sea falso, no hay operaciones o un cuerpo esculpido. Es una chica real, con curvas rellenitas y piel cremosa por donde quieras mirar. Y eso me calienta.
—La semana fue horrible —articulo cerrando los ojos y sintiendo más de ella. —No me preguntes cómo sobreviví sin esto, no lo recuerdo.
Gracias a Dios por el frío, ya que, nadie en su sano juicio se las dará de mirón en un estacionamiento copado en nieve.
Amanda me da una mordida en la mandíbula, y luego su lengua está ahí, bajando por mi cuello, esparciendo las sensaciones a lo largo de mi cuerpo. Sus labios se sienten calientes en contra de mi piel y me concentro en todos los lugares que toca.
—Lo sé, lo mismo por acá —Amanda admite desabotonando mi camisa. Se alza y me aprecia desde arriba, corriendo sus manos por mis pectorales. Jadeo atontado. —Leah dijo que tocan en un rato.
—No me digas que quieres volver... —Y sí, mi voz es un lamento incrédulo.
—Los chicos te matan si no te presentas —intenta convencerme y en eso tengo que darle razón. Efren pateará mi trasero si los dejo esta noche tirados, pero vería el chiste luego. Eddie, sin embargo, me matará con sus propias manos para luego dejar mi cadáver en la carretera.
Realmente cada fibra en mi protesta cuando me siento derecho, acomodándola en mi regazo.
—¿Puedo ser irresponsable? —pido, peinando su cabello de fuego alrededor de su enrojecido rostro. —Por favor, déjame llevarte a casa y dejar a la banda para que se las ingenie sin mí.
Amanda niega despacio.
Hay algo en ella...
Se ve tan hermosa que aturde, su cuerpo exuberante dispuesto para mí; el mismo perfume a fresas rodeándome... Y con todo, su semblante, su vibra es diferente. Se ve deslumbrante, como lucen las personas locas de amor; ella lleva sus manos a mis mejillas y pienso que va a besarme, pero solo pega su mejilla en contra de la mía y algo dentro de mí se rompe, dejándome inmóvil.
La estrecho entre mis brazos y por la siguiente media hora, solo estamos así. Sosteniéndonos el uno al otro, transmitiéndonos calor y alejando el mal rato de la separación de la semana pasada.
Eddie nos espera justo en la entrada cuando regresamos minutos después, él intenta lucir enfadado, pero está perdiendo miserablemente la batalla.
Le doy palmaditas en la espalda al pasar por su lado.
—Todo en orden, papá oso. Reportándome a tiempo para el trabajo.
Él bufa.
—Podría acotar algo sobre eso.
Amanda me deja con un casto beso. Aún no estoy seguro de lo que pasó en el carro. Todo ese silencio que siguió y el mecernos juntos estrujó una parte de mi alma.
Efren está pasándose la correa del bajo por encima de la cabeza. Con Eddie nos movemos hacia nuestros respectivos instrumentos también.
—¿Qué tal están? —pregunta con aquella voz que no juzga ni se burla, a diferencia del resto de mis amigos. Él se interesa, ha abogado por mí, Amanda me lo dijo. Ni siquiera estoy seguro de que merezca tal acto, pero se siente casi lindo, de modo que es fácil ser sincero con él.
—Estamos bien... eso no significa que Amanda no pueda dejarme mañana mismo si es que doy un paso en falso, pero por ahora estamos bien. Y no quiero perderla, así que creo que eso cuenta.
Eddie asiente complacido, y se gira hacia el público. La gran cortina es descorrida y quedamos frente a la audiencia. Amanda está en primera fila. Ella me regala un guiño.
—Bienvenido todo el mundo, —Eddie toma el micrófono. —Suck it! ha vuelto de las fiestas...
Esta noche no es sobre dejar a la gente con la boca abierta, es más como sentirse a gusto con gente que te sigue el ritmo cuando porque ya te conoce.
Hacemos tres sets de pocas canciones para no atosigar. Y entre cada uno, nos tomamos descansos de escasos minutos para conseguir agua y un respiro. Eddie prohibió beber estando en Presentación, lo cual apesta en mi opinión, pero lo respeto a regañadientes. Él es el que manda.
En el intertanto, Amanda entra y sale de mi campo visual un montón de veces; más que nada tomándose su tiempo con Leah y Alice. Veo un par de seños fruncidos en su dirección y un montón de movimiento de bocas. Supongo que esa es ella poniéndose al corriente. Las chicas son buenas amigas, nada arruinaría eso.
El mayor de los Baker se roba mi atención cuando aprovecha un tema movido para bailar con mi chica. Me lo restriega en la cara, alzándome las cejas y tomándola por la cintura para guiarla. Nada fuera de los límites, no es estúpido, Amanda le cortaría una extremidad si es que lo hiciera y es eso lo que mantiene a mi trasero en su asiento.
No es ni medianoche cuando damos el show por finalizado. Baquetas arriba y estoy libre. Mi camino hacia la barra se abre limpio y fácil. Hay una bandeja con benditas botellas de cerveza en ella esperando por nosotros. Efren las alcanza primero y me lanza una que atrapo al aire. Algo me dice que voy a necesitarlas.
Amanda ya está ahí y me hace señas para que tome asiento a su lado. Lo hago y nuestras manos se buscan de manera natural para entrelazar dedos.
Sí, es hora de un poco de mierda dulce.
—Pensé que nos devolverías a Trevor en una bolsa de cadáveres después de las fiestas —comienza Rick hacia Amanda —jamás que te enredarías con él. Digo, ¿cuáles eran las probabilidades de eso?
—Puntos para ti Richard, ni yo misma lo vi venir. —Amanda le roba una botella de cerveza a una de las chicas de la barra que pasa cerca de nosotros.
—Porque soy insistente —aseguro ganándome los gestos de acuerdo de todos.
Amanda se vuelve hacia mí.
—Vaya que lo eres. —Aunque luce ruda, ella me da un beso en la mejilla.
—¿Y desde cuando esto está pasando, de todos modos?
Esta vez, ella me mira alzando las cejas en silenciosa pregunta, lo cual me golpea duro.
¿Esa es su forma de pedir mi permiso para contar nuestro pasado? ¿Cómo una pareja real?
Eddie, quien es el que menos ha estado en la oscuridad en estos días, nos da una cabeceada.
Prefiero una y mil veces que Amanda deje todo tal y como lo estamos llevando, pero ella no quiere hacerlo. No está sentada en aquel taburete alto por nada. Ese es su trono predispuesto para el interrogatorio, aquel del que yo me escondí toda la semana. Porque soy un cobarde y no tenía la menor intención de pasar por esto. Pero no ella. Ella le hace frente a cualquier ola. De modo que yo solo me puedo quedar a su espalda como apoyo silencioso. Mis manos subiendo y bajando por su columna si es que me necesita.
—¿Recuerdan aquella vez que hablamos sobre con quien perdí la virginidad y todo eso? —Su voz es vacilante y tengo que tragar. Aquí vamos. —Mi primer chico fue Trevor... nosotros conectamos, y luego ya no.
El bar se convierte poco a poco en un oscuro pozo y yo caigo en él sin darme cuenta. Siento las miradas de todos sobre mí, pero no levanto la mirada para enfrentarlos. La mantengo baja, al contrario de mi vergüenza que sube hasta los cielos.
—Trev cometió un error —Amanda sigue con voz tensa. No es su fuerte ser del todo sensible y estar bien con ello. —Me traicionó y yo lo mantuve conmigo todo el camino a través de los años.
—No tienes que explicárnoslo si no quieres —Rick le ofrece una bandera blanca. Pero Amanda niega con una sonrisa triste.
—Está bien, Rick, es lo que es. No podemos cambiar el pasado, ¿no?
Los chicos mantienen silencio.
—¿Entonces qué fue lo que hizo? —pregunta Efren y cuando lo miro, puedo ver las piezas cayendo en su lugar en su cabeza.
Amanda titubea.
—Él salió con una animadora, llevó al baile de graduación a otra chica —Leah facilita para todos. —Días después de acostarse con Mandy.
Bueno, mierda.
Dejo mi cerveza a un lado, no puedo siquiera tragar mi aliento.
Si cierro mis ojos y me imagino en el lugar de Amanda, aunque sea por un mini segundo y pienso en todo lo que la amo y en como de mierda me sentiría que ella me dejase por otro... quiero vomitar. Literal, apenas puedo contener el contenido de mi estomago en su lugar.
Fui la peor clase de gilipollas de la tierra, ¿no es así?
Amanda tiene una cicatriz por mi culpa. Yo enterré el puñal y lo dejé ahí. Es la clase de cosa que no se olvida nunca.
Los chicos se acercan para un abrazo grupal y me hago a un lado.
No creo que eso sea para mí.
No en este momento.
Amanda es envuelta por brazos y cuerpos apretujándola todos a la vez.
Escucho su risa flotar y me estremezco.
—Eso fue algo fuerte, levante la mano quien desea emborracharse esta noche —Richard dice con soltura al separarse del nudo de cuerpo. Y un coro de asentimientos van hacia él.
Los chicos se vierten en el alcohol y yo aun no soy capaz de mirarlos. Quizás mañana, o en otra vida.
Ahora, solo puedo permitir que Amanda me lleve lejos a la pista de baile para un lento, con su mejilla en la mía como aquel momento particular en el carro. La estrecho fuertemente de nuevo, porque la tengo, me tiene y si de mi depende, no la dejaré ir.
—¿Qué hay en tu cabeza? Pensé que estarías contento de tenerme y...
Detengo sus palabras dubitativas.
—No dudes de que es eso, —digo viéndola a sus ojos cristalinos. —verte aquí esta noche ha sido lo mejor por lejos... Yo solo... siento...
Ella apoya una mano en mi barbuda mandíbula.
—¿Es?
Me enfrento a mi mismo en sus ojos.
—Quiero pedirte perdón —aclaro despacio y ella deja salir el aire, viéndose de inmediato menos tensa.
—Ya lo hiciste, está bien así y quedamos...
—No. No, esto es otra cosa. —reitero inseguro. Prometí avanzar y dejar el pasado atrás, pero necesito decirle estas palabras. Las últimas respecto a un acto que me hace sentir despreciable. —Estuve pensando y... fue muy injusto de mi parte pedirte que entendieras por lo que yo estaba pasando cuando hice aquello que hice, porque no tenías que saberlo ni mucho menos pensar en mi cuando era obvio que tenías tus propios sentimientos para agobiarte. Fui egoísta hasta ese punto y es algo más para arrepentirme.
El arrepentimiento me ha visitado seguido aquí en la tierra de los jodidos y no puedo hacerlo a un lado como en épocas anteriores, debo enfrentarlo. Debo ser valiente como mi chica.
Amanda se mete entre mis brazos, rodeándome con los suyos por la cintura y dejando caer su cabeza en mi hombro. La música está fuerte, la gente se mueve a nuestro alrededor en pasos sin ritmo, nuestras voces se alzan para hacernos oír pero nadie cerca nos presta atención.
—Trevor, por primera vez en mucho tiempo, las cosas entre nosotros van por buen camino. Así que cuando me dices esto, sé que hay algo más detrás jodiendo en tu cabeza, ¿qué es?
Beso su cabello ondulado, tragando duro.
—Tengo esto claro, si esta vez no funciona entre nosotros; todo se irá a la mierda. No estaremos más juntos, no seremos ya amigos ni estaremos en la vida del otro, pero estoy definitivamente claro de que te voy a pertenecer tanto como tú me perteneces. —Hay un sonido de piano en el aire, Adele si mi oído no se equivoca. El chico nuevo tiene gustos tristes al parecer, porque la tonada no puede ir mejor con mis palabras. Siento humedad viajar hasta mis ojos. —Te conozco Amanda, y más importante, me conoces. Eres la única capaz de soportar todo lo que soy y yo, soy el único capaz de ponerte en tu lugar cuando vas toda loca sobre las cosas. Las relaciones son un rollo y nosotros apestamos en esta en algunos momentos, eso es seguro, pero creo que, en contra de toda lógica, lo podemos hacer funcionar a nuestra manera. —Su mano baja hasta mi trasero y le da un apretón. Eso le quita el hierro al asunto, mas no la seriedad. Solo somos nosotros. —Habrá días malos, habrá días horribles y también van a haber días en los que no voy a querer nada más que ahorcarte. Pero sé que cada día, sin importar como sea, voy a querer estar contigo y llevarte a la cama al caer la noche.
Ella se echa atrás, sus labios abiertos y los tomo en un beso largo e íntimo. Es amoroso, tierno y sensual, y dura toda una canción. Cuando esta termina, le susurro:
—Te Amo, Amanda Muse.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro