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CAPÍTULO VEINTIOCHO

TREVOR

¿Qué se supone que hace uno cuando una mujer te da una segunda oportunidad... y no la aprovechas?

—No lo hiciste, dime que no lo hiciste —Amanda ruega en voz baja y es como un mantra. No sé siquiera si desea que le responda, porque luce perdida. Hermosa, erguida e imponente y a la vez, completamente rota y no hay otro culpable que yo.

Yo... el hijo de puta con más suerte en la tierra por tenerla entre sus brazos, por tener su corazón y el hijo de puta que se lo está quebrando por un malentendido.

—Puedo explicarlo —digo de manera tentativa y el aire abandona su cuerpo. El lamento más desgarrador deja sus labios.

—Mierda... —Exhala y lo acompaña con la primera lagrima cayendo. —Jodida mierda.

Está llorando... está llorando, joder.

Mi chica guerrera, ruda y fuerte, quebrada ante mí.

No hay nada que pueda decir para hacerla sentir mejor. No en realidad. No voy a mentir, una chica me robó un beso, sí. Cuando estaba ebrio y no importó. Porque no me interesa. No es ella, no es la chica que amo, que deseo, que me vuelve loco; pero Amanda es la clase de mujer a la que no le importa eso, es de hecho, la clase a la que le interesa cuales fueron los últimos labios que besaste y espera que sean los de ella.

Joder, para mí son los de ella.

Son los que cuentan.

—Había una chica en el bar... —comienzo y Amanda se queja negando fervientemente con su cabeza.

Veo más lagrimas abandonar sus ojos y cada una se siente como una bofetada.

Ella no llora, nunca.

—No quiero oírlo. —Se mueve, endereza sus hombros y comienza a caminar dignamente pasándome. —Esto es todo. Se acabó.

Me estremezco, es como si el aire escaseara. Cuando sus palabras me golpean, ella ya no está a mi alcance.

—Demonios, espera... —Corro siguiéndola, sus pasos son rápidos y de plomo. No mira atrás, no me espera. Recupera su bolso y se va bar afuera, se pelea con sus bolsillos para sacar algo. La detengo. Ella lucha con mis manos, apartándolas. Sus dedos están crispados y no la detendré si quiere hacerme daño, pero primero tiene que escucharme.

—¡Trevor!

Me congelo.

Todo su cuerpo tiembla de repugnancia hacia mí.

—Eres... Maldita sea, te odio tanto justo ahora. —Está llorando abiertamente y eso es... la peor clase de basura que existe. Me apunta hirviendo en cólera. —No quiero verte nunca más, lo digo en serio. Si vuelvo a verte, voy a... a... —Ella está luchando con las palabras. Quiere odiarme, sin embargo, no puede hacerlo. Ella me ama. Me lo dijo esta misma tarde. Está dolida y yo puedo remediar eso.

Me acerco, mis manos hacia arriba para que no tenga miedo de mí. No tiene que tenerlo. Es absurdo.

Hace una hora atrás nuestra vida era el paraíso, tanto como eso puede ser para nosotros.

—Amanda, te amo...

Ella se vuelve dura.

Un horrible gesto curva sus rasgos, sus labios crispados en la peor clase de sonrisa que pudiese alguna vez imaginar viniendo de ella.

—No. —Escupe. —No lo haces y no vuelvas a repetirlo jamás.

Mi ritmo cardíaco aumenta.

—No digas eso. Solo tienes que escucharme.

—No quiero escuchar nada más que venga de ti, Trevor... —Se ve desesperada, tanto que lanza su bolso al piso. —¿Cómo pude ser tan estúpida? ¡Creyendo todo lo que me decías! ¡Maldito mentiroso, con tus antecedentes!

Mi mandíbula tirita cuando trabo mis dientes juntos. Eso no es justo.

Una mierda que no es justo.

Años atrás estaba aterrado de esto, de ella y de lo grande que me siento a su lado.

Hoy, es todo lo que soy. En todo lo que pienso.

No hay comparación alguna entre mis anteriores errores y éste. Éste nada tiene que ver conmigo. No he hecho nada mal. No he mirado a nadie. No he deseado a nadie. No he andado en busca de otras mujeres.

Solo pienso en ella.

Amanda es lo único que veo.

—No permitiré que mis errores del pasado interrumpan en lo que hoy soy. —digo haciendo énfasis en cada palabra. Ella ha visto todo lo que he hecho. Todo lo que quiero esto. A nosotros. A ella. Como la amo.

Amanda se da vueltas sobre sí misma en el estacionamiento. Está completamente desierto y ella no tiene donde fijar la vista.

—Bien, entonces olvidemos tus antecedentes de idiota y solo fijémonos en lo que acaba de ocurrir. —Se voltea ardiendo de nuevo y la ira asesina que despide, en verdad, es aterradora. —¡Te has liado con alguna perra a la primera que me doy la vuelta!

Que me condenen.

—¡Y una mierda si lo hice! —grito furioso. —¡Una perra me besó! ¡Es muy diferente!

—¡No llames a una chica perra! —Ella grita de vuelta. —¡No está bien!

—¡Tú lo acabas de hacer!

—¡Yo puedo! ¡No seas un idiota!

Me llevo una mano al rostro para restregármelo. Esto es la peor clase de locura. Se escuchan pisadas a mi espalda y la puerta al abrirse. Perfecto, ahora tenemos audiencia. El resto de nuestros amigos están ahí.

Miro de vuelta a Amanda, quien no ha perdido su punto en mí.

—Amanda, no me importa si está bien, no me salgas con eso...

—Trevor, ve adentro. Tienes que tocar. Como dije, esto se acabó. —Ella se da media vuelta y siento que me destruyo. Cada parte de mí se desgarra con la facilidad que aleja esto.

A nosotros.

Le importo, sé que le importo. Pero está más allá de eso.

Está siendo una... maldita por ser así conmigo.

Restriego mi cara con fuerza para que el dolor aleje el de mi corazón.

—Amanda joder, ni siquiera me estás dando el beneficio de la duda. No he hecho nada para cagarlo. Me he esmerado mucho para enmendar todo lo jodido que fui, —Ella se detiene y la veo dudar, sus hombros se sacuden y estoy seguro de que está llorando de nuevo. Mis entrañas me traicionan. Quiero alcanzarla, quiero que crea en mi como jamás he querido nada. Doy un paso silencioso en su dirección —¿crees que de pronto iba a caer tan bajo con alguna chica solo para arruinar todo?

—Yo...

Hay duda... y eso es bueno, porque significa que ella no se cree del todo esto. Pero por esa parte que cree, por esa que está dispuesta a descartarme tan fácilmente, a esa que al parecer le importa un pepino que me haya arrastrado detrás de ella con el corazón en el puño. Por eso, me siento más que traicionado.

Dije que iba a ser el hombre que ella quisiese tener a su lado y creo que al menos, lo intenté.

Ella ni siquiera intenta creer en mí. En nuestro amor y en la forma que le confesé como me siento.

Doy un paso atrás, sintiéndome como una bolsa de huesos a punto de caer al piso.

—¿Sabes qué? —El dolor de su desconfianza es tan fuerte que creo que va a sobrepasarme, pero no puedo pelear por algo que ella no. Esta relación no puede ser solo de un lado. Tomo aire y lo dejo todo salir; cada parte de mi sangrando en las próximas palabras. —¡Vete a la mierda, Amanda! ¡He estado caminando de puntillas a tu alrededor porque querías que hiciera las cosas bien y lo he hecho, así que me harté! ¡Una maldita chica me besó, sí! Pero la alejé porque solo te tenía a ti en mi cabeza, así que esto es lo único que tengo que decir para ti. Te amo. Te he dado todo de mí en estos últimos días. —Mi voz estrangulada pierde intención. Ella solloza, ¿a quién quiero engañar? Soy completamente suyo. Necesito que me mire y crea en mí. —¿Qué vas a hacer?... ¿confiarás en mí?

Si ella cree en mí, todo estará bien.

Se voltea lentamente, como si hacer el movimiento le produjese un dolor desorbitante. Está llorando tanto, tan feo. Se ve enrabiada aun, desorientada... e ida.

—Te odio. —pronuncia y me derrumbo. 

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