CAPÍTULO TRES
TREVOR
¡Que frío de las pelotas que está haciendo!
Un estremecimiento me sacude antes de que tenga tiempo de prepararme en contra del viento helado. Ajusto mi chamarra con el cuello lo más alto posible y con la cabeza gacha camino en dirección recta esquivando gente a diestra y siniestra.
Falta muy poco para navidad y la típica fiebre de compras ya se ha hecho presente en todo el mundo.
Había visto los noticieros antes de salir de casa; sí, los noticieros como la gente mayor y se dejaba ver que ni siquiera el gélido clima disuadía a los compradores compulsivos.
Las multitudes se quejan todo el año de la economía, pero aparecen las fiestas y todo el mundo sale a copar sus tarjetas de crédito con una mendiga sonrisa en el rostro.
—Apuremos el paso chicos, quiero llegar pronto a casa. —dice Efren por delante de mí. —Leah dijo que estaban casi ahí con la comida.
Acabamos de salir del estudio de grabación. No ha sido más una que visita a las instalaciones de Millenium Records con quien hemos firmado para nuestro primer disco.
El dueño de la disquera realmente nos ama.
Creo que estaba tras nuestros pasos mucho más tiempo del que admitió y no lo puedo culpar. Suck it! es realmente bueno, modestia aparte.
La banda siempre ha tenido una identidad propia. La mezcla de sonidos que todos aportamos nos ha generado eso. Aun con los covers que el enamorado de Efren saca para Leah y las canciones intensas de Eddie, tengo mis momentos para aportar con mierda pesada que deja a todo el mundo eufórico y con ganas de un buen rock.
Llevamos años en esto, los suficientes como para tener una línea definida respecto a un espectáculo y el conocimiento de que el final es lo que cuenta, el remate siempre está reservado para nuestros temas, aquellos que dejan el sello en nuestros fans locales.
Somos conocidos por adaptar casi cualquier cosa, Eddie es el hombre que consigue eso.
A veces, tocamos clásicos y a veces, solo cosas antiguas, como Free Fallin' de Tom Petty porque en un bar como Carlston, a la gente le gusta la variedad y nosotros podemos con eso. Les damos lo que ellos quieren, desde grupos pesados hasta buenos grupos de chicas, pero buen Dios, no hay manera de que pueda adaptar un cover de las Spice Girls como una vez nos sugirieron. Esa mierda no es mía, no me hallo en la batería electrónica mientras que Efren y Eddie corean Wannabe.
No, ni en un millón de años, no.
De todos modos, se supone que no debemos dejar que se nos suba a la cabeza, aún no hemos comenzado a trabajar directamente por lo que deberíamos mantener los pies en la tierra, lo que se nos hace un poco difícil cuando el mismísimo dueño de la disquera ya nos agasaja como si fuésemos superestrellas.
Tenemos todo al alcance de la mano, lo único que tenemos que hacer es pedir.
El más entusiasmado de nosotros es Eddie, siempre ha sido su sueño el hacerse famoso; es como ver a un niño en la mañana de navidad por su expresión en la sala de grabación. Es él quien entiende de todas aquellas maquinas que son desconocidas para mí. Efren y yo solo tocamos, Eddie es el hombre que está detrás de todo lo demás.
—Tenemos la peor suerte del mundo ahora que la camioneta se ha descompuesto justo para estas fechas —reclama Eddie a mi lado, acomodando su gorra para cubrir sus orejas que se tornan rojas. —¿Crees que se tarde demasiado en estar lista, Efren?
El aludido se encoge de hombros cuando llegamos a su departamento y comenzamos a subir las escaleras. El solo entrar al recibidor ya corta la corriente de aire frío en mi nuca.
—No pude echarle un vistazo, Rick dijo que se encargaría y Leah lo adelantó a todo el trabajo que tenemos. —informa. Ahora que su novia es también secretaria en el taller, tenemos la delantera respecto a nuestro medio de transporte. Si no fuera por Eddie, creo que me la pasaría a pie. —Como sea, mañana tengo mi coche de vuelta. Espero que Leah se haya divertido hoy con Alice y Mandy. Necesitaban ponerse al día, ¿no?
Asiento incomodo desde atrás.
Amanda llegó ayer. Exactamente anoche, escasas horas atrás.
Ha venido para quedarse un par de días antes de que tenga que regresar a Boston y pasar las fiestas allí.
Fiestas que, por lo demás, son esta semana.
El resto de nosotros tiene sus planes armados también; lo conversamos hacía unos días para trazar un plan de modo que ninguno de nosotros quedase en el aire.
Leah y los hermanos Baker van a pasar la navidad con los padres de ella, ya que, la madre de ellos se encuentra de viaje con su recién estrenado esposo.
Eddie y Alice se la pasarán juntos en la iglesia con sus familias como cada año. El padre de Eddie es el pastor de la iglesia a la que ellos asisten así que tiene mucha lógica.
Y por mi parte, me voy a casa.
Iré de visita a mi ciudad natal a ver a mis padres por un par de días y a disfrutar tiempo de calidad con los dos diablillos que son mis hermanas gemelas menores.
En cuanto a Mandy... cuando anoche charlamos y tardíamente mencionó que debía de trabajar para la navidad y el año nuevo, algo en mi pecho se removió. En fiestas todo el mundo se pone sensiblero, todo el mundo desea estar en casa con sus seres queridos y sé que la familia de Amanda es pequeña así que me hago a una idea de lo molesta y dolida que debe de estar por la situación.
Efren se pelea con la llave de su casa para poder entrar; cuando va por el tercer intento, la puerta es abierta desde adentro y Leah se queda de pie frente a nosotros mirándonos con una sonrisa enigmática. Se centra en Efren y el llavero que tiene colgando de los dedos.
—Dudo mucho de que puedas abrir la puerta con esas, porque son las antiguas. Te has dejado las nuevas al salir. —Ella se hace a un lado para que podamos pasar. Gracias al inventor de los calentadores de ambiente, entrar como ir directamente a un delicioso horno.
—¿Qué haría sin ti? —Oigo que Efren dice mientras que me quito el abrigo. Él se acerca a Leah y se agacha para besarla.
—Espero que nunca tengas que averiguarlo. —Ella le responde.
Por todo lo que más quieran...
Le echo un vistazo al resto de los chicos en la habitación y todos están sonriendo ante la escena.
Es imposible evitarlo, Efren y Leah parecen creer que están en una novela romántica constantemente y para el resto de nosotros aún no ha dejado de ser una novedad el que estén juntos al fin.
Me dejo caer en uno de los sofás, haciéndome con el mando de la Tv.
El ser un mirón no va conmigo.
—No puedo creerlo, no puedo creerlo —chilla Alice entrando y sacudiendo sus botas en el tapete de la entrada. —Hay centímetros de nieve ya. Está hermoso.
La comida está aquí, veo las cajas de pizza humeante que hemos encargado para la reunión de hoy ser pasadas de mano en mano y las últimas integrantes de nuestra pandilla hacer acto de presencia. Amanda entra en la habitación, sus mejillas coloradas por el frío viento del exterior. Se quita el abrigo dirigiendo una sonrisa a Efren, entregándole una caja con más comida para llevar y mis entrañas se retuercen con celos. Porque con él se juguetea y se ríe y aunque sé que no hay nada ni remotamente romántico, conmigo no tiene esa soltura.
Me sirvo dos trozos de pizza extra queso y un vaso de gaseosa, rodeando la mesa hasta llegar donde ella se encuentra, lo que es, naturalmente pura coincidencia. No puedo evitar notar el fino suéter que lleva y la nariz de Rudolf en él que me saluda alegremente de entre sus pechos.
—Hey —digo en un susurro bajo y tentativo. No me mira, pero sé que me presta atención si es que el tirón antinatural en sus hombros representa algo. He decidido fingir demencia post borrachera. —¿Y cómo estás, Amanda?
—Como si te importara.
Su respuesta me hace inmensamente feliz, es relajada y común. Lo que es bueno, porque significa que estamos de vuelta a la normalidad.
—Okey, muchas gracias, esa fue una gran conversación.
Los chicos nos dan movimientos de cabeza como diciendo "no otra vez".
Sí, todo es como siempre.
Reconfortado porque mi acto no fue un paso en falso, devoro mi comida con ansias y todo sabe estupendo. No he sido abofeteado, ni golpeado en mis partes íntimas. No he sido insultado ni mirado mal.
Eso es un buen día a su alrededor, si me preguntan.
Ella se ríe frente a mí, sentada en forma india, completamente ajena a mi persona. Solo estando allí, disfrutando de la velada y yo no puedo menos que disfrutar de ella.
Es tan bella.
Tiene todo ese cabello rojo a su alrededor como un halo de fuego que te habla de entrada acerca de la intensidad que brilla en sus ojos y la pasión que desborda de sus labios.
Ella es una mujer completa. Ya sabes, que a pesar de su juventud, cuando la miro, no veo a una chica. Veo a una mujer en toda la extensión de la palabra. Una que es inteligente, y que sigue con su vida sin estar atorada detrás de mis pasos como yo hago con ella.
No me malentiendan. No postergo mi vida ni nada por el estilo, no mantengo algún tipo de celibato ni me arrojo a sus pies cada vez que da un paso. Sin embargo, no puedo negar que todo mi cuerpo se encuentra en sintonía con el suyo cada que compartimos habitación.
Es algo más allá de mí.
Nuestros ojos se encuentran en dos ocasiones mientras se conversan temas vagos; la primera vez no es más que una cruzada. Ella me mira y como cada vez desde hace diez años, desvía su mirada hacia algo más interesante que mi rostro.
La segunda vez, algo sucede. Su mirada me busca a través de la sala; no he dejado de mirarla, soy así de descarado. Sus ojos oscuros se enlazan con los míos y es como si miles de emociones cruzaran en la profundidad de los de ella. Un millar de las que ni siquiera alcanzo a captar un par. Mi respiración pierde el ritmo y mi pulso se dispara. Y ella sigue mirándome. Amanda está fija en mí y por primera vez en mucho tiempo, un sonrojo tiñe sus mejillas llevando mi incredulidad de cero a miles.
Sorprendente.
Una risa recorre a los chicos y tardíamente me uno a ella.
Un gesto; una mirada. Solo con eso mi estómago hace una voltereta extraña.
Estoy tan jodido, maldita sea.
La extrañé un montón cuando estuvo en Boston, extrañé el efecto que puede tener en mí. No necesita tocarme, no necesita hablarme si con solo un batir de pestañas me reduce al inexperto chico de diecisiete años que se enamoró de ella tanto tiempo atrás.
Aventuro otra mirada en su dirección, sin tener suerte.
Tengo que tranquilizarme, necesito volver a ser el risueño inofensivo que todos conocen, así que me remuevo en el asiento para escuchar a Rick decir:
—No me gusta estar soltero todo el tiempo, no soy esa clase de chico ligón que ama su soltería, es solo que no he encontrado alguien a mi medida. —Él está bebiendo cerveza y vacía de un trago la botella que tiene en la mano. Se pone de pie dispuesto a ir por otra.
—Cuando dices ese tipo de cosas Rick, en verdad pienso que podría llegar a enamorarme de ti —señala Alice siguiéndolo a la cocina. Hay silbidos bajos y veo como Amanda y Leah se alzan las cejas entre ellas. Hay alguna clase de mierda pasando entre Alice y Rick desde hace un tiempo, pero yo no voy a poner un dedo en ello.
—A mí en verdad, me gustaría ver que eso pasara Alice —responde Rick en su voz baja de conquista y eso es suficiente para que alaridos salgan de mis amigos. Me uno a ellos. Ahora, eso es otra cosa.
—Ya niños, siéntense —llama Eddie entre risas, dejando su plato en la mesa de centro y echándose en el asiento. —Tenemos una situación que discutir. —Todos tenemos planes para navidad, —Él se vuelve hacia Amanda. —¿Cuáles son los tuyos?
—Bueno, tengo que estar en Boston toda esta semana y las siguientes de inicio de año. —Nos cuenta con una mueca. — Todo el mundo pidió sus vacaciones con anticipación y yo estoy recién trasladada, no puedo hacer aquello.
—¿No pueden hacer una excepción? —Leah pregunta adelantándose.
—Lo intenté y nada. —Amanda explica con voz quejumbrosa. Se inclina para dejar su plato vacío a un lado. —Deberías haber escuchado a mi madre al teléfono cuando le conté.
—Entonces reitero mi pregunta, ¿qué vas a hacer? —insiste Eddie y esta vez soy yo quien se adelanta en su asiento.
—No lo sé, estoy hecha un lío. He pensado que si tuviese algo más de dinero ahorrado quizás pudiese costear los pasajes para pasar la noche buena aquí y luego...
—¿Cuánto dinero necesitas? —pregunta con voz queda Alice y Amanda niega inmediatamente.
Ella hace un gesto despectivo con la mano.
—Números. No vamos a hablar de ello.
El ceño de Leah se frunce, así como el mío.
El padre de Rick y Efren los dejó bien encaminados en esta vida antes de fallecer prematuramente; mis padres tampoco están mal con todo eso de la cadena de restaurants que poseemos y sé que la familia de Eddie y de Alice son acomodadas; solo Amanda se rasguña sola en la vida. Aprecio eso. No es algo que yo entienda, para mi ella es una guerrera.
Además, no es como si a alguno de nosotros le importe todo el asunto del dinero, jamás lo ha hecho y no tiene por qué hacer una diferencia justo ahora.
Si Amanda necesita una mano, cualquiera puede ofrecerse para ayudarla, incluyéndome. Pero no está en ella aceptar las cosas de manera fácil.
—No seas terca, podemos ayudarte —Leah insiste, sentándose en el borde del asiento junto a Efren.
Amanda suspira y se mira las manos en el regazo.
Esperen un segundo, ella está ocultando algo.
Notando el gesto vacilante al mismo momento que yo, el resto de los chicos comienza a bombardearla con preguntas.
—Verán, la cosa es... que no estoy segura de querer pasar las fiestas en casa. —declara una vez que se ve arrinconada y cuando todos enmudecimos, se encoge de hombros. —Todas las festividades son lo mismo, corro a casa de mamá y término amargada a mitad de la velada. ¿Está mal si por una vez deseo algo diferente?
Bueno, en ese caso...
—Entonces, supongo que me quedaré sola en el departamento —prosigue viendo que ningún otro retoma la palabra.
—¿Qué? ¿Estás loca? —La corta Leah, poniéndose de pie. —No puedes hacer eso. Tendrás horas libres, no puedes estar sin tus seres queridos.
Una sonrisa asoma al rostro de Amanda y mi estómago da otra vez esa voltereta ridícula.
Oh, vamos amigo, ni siquiera te está sonriendo a ti.
—Voy a estar bien, Leah. No soy un cachorro dentro de un carro. Mi compañera de piso saldrá con su familia así que...
—No puedes quedarte sola. Son las fiestas, es casi un sacrilegio. —protesta Alice. Ella busca el apoyo de Eddie. —Puedes venirte con nosotros, sé que las iglesias no son lo tuyo, pero te divertirás.
—Sí, anímate. —Secunda Eddie —Tendrás una cena acogedora y compañía que te aprecia.
Amanda eleva sus brazos y restriega su rostro.
—Chicos, no quiero sonar mal agradecida...
—Pues no lo seas, acepta alguna de las invitaciones —Le señala Rick desde donde se encuentra sentado en el piso. La apunta con la botella en su mano.
Pero lo veo.
Veo aquello que los demás están ignorando.
Amanda está siendo precavida como siempre, no deja que más información de la necesaria se filtre y como ya manifestó antes, hay un punto en contra.
Si está corta de dinero, no importa los panoramas que tan amablemente nuestros amigos puedan ofrecer, porque ella no quiere tener que viajar de Boston a Chicago en un tramo de horas. No quiere aceptar la ayuda que le están ofreciendo porque apuesto mi pierna derecha a que lo considera más una carga que una mano amiga.
Es una luchadora, creo fervientemente en eso. Y con la fuerza, viene el orgullo por sus capacidades. Si no lo hace por sí misma, Amanda considera que falla.
Necesita algo que la mueva en terreno donde tenga al toro por las astas.
Mi corazón palpita como loco cuando la idea viene a mí.
A la mierda, me voy a arrepentir de esto.
—Te vendrás conmigo a casa de mis padres —sentencio tras un suspiro y seis pares de ojos se vuelven en mi dirección. En ellos se refleja desde asombro, hasta incredulidad pura. Pero son los ojos de Amanda los que busco, estos tienen pánico puro en su interior. ¿Qué demonios...?
—¿Qué? —Toma una respiración y traga. —¡No!
—¿Estás hablando en serio, Trev? —dice Eddie, su voz todos los tonos de impresionado.
—Sí, ¿por qué no? —Le digo al grupo y nadie me responde. Miro de nuevo a Amanda que tiene un gesto como niña obstinada.— No pongas esa cara Amanda, no estarás encerrada en una habitación conmigo todo el tiempo, estará el resto de mi familia allí, son buena gente, créeme. Podrás charlar con ellos.
Alguien deja escapar una risita nerviosa que no hace nada por aliviar la tensión que se apodera de mi pecho. Y me recrimino de inmediato, ¿por qué diantres he tenido que hacer un ofrecimiento así?
Porque ella necesita una mano, porque la viste complicarse y porque eres un idiota, susurra mi conciencia y no puedo no darle la razón.
—No Trev, estamos hablando de las fiestas. Tus padres deben estar esperando por ti, no por mí. —Niega Amanda ante mí, pero su negativa no me convence del todo. ¿Me está rechazando en verdad, por una eventualidad con mis padres o es acaso, por lo que sucedió anoche?
—No sucede nada, para mamá será una novedad que lleve a alguien como tú a casa —digo mirándola de frente y me castigo mentalmente.
Ella niega, pero no dice más.
Vamos Amanda, acepta esto.
—Mandy —llama Leah —creo que, de todos los ofrecimientos, el que más te conviene es el de Trev. —Ella alza sus manos para que su amiga no la interrumpa cuando la ve poner cara de pocos amigos —Estás diciendo que no quieres viajar a casa, pues el único que se encontrará en el mismo lugar que tu, es él.
Amanda resopla y evita mi mirada.
—Bastardo suertudo —Rick me golpea en el brazo. —En el momento y lugar indicado. Tal parecer ser que tienes ante ti a un caballero de brillante armadura, ¿eh, Mandy?
—Yo no iría tan lejos, —responde con una sonrisa. —Aunque estoy tentada a decir que sí, Trev.
Sonrío.
Definitivamente seré un bastardo con suerte si ella acepta pasar las festividades con mi familia.
Me echo contra el sofá, viendo al resto de los chicos presionar en ella sobre el asunto. No sacarán nada más y así se confirma tras unos instantes viéndose decepcionados. Una película es puesta en la Tv. Como es de esperarse, es algo navideño para acompañar la época.
Las luces son apagadas, Leah y Efren nos reparten un par de cobijas a medida que la hora avanza y con ella el frío y nos apretujamos en los sofás para ver un clásico sobre un pequeño diablillo dejado en casa que hace de las suyas en contra de un par de villanos torpes.
Las primeras escenas de la película me atrapan y hasta me sacan un par de carcajadas, pero mi cabeza pronto va a la deriva.
Mi madre no va a creerme cuando le diga que quizás una chica; bueno, no una chica. Sino que Amanda me acompañará a casa.
Ella sabe qué tan tremenda fue mi metedura de pata respecto a la chica, así que estoy seguro de que alucinará tanto como yo mismo.
En años, este es el ofrecimiento más grande que he hecho hacia ella. Es un gran paso y no quisiera darlo en falso.
Si me dice que no al final de la velada, no sé qué haré.
Por otro lado, si me dice que sí, ahí no sé qué mierda haré.
Amanda aparta su manta a un lado y pasa por delante de la televisión corriendo en dirección a la cocina.
Ah bueno, pues yo tengo algo de sed.
Sin encender la luz del techo, Amanda tantea hasta tomar un vaso y llevarlo al grifo para llenarlo. Me detengo detrás de ella a la espera de mi turno. Cuando se voltea, se me queda viendo y bebe de su agua sosteniéndome la mirada.
Ella es alta y está llevando tacones bajos que la hacen ver de mi estatura. Sus ojos a mi altura y sus labios que brillan con el rastro de agua en ellos. El departamento es pequeño, por lo que la única fuente de luz proveniente de la sala que la ilumina tenuemente.
Ella es una amazona de labios llenos.
Labios que hasta hace solo unas horas atrás besé.
—¿Estás molesta por lo del beso de ayer? —Me escucho decir en un aliento bajo.
—Pensé que no íbamos a hablar de nuevo sobre eso —dice también en un susurro frunciendo el ceño. Me entrega el vaso que acaba de usar y yo lo acepto sin pensar.
—Sí, lo dije —acepto tomándome mi tiempo. Me sirvo agua y la bebo. —Es solo que no estaba en mis sentidos.
—No, claro que no. Podrías haber sido mucho más tierno de lo que fuiste. —Y para mi sorpresa, se ríe.
Quiero decir algo casual, tomar su bandera blanca pero simplemente no puedo. Los nervios me carcomen. Y es tan ilógico, que yo, a estas alturas pueda sentirme como un chiquillo con toda la experiencia que he acumulado.
—No soy sutil, no soy tierno, no soy atento. Estás frente a mí, luciendo así y sabes que tocas algo dentro de mí. Si tienes algo que quiero, voy a intentar tomarlo.
Sus ojos se abren en grande y evita que se topen con los míos. Cojo aire por la nariz y dejo que su olor me inunde. Fresas y algo salvaje e indómito.
Si ella acepta pasar las fiestas conmigo, definitivamente haré un movimiento. Y que Dios me ayude.
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