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Capítulo 8

Llevo el vaso de agua hasta mis labios, no tomo, solo juego con el borde del vaso plástico mientras pierdo mi mirada en la pantalla del monitor de Penz. Él parece no querer tomar un descanso, sus dedos teclean con rapidez mientras sus ojos se mueven al compás de lo que escribe, lo que busca, lo que encuentra. Relajo mis hombros, pongo el peso de mi cuerpo en el otro, llevo hacia atrás mi cabello y vuelvo a concentrarme en lo que estaba leyendo. De vez en cuando intercambiamos una que otras palabras, otras veces, me limito a señalarle algo que parece se pierde a propósito entre toda la información que tiene delante de sí; me agradece, anota y volvemos a lo mismo de antes.

El sol ya se ha ocultado, la noche a emergido con lentitud, pero el trayecto de su encuentro ha sido favorecer para nosotros.

Desplazo mis ojos cansados para encontrarme con Schmidt sujetando una carpeta que deja de lado cuando nota que lo estoy mirando, sus cejas oscuras y abundantes, suben y se concentra en un punto: La salida. Es un gesto rápido, breve, me hace saber que quiere hablar conmigo un momento, a solas. Asiento dejando caer los párpados. Antes de irme, palmeo el hombro de Penz para llamar su atención, le entrego un vaso con café con nada de azúcar como le gusta y le susurro que vuelvo en minuto, asiente tomando del café.

—¿Por qué ustedes no han querido hablarme de mi accidente? —le pregunto después de unos segundos, recostados de la pared, uno al lado del otro, donde antes de que reinara el aura del silencio me preguntó cómo me sentía con toda la situación —.De los detalles que han querido obviar por una razón que no entiendo.

—Solo seguimos las indicaciones de Penz —se justifica —.Tu mente...No es como las demás...Tu pérdida de memoria no es convencional Luz. No fue por el accidente, o por tu enfermedad que perdiste la memoria; fue algo inducido, apropósito. Tu cerebro está trabajando de manera distinta ante ese proceso de invasión de la cual fuiste una víctima, por eso hay que tratar tus recuerdos de manera diferente a un caso típico de amnesia.

»Solo estamos siguiendo recomendaciones pertinentes. No queremos que nada te afecte más de lo debido, con lo que has pasado, con lo que has descubierto, con lo que sabes...No queremos correr ningún tipo riesgo. No cuando no sabemos cómo reaccionaras.

Una diminuta sonrisa sarcástica se delinea en mis labios.

—Me encantaría poder reír de verdad, te lo juro. Me dan ganas de eso —Alzo la cabeza para tratar de encontrar sus ojos, pero solo veo su perfil —.Entiendo tu punto, el de Penz, el de la OFIC. Pero ustedes parecen no entender el mío.

—Si lo entendemos.

—Entonces, ¿por qué ocultar todo lo que ocurrió el día del accidente? ¿Por qué no hablarme de lo que hice ese día, de a quien mate? Ella no era cualquier persona, era mi tía, la hija de Diego Baermann —cuestiono, sin sobresaltarme más de lo debido —. ¿Porque antes no me hablaron de ella? Ella era hija de Diego, así como lo era, Derek, mi papa; y Donovan, mi tío. ¿Por qué omitirla si ella también era una Baermann?

—Luz...

—Zafiro estudio conmigo por años, éramos como hermanas, había muy poca diferencia de edad entre Zafiro y yo —pregunto sin reparo todas las dudas concerniente a ese tema —¿Porque ella estaba en el internado y no se quedó con los Baermann?

—Luz...Es muy complicado, no creo que...

—¿Qué esté lista para saber un poco mas de mi pasado? No te preocupes, tengo tiempo para que me lo expliques —respondo cuando noto que está a instante de decirme algo que parece lo tiene atado.

Su pecho sube, luego cae con rapidez.

—Ella nunca fue parte de los Baermann. —Confianza sin mirarme, midiendo sus palabras —.Si, es tu tía, pero es hija de Diego, no de Amalia. Zafiro Baermann es producto de una relación fuera del matrimonio. De un amor que desbordó la locura de alguien que se encargó de hacer de la vida de quien se atrevió a fijarse en él, en un infierno agonizante, doloroso, tortuoso.

»¿Recuerdas las imágenes de mujeres que encontramos en el microship?. Ellas fueron atrevidas a la hora de poner sus ojos en él, por serlo, pagaron con su vida. Nadie, ninguna mujer, llegaba a mucho con él, una noche quizás. Pero hubo una excepción, una mujer que tenía un objetivo. Fue audaz. Logró lo que muchas desearon, incluso un poco más: Lo enamoró, sembró la duda en Diego y ese fue el fin para el juego de ambos.

Sus palabras colaron mis entrañas como ácido. Sus manos, aferradas a ambos lados de su cuerpo rígido, marcaban sus venas con una fuerza descomunal. Parecía querer controlarse ante aquello que se notaba que le que pasaba por su mente y le atormentaba, le aturdía, le dolía. Me atreví a dejar caer mi mano y acariciar su la suya con mis dedos fríos, el calor salía de su piel era como lava ardiente, pero no me importo ese hecho y el primer intento de rechazo que tuvo ante mi reacción. Volví a intento, aferrando, esta vez, mi agarre en su mano.

No podía hacer mucho, solo sentir una parte de lo que él se atrevió a confesarme como si yo enterara del todo aquella historia, lo que hay detrás de ella. Me atreví a preguntar si Diego fue quien mató de aquellas maneras a esas mujeres, Schmidt confesó que no. Comprendí algo, después de todo, hubo una vez que Diego Bermann amo. Hubo una primera vez que Diego Baemann se replanteó el hecho de que lo que estaba haciendo estaba mal, un error. Pero también, hubo una primera vez, una oportunidad que Diego Baermann pudo volver a elegir mejor, y no lo hizo.

¿Por qué si tenía la oportunidad?

En silencio, le agradecí haber callado mis dudas con un gesto, con una caricia que apaciguo la furia que estaba guardada en su interior.

Aparto mi mano cuando la puerta se abre y los ojos de Andrea nos ubica no muy lejos, Schmidt es el primero en avanzar. Aquella noche teníamos que dejar todo asegurado, los pasos que yo seguiría partir de ahora para que toda salga según lo planeado en aquellas cuatro paredes. Nada estaba al alzar, todo estaba previsto, premeditado con alevosía, hasta el clavo más flojo lo tenían concebido a dos posibilidad: Se entraba o se sacaba. No importaba el qué, para cualquiera de las dos alternativas teníamos otras que cubrirán a las demás. Nada de lo que estaba sobre la mesa era un aventura, todo era para llevarse a cabo. Todo estaba milimétricamente calculado. Era el juego, la hora de iniciar aquello que tendría un solo fin...El fin del juego.

Cuando desperté en aquella cama de hospital lo primero que vino a mi mente fue una pregunta: ¿Quién soy?. Ahora, sabiendo lo que sé de mí a través de aquellas hojas que cuenta mi vida, de lo que he descubierto por su bocas, por la sensaciones que se apoderan de mi cuerpo y mente como si fuera mis propios recuerdos, y claro, de los pocos que he tenido, me vuelvo a cuestionar sobre esa duda que siento que me pierde en mundo que parece que me va a consumir en un piélago de desconfianza.

—¿Lista Baermann? —pregunta Schmidt a través del retrovisor donde coincide nuestras miradas.

Sonrío y asiento.

—Lo estoy —aseguro, y él me devuelve la sonrisa arqueando las comisuras de sus labios antes de volver concentrándose de nuevo en el camino que tenemos por delante.

Apoyo mi mentón sobre mi mano viendo a las personas que dejamos atrás, y me pregunto: ¿Algunos de ellos, alguna vez, habrán experimentado este tipo de incertidumbre?. Yo creo que sí. Nadie está salvo de cuestionarse de quién es aunque tenga recuerdos, aunque tenga pruebas de sí mismo y estas les ayudan a silenciar la voz de la duda. Creo que todo han llegado a saborear ese interrogante alguna vez en la vida. Mentiroso aquel que diga lo contrario. Es una sospecha que camina con nosotros, a nuestro lado, y par más que tratemos de encontrarle una respuesta es muy difícil de complacer a la duda que nos acecha en forma de pregunta.

Hay una respuesta, para todo lo hay.

Pero, a este tipo de incertidumbre, ¿que se suele contestar? ¿cómo callar a la sospecha cuando solo tiene líneas que hablan de ti? ¿cómo enmudecer a la inquietud cuando la duda de aquella pregunta se vuelve más frecuente? Me encantaría obtener ayuda. Que alguien me diga cómo responderle a ella que se ha vuelto tan fiel, tan leal en estas noches donde he tenido que releer mi vida resumida en unas hojas que ni el mejor de los fuegos puede quemar para que en realidad yo no recuerde nada más.

Todo lo que ahí dice de mí, mientras más leía y comprendía, me hacía sentir lejana a esa verdad que, por más que hayan pruebas, no siento mía. Es raro. Complicado de explicar. Es como un debate entre dos personas: Mi pasado y mi presente. Ambos tienen una lucha por dominar. Y luego está ella, la inconfundible llamada duda, en el medio, a la mitad, dentro de mí, tan grande como la incertidumbre de quién soy; me acecha, me saluda, me tienta diciéndome que no crea que soy eso que dice aquellas hojas blancas, que no crea que soy una asesina.

¡Pero cómo creerle a ella si las pruebas están ahí!

Aunque no recuerdo lo que hice, lo que le hice a ella, tengo un instinto que me hace reaccionar ante el peligro de una forma que muchos no lo harían, no lo sentirían, no así como siento yo al disparar. Es una adrenalina que se convierte en placer, en un deseo que se vuelve mi piel, en un aliento que se vuelve mi voz y en una sensación que se convierte en un recuerdo. Puedo tomar una pieza y convertirla en arma en pocos segundos, luego flexiono mis brazos, apunto y disparo justo en el blanco sin que me tiemble el pulso o sin pensarlo ni una vez. No lo hago. No me pregunto antes por qué, simplemente miro mi objetivo y aprieto el gatillo sintiendo la sangre hervir de un placer que me entierra en su oscuridad.

Amargamente no puedo evitar que ese cosquilleo que se genera en mis manos cuando tengo un arma entre mis dedos me evoque esa sensación de placer, sin poder evitarlo, un intento de sonrisa ácida se forma en mis labios. Y es que después de sentir eso que corre como si fuera mi propia sangre y se detiene, asfixiándome, quitándome el aire, apretando para instalarse donde esta ella, la duda, me hace pensar que si lo que corre dentro de mí es realmente mi maldad hablándome o mi instinto de supervivencia.

Si era mi instinto para protegerme: ¿De quién lo hacía?. Porque si podía hacer todo eso, sin que me tiemble nada, ni el corazón, creo que cuidarme sola no representaba nada para mí. Pero debió haber algo, al más que me hiciera ser así.

¿Será que era mi maldad hablándome? Diciéndome lo que soy en realidad.

No, no era ella.

No creo que con la maldad se nazca, creo que ella se inyecta como un veneno agónicamente letal. No creo que ella tenga las fuerzas suficientes para dominar, creo que ella se puede olvidar como todo aquello que hace daño y uno decide botar en la caja del olvido. No creo que ella sea poderosa, creo que ella es una mediocre que se alimenta del miedo que hace daño. No existe la maldad, lo que existe es el miedo: El amigo de pocos y el judas de todos.

Todos, alguna vez, hemos sentido como el miedo se nos para de frente; nos da la mano, nos habla, nos abraza, nos seduce, nos besa, nos hace el amor con la promesa de un fin feliz, cuando en realidad lo que hace es alimentarse. Cada vez que la das un poco de ti, de tu tiempo, un espacio en tus pensamientos, es cobrando vida para tener con que doblegarte, para tener flechas que te dispararan justo en tu punto débil y así hacer lo que ella quiere: Su voluntad.

El miedo existe, la maldad no.

El miedo eres tú, la maldad no.

El miedo es quien mata, la maldad no.

—Recuerda que debes ser rápida —susurra Schmidt detrás de mí —,pero no tanto. Aquí no puedes fallar. ¡A mi señal! ¡Ya! —Y vacío el cargador contra el blanco que está a unos pocos metros de distancia de nosotros.

El miedo no existe.

La cuenta regresiva está a un día de terminarse, me lo advierte el reloj en mi muñeca que me señala la hora y me indica que el juego está por empezar. Aquella noche, cuando Schmidt me entrega aquel sobre que me invitaba a celebrar con ellos, la familia Baermann, las ideas de aquella noche se convirtieron en planes que han tenido los resultados deseados; el semblante de Schmidt ha cambiado, está menos tensionado, incluso, sin que él se dé cuenta, le ha salido una que otra sonrisa que nos ha sorprendido a más de uno. Eso nos indica, que a pesar de la desconfianza que tenía Andrea del plan de él, todo está marchando según lo previsto, y los peros, no han asomado la cabeza...Aun.

Lo primero fue responder a la invitación que me había hecho llegar la abogada de Diego, Ava Haider, una mujer que se ganó no solo el cariño y respeto de él, también el de toda la familia. Es una más de ellos aunque no del lado sucio de él. Faltando solo un año para que terminase su carrera en ciencias jurídicas, formó parte de la empresa y se ganó, tras haber demostrado del materia que estaba hecha en un juicio que parecía no iba a favor de los Baermann y que ella se encargó de revertir, a tal punto, que los que estaban demandando no solo perdieron, también se retrataron y pagaron una generosa multa por difamación, eso hizo que su puesto en la empresa y luego en la familia, se afianzara. Algo admirable para una chica que creció con las carencias por las cuales tuvo que pasar, nada de eso la hizo desistir, solo alimentó su deseo de superarse y llegar lejos.

Para la familia Baermann yo había hecho mi vida lejos de Alemania, en Brasil, una vez salí del internado. Nunca me contacté con ellos y ellos tampoco lo hicieron conmigo desde que fui olvidada en aquel lugar. El único que me visitaba era Diego, y no era muy frecuente. Ahora era importante mi presencia en la vida de ellos, Diego se encargó de que así fuera cuando hizo su testamento, soy la heredera universal de todos los bienes de él, y si no acepto las condiciones impuestas en el testamento la fortuna Baermann se verá seriamente afectada según las palabras de Ava. No se quedaran en la calle, vivirán cómodamente hasta que mueran, si lo saben administrar, pero el 70% de todo lo que dejó Diego lo perderían, ya que los negocios, aquellos que rinden el verdadero fruto, pasarían a mano de los buitres de sus socios.

Ahora sí era importante para ellos, se lo hice saber a Ava, junto a la tristeza de haberme olvidado por tantos años. ¿Cómo era posible que me alejaran así de ellos? Yo también era una Baermann. Después del accidente de mis padres no debieron apartarme de su lado, debí quedarme con ellos y no en aquel internado donde me dejaron botada como si yo fuera cualquier cosa y no su familia. Seguro esa soledad, ese encierro y la duda del porque no me querían, me convirtió en esto.

Hablar con ella fue sencillo, aunque en una parte de nuestra conversación al día siguiente de haber recibido la invitación, me reclamo sutilmente el hecho de no haber estado en el funeral de mi abuelo. Guarde silencio, no sabía que responder a ello. Hasta que escuche que ella también cayó, nuestra respiración era lo única que hablaba hasta que intentó, fallidamente, borrar la tristeza de su voz al hablar de él.

—Yo entiendo tu enojo Luz, créeme que lo entiendo pero...—Volvió a guardar silencio —,esa fue la manera en que Diego sintió que podía protegerte.

—¿Protegerme?

—Eras una niña cuando murieron tus padres en ese terrible accidente —Se lamenta —. Eras lo único que quedaba de su hijo e Irmak, tu madre. No quería que nada malo te volviera a suceder. Se sentía culpable.

—Ava, lo mejor es que...

—Entiendo que no quieras hablar de eso, de ese día que te atormento por noches —continua y yo callo —, pero cuando te digo que él quería protegerte, creerme que es verdad. Fueron muchos años a su lado donde él siempre hablaba de ti, de lo mucho que te quería y le dolía que estuviese lejos de la familia.

—¿Por qué dices que él solo quería protegerme? —pregunto mordiéndome los labios y mirando a Andrea y Penz que escuchan toda la conversación igual de atentos que yo.

—Es...yo... Bueno, ya sabes, Diego solo... —Escucho como algo se le cae y se convierte en añicos cuando llega al piso, maldice y se disculpa agarrando de nuevo el teléfono —.Él solo estaba haciendo lo mejor en ese momento.

—¿Puedes ser mas especifica? —insisto.

—Esto...Creo que es mejor que se lo preguntes a la señora Amalia, fui muy imprudente al hablar de este tema contigo. No soy la indicada. Discúlpame Luz.

No indague más, se notaba que ella estaba nerviosa por la imprudencia que había cometido al tocar ese tema que ella cree me afecta, cuando en realidad, no, no lo hace. Me afecta más el hecho de no recordar nada y saber lo que sé por hay un registro detallado de eso. Fue suficiente lo que me dijo, solo sirvió para que una espina de duda se clavara en mi. Note que ella es una persona fácil, solo usa una máscara cuando se trata de defender a los suyos y a ella de un ataque. Si quería que hablar, en ese estado que estaba, no me diría nada. No dije nada más de ese tema. Le aseguré que estaría en Berlín lo mas antes posible y así fue, esa era la segunda fase: Llegar a la ciudad y sufrir un "atentado" que se volvería de dominio público.

La mañana que se supone había llegado a Berlín y tenía que reunirme con Ava, de camino a ese encuentro, sufrí un accidente automovilístico. Unos sospechosos disiparon hacia las llantas del carro, el chofer perdió el control, nos salimos de la carretera y terminamos heridos. Yo ya tenía un reporte médico que los de la OFIC se encargaron de hacer público, claro, omitiendo los detalles de mi amnesia y mi estado de gravedad de ese momento. Solo desvelaron lo justo y necesario, lo preciso para llamar la atención y agitar el avispero que rodeaba los negocios de Diego que se han visto afectado por su ausencia y los hambrientos de aquellos que se quieren apoderar del imperio que él construyó a lo largo de su vida.

Ellos se encargaron de fingir a la perfección aquel atentado, de divulgar aquella noticia que había circulado por todos lados , se había regado como la pólvora, y había explotado exactamente como Schmidt quería que fuese. Todos debían saber que yo estaba de vuelta, especialmente aquel mundo oscuro. Ellos debía saber que aquello, más que un accidente, fue un ajuste de cuenta por el duro golpe que sufrieron algunas organizaciones que fueron desmanteladas gracias a que yo me encarga de limpiar el camino para crear mi propio imperio ahora que era la dueña absoluta de todo lo que una vez fue de Diego, mi abuelo.

Si antes me tenían miedo, ahora no sé qué sentirán al verme de frente y saber de lo que soy capaz de a ser a aquellos que quieran quitarme lo que es mío. Así debo de pensar ahora, ya no puedo ser la temerosa e indefensa chica que despertó y sobrevivió por un milagro, ahora mi sangre es fría y ligera, nada me pesa. Y lo que me molesta, desaparece. Estoy dispuesta acabar con quien sea que se interponga en mi camino, y eso incluye a quienes decidieron darle la espalda a Diego y tomaron la estúpida decisión de elegir a quien no les convenía. Grave error. Nadie traiciona a un Baermann, y menos a mí.

—Fueron los hombres de Colombo —le hago saber a Julianne cuando me ayuda a ponerme de pie —,ese hijo de perra junto con Emil Russo planearon esto.

—Alteraste el panal, aquí tienes el resultado —Me ayuda sentarme.

—Era necesario —digo reprimiendo un dolor al sentarme en el mueble frente a la ventana —.Necesito limpiar el camino de gente que no aparta, solo estorba, y ellos me traicionaron primero. Ojo por ojo...

—Estas demente.

—Julianne, puede que no recuerde muchas cosas, pero si las necesaria para saber unas cuantas cosas que hicieron esos perros traicioneros.

—¿De qué hablas? Oh...espera, ¡estás recordando! Pero, ¿cómo? Se suponía que nunca más podrías recordar nada.

—Bien lo has dicho, se suponía —Dejo caer aquella confesión que en parte es verdad y en parte es mentira, hace mucho que no recuerdo, lo que sé, lo que me permite hablar con esta confianza es gracias al microchip y el entrenamiento de la OFIC —.No te preocupes, si recuerdo algo de ti que no me guste te lo haré saber. Ahora, si no te conviene que lo recuerde, es mejor que mates ahora que tienes tiempo y ventaja, porque si no borrare esa linda sonrisa que tienes.

—De mí no tienes porqué preocuparte —Agranda su sonrisa y se acomoda cruzando las piernas —.Ahora, dime, ¿qué fue lo que hiciste?.

—En realidad no hice nada, mis nuevos amigos lo hicieron por mí. Pero sabes que ellos no son buenos guardando secretos, esos dos fueron desgraciados fueron alertados antes y por eso lograron escaparse de la OFIC.

—¿Cuál es tu plan?

—Calma, tranquila, todo a su tiempo —le hago saber perdiendo mi mirada en la puerta por unos segundos, pensando en cómo me siento al hablar así —. Ahora, ¿lograste hablar con él?

—Sí, y se alegró de que no estuviera muerta —sonríe cínicamente —,te quiere matar él con su propias manos.

—Era de esperar —resto importancia con una sonrisa que va a juego con la de ella —,la suerte es que no lo hará por qué tengo lo que él quiere. Además, él sabe cómo funcionan las cosas conmigo, su estilo no lograra nada.

»Necesito que nos volvamos a ver, quiero que le entregues un regalo.

—Tú dime cuando y ahí estaré.

—No te preocupes, te llegará una invitación al instituto donde eres coordinadora.

Hablamos de otras cosas sin importancia y que no nos comprometía más de lo debido. Aún había algo el aire que nos hacía saber a los dos que ninguna de las dos confiaba la una a la otra. Y era mejor así, ir al paso. Aun ritmo que no nos comprometa más de lo debido a ninguna. Habrá un momento, el preciso, en que ella dejara de fingir aquella sonrisa, aquel porte de reina maliciosa, entonces, como la serpiente que es, se quitará su piel y me mostrara de qué está hecha y lo que es en realidad. Mientras tanto, confiaré en esos detalles que ella quiere disimular cuando habla sintiéndose poderosa, inacabable.

El accidente no había sido tan grave como se aparento, lo bueno, según Penz, es que tengo aquella mezcla en todo mi cuerpo, y una de las consecuencias de tenerla, aparte del bloqueo mental, es la sensibilidad ante el dolor: No siento aunque pareciera que sí. Por mi pronta recuperación pude volver a la OFIC para ultimar los pocos detalles.

—No estás concentrada Baermann —asegura Schmidt tomando mi arma para disparar la última bala que quedaba —.Vamos, es tu último día aquí y ellos nos están esperando, ¿no queras que Luther haga una escena por tu impuntualidad?

—¿Mi impuntualidad? ¡Vamos! Luther hace una escena por todo. —Lo codeo y él me empuja —.¡Oye!.

Al llegar me senté en una silla y respondí a cada una de las preguntas que me hacían: Luther, Penz, Andrea y Schmidt cuando me mostraban una foto del círculo del cual estaré rodeada a partir de mañana. De cada uno de los Baermann, sabía lo indispensable, mi relación nunca fue cercana, solo lo era con Diego y si sabía algo más era que los pudiera llegar a sorprender era porque él, mi abuelo, en algún momento me llego hablar de ellos cuando mi visitaba en el internado.

En cuanto a los otros, a ellos que harán lo imposible por destruirme, he tenido que memorizar hasta el lunar mas diminuto que tienen. La suerte es que la lista de mis enemigos es corta gracias al microchip que reveló información de ellos. Solo uno de los hombres está muerto y dos de ellos, a los cuales le adjudicamos mi accidente, siguen libre, mejor dicho, escondidos en su ratonera.

La realidad es que ellos no representan un peligro, pero si se juntan con las personas indicadas, si quieren puede convertir la mentira de mi atentado en una verdad que puede ocurrir en cualquier momento. Por eso es que necesito ser la de antes, la misma, no una copia barata que tiene un trato con la OFIC que solo se cumplirá cuando le de lo que ellos quieren. Necesito pensar, sentir y ser ella, como la mujer que a veces me animo al ver al espejo. Ella no sabe que son las indirectas, no conoce el temor a pesar de vivir con él, más que un ser humano es una máquina de inteligencia calculadoramente fría.

¿Consecuencias? Esa palabra no existe.

¿Miedo? Jamás lo he escuchado.

Todo lo que quiero lo consigo, pésele a quien le pese.

No miro atrás, siempre vivo el ahora, nada más.

—Pareciera como si nunca hubieras perdido la memoria, hasta tu mirada cambio —expresa Penz mirándome detenidamente —.Si no fuera porque soy, no sólo tu médico, también tu psicólogo, aseguraría que pareciera que nos estas mintiendo y recuerdas todo.

—En verdad si —admite Andrea llevando un dedo hasta sus labios y mordiéndose sutilmente mientras me mira —.Tu voz, tu mirada, tus gestos hasta tu caminar cambiaron de una forma sorprendente en estos pocos días.

—Así era yo, ¿no?. Si quieren que en verdad esto resulte, aunque no recuerde nada, tengo que comenzar a comportarme como era antes de lo sucedido —digo mirando el cristal que me refleja.

Luther se acerca, se inclina un poco hacia abajo, quedando su rostro a la altura del mío. Sonríe, lame sus labios y achica su mirada. Por instinto me alejo de audaz cercanía, pero él, al ver lo que hago, me detiene sosteniendo con sus dedos mi cuello el cual acerca aún más a su cara sonriente. Su nariz roza la mía. Agacha su mirada hasta mi labios entreabiertos, luego vuelve a subirla y seda ahí, mirándome. Su sonrisa se ensancha dejando ver el descaro, la audacia, la imprudencia. De pronto, su agarre comienza aflojarse, me suelta tan brusco que me tambaleo un poco.

—Te puede asegurar que no a recuperado la memoria —afirma Luther.

—¿Cómo estás tan seguro? —pregunta Schmidt extrañado.

—Ella sabe a miedo —admite acomodando unas cosas sobre la mesa —.Además, la Baermann que yo conocí no hubiera dejado que le pusiera una mano encima. Ese solo gesto y yo ya hubiera estado en el piso arrodillado pidiendo por mi vida mientras ella me apuntaba con una pistola dispuesta a disparar por haberla tocado.

—¿Tienes miedo Baermann? —pregunta Schmidt

—Como todos ustedes —recalco poniéndome de pie.

—Es mejor que aprendas que el miedo no es más que una ilusión, que así como llega rápido, también se va de la misma manera —aconseja Schmidt —.El miedo es algo que utiliza los inútiles, los cobardes que no quieren enfrentar la realidad. El miedo no es una persona, es algo, que si lo alimentamos, crecerá y vivirá, pero sino, se marchitará y morirá. El miedo no es lo que gente cree.

—Entonces, ¿qué es el miedo?

—Todo aquello que sabes que puedes controlar pero no quieres enfrentar.

No dije mas, no era necesario. Preferí guardar aquella frase de sus labios hasta cerrar los ojos aquella noche que me prometía que en la mañana seguiría pensando en lo mismo. Y así fue, al despertar ella seguía tatuada en mi mente con la mejor tinta que pudiese haber existido para marcar alguien. Incluso, mirándome ahora en el espejo, no podía dejar de pensar en ella, entiendo mucho mejor lo que me quiso decir Schmidt: La gente teme a lo desconocido, a la incertidumbre de que pasara después. Pero la realidad es que no hay porque temer. Toda situación tiene una solución, solo depende de cuál alternativa estés dispuesto a tomar para asumir las consecuencias.

Respiro hondo otra vez y relajo mis hombros dándole vida a otra voz que me dice que hoy es el día, el tan anhelado momento de la OFIC por mucho tiempo, creo que incluso lo es más que el día que tuvieron que esperar para que aceptara formar parte de esto. Ellos se están acercando, puedo intuirlo más que ellos mismo.

Cuando desperté, no podía creer todo lo que había hecho y pasado para llegar solo hasta aquí, me pareció algo irreal. Cuando salí del hospital la única persona del círculo de Baermann en preocuparse por mi fue Ava, no estaba todo el día conmigo pero si al pendiente de lo más mínimo, se encargó de todo los papeles y hospedarme en un lugar seguro para que yo me terminar de recuperar cuando en realidad me sentía bien pero había que fingir. Claro, todo bajo el ojo de la OFIC. Lo único de todo esto que me sentó mal de todo esto fue que en el accidente me golpee la cabeza, los dolores se han vuelto más frecuentes y un tanto insoportable de aguantar, por eso he tenido que recurrir a las pastillas que tanto he odiado.

Muerdo mis labios y sigo mirando a la mujer de espejo —Soy ella, por primera vez nos vemos iguales —, y es tan extraño. Suspiro, relajo mis hombros y le sonrió.

No me sorprende lo que veo.

Fragmentos de cosas sin sentidos pasan por mi mente, llevo una mano hasta mi sien y masajeo sintiendo el estremecimiento apoderarse de mi cuerpo junto con aquella expresión que forman mis labios que me hace saber que el dolor convivirá conmigo por lo que resta del día, de la noche se no me tomo otra pastilla. Dejo escapar el aire de mi nariz con brusquedad, el costado de mi sien late y yo ahogo un grito en mis labios pintado de carmesí. Me siento en el borde de la cama, trato de calmar, desechando aquellos pensamientos con una sacudida de cabeza, el malestar que se está convirtiendo en dolor. Pero no se quitan.

Se reproducen como una cinta vieja y estropeada por los años imágenes. No ahora...No. Son muchas cosas a la vez y no logro entenderlas, encontrarle sentido alguno a cada una de esas situaciones que solo muestran dos segundos de cosas que me sucedieron.

Me pongo de piel, voy hasta el lavamanos y humedezco mi rostro junto con mi cuello. Cuando quiero venir a ver, la película mental se detiene justo en el momento donde los brazos de Diego Baermann me rodean y sus labios deja un beso en mi cabello que luego acaricia y acomoda sin quitar aquella sonrisa de sus labios. Trago mirándome en el espejo, veo que un mechón de mi cabello castaño se ha saltado por el movimiento y lo acomodo.

—¿Por qué apareces ahora?

El chirrido de la puerta hace que centré mi vista a esa dirección, salgo del baño y una cabellera voluminosa asoma su cabeza de manera vergonzosa, hago un gesto con la mano para que sepa que puede pasar.

—Estas hermosa —Sonriendo pasa adelante. —¡Por Dios! Mírate —Me hace pararme de nuevo en el espejo de cuerpo completo, me sonríe desde atrás y luego agarra el mechón de antes para acomodarlo —.No queda nada de nada de la chica que vi en la clínica. ¿Sabes? No me hubiera perdonado si te hubiera pasado algo —admite con una sonrisa que le falla al instante.

Sus grandes ojos se torno temerosos, amenazan con traicionarle y dañar aquel sencillo maquillaje que tiene.

—No fue nada Ava, estoy bien.

—No cabe duda que eres una guerrera como tu abuelo —comienza a decir y yo enseguida desvió la mirada a otro lado que no sea sus ojos que me hablan con tanta verdad —.No te preocupes. Sé que te duele aun, es muy reciente su partida. Pero no puedo evitar ver mucho de él en ti, y no me refiero a lo físico, sino a lo que irradia tu presencia — Una de sus manos toma la mía y aprieta para buscar mi atención —.Sé que estás asustada, fueron muchos los años lejos de ellos, pero créeme, no son tan malos...Bueno, la señora a Amalia es un poco cascarrabias. Pero te aseguro que estará contenta de ver a su nieta. Te daré unos cinco minutos más, para que termines de arreglarte.

Solo asiento nuevamente y ella pareció comprender mi silencio.

Cuando la puerta se cierra siento que puedo volver a respirar —Me parezco a él —, de nuevo mientras trato de olvidar aquella corta conversación. Camino hacia el vestido negro y lo tomo entre mis dedos delgados, es suave y elegante, digno de una ocasión como esta donde el aura del misterio ronda mi espalda. Desató el nudo del albornoz que cubre mi cuerpo para reemplazarlo por aquella tela, ni me inmute en voltear para ver aquel cuerpo, solo deslice las yemas de mis dedos por las inexistentes heridas de balas que quedaron en mi cuerpo y me recuerdan el motivo por el cual decidí recuperarme, me recuerdan que tengo una necesidad, me hacen rememoración de que tengo una misión que cumplir. La tela negra cubre mi cuerpo dejando sólo parte de mi pierna morena izquierda al descubierto, el resto es guardado en un bonito vestido tipo georgette elástico con flores adornando mis hombros.

—Estas preciosa Luz —me termino de acomodar los pendientes cuando ya la tengo detrás de mi acomodando el maldito mechón que se ha vuelto a salir.

—Gracias...Por todo.

—Solo hago lo es justo y correcto, y por supuesto, lo que creo —asiento a modo de respuesta —. Ahora Luz Baermann, vámonos. Hay una fiesta que aguarda por nosotras ¿no querrás hacer esperar más a tu familia?

Familia.

Conozco su significado y no creo que sea el mismo que ellos conocen. Tu familia no te abandona en los peores momentos, ese fue mi caso cuando me dejaron siendo una niña en aquel internado. Tu familia no te lleva por un camino que solo tiene una salida, eso fue lo que pasó cuando Diego me hizo partícipe de sus turbios negocios. Tu familia no te busca cuando se acuerda, eso fue lo que hicieron cuando solo se vieron acorralado por perder todo ese dinero. Familia, ellos no son mi familia.

El vehículo se detiene haciéndome saber que llegó el momento por el cual llevo tanto tiempo preparándome. Suspiro. Sostengo la mano del chofer el cual ha abierto la puerta derecha del vehículo, y con una sonrisa de lado, le agradezco.

Cuando miro al frente, una casa que roba el aliento me da la bienvenida —Las fotos se quedan cortas —, a lo que será mi nuevo hogar. Transparencia rodea la facha de todo el lugar a través de aquellos cristales que deja ver parte del interior de aquella casa. Como es de noche, luces blancas adornan todo el lugar e incluso la escalera gris que conduce a la puerta de madera clara.

—¿Lista? —me pregunta Ava ubicándose a mi lado.

—Más de lo crees.

Hola, hola caracola...¿Ustedes tan listo para lo que se viene? ¡No los escucho!

Oigan, este tal maestro me tiene un poco trasquilada, se quiere hacer el interesante...¿Qué será lo que Luz tiene que darle?

Mmm...La familia Baermann, ¿listos/as para conocer a ese clan?

Ays...ya descubrieron otro secreto de Diego, algo sobre esa hija...Su historia.

Muero por saber que tal les pareció el capítulo de hoy y el que se viene...el que se viene...es que lo estoy sintiendo aquí, justo en el corazón.

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