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Capítulo 6

Por algún lugar dicen que cuando tienes el control de tu cuerpo pero sobre todo de tu mente, tienes el poder de superar todo lo que se atraviese en el camino, incluso, tienes las fuerzas suficientes para construir lo inimaginable y destruir lo impensable. El poder de tener el dominio de tu mente, es tan gratificante que con ella no importara qué o quién intente atacarlo, porque sabrás cuándo y cómo dar el siguiente paso para destruir aquello que intenta hacerte daño. Solo se queda en eso: En un intento. En un inútil y vano ensayo de cómo lastimar.

No siento, ahora mismo no siento la piel que abriga mi cuerpo que está pesado, inerte en el más profundo de los sueños, del cansancio, del olvido quizás. En cambio mi mente está despierta, activa como si ella fuera mi cuerpo, como si ella pudiera sentir como lo hace mi piel; siente por mi cuerpo ausente, está alerta ante aquella sensación que me respira, que me observa y me espera.

Respira.

Nuevamente lo desconocido me espera.

Respira.

Tengo que despertar.

Respira.

Tengo que sentir.

Respira.

Mentalmente vuelvo a respirar hondo y me quedo ahí, en ese rincón oscuro y solitario. Quita, tranquila sin hacer ni un solo ruido. Todo está sumergido en la gracia del silencio que no puede puedo tocar pero ella a mi si con aquellos dedos hábiles y escurridizos. No hago el más mínimo movimiento para así darle poder a mi cuerpo. Es complicado, es mucho el esfuerzo para tratar de tan siquiera levantar un dedo. Me cuesta intentarlo, pero lo hago. Es como si ya estuviera habitada a estar así, encerrada, aislada del resto, solo conmigo y la nada de nadie más. Mi cuerpo comienza a reaccionar, a sentir. —No puedo seguir en este profundo sueño donde la desesperación puede hacer acto de presencia en cualquier momento —.De a poco comienzo a mover los dedos de mis pies, es raro, es como si una corriente recorriera todo mi cuerpo hasta mi boca sedienta que se abre en busca de aliento. Aun no abro los ojos. Solo me quedo así. Recuperando el aire. Sintiendo después de tanto tiempo de escuchar solo mi voz encerrada en las paredes de mi cabeza.

Apartando el sentimiento de aquello que me amenazó con no volver a sentir más que la incertidumbre de lo que posiblemente pudiera llegar a pasar, me llego a preguntar en silencio: —¿Cuánto tiempo habré pasado inconsciente? —.Cuando, con cansancio, abro lentamente los ojos. La noche rápidamente me arropa junto con la pesadez, miro a mi alrededor unos segundos hasta que comienzo a escuchar como el pomo de puerta está a punto de girarse, por acto reflejo, vuelvo a juntar los párpados y contengo la respiración. La puerta se abre y una colonia dulzona comienza a bailar con su aroma pícaro por mi nariz, luego su andar de punta fina se propaga haciendo eco en mis oídos hasta que se pierde con la misma rapidez en la que habían llegado. Parecía la presencia de un cazador: Cauto, preciso, ansioso, pero determinado.

Sintiendo un poco más el control de todo mi cuerpo que aun sigue un tanto en tensión, me incorporo un mejor en la cama dejando descansar la cabeza en el espaldar acolchado. Llevo una de mis manos hasta mi cuello y me quejo suavemente cuando las yemas de mis dedos tocan una pequeña herida que arde y sangra sutilmente. —No, no ha pasado mucho tiempo—. Me llego a responder cuando siento la sangre reciente.

Enfoco mejor la mirada y recorro la habitación que guarda una oscuridad corrompida por la luz de la noche que entra por el balcón, donde una silueta, seguro de la dueña de aquellos pasos y aquel olor, se ve a lo lejos.

Saco las piernas de la manta que me cubría hasta la cintura y el frío del piso me estremece al instante de nuestro contacto. Pongo las manos a cada lado de mi cuerpo, enterrado las uñas en la tela que cubre el colchón, trago la respiración y me pongo de pie, pero un mareo acompañado de un espasmo muscular hace que vuelta a tomar asiento en el borde de la cama mientras mis labios emiten un gruñido doloroso ante la invasión de aquella sensación.

—Por fin despiertas.

La voz delicada de la mujer hace que suba la cabeza y la busqué con la mirada en medio de aquel lugar. Su figura esbelta aparece recostada del barandal del balcón. No puedo, desde aquí y mi malestar, distinguir del todo su rostro. Sus pisadas comienzan a opacar el silencio y su presencia inunda el lugar de un aura desafiante

—Quiero pedirte mis más sinceras disculpas por el trato —Pasa un dedo por el mueble que queda frente a la cama constando de que no haya polvo en el —.Sabes que los hombres de este negocio son un poco...brutos. Y contigo, debido a la situación actual, tienen que serlo un poco más. Ya sabes, por seguridad.

Guardo silencio, ¿qué puedo responderle cuando no tengo una idea clara de lo que me está diciendo? Me habla de seguridad, de mi estado actual, estoy confundida. Desconcertada, vuelvo a mirar todo el lugar ahora iluminado por las luces en el techo: colores como el gris claro que hay en la arena del mar junto a un azul que parece venir de las profundidades del océano, pintan la habitación. Justo al lado, a unos cortos pasos, el baño al descubierto por la transparencia del vidrio que deja ver una tina justo en el centro llena de agua con espuma. Al frente, está ella, recostada del mueble debajo del televisor, viéndome con preocupación y cautela de sus próxima palabras, y quizás, de la mías también.

Dibujo en mis labios el malestar nuevamente a modo, quizás, de respuesta .

—¿Te duele? —Apunta con un movimiento de cabeza enfocando sus ojos en la herida en mi cuello —No creo que sea ese el caso, pero espera, déjame buscar algo para aliviarte.

»Si vamos a hablar, que sea en condiciones mejore. ¿No crees?

En realidad no, no me duele. Pero es algo que no pienso decirle, su lejanía hará que acomode mejor mis pensamientos que ahora mismo son un torrente desbordado. Estoy inquieta ante su presencia, otra cosa que no pienso demostrarle.

—¿Quién diablos eres? —llego a susurrarle antes de que se marche.

—Una amiga —responde perdiéndose por la puerta.

—¿Qué demonios está pasando ahora? —me cuestiono llevando mi cabello hacia atrás, dejo escapar un suspiro y mirando la puerta mis labios se curvan hacia una esquina —.Que sociable era, ahora todos mis amigos van a salir de la nada y me traerán sorpresas.

»¿Qué me espera ahora, otro disparo?

Unos segundos después la mujer de cabello flameante regresa con una bandeja donde hay un vaso de agua y un frasco de pastillas, me lo entrega y yo la dejo sobre una de las mesas de noche con la clara intención de no tomar lo que me ofrece. Ella observa mi acción con un gesto indescifrable en aquel rostro de belleza imperdonable, eleva una ceja junto a la comisura de sus labios pintado de color rojo, deja caer uno de sus brazos hasta la bandeja que le pasa a un hombre que salió de la nada, cuando él se va, el otro lado de su labio se eleva y se convierte en una sonrisa que cualquiera mataría por tener, parece brillar con ella.

—Y yo que pensé que el estar con ellos, los buenos y los correctos, habrían dañado tu olfato —Respira una bocanada de aire que deja caer con delicadeza en medio de aquellos labios que no parecen querer dejar de sonreír jamás —.Me alegra saber que aun sigues intacta. Con ese instinto a flor de piel. Eso quiere decir que aun puedo confiar en ti a pesar de que tengas tu mente un tanto dañada.

»No debiste desafiarlo de esa manera —Por como dice aquello sé que me está hablando enserio. Sea lo que yo me hubiera atrevido hacer, no debí ni siquiera asomarme a hacerlo, pues al parecer, fue algo peligroso. —¿Qué diablos estabas pensando cuando hiciste eso? ¡Ah! Se sabía que estabas mal de la cabeza, pero mira que enfrentarte y declararle la guerra a él...Eso, eso fue sentencia de muerte.

La miro y guardo silencio porque no sé de qué diablos me está hablando, bueno, reclamando.

—Y por cierto, que bueno que no tomaste la pastilla ni el agua, ambas tienen un poderoso y majestuoso veneno, que con solo ingerir un gramo mueres de forma agónicamente lenta. Así es el maravilloso talio, lento pero efectivo. —Camina con pasos cortos pero firmes por el lugar hasta llegar hasta el balcón, se detiene y gira su cabeza mirándome con aquellos ojos verdes y esa sonrisa donde se puede apreciar la maldad y la bondad juntas —.¿Sabías que aunque intentaran detectarlo no podrían hacerlo? ¡A que no es una maravilla!

No sé por qué, pero salió una sonrisa genuina de mis labios.

Y ella es la que me estaba diciendo que estaba mal de la cabeza, si lo estoy, ella rozó esa línea hace tiempo.

—Sí, debe ser una maravilla. ¿Me das un par para llevar? —Sin saber exactamente por qué, decidí responderle a su locura con confianza; como si ya fuera normal una conversación donde las amenazas sobresalgan de forma indirectas, más amigable —.Me dirás por fin quién diablos eres y qué demonios quieres.

Las líneas de aquellos labios me invitan a seguirla hacia fuera.

Al intentar ponerme de pie para seguirla, una punzada contundente arremete contra mi sien y logra que casi desista de caminar. Pero cierro los ojos, respiro hondo y desecho la posibilidad cuando sé que no tengo más opción que seguirla y saber a lo que me enfrentare. No estoy en igualdad de condiciones para enfrentarme a ella. Perdería con solo intentarlo. Además, ¿para qué hacerlo?. Si me hubiera querido matar o hacer algo ya lo hubiera hecho, y tampoco creo que su intención sea precisamente esa. Si algo he aprendido con la OFIC es a estudiar el lenguaje corporal de las personas, desde el mejor mentiroso hasta el más retorcido que pueda existir, y el de ella me hace saber que no hay peligro, por más que trate de hablar de esa forma, es una fachada, una muy mal construida. Ahora, lo único cierto que veo en ella es cuando me habla, algo me hace saber que ella está en ventaja, sabe más de mí que lo que sé yo ahora mismo.

Venga, vamos a ver que me trae esta nueva amistad.

Una mesa con dos sillas, una frente a la otra, es lo que veo cuando sigo su silueta perdida en la inmensidad del agua que está frente a nosotras. Es el mismo cuadro de antes, el que había provocado aquel flechazo en mi mente, donde vi un tatuaje muy similar a lo que mis ojos contemplan ahora: La sombra de la oscuridad de la noche deambulando por las iluminadas nueves que se reflejan en aquellas aguas limpias, suaves y tranquilas, las mismas que guardan unos empinados arbustos de diferentes tamaños a los lejos de la orilla.

Era increíble ver como aquel lugar estaba tintado en la piel de aquella mano que sostenía la mía con tanta fuerza, pero si llegar a lastimarme. Pero lo más impresionante para mí era sentir como la palma de mi mano picaba y ansiaba por volver a sentir aquel corto roce. Aun lo puedo sentir en mi piel. Aquel recuerdo parece un pincel que dibuja con sus fibras finas el momento de lo que un día fue, por ahora, algo diferente a lo he venido experimentando desde que desperté. Sí, eso. Ese pensamiento fue diferente a los demás, más terrenal, me hizo sentir y desear. Fue presenciar el arrebato desenfrenado, la ansiedad acumulada, el deseo siendo saciado en aquellos segundos de la unión de su mano con la mía. Me hizo sentir...bien, deseosa y menos temerosa de saber más.

Ya ella estaba con su espalda recta pegada contra la silla y sus piernas descubiertas unidas en una sola. Me esperaba con paciencia, con una que parecía no costarle mucho. Me siento mientras la brisa de la noche parecía querer jugar con aquel cabello tan indomable como su color, pero ella lo retenía echándolo hacia un costado y dejando solo unos cortos mechones que hicieran lo que queséense.

—¿Un trago? —me pregunta señalando una botella justo en el centro de mesa —.Tranquila, puedes tomar esta vez.

Y como si ella quisiera comprobar que es verdad, vierte el líquido de color suave en una copa que lleva luego hasta sus labios.

—No, gracias.

—¿No te gusta el Chardonnay?

—Creí que me conocías —murmuro sin dejar de mirarla a los ojos.

—Y lo hago —asegura dejando la copa sobre la mesa —Es solo que... Después de tanto tiempo si saber nada de ti y a la vez conociendo tu estado actual, no me puedo dejar de cuestionar si he hecho bien al dejarte en manos de ellos.

»¿Hice bien?

Su pregunta me toma un poco desprevenida, no encuentro una respuesta correcta, más bien, no sé qué clase de respuesta ella quiere que le dé.

—Escucha, no sé de qué me estás hablando. Pero si sé que conoces mi estado, ¿porque me hablas de cosas que para mí, ahora, no tiene sentido? No crees, por casualidad, que es más fácil se vas al grano.

—Puedes que no recuerdes, pero sigues siendo tú, aun las tienes. —Sonríe llevando la copa hasta sus labios y tomando un trago —¡Dios!...Lo que más me molesta de todo esto es que no te acuerdes de mi, y de lo que éramos juntas.

—Por tu sonrisa y por la familiaridad con que te trato, a pesar de que no te recuerdo, supongo que éramos buena compañía una para la otra.

—Fuimos más que eso —admite.

—¿Cómo así?

—Todo a su tiempo, tú misma me enseñaste eso —responde jugando con el borde de su copa en sus labios, y sin dejar de mirarme chasquea en el aire los dedos y rápidamente entra un corpulento hombre de traje negro con otra botella, la destapa y deja caer un aroma a frutas con una sutileza de chocolate sobre otra copa que me resulta irresistible, imposible de rechazar. —Me dijiste, la última vez que nos vimos —sonríe perdiendo su mente en un recuerdo y la mirada en la botella —,que cuando estuviéramos cara a cara tendría que darte tu vino favorito para que terminaras de confiar en mí, aunque conociendo como lo hago, hasta que no recuerdes, no lo harás...Por lo menos no del todo.

»Este si te va a gustar, te lo aseguro.

Tomo por el tallo la copa y cierro los ojos cuando vuelvo a sentir el olor que desprende aquel vino de tonalidad profunda. La llevo hasta mis labios, jugando entre su aroma y sabor. Hasta que finalmente entra y viaja por mi garganta aquel exquisito líquido de esencia profunda, aterciopelada, que me hace distinguir los sabores del pino, cedro, grafito, chocolate negro y aceitunas negras.

Dios...Y me dejo llevar por lo que se forma en mi interior.

El frío amenaza con matarme ahí mismo, pero no importa, yo sigo por aquel camino de piedras hasta llegar a una pequeña cabaña que tiene apariencia de estar abandonada. Antes de subir el último escalón, muerdo mis labios y vuelvo a cerciorarme de que sigo sola, sonrío y corto la distancia que me separa de la puerta casi corriendo. Toca tres veces y una última con la punta del pie, haciendo ese sonido inconfundible y así él sepa que soy yo. Su andar apresurado lo escucho desde afuera, mi ansiedad incrementa y mi sonrisa también. Tropieza con algo que se rompe en medio de su inconfundible voz que maldice cuando se detiene para recogerlo. ¡Dios! Su voz. Solo escucharla y el frío se reemplaza por un calor que promete llevarse hasta las cenizas.

Cuando por fin abre, no hay formalismo alguno, lo atraigo hacia mí y devoro aquellos labios que venía ansiado todo el puto camino. Jadeo en medio de su boca que sabe a lo que tanto me gusta: pino y chocolate negro. Y su piel, mmm, como me encanta esa emanación que sale de él: Profunda, aterciopelada, a miel que solo logra que me pierda. Sencillamente me vuelvo nada entre aquellos labios, entre sus manos, entre su mirada azul y su búsqueda de respiración que me hace saber que debemos detenernos por lo menos un segundo.

Pero no, ambos no queremos parar, no tenemos tiempo para eso.

Sin pena, mis manos acarician la piel de su firme abdomen mientras mis piernas se aferran a su cadera. Le muerdo el labio inferior y luego paso la punta de lengua por la herida que le he provocado, él está acostumbrado a ello, y le gusta. Sus manos sacan aquella camisa blanca que lo hace tan formal pero que ahora nos estorba en nuestro camino sin retorno. Se aleja un poco, me ve y sonríe. Unos de sus dedos acaricia mis labios, lo beso en medio de una sonrisa, luego ese dedo se pierde por mi garganta, por mis pechos, por mi abdomen y se detiene en el cierre de mi pantalón.

Nos perdemos, entre las prendas, entre las caricias, entre los besos, entre el calor que empañan los cristales que cubren este lugar que está siendo nuevamente testigo de lo que nos juramos un día no podía ser. Mentimos, como los profesionales que somos, nos engañamos y cerramos el trato con un beso. Me aferro a su espalda, sintiendo que una bomba va a explotar, él se aferra a mi cabello mientras sus dientes recorren mi barbilla, mi oído y deja que escuche lo que él siente estando así, desnudos sobre el comedor, cubiertos nada más que por nuestra propia piel.

—¿Esta será la última vez? —me pregunta

—La última.

—Mentirosa —dice.

—Lo sé —admito en medio de aquel deseo que hizo que enterrará mis dedos en la piel de su espalda.

Sonrío a la copa, sintiéndome extrañamente...bien, pero ansiosa. Es una mezcla de dos sensaciones muy diferente, pero que juntos, increíblemente, hace un gran equipo. Me llevaron a un lugar, no muy lejos de aquí y me hicieron saber que de ahí solo saldría de una sola manera, a su manera.

—¿Te dije algo más aquella vez?

—La llave de tus recuerdos —responde llevando lo que queda de su vino hasta sus labios.

—No comprendo. —La miro con extrañes, dudosa de si escuche con claridad lo que me dijo.

—Si tú no lo entiendes, menos yo —asegura —.Yo solo estoy cumpliendo órdenes.

—¿De quién?

—Las tuyas —musita.

Julianne, el nombre de la mujer que tengo enfrente, me deja saber claramente que no es mentira lo que me ha dicho, y que si, efectivamente, fueron mis órdenes. En todo momento su mirada se mantuvo puesta en la mía, nunca la desvío o la esquivo, sus gestos era certeros, acompañados de manera sincronizadas con sus palabras.

Ella corrobora mis dudas, todas aquellas concernientes a mi pasado, e incluso me da pruebas más fiables que los de la agencia. Trago en seco cuando está gota termina de derrame el vaso, si quería más pruebas que estas para terminar de sentirme más culpable que antes, ya las tengo y a manos llenas. Julianne me hace saber el tipo de mujer que soy, y lo poderosa que era antes del accidente, era mil veces peor que Diego Baermann en cuanto a obtener lo que quiera. Si ponía el ojo en alguien o algo, ponía la bala para tenerlo. Y sin la más mínimo contemplación.

Nuevas dudas surgen a medida que hablo con ella. Pero decidí quedarme con las que ya se, las que considero ahora son las necesarias y suficientes para mantener mi curiosidad saciedad o...para mantener mi cobardía tranquila y no salir corriendo ante todo esto. Mientras los labios de ella se mueve, respondiendo a todo, confirmando y negando cosas, una voz en mi cabeza me reafirmar que lo que me ofrece la agencia es nada en comparación a lo que ellos tendrían que haber hecho conmigo desde que me rescataron de aquel accidente mal intencionado: La cárcel sería un regalo, yo merecía lo que esos hombres están a punto de padecer, merecía sufrir por cada lagrima que derrame, por cada daño que ocasione, por la vidas que llevo a mi espalda, merezco esto y más.

Julianne sale y me deja en medio de todo aquello, nuevamente me encuentro confundida y perdida entre mi pasado y mi presente, no es grato estar así. Cuando vuelve, me entrega una caja diminuta, resguardada por un candado numérico en la parte inferior.

—No sé que hay dentro, solo tú lo sabes —aclara.

—Pero, ¿cómo lo abro?

—Eres la reina de los enigmas, mejor dicho, eres como una computadora que asegura todo por si cae en las manos incorrectas. Era tu modo de trabajar...Lamento no poder ayudarte esta vez.

—¿Qué te dije exactamente? —interrogo —Algo raro, fuera de lugar.

—La verdad es que no, solo hiciste mucho hincapié en que la guardara bien, como si fuera mi propia vida ya que era la llave de tus recuerdos.

Asiento, teniendo una idea de la respuesta.

—Quiero que me hagas un favor —asiente vertiendo más vino en su copa —.Quiero que organices una cita con el Maestro, ¿crees que puedas hacerlo?

—¡Estás loca! La última vez que ustedes se vieron la cosas no terminaron para nada bien. —La miro sin comprender a lo que ella se refiere —.Verdad que no recuerdas, en fin... Hiciste un trabajo para él, al parecer quería algo en particular pero lo que hiciste fue robarle algo muy valioso, importante.

—¿Por eso me mandó a matar?

—No fue él quien te mandó a matar —asegura, incrédula de que crea que fue él.

—Entonces, ¿quién?

—Te acuerdas que te había dicho que toda esta situación la habías provocado tú —asiento —, al enfrentarte a él y declararle la guerra prácticamente.

—Pero...

—Según tengo entendido él no quería que siguieras con el negocio, quería enviarte lejos, y lo hizo. Casi por un año estuviste fuera de Alemania, en Nueva Zelanda. Cuando regresaste eras diferente, sin duda habías cambiado y eso no le gusto nada, reafirmó lo que ya venía queriendo hacer: Apartarte del negocio definitivamente.

»Las cosas, una semana antes de tu accidente, se había salido de control en tú y él, lo amenazaste y juraste que le ibas a dar donde más le dolía. Por primera vez, te lo juro, vi miedo, pánico en su mirada. Un hombre como él no era fácil de doblegar, y tú, con solo decirle eso, lo lograste: Lo acorralaste y él actúo.

»Un día antes, en la tarde, nos vimos a las afueras de Bremen y me dijiste que cuando vuelvas a la vida, ya nada será igual, irías por ellos y los harás pagar. Que ibas a morir al día siguiente y luego volverías a vivir para cobrarse la deuda con los intereses de los años que sufriste en aquel lugar, el mismo donde él te hizo daño. Yo la verdad no comprendía, no sabía si te referías a otra persona, solo me hiciste jurar que cuando nos volviéramos a ver tendría que entregarte la llave de tus recuerdos.

—Me hablas de un tal él, ¿pero quién diablos es él? —le pregunto sin entender lo que realmente me interesa saber.

—¿Ellos no te lo dijeron?

—¿El qué? —pregunto.

Él, es Diego... Diego Baermann te mando a matar.

—¿Porque mi propio abuelo me mandaría a matar? ¿Y cómo diablos sabía yo que iba a pasar ese accidente?

—Ya te lo dije, después de regresaste estabas muy extraña...No parecías la misma de siempre. Y si te soy sincera, eso del accidente me pareció bien extraño, no era el método que utilizaba Diego para deshacerse de las personas que le estorbaran en el camino.

—Diego no mandaba a matar, él mataba personalmente. Los cabos sueltos no era propios de él, y sabía cómo quería las cosas. —admito tratando de encontrar lógica a toda esta información.

—Más que un accidente aquello fue un atentado.

—Sí, ¿pero como sabía yo que eso iba a ocurrir? —pregunto más para mí que para ella. Algo, sin duda, está mal. Hay un clavo suelto que hace que no me concuerda del todo esta historia. Además, es la primera vez que abordo de llena ese día, nunca pregunté qué o cómo fue, solo lo omite.

—Tenías muchas personas que te respetaban y cuidaban la espalda, seguramente alguien te previno.

—Sí, lo más seguro...

—¿Qué ocurre? —pregunta Julianne.

—Hay cosas que no logro que encajen del todo.

—Es compresible, ese día... —Sus palabras se quedan en el aire, en el recuerdo de ese día que hace que ella aparte la mirada —.Todo se salió de control. Las llamas parecían que acabarían con todo lo que tuviera vida dentro y a los alrededores de ese lugar. Parecía que ellas querían borrar todo. Llevárselo para siempre. Parecía que no quería que nada se quedará ahí, ni las evidencias de lo que estaba pasando.

—¿Sabes que fui a hacer a ese lugar?

—No —asegura —.Lo que si se es que ese día cumpliste con lo que le juraste a Diego Baermann.

—¿Qué hice? —pregunto con miedo de saber su respuesta.

—Te convertiste en una asesina —su voz no es un susurro como quisiera que fuese.

—¿A quién mate? —Trago mientras espero su respuesta que no tarde en llegar.

—Zafiro —dice aquel nombre mirándome fugazmente, pareciera que hubiera tirado una bomba con la intención de que no explotara. La miro, buscando un encuentro con sus ojos que tarda, pero llega. Y cuando ocurre, una nueva pregunta se forma en mis labios.

—¿Quién era ella?

—La hija de Diego Baermann, tu tía.

Hola, hola carocola...¿Cómo están? ¡Como la llevan!

Oigan, esta semana ha sido fatal, he tenido un bajo de mala manera pero me sirvió...Tanto que ya estoy cabeceando otra historia, como siempre, las mejores ideas las tengo en el baño.

Bueno, en fin, estoy con artillería nuevas para el Fin Del Juego y espero que les este gustando como va el progreso de ella y lo que va sucediendo.

Ays...Me siento emocionadamente loca con una escena que escribe, es que la leí y releí como 10 veces, ¡no puedo dejar de trepar las paredes con ellas! ¿Qué les pareció?

Oh, oh, oh...¿Qué tal el capítulo de hoy? 

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