Capítulo 5
—¿Un microchip? —ratifico con los brazos cruzados debajo de mi pecho, enfatizando la mirada en aquel, casi, inexistente objeto sobre el escritorio blanco.
—Sí. ¿Qué esperabas que fuera? —La impaciente, molesta y cero tolerante voz, en cuanto a mí se refiere, de Luther que está frente a mí, llega hasta mis odios y hago lo mejor que he venido haciendo con él en medio de un gesto con mis labios que muestra lo cansada que estoy de aquella actitud: Lo ignoro. Nuevamente dejo pasar aquel tono, aquella mirada de desagrado que me recuerda lo "bien" que le caigo. Es lo mejor que puedo hacer. Pasar de él. No caer en sus absurdas y constantes provocaciones para no avivar la tensión que se siente en el ambiente cuando estamos juntos.
—Luther...—el consejo en la voz de Schmidt, en aquel tono suave pero teñido de determinación, le hizo saber al pelinegro de mirada abismal que lo mejor que puede hacer es guardar silencio. Se nota que Schmidt no está de humor para aguantar nada y menos a él. En cuanto a mí, Schmidt, que posee una voz que puede lograr dormir la furia más ardiente, me observa con severidad dejando de un lado el cansancio que se le nota hasta en las pestañas. Es una advertencia, clara y determinada. Muerdo sutilmente mi labio inferior y corro la vista hacia donde estaba antes.
Yo suelo ser su punto blanco, ese donde le gusta hincar su flecha sin importarle nada. Le da igual. Parece que perder no es una opción para él. Las miradas calladas de Schmidt ya no son suficientes, incluso cuando estas dejan entrever una línea que divide nuestros mundos, el Luther y el mío. Él está tentado su fragilidad, rozando aquello que yo aun no puedo ver de él, y que si sigue así, aquella aurora que rodea al equipo y que Schmidt se encarga de apaciguar cuando estamos juntos, explotará. Es una tensión que pende de un hilo, de uno frágil y desgastado por los años. Las verdades saldrán, y es algo que se nota que a más de uno aquí le preocupa que puede ocurrir a partir de ese momento.
No lo voy a negar, en ocasiones me he visto tentada a enfrentarlo y preguntarle directamente qué demonios fue lo que pasó entre él y yo en aquel pasado que sabe emerger de la nada cuando quiere. Pero no lo hago. No me atrevo hacerlo. No cuando su mirada me pausa y me deja ver que hay una delgada línea que no debo cruzar, que no debo ni siquiera intentar pisar, porque ese es el límite que me advierte que el fuego que veo en sus ojos no me alcanzara más de lo necesario. Si llego, tan siquiera intentar asomarme hacia esa rabia que él me tiene, se desbordaría unas llamas que promete dejarme herida y a él...muerto. Su mirada lo jura, esta tatuado en ella que me ve con frialdad, con profundidad, con algo me deja ver su dolor, amargura y tristeza: Todo provocado por aquello que me atreví hacer.
Por eso callo, me contengo y lo dejo pasar.
Siento que es lo mínimo que le debo a él, aunque desconozca todos los detalles, eso es lo mínimo.
Pero todo tiene un límite, y así como Luther tiene el suyo yo tengo el mío que casi se está agotando, Schmidt lo notó cuando dejó caer aquellos ojos claros severos sobre mí: He venido soportando el desgrasado de muchos aquí, por quien soy, por mi apellido, por mi sangre. No me he quejado. Pero Schmidt sabe, quizás por que es uno de los que llegó a conocerme en realidad, que puedo llegar a trazar la línea sin retorno de Luther. Y si eso sucede, no sería nada bueno. Lo mejor, por ahora, es seguir en medio de esta incomodidad disfrazada de paciencia a nuestro alrededor que está logrando sacar un carácter poco agradable, pero tolerable en Schmidt.
De reojo noto la mirada que vuelve a enfatizar Schmidt sobre Luther, y él, como el caprichoso que puede llegar a ser, eleva sus oscuras cejas en señal de un: ¿Qué? No dije nada malo. Él, al ver que Schmidt no se inmuta ni un poco y sigue con aquella expresión exigente que se dibuja en sus ojos, aprieta ambas manos a los costados de su cuerpo junto aquellos labios que se convierten en una delgada línea. Me da una última mirada con aquellos ojos que en ocasiones pueden ser como la miel, pero ahora, antes de marcharse, parecen tierra humectada por agua envenenada. Los hombros de Schmidt caen con pesadez mientras que un derrotado Penz niega con la cabeza ante la actitud y la incómoda vibra que dejó pululando Luther cuando se marchó sin decir nada.
Nerviosa, dejo caer casi todo el peso de mi cuerpo en mi pierna derecha, muerdo internamente mi labio inferior perdiendo la mirada en el aquel microchip que tiene la facilidad camuflarse por su tamaño y color en cualquier lugar. Con un suspiro que no solo me deja entrever lo agotado que se ha vuelto esta situación independientemente de lo que fuera de estas paredes sucedan en su vida, Schmidt llama mi atención. Sus manos están guardadas dentro de los costados de su chaqueta estilo militar, su mirada café está fija en mí y su pecho sube con un esfuerzo que parece costarle la vida a la hora de hablar.
—Baermann, siempre hay algo extra de lo que se ve a primera instancia. Todo, absolutamente todo, se debe tomar en cuenta a la hora de recolectar información. No porque algo parezca insignificante no quiere decir que no tenga importancia o relevancia —explica Schmidt —.Si las personas observaran detenidamente los minúsculos detalles y no los que se ven con inmediatez, se ahorrarían de tantas cosas, tanto problemas y discusiones sin sentido.
—Pero eso lo dices por ti —afirma Penz en un susurro que hizo que Schmidt gruña por lo bajo a mi lado.
—Tú y Luther quieren que mi día sea peor, ¿verdad? —asegura Schmidt con un fastidio que está llegando hasta su mirada —. Baermann, ven por acá, al parecer hoy es el día: "Molestemos a Schmidt, no pasara nada".
»Y tú, Penz, haz el favor...
—Sí, yo hablo con él.
Sigo a Schmidt hasta la pared oscura de fondo, es la única en este espacio que es así, de esa tonalidad profunda. La realidad es que las paredes laterales a ella, con aquellas pantallas de tamaño generoso pegadas, hacían que el contraste de aquel color azul tenue que tiene ambas paredes y las luces blancas en el techo, que el ambiente se sintiera menos agitado, invasivo y más calmado de lo que realmente puede llegar a ser. Las pocas personas, aparte de nosotros cinco, que están aquí habitualmente con Andrea parecen acostumbradas a ese tipo de sensación que los mantienen activos, despiertos ante cualquier novedad que sucede o pueda llegar a ocurrir. Tan solo un paso tras el otro, acompañando tu respiración, y sientes la presión como si estuviera en cada lugar, en cada rincón, hasta en el menos visible la sientes. Aunque la traten de disfrazar se puede palpar como si fuera algún otro objeto o como si fuera la misma pintura que cubre los ladrillos de esta habitación.
Curiosa observe todo nada más cruzar el marco de la puerta corrediza, es otro mundo aquí, nada parecido el primer piso cuando estaba en entrenamiento. Esto es un lugar que se puede ver de un solo bocado. Solo pisas aquella baldosa blanca y vez un área tecnológica que deslumbra por la capacidad de albergar múltiples informaciones de manera organizada, nada que ver con lo que puede llegar a suceder abajo.
El espacio es compartido por el pequeño grupo de tecnología a cargo de Andrea y por el grupo de análisis a cargo de Penz: Ambos mundos están divididos por un cristal que figura ser una pared, justo aquella que es de color profundo, detrás del monitor que controla Andrea. Me di cuenta que era compartida cuando la pared, en un pestañeo, pasó de ser un cristal negro a revelar con su transparencia a el equipo de Penz que trabajaba un poco más calmado que el de Andrea. Luther estaba dándome aquella espalda marcada a través de aquella camisa blanca que dejaba al descubierto su obvia molestia. Uno de los chicos abrió la puerta y le paso a una chica de nombre Loren unos documentos que dejó sobre el escritorio de unos de los dos chicos que solo asintieron ante mi presencia a modo de saludo y siguieron concentrado en lo suyo, cada uno en su espacio pero dándole la espalda a lo que sucede en medio de aquella sala.
—¡No puede ser! —Estalla Andrea. Su labio inferior sobresale y el superior parece que se pierde junto con la frustración que se apodera de ella cuando se vislumbra una palabra que es realzada por un color rojo en la pantalla de su monitor. —¡No! —Sus manos rodean al computador mientras lo mueve de un lado al otro, quiere desaparecer aquella palabra que ahora parpadea unas cuantas veces más hasta detenerse y dejar solo: "ERROR, INTENTO 1/2". Frustrada, va hacia uno de los chicos que la mira apenado luego de que ella le preguntara algo, hace lo mismo con el otro y con la chica, y ellos tienen la misma reacción de el de antes.
—¿Qué pasa? —pregunta Schmidt cuando nota que va de un lado a otro.
—¡Penz, Luther! —Llama Andrea a los chicos tocando el cristal—¿Alguno de ustedes han jugado a los acertijos? —interroga cuando los chicos salen, deja sobre la mesa del centro su tableta y mirándonos momentáneamente a cada uno espera una respuesta.
—Quién no ha jugado a las adivinanzas —confianza Penz revisando unos papeles que trajo consigo.
—Dije acertijo, no adivinas —recalca Andrea llevando su cabello negro hacia atrás, despejando su rostro y dejando ver aquellos ojos llameantes de un brillo peculiar, no es uno que infunden miedo, al contrario, es uno que te invita a ser partícipe de una complicidad que solo ella te puede ofrecer, algo así como una aventura donde lo único que existe es la magia.
—¿Y cuál es la diferencia? Al final lo que se busca es una respuesta —admite Luther.
—No es solo una respuesta —aclara Andrea con cierta pesadez al notar que ellos no entiende el trasfondo que existe entre las palabras cuando ellas deciden juntarse y dar un explícito mensaje.
Cuando dicen que las palabras tienen poder, se refiere justamente a esto: Cada letra unida, una con la otra, oculta más de lo que en realidad se quiere decir.
—Los acertijos consiste en encontrar el sentido oculto de una frase solo por vía de la intuición y el razonamiento, y no en virtud de la posesión de determinados conocimientos como suele tener una adivinanza.
—En otras palabras... —dice Luther alargando su mano, agitándola para que dijera aquello con palabras más entendible.
—Los acertijos son difíciles y las adivinanzas son fáciles —respondo por Andrea.
—Chica lista —apunta Andrea con la mirada hacia mí, a diferencia de Luther, la forma en que lo dijo no salió de forma despectiva. —¡No! —grita cuando ve el dedo de Schmidt en dirección hacia eso que parece una mínima parte de gramínea —.Lo siento, no quise gritarte. Bueno, si quise...tú me entendiste.
»Es que este tipo de microchip son sumamente delicados, se rompen con facilidad y...
—Y con ese dedo enorme que tiene... —susurra Penz por lo bajo, cortando lo que estaba diciendo Andrea que solo atino a mirar a Schmidt de reojo frunciendo sus labios. Schmidt lo escuchó y gruño mirando de mala manera a Penz que hoy se notaba estaba dispuesto a colaborar en que Schmidt perdiese la poca paciencia que le quedaba —.Bueno, bueno, en fin...¿qué tiene que ver el acertijo o adivina lo que sea que sea eso con el microchip y eso que este en el monitor? —señala la pantalla donde sigue visible "ERROR, INTENTO 1/2".
La mirada de Andrea parece que cobró vida como al fuego que se le echaba más leña para agrandar su calor, los tres hombres ubicados en cada esquina de la mesa parecen verla con horror, no sin antes, Luther y Schmidt, echarle una mala mirada a Penz que se dio cuenta de un error que aun no logro entender.
—Abriste la caja de los males Penz, ¿cuándo aprenderás a tener esa boca llena de preguntas callada? —imploro Luther.
—Voy hacer de cuenta que no me miraron ninguno de esa manera, y que tú —Andrea señala a Luther — no dijiste eso.
»Acérquense un poco mas, les voy a explicar.
Ellos lo hacen a regañadientes y yo, bueno, no me queda otra opción. De alguna manera, según ellos, necesitan mi ayuda, pero sigo sin entender en qué o cómo puedo ayudarlos yo en esto. Andrea desliza el dedo sobre su tableta y en la pantalla de enfrente comienza aparecer imagen tras imagen de hombres de diferente bandos donde se les ve conversando en medio futuras estrategias que emplearían, en fin, en medio de cada foto ella explicaba cómo este tipo de microchip eran el medio que utilizaban los infiltrados en un bando para enviar mensajes de los planes o estrategias que tuvieran el grupo al cual fueron destinados para debilitar.
Esa era la forma que tenían para atacar y destruir antes de que ellos fueran los afectados o dicho en sus términos: Destruidos por el enemigo.
En pocas palabras, las imágenes reflejaban la lucha constante que tiene ciertas personas de tener un poco más del poder que ya tienen, y con tal de obtenerlo hacían lo que fuese, lo que ellos consideren necesario y eso implicaba matar a quien se atraviese en su camino, como la imagen de aquel hombre que me hizo un hueco hondo en la garganta. Le llaman el método de la bala, era más seguro una herida en el hombro, pierna o brazo , a una reunión o llamada donde el grupo se pudiera ver comprometido por pasar información al bando enemigo.
—Vaya forma de enviar un mensaje —dice Penz perdido entre las imágenes y la voz de Andrea.
—Eran sus formas, un poco drásticas, pero sus formas. —Desliza su dedo por la tableta —.Y eran muy efectiva.
—Entonces...¿quién me disparó me quería enviarme un mensaje? —pregunto, un tanto incrédula ante la situación.
Andrea asiente.
—Pero, ¿qué pinta lo del acertijo aquí? —Un confundido Luther le pregunta a Andrea.
—Esto. —Andrea teclea en su tableta y en el monitor, al cabo de unos segundos, aparece una pregunta que ensombrece todo el lugar: "Ponme de lado y soy todo. Córtame por la mitad y no soy nada. ¿Qué soy?". Debajo de ella señala un intento de acceso de los dos que son permitidos. —El microchip viene con criptografía, con la peor que se puede tener.
—Pues has algo para decodificarlo, usa uno de esos programas raros que tienes para encriptar los archivos, quizás ahí encuentres algo Andrea.
—¿Crees que ya no lo intente Luther? —Andrea deja escapar un suspiro —La respuesta es obvia, pero no es esa, sería demasiado sencillo. Ya intente una vez, usando uno de los programas que analiza todo tipo algoritmo cifrado, y no funciono. Si lo intento una vez más, y me equivoco, todo lo que hay dentro se puede perder. Cuando dije que: "Este tipo de mi microchip son sumamente delicados". Me refería a esto. Y cuando hable del acertijo me refería eso —señala la pregunta en la pantalla, dándole una respuesta a Penz.
—Andrea tiene razón, la respuesta es demasiado obvia para no pensar en ella como primera opción. Iba ser demasiado fácil no pensar en el número 8 como respuesta, por ende, si era fácil, esa no iba a ser la respuesta —señalo apoyando lo que explicaba Andrea sobre el mensaje ocultado que puede tener las palabras.
—Como para todos los juegos de lógica, un acertijo en la mayoría de sus casos debería tener una base matemática o lógica, eso lo hace complicado. Pero este, como es presentado es muy fácil de deducir y se describe una cosa de forma indirecta como es la adivinanza. —Luther iba hablar pero Andrea lo calla con la mirada —Porque sea fácil no quiere decir que esa sea la solución, hay esta lo difícil.
» En primera instancia se ve así, fácil, pero no lo es. Para este tipo de acertijos hay que hacer uso de la imaginación y la capacidad de deducción. La resolución tiene que darse con el mero planteamiento del enunciado por lo que no se permite realizar preguntas. Y también... aunque se resuelva, muy rara vez revela lo que realmente quiere decir. Como fue el caso de la respuesta del programa que use para que decodificará este archivo.
—En pocas palabras: Estamos jodidos —dice Luther.
Me acerco un poco hacia el monitor y me quedo viendo cada letra del mensaje antes de preguntarle:
—Exactamente, ¿qué contestaste?
—El número ocho —me responde Andrea.
—¿Por qué no solo pusiste ocho? —indago sin dejar de ver el monitor.
—El programa detectó que la contraseña tiene 12 palabras.
—Bien, la respuesta es un ocho por qué de lado, el 8 parece un infinito. Cortado por la mitad, el 8 se convierte en dos ceros... —Hablaba más para mí que para ellos, tratando de analizar el trasfondo de cada palabra y buscando la lógica que existente tras el significado, tanto de la pregunta como de la respuesta —.Si el ocho puede convertirse en todo y también en nada...¿qué pasaría si iniciarás con todo y acabarás con nada? —pregunto girándome y mirándolos como si ellos pudiera ver lo que pasa en mi mente. —¿No te das cuenta Andrea?
Camino hacia Andrea pidiéndole permiso con la mirada para tomar su tableta y teclear para explicarle lo que en realidad estaba faltando.
—Los acertijos no tienen rima, eso era lo que realmente le faltaba para terminar de encajar cada pieza. —Escribo el acertijo —. Ponme de lado y soy todo. Córtame por la mitad y no soy nada. ¿Qué soy?. Pero, ¿qué ocurre si el ocho puede convertirse en todo y también en nada... si iniciarás con todo y acabarás con nada?
—¡Ya te entendí! —exclama Andrea
—Que bueno, porque nosotros no —dice Penz señalando también a los hombres a su lado, Luther y Schmidt.
—Es algo complicado de explicarles —digo cuando no encuentro forma sencillas de explicarles para que entiendan.
—¿Qué tal tú Andrea? —pregunta Schmidt.
—Los acertijos no tienen rima en...
—No, está bien. Nos explicas después, cuando tengamos más tiempo —dice rápidamente Luther cuando ve el camino que pude tomar Andrea cuando se dispone a dar sus explicaciones.
—¿Estás segura? Solo tenemos una oportunidad —cuestiona Andrea después de darle un mirada breve a Luther.
—Estoy segura —afirmo—. Tiene facilidad y complejidad, los dos al mismo tiempo. Creo que tu programa detectó que era un acertijo por qué es lo que se ve a primera instancia, pero si te das cuenta —le señalo la pregunta y luego lo que agregue a su lado —, también tiene la facilidad de una adivinanza que no se ve con inmediatez porque es una respuesta que todo el mundo pensaría como primera opción.
»Es una combinación de ambos mundos, facilidad y dificultad. Es un cifrado de enemiga.
—¿Cifrado de enemiga? —Andrea mira a Penz y luego a mi —Eso es muy ambiguo, demasiado, ¿cómo sabes eso?
—Sus recuerdos están dormidos no muertos. Cuántas veces tendré que explicar que es normal que ella responda a preguntas o acciones como si las recordarás, están en su memoria a largo plazo... es normal. —le contesta a Andrea, aunque por la cara de Luther y Schmidt sé que también se querían asegurar.
—Los cifrados de enemiga son así, suele tener de ambas y en verdad la respuesta, la verdadera, está detrás de la primera respuesta, cuando es correcta. —digo.
—¿Cuál es?
—Tú inicio y fin —le respondo a Andrea.
Ella teclea las palabras y el candado en la parte superior de la pantalla pasa de ser rojo a verde en pocos segundos, lo que pasó después fue un desligue de informaciones que me hicieron retroceder: recortes de periódicos de asesinatos sin resolver, imágenes del antes y después de los homicidios de aquellas mujeres que aparecen con sus bocas cocidas y sin manos. También hay documentos que apenas si lograban entender del todo, pero la clara firma de Diego Baermann figuraba en casi todos ellos y eso era indicio de que cosas buenas no eran. A un lado, casi escondido, están unas carpetas con distintos colores y apellidos: Sokolov, Schwarz, Allen, Baker, Russo y Colombo. Luego, más abajo, casi pasando desapercibido detrás de toda esos documentos hay una carpeta con un nombre y un apellido: El mío.
—El mensaje no era solo para mí después de todo.
La noche cayó sobre nosotros y fue abrumador como perturbador conocer todo lo que albergaba aquel pequeño objeto que cumplió con su cometido. Era una mina de oro para La OFIC, para ellos que podrán poner tras las rejas aquellos hombres, menos a Diego Baermann. Para él esto llego tarde, demasiado. Él, él poderoso hombre que hizo que la muerte viniera por anticipada, antes que la justicia le hiciera pagar con años de oscuridad parte de las atrocidades que hizo, de las familias que destruyó, de las vidas que hizo pedazo, de mi vida que arrastró con él...para que él pague eso, ya es tarde. Por suerte su círculo, con este golpe y conociendo todo esto que sabemos, se debilitara.
En cuanto a mí, la carpeta que llevaba mi nombre, estaba encriptada. Intentamos de todo para poder tener acceso, pero resultó que todo intento era inútil. No había un punto de partida por donde iniciar para descifrar la contraseña, que al juzgar las demás carpetas, la mía tendrá mucho para perjudicarme. Es algo de lo cual estoy consciente, no me quita el sueño algo que añadir a mi lista, sé que cuando cumpla con lo prometido a La OFIC mi condena me espera.
Y no, no es al encierro que le temo.
Los chicos estaban casados, más Schmidt, de lo que había sido una tarde y una noche sumamente agotadora, no creo que el café que se tomaban como agua los pudiera mantener por más tiempo. Así que decidimos dejar todo para mañana. Total, solo estamos poniendo todo en orden para presentarlo todo ante el director y que este diera orden para actuar lo antes posible.
Le sonrío a mi custodio y me despido con la mirada antes de entrar la llave en la ranura y perderme en la oscuridad de mi casa. Recuesto la cabeza en la madera de la puerta, cierro los ojos y sé que esa noche, si no salgo de aquí, no dormiré. Abro la puerta y la brisa suave que andaba por la noche de lo que en pocos minutos se convertiría en sábado, me saluda de nuevo, invitándome a perderme en lo que ella me ofrecía. Guardo la llave en mi bolsillo trasero y deambulo por la acera como si conociera el destino hacia donde iba. Pero en realidad es que no, no tenía la más remota idea para donde iba a ir, solo sabía que no quiera estar ahí, sola con mis pensamientos. ¿Para qué? Para que ellos comenzaran a cuestionar o carcomerme con la posibilidad de que habrá en esa maldita carpeta.
A pesar de que es día de semana y está bien entrada la noche, parece que la alegría no se ha ocultado de algunos lugares iluminados por sus luces y las personas que con un trago en mano sonríe o bailan. Me detengo una que otra vez a observar, del lado contrario, la felicidad ajena y pienso en lo bien que se sentirá estar así: Relajada. Sin pensar más allá que solo el momento. El aquí y el ahora.
Vuelvo a retomar mi caminata hasta llegar a un lago pintado por el reflejo de la luna que parece hacerle el amor. Cierro los ojos y me quedo con la vista de aquel lugar tan hermoso en mi mente, sonrío y un corto flechazo, antes de sentir que mi cuerpo dejase de funcionar y cayera en las manos de un hombre que dijo: —Está listo—. Es con lo último que me quedo.
Hola, hola caracoloa. ¿cómo están?
¡Oigan! (como dicen en R.D.) Algo que me encanta de poder escribir es pensar en cosas que aun no se han creado antes, ¿ya sabes de qué te hablo? La verdad es que la mente es un lugar muy...loco, y mi cabeza...
Me gustaría saber, ¿qué tal el capítulo de hoy? ¿Qué creen que Luz le hizo a Luther? ¿Entendieron el acertijo antes de conocer la respuesta? Y...¡¿Qué hombre es ese?! Me gustaría saber como están esos corazones con la historia.
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