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Capítulo 3

Solo atino a percibir, en medio de la desesperación que provocó aquel asalto, mi resuello contenido en mi pecho que sube y baja acusa de aquel intruso que tiene apresado mi cuerpo contra el suyo. Su respiración, a diferencia de la mía, la puedo escuchar valsar con calma después de susurrarme al oído aquella frase que recorrió el centro de mi espalda y se expandido por todo mi cuerpo, provocando que me alterarse y revolteara entre aquellas manos que me custodiaban con convicción.

Me aferra más contra su cuerpo frío, haciéndome notar el aroma que desprende él y que tan descaradamente comienza a deambular por mi nariz. Se respiración, poco alterada, sale de él como el mismo viento de la noche y viaja por mi piel de forma sutil, solo deja el rastro de que alguna vez estuvo ahí. Y su voz, ella es más descarada, pasea por mi mente como inquilino conocido, lo hace de tal manera que sólo escucharlo hablar se asemeja al andar de un león que da pasos cautelosos para atacar a su presa.

Una sensación conocida, pero a la vez extraña, me hace palpar de cerca la esencia que irradia su cuerpo, como si fuese una daga que penetrar con fuerza en mi mente una y otra vez. No duele, solo me altera en cada estocada. Incómoda ante la invasión de aquella atrevida sensación, vuelvo a remover mi cuerpo con brusquedad a pesar de que se siente minúsculo bajo el poder de él. En respuesta, solo logre que su yugo se hiciera más potente.

Una sonrisa se comienza a formar en sus labios, cerca de mi cuello, los mismos que ahora puedo sentir como emana un calor abrigador mientras susurra otra que cosa que no logro entender por qué solo quiero alejarlo de mí. Pero mientras más me muevo, mas fuerte me aferra contra él y más grande se vuelve la sensación que arropa mi cuerpo.

—Tranquila, no quiero hacerte daño. Siempre y cuando me escuches —me dice aflojando los dedos de mí boca —.Voy a soltarte y espero que no hagas una puta est...

No bien termina de decir aquello y yo ya había golpeado su rostro de manera brusca con la parte trasera de mi cabeza. Maldice por lo bajo, aturdido por el golpe y aprovecho que ya mi cuerpo no es su prisionero para patear su estómago. Se echa hacia atrás, unos cuantos pasos nada más, llevando una de sus manos al estómago mientras busca equilibrio con la otra. Rápidamente aprovecho ese momento y llevo su brazo izquierdo hacia su espalda, doblando su muñeca hacia abajo mientras que el otro trata de apartar mi antebrazo que rodea su cuello con determinación.

—¡¿Quién demonios eres?! —pregunto, aturdida y confundida, cuando en medio de todas las cosas que dice logro entender una maldición que dice en turco. Su respuesta fue tomar mi tobillo, jalarlo hacia adelante y hacerme caer de espalda con él encima de mí.

Apenas una sensación de malestar es lo que atraviesa mi espalda baja pero no suelto su cuello hasta que hace más fuerza entre él y el piso, dejándome en medio de ambos con una molestia que me hace abrir la boca, no solo para quejarme, también para buscar aire. Lo suelto, lo escucho toser y maldecir cuando comienza a andar por el minúsculo lugar, aferrándose a la mesa donde están las fotos de todos ellos. Algo, quizás por la fuerza que él hace, se cae y convierte en nada cuando por el lugar aquellos cristales hacen un eco que se intensifica por el silencio de la montaña.

Para cuando consigo obviar el malestar en mi espalda baja, ya él está enfrente de mí, escudriñándome.

Elevo mi puño para golpear su rostro pero él contraataca intentado devolver el golpe que logro esquivar con mi antebrazo. Golpea con su pierna el costado de mi cadera, desestabilizándome, y es ahí donde toma con una de sus manos mi muñeca, y con su dedos fuertes aprieta impidiendo el paso de la sangre. Me quejo, pero no más, no siento ni siquiera dolor. Con la que le queda libre me toma del cuello, me eleva unos poco centímetros del suelo y me deja caer con una fuerza descomunal. Para otra persona, esto hubiera sido quizás el fin, pero yo solo logre sentir como la sangre comenzaba a pintar mi boca cuando choque contra una mesa que se rompió por el impacto.

Su andar se aproxima hacia mi cuerpo que parece inerte, su mano va hasta mi cabello y lo acaricia para después apartarlo de mi rostro. Aprovecho ese momento, aferro mi dedos a un trozo de madera rota pintado con mi sangre y arremeto contra su mentón y su pómulo, provocándole dolor. Al ver su cuerpo tendido, suelto la madera como si ahora quemase mi mano. Me siento asustada, perplejidad, aturdida por lo que acabo de hacer sin siquiera pensármelo dos veces. Veo su cuerpo tumbado en el piso, me acerco, con cuidado, notando su pecho subir y bajar, y suelto el aire. Pero cuando noto que está a escasos segundos de reaccionar corro hacia la cocina y tomo en cada mano dos cuchillos. Me acerco, con pasos seguros pero cuidadosos para no ser descubierta, saco mi cabeza y lo veo de pie, dándome la espalda, trago y aferro más mi dedos al mango de los cuchillos.

Su cara se voltea dándome solo su perfil golpeado, me ve con aquellos ojos claros teñidos de algo que no logro entender. No se acerca, solo me observa. La comisura de aquellos labios se alzan hacia arriba, me sonríe, sin malicia. Pero algo tiene aquellos labios curvados que no dejan de mirarme...algo tienen.

La claridad de la luna alumbra su rostro cuadrado y un destello, lejano en mi mente, lo recuerda por unos breves segundos. Cierro mis ojos con fuerza por el zumbido que ensordece todos mis sentidos. Ambos cuchillos caen al piso junto conmigo, caigo de rodillas llevando las manos hasta mis oídos mientras grito por el pitido que no deja de sonar dentro de mi cabeza, esto, hasta ahora, es lo que realmente me provoca dolor.

—¡Por un demonio! ¡Hazme caso! ¡Veme, tienes que verme! — Él se afianza de mis hombros, me sacude y me grita que abra los ojos, que lo mire y no deje de hacerlo. Lo hago, no sé por qué razón, pero lo hago en medio de aquel ruido que taladra y aturden mis pensamientos, mis sentidos y los transforma en un dolor agudo. Su mirada me arropa en el recuerdo de antes. Ahora se expande. Lo que fue un corto segundo de ver su sonrisa de gratitud ahora se amplía en fragmentos de más segundos donde somos los dos sonriendo mientras caminamos uno al lado del otro, bromeando y sosteniendo unas bolsas blancas al hombro.

Él parece darse cuenta de lo que sucede conmigo porque su mirada se nubla de miedo y alivio cuando él ve que comienzo a tranquilizarme en medio de aquel el zumbido que, a medida que mi respiración se calma, se vuelve menos audible en mi interior.

Una sonrisa de confianza se vislumbra debajo de la sangre que tiene su cara, me tiende una mano y yo la miro con recelo mientras la tomo. Al hacerlo, la doblo y con la fuerza que queda en mí lo empujo llevándolo hacia atrás contra la pared, aprieto su cuello, justo en la manzana de Adam y su boca se abre para decir un audible:

Suéltame En vez de hacer eso, aprieto más y su mirada se nubla por un llanto que no sale.

—¡Ahora mismo me vas a decir quién demonios eres y cómo diablos me encontraste! —En medio de aquella situación solo sonríe descaradamente.

—Sue...el...tame.

El zumbido vuelve a invadirme con más vigor. Ahora que lo tengo tan cerca y de frente, sus ojos parecen hablar más que él. Dejo escapar el aire en medio de un suspiro de alivio a esto que tiene la intención de dejarme sin la más gota de fuerza. Echando mi cabeza hacia un lado, tratando de acomodar todo, pero lo que logro es que su mirada y su voz se intensifique en mi mente, como una gran película vieja donde yo soy la espectadora de lo que está sucediendo.

Uno.

Dos.

Tres.

...

Las balas salen una tras otra hasta no quedar ni una en mi arma, sonrío y corro hasta el muñeco. Al ver el resultado me felicito por haber dado todas justo en el blanco. Al lado del mío está el de él, le echo un vistazo y rió al ver que él apenas si logro una sola en centro, aquello parece más un colador que un objetivo.

El crujir de la yerba seca se vuelve más rápido cuando sus pisados se comienzan a aproximar, para, detrás de mí y maldecir. Yo solo puedo reír, ahora más fuerte. Él, en cambio, deja escapar el fastidio con otra maldición pero en turco.

— ¡Lanet olsun hayatım!

—¿Por qué maldices tu vida? —pregunto recuperándome de la risa.

—¡No ves! —señala el muñeca —.Oye... ¿Qué te parece si cambiamos de muñeco?

—No.

—Vamos, no quiero escuchar a ese hombre quejarse de nuevo. —Se despeina el cabello —.Es que mi puntería es horrible.

—Tienes una puntería de mierda.

—Sí. Lo sé, lo sé... Es más espeluznante que tú cuando te enojas, y mira que te ves como el mismo Lucifer cuando eso sucede —Indignada golpeo su brazo —.Está bien, es más tétrica y desastrosa que la jeta del Maestro. ¡Diablos! Ese hombre sí que es feo.

—Ajam. Un día de estos te vas a meter en un lio por estar diciendo eso de ese hombre, y más si no lo conoces.

—¿Me vas a decir que no lo has pensado? —pregunta ayudándome a quitar los muñecos de su lugar.

—Lo pienso pero no lo digo —Observo a nuestro alrededor y todos siguen en los suyo si prestarnos la más mínima atención —.Como tú deberías hacer.

—Esta será la última vez, lo juro. —Levanta su mano y después hace lo mismo que hice hace unos segundos. Se acerca y me susurra: —Pero no me vas decir que un hombre que ponga una sombra de pantalla para hablar no debe se...

—¡Cameron! —lo regaño.

—¿Todo bien por aquí? —pregunta una voz detrás de nosotros, asustandonos.

—Por un demonio —Un asustado Cameron gira para encarar la voz —.¿Acaso eres anormal? Por Dios, casi muero de un maldito infarto imbécil.

Yo solo atino a sonreír.

La voz de aquel hombre se mueve, justo a mi lado, toma mi mano en un delicado roce que logra que mi labios se ensanchan aún más. No me atreví a mirarlo, solo a sus zapatos que reluce aún más en medio de esta vegetación marchita por el descuido.

—¿Como estas Z...?

Su voz comienza a irse, a desvanecer en medio del ruido que se reanuda con valentía y me ataca como más detenimiento. Puedo ver su boca moverse mientras el sol de aquella mañana opaca su rostro, se mueven y se detienen en medio de una sonrisa. Pero no entiendo, no escucho lo que dice por qué el ruido me lo impide. Se aviva como el mismo fuego, como si su voz fuera leña, combustible para aquello que sucede en mi cerebro.

Dos lágrimas se deslizan por mi rostro. El dolor se ha vuelto más punzante y constante. No puedo detenerlas, esa es la única manera que encuentro para apartar el dolor que me causa aquel zumbido. Abro los ojos y los suyos, poblados por unas pestañas que hacen de su mirar, algo tierno e hipnotizador, me ven con miedo.

—¿Cameron? —menciono su nombre con cierta medición de que sea un engaño de mi mente y no un recuerdo de verdad. Al ver que su mirada se torna sorpresiva dejo su cuello libre. —Nos hemos visto antes...¿Verdad?

—Que... —se escucha deambular la duda de su voz por el lugar.

—Tú sabes quién soy —afirmo —,y también sabes dónde está El Maestro.

—Cómo...No puede ser.

Noto duda en su mirada, así que vuelvo arremeter contra él.

—¡Dime quién soy! ¡Dime! —Su mirada va desde mi mano que rodea su cuello y aprieta con la clara intención de sacarle hasta la última gota de información que tenga, sonríe y vuelve subirla, quedándose fija en mis ojos inyectados dolor.

—Te diré todo lo que quieras saber, claro está —Observa mi mano en su cuello y después a mí —,si me sueltas.

Nuestras miradas pelean en una guerra que ninguno de los dos está dispuesto a ceder la victoria tan fácilmente. Al final, después de sentir como el zumbido se comenzó a asentar en un solo lugar, cierro los ojos y dejo que gane. No sin antes retorcerle los dedos y patear con mi rodilla la boca de su estómago, haciéndole saber que no se debe pasar de listo conmigo.

La punzada golpea el costado derecho de mi cabeza, baja hasta mi oído y se vuelve un zumbido latente. Dejo escapar un suspiro, estiro mi cuello y cierro los ojos para tratar dejarlo en el mismo plano donde deje mis recuerdos...En ese lugar trato de dejarlo.

Me recuesto del marco que divide la habitación del balcón y lo veo reponerse rápidamente de mi advertencia. Se levanta, se limpia con el dorso de su manga gris la sangre de su rostro y con la otra mano quita de su frente parte de aquella cabellera oscura que hace de su rostro se torne mas varonil. Trago seco al sentir su mirada recorrer mi cuerpo, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, para después volver a bajar y señalarme.

—¿Qué cosa silba sin labios, corre sin pies, te pega en la espalda y aún no lo ves?

—¿Qué? —susurro sin comprender a qué viene aquello. Pero él me invita, con su silencio, a responder de forma casi automática —.El viento.

—¿Qué tanto recuerdas?

—Escucha, las preguntas las hago yo, no tú. —Lo señalo —. Y no escucho que estés respondiendo a la primera.

—Ese genio lo sigues teniendo intacto, gruñona de mierda. —Camina hasta la pared donde tengo las fotos. —Antes que nada, tienes que saber que...

—Estoy perdiendo la paciencia —Pongo un pie dentro de la habitación y luego el otro —¡Responde lo que te pregunte! Tus advertencia para después, por favor, ahora no me interesan.

—¿Cuál de todas quieres que te responda? —Toma una comodidad en el borde de la cama que me hace perder aún más la paciencia. —¿Quién soy? Eso ya lo sabes, creo... ¿Cómo te encontré? Eso es fácil, siempre lo hare. Soy como tu ángel de la guarda. ¿Cómo entre aquí? Fácil, soy como el viento, voy de aquí para allá, todos me siente pero nadie puede verme.

Dejo caer mis hombros al escuchar sus estúpidas respuestas, pero guardo la compostura porque aquí, la más tiene que perder, soy yo.

Guarda silencio, se pone de pie y camina hacia mí con una mirada que se camufla con la nada de la invisibilidad. Su rostro parece confuso, su respiración se agita y su miedo se revela.

—¡Abajo!

Cuando grita, fue tarde, aquel minúsculo objeto ya había atravesado mi piel.

Su impacto me arrastró con sus manos habilidosas a una inconsciencia oscura, una letanía demoledora, a un refugio secreto donde yo tenía el único poder ahí. No como aquella cosa extraña que me observaba mientras caía, tenía poder, en ese momento de halar el gatillo, tenía el poder. Pero cuando lo hizo, no vi más que alguien que se mira al espejo y se reta, vi miedo...observe a mi propio miedo. No fue la bala cruzando mi piel, quedándose alojada en mi hombro lo que provocó que yo no reaccionara a tiempo. Fue girarme y encontrarme de frente con aquello que se vislumbra en medio de la noche lo que me abrumó y ocasionó un momento de confusión lo que me paralizó, me frenó, me doblegó, me devolvió al mundo de los vivos: donde se siente, donde se lamenta, donde se ríe, donde se llora...pero sobre todo, donde se siente.

Me arrastro con la mirada.

Me hundió sin clemencia en un pozo.

¿Qué fue aquello?

Me abriga, el miedo al verle, al quedar prendada de ver su sonrisa me arropó como el manto caliente lo hace para quitar el frío, pero en cambio lo que hace es avivarlo para siga creciendo.

Su sonrisa se ensanchaba mientras ponía el dedo en el gatillo.

Su mirada brillaba mientras presiona el gatillo.

Su respiración volvía cuando sonó el disparo.

En uno de los tantos libros que leí mientras estaba en el hospital, uno de ellos decía que todos debemos estar consciente que en todo el mundo hay miedo, que existen personas que tiene la misma intensidad o menos, y el miedo es normal.

Alguien, allá afuera, tiene miedo. Pero no uno cualquiera, es el mismo que el mío, es mi mismo miedo. La diferencia está en que yo sé a qué le tomo, pero sonrisa mentirosa parece no distinguirlo aun.

¿Por qué le temes?

Movimientos y voces comienzo apercibir a mi alrededor. El ambiente se comienza a tornar pesado por la presencia de todos ellos que vuelve del lugar una miniatura. Me aturde sentirlos cerca de mí. Alguien toca mi frente, después mi mano y luego mi frente, con delicadeza pero con impaciencia. Luego otra mano, un poco más grande comienza a tocar mi hombro y me quejo en medio de ese sueño que se comienza a tornar más claro mientras algo frío se adentro en mi herida, se mueve, choca con algo más, vuelve a moverse y después siento un poco de presión hasta que sale nuevamente. Me remuevo y trato de abrir los ojos, pero alguien a mi lado me susurra que está todo bien y que aguante un poco más. Otra vez algo atraviesa mi cuerpo, pero ahora de manera consecutiva, una y otra vez. Vuelvo a quejarme pero la voz masculina, ahora más audible, vuelve a decirme me calme porque casi terminamos.

Esa voz...

No es su voz.

—¡Qué bueno que despertaste! —Asustada, habla Andrea.

—Si no la mataron aquellas balas menos lo hará un mendiga rosón —dice Luther dándome la espalda.

—No fue cualquier rosón, la bala quedó alojada en su hombro. —Un indignado Penz, por la falta de tacto de Luther, reprocha a mi lado —.Lo bueno es que su cuerpo está lleno Analgésicos narcóticos y Benzodiacepinas, un cóctel perfecto para no sentir dolor aunque te saquen las uñas.

—No des ideas —susurra por lo alto Luther.

Miro lo que hace Penz en mi hombro y me asqueo de ver parte de mi piel así, retiro la mirada y dejo que termine de suturar la herida.

—¿Nos puedes explicar que paso aquí? —Schmidt levanta el grillete de monitoreo roto.

—¿Quieres que te explique lo obvio Schmidt? —digo, con voz reseca.

—Lo obvio no, lo que realmente sucedió sí. Porque si a conjeturas nos vamos a basar, ¿cómo nos explicas que el grille lo encontráramos en el límite del radio? Acaso te golpeaste tu misma, caminaste más de 15 kilómetros donde dejaste el grillete roto, para luego volver y dispararte a ti misma...¡Ah! Pero se me olvida algo mas —Da un paso y me deja ver el mensaje en la pared —, ¿también lo escribiste tú?

¡FIN DEL JUEGO!

Adivina adivinador, ¿quieres saber quién soy?

Cuando tienes miedo, no solamente tienes que saber a qué le temes también tienes que dar un paso al frente, en dirección a ello y arremeter con fuerza para destruirlo sin contemplación: porque si no lo vences tu, el lo hará por ti. Y cuando el miedo se convierte en más que eso, en tu enemigo, puede llegar a ser muy pernicioso y taimado, más de lo que crees; porque es invisible, astuto, pícaro y disimulado. Pero no solo eso, se deja sentir cuando quiere, sabe tu punto débil, es tan hábil que sabe el cómo, el cuándo, y él con que atacar.

Entonces, ¿atacas o te ataca?

Esto no es el fin del juego, esto es el inicio

Hola, hola carcola...¿cómo están?

Por aquí les dejo un nuevo capítulo y por supuesto muero por saber sus impresiones, por que no es por nada...La cosa se viene buena. ¿Quién creen en realidad que es ese tal Cameron? Pero no solo eso, ¿quién es el hombre de la voz? (ojitos picaros aquí) ¡Y el disparo! ¿Quién le disparo? Fue esa persona que dejo el mensaje...(ojitos grandes aquí) .

Me encantaría conocer su suposiciones, esas teorías que comen la cabeza... De verdad, cuando ella dice que esto no es el fin del juego, que es el inicio, es de verdad. 

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