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Capítulo 14

Mi cabeza gira alrededor de mis recuerdos y alrededor de mi cabeza están rondando mis pensamientos, haciéndome sentir su filo, tentándome con sus cortas estocadas cada vez que quieren hacerme notar algo que paso por desapercibido. Puedo verlos desde aquí, tenerlos incluso, son ligeramente ágiles. Algunos recuerdos se unen con mis pensamientos, se acompañan y se completan, esclareciéndose. Otros, entre tanto, se enredan de una manera que me hacen sentir nauseabunda, cansada. Estoy mareada de verlos dar vueltas a mi alrededor, parecen un baile artístico, con coreografía impecable, así se ven mis recuerdos cuando vienen a invitar a mis pensamientos a su son.

Me hacen sentir agotada, abrumada cuando vienen de esa manera tan inoportuna. ¿Por qué así? ¿Por qué ahora? Me gustaría que sintieran un poco de compasión, piedad quizás, provocan tanto que no sé ni qué es lo que debe sentir en realidad, no cuando vienen así, enterrándose en mi piel, saliendo de ella y dejando una herida honda que no sutura nunca.

Aparta el cabello de mi frente, cierro los ojos para poder controlar la marea brava, pero me arrepiento, los abro nerviosa, tragando en seco. Sus ojos volvieron aparecer, me hundieron sin darme tregua. He tenido recuerdos de algunas personas cercanas a mí, me hacen dudar de lo que dice, quiero ir con ellos, encararlos y que me hable con la verdad. Pero hay un problema: El momento. Una vez escuche que cuando quieres que las cosas salgan bien, tienes que hacerlo tú misma, con tus propias manos, pero en el momento indicado, de lo contrario, todo lo que pensaste hacer se volvería en tu contra y no habría solución para el problema, al revés, tendrías dos problemas sin solución.

Hay que ser inteligente, encontrar el momento para moverte y hacer la jugada perfecta, porque si no, como el juego del Rey y la Reyna, tu problema será tu amenaza, y tu amenaza hará que el rey adversario consiga ponerte en una situación que no puede cambiarse mediante ninguna jugada legal, entonces te dirá: Jaque mate, fin del juego.

Eso...El juego del Rey y la Reina.

Tengo que ser inteligente, encontrar el momento me garanterizará el éxito seguro, por lo menos con ellos, porque que con él, El Maestro, es diferente. No quiero encararlo, no quiero saber de su verdad. Es obvio que ese algo, a lo que ambos le llamábamos mentira, terminó consumiéndonos en la llamarada de la verdad, por lo menos a mí. No entiendo porque, pero quiero convencerme de que todo lo sentía estando con él, entre sus brazos, no fue mentira.

Por primera vez no quiero que uno de mis recuerdos sea una mentira y eso me hace sentir incómoda. Es una mezcla extraña, un tanto mezquina, de sensaciones. No me gusta lo que me hacen sentir. Lo que él provoca. No me gusta. Es él, lo que hubo, que me hace sentir vulnerable. No me gusta esta sensación en las palmas de mi manos, en mi garganta, en mis labios ansiosos, no me gusta.

Aunque, pensándolo mejor, lo que en realidad no me agrada de todo esto es que cabe la posibilidad de que yo haya sido parte de su estrategia, de un engaño orquestado, de que yo solo fui un medio para llegar hacia donde él quería estar. Me enerva comprender que cabe la posibilidad de que fui burlada, engañada por un hombre que está lleno de ambición, poder y ganas de obtener todo lo que un día fue de un hombre común y corriente como Diego Baermann. Me llena de rabia darle la oportunidad a la duda de entender que él, como el buen adversario que es, haya utilizado una de las tres maneras que tiene para evitar estar en jaque.

La ambición es amarga, pero deliciosa. Es un poder que corre como si fuera tu propia sangre, pero peligroso como el más eficaz de los venenos. Si no la sabes manejar, puede ser mortal. Muchos no le temen, no le tienen miedo a las consecuencias de unirse a favor de ella, y eso es malo. Puedes tener ganas de querer más, luchar por más, pero si tiñes ese deseo con el toque oscuro de la otra cara de la ambición, seguro, porque lo que está en el suelo llorando las consecuencias lo confirman, perderás. Con la ambición puedes volar, como arrastrarte, por qué quien todo lo quiere, todo lo pierde. Eso es lo que muchos no te dicen, callan para que sufras como ellos.

El lápiz se rompe entre mis dedos, reacciono, mirándolo partido en dos mitades casi iguales.

—¿Nerviosa? —curiosea Andrea, de reojo la miro.

—No —afirmo botando los trozos del lápiz a la basura —Es una emoción que no me está gustando sentir. Por primera vez me siento vulnerable, a merced de algo tan pequeño pero con una fuerza tan extraordinaria que...

—¿Qué?

—Que me da miedo Andrea —culmino en medio de una sonrisa nerviosa.

—Miedo —trató de adornar aquella palabra con dos signos interrogativos a los lados, pero fue obvio, por más que quisiera hacerlo notar de aquella manera, que no le resultaría tan fácil. —, ¿a qué?

—A no entender lo que hay detrás.

—No comprendo lo que quieres decir Luz.

—¿Todo esto no te recuerda al juego del Rey y la Reina? —Trato de hacer que me entienda, de que siga el hilo que estoy dejando al paso de mis palabras. No lo hace, al principio. La incito dejando un poco de silencio, quiero arrastrarla de alguna manera a donde estoy ahora. —Esto no te recuerda al ajedrez, dos jugadores, movimientos con fichas, precisos y limpios a la hora de hacer cualquier jugada astuta con previa meditación. ¿Te apuesto a pensar por qué la OFIC, por qué yo, por qué El Maestro, el ducto?

—Luz, creo que estas algo confundida. Esto del El Maestro te dejo algo desconcertada, y está bien, lo entiendo y más en tu condición. Esto está comenzando a sobrepasarte.

—Andrea, no me estás entendiendo —Tomo su mano y aprieto —,esto es un juego, ustedes son fichas y yo...

No levanto la cabeza, puedo escuchar que está a punto de estallar en risas y llanto, se contiene, quiere darme oportunidad de ver algo que estoy pasando por desapercibido. ¡Por Dios! Estoy a nada de perder si no hago un buen movimiento. Pero no encuentro manera de salvarme. Miro a mi Rey, esta vez lo elegí yo, el pobre se encuentra amenazado por la ficha de la Reina que muere por darle el mate ya que mi Rey está en jaque. ¡Maldición! Debe haber una manera de salvar a mi Rey, de salvarme yo, porque si no, me tocará recibir el castigo y esta vez, por su mirada cuando me invitó a jugar, será peor que el anterior.

—Vamos —me alienta —, encuentra "la manera" de salvar a tu Rey, si es que la hay.

—Por supuesto que existe "la manera" de salvar a mi Rey.

—Apresúrate en encontrarla, el tiempo corre y no quiero envejecer más de lo que estoy por esperar por tu movimiento; no soy inmortal para esperar la vida entera.

—Shh...Cállate, este juego es de concentración.

—En realidad no, es de inteligencia.

—Eso es lo que muchos creen.

—Ninguna victoria es segura hasta que el rival diga la última palabra —digo, alejando a mi Rey del peligro y acercándolo al terreno que él pretendía llevarme, estoy a nada de hacerlo, pero quiero verlo a los ojos cuando vea que esto es el fin. Levanto la vista, con mi Rey entre los dedos, sus ojos brillaban con aquella maldad que no podía ser doblegada con nada, ni con la derrota. —Jaque mate.

—Tú que Luz —insiste Andrea cuando nota que le presto atención.

—Estoy en jaque —digo soltando su mano —.Pero, ¿quién me quiere atacar?

—Tú no corres peligro.

—¿No?

—Claro no corres ningún tipo de peligro, por lo menos no el que crees.

—Andrea, respóndeme algo por favor —asiente, no muy convencida —El día que ustedes iban tras Diego, ¿qué fue lo que pasó? Si mal no recuerdo, por lo que me han dicho, no fue una trampa.

—Sí, pero eso qué tiene que ver con lo que está sucediendo ahora. Son dos cosas distintas —Por como dice la última frase, se nota que no está convencida, ella está comenzado a entender —.¿Qué clase de cosas estás recordando a Luz?

—Las justas, las que me dicen que esto no es por el ducto, ni por El Maestro por lo que hoy ustedes me dieron una oportunidad.

—Entonces, si no es así, ¿por qué crees que estás aquí en realidad y no en la cárcel?

—Eso es algo que voy averiguar... —Pienso en Cameron en este instante—¿Qué tienes de Christpher Duck?

Andrea deja su laptop encima de la butaca que está a su lado, saca de su mochila su tableta y comienza a mover sus dedos sobre la pantana con la frente fruncida. Esta comenzado a sentir una parte de lo que yo siento, pero sobre todo, lo que en realidad quería, era que entendiera lo que yo, de a poco, con mi recuerdos, sé.

Algo en Andrea me hacía confiar en ella, en que no me traicionaría con la facilidad que siento que algunos si lo pudieran llegar a ser. Es su mirada, sus palabras las que me alientan decirle la verdad, o por lo menos una parte, las que siento son segura tanto para Andrea como para mí. Ante todo ella es una agente de la OFIC y tiene una responsabilidad que cumplir, no pretendo ponerla en una situación en la cual ella tenga que elegir.

Mientras ella seguía con la mirada puesta en su tableta, tomo los documentos que esta mañana Ava me había dejado para que revisara y luego firmará si estaba de acuerdo con lo estipulado, firmo y los guardo dentro del folder rojo. La empresa, para tener la ausencia que tenía, marchaba bien, con un ritmo lento que no es habitual en ella, pero bien. Había un lanzamiento de joyas exclusivas que se detuvo, la principal razón fue la partida de Diego y la otra fue, que después del periodo de luto, los departamentos encargados no tuvieran la autorización para crear y difundir la última colección hecha por Diego Baermann.

El calendario preestablecido por los departamentos de post-producción y producción se vieron afectado por aquella des considerable decisión, no hablaron, no se quejaron, pero era obvio que así se sentía. Era un retraso, algo que no estaba bien visto. Aparte de ser una pérdida algo millonaria. Donovan era quien estaba a cargo en aquellos meses de espera, nadie mejor que él para tomar la riendas de la empresa en ese momento, pero según las palabra de Ava, Donovan no pudo tomar ninguna decisión, por lo menos no ninguna que afectara o ayudará al rendimiento de la empresa, gracias a que los socios estaban intranquilos y no quería hacer nada hasta que no se supiera que iba a pasar con las acciones de Diego Baermann.

Ellos creyeron que con la muerte de Diego, lo que un día fue de ellos, regresaría de la misma manera en que se fue de sus ambiciosas manos.

Parte de las acciones de Diego les pertenecen en pequeños porcentajes a los accionistas, la realidad es que Diego Baermann es minoría delante de todos aquellos señores, pero, como el lobo astuto que fue, supo bien cómo sacarle esos inferiores números a esos hombres de aspecto intachables. Hizo de su 20% un 50%, y cuando quería tener la razón, hacer valer aún más su palabra, solo tenía que lanzar una de aquellas miradas, y aquellos, los que le vendieron su alma, accedían sin rechistar. Así, ese 50% subía a un 65% o 70% y su palabra se convertía en ley ante ellos.

Aunque parece que todo marcha bien, como si Diego aún estuviera con vida y manejando esta empresa desde su propia silla, un socio que además tiene un porcentaje de acciones mayor al de los otros dos, no ha querido dar tregua. Es el único que ha tenido la osadía de hacerme pensar que no soy capaz de llevar por un mejor camino esta empresa, los otros, él señor‎ y él señor Aller, se han mantenido al margen de la situación, respetando la voluntad de Diego a pesar de que ya no está para amenazarlos como hacía antes.

A diferencia de los señores‎ y Aller,‎, él que no concibe la idea de que una mujer que salió casi de las penumbras lleve las riendas de Barschmuck, ha mostrado resistencia a la hora de hablar conmigo para llegar a un mutua acuerdo. No era de su agrado toda esa situación, su ausencia y aquel silencio incomodo cuando pregunté por él a aquellos señores la primera vez, me lo hizo saber.

Pero lo entiendo, comprendo porque no está feliz. Tiene miedo. Estoy acabando su negocio, el que le rinde más que este, con una sola palabra. Es un hombre mayor que yo, un perro con apariencia de estar domesticado, engaña bien. Mi rotundo no, no fue de su agrado. Con ojos que ardían de enojo y líneas rectas en su frente, me lo hizo saber. Fui cínica, desinteresada ante lo que pensaba, mi no seguía en pie.

Barschmuck saldrá definitivamente de los negocios en los que Diego utilizó ese nombre para encubrir cualquier acto delictivo. Nunca, mientras yo esté al mando de la empresa, esta empresa financiara nada que tenga que ver con un sucio crimen, ejemplo de ello fue destruir al próximo "éxito" que estaba orquestando a mi espalda. Barschmuck es una empresa con mucho éxito, es exquisita y no se merece estar enlodada por vicios asquerosos como los de Diego o los de ese hombre que, apuesto, hará lo posible porque yo salga de este puesto de la misma manera en como llegue: Rápido.

El labio superior de Andrea sobresale, sus cejas se juntan formando una arruga en su frente y eso significa una sola cosa: Algo no va bien. Su dedo índice toca repetidamente la pantalla, luego lo hace el pulgar pero el sonido de denegado suena otra vez. Se ve confundida hasta que encuentra la solución, se le ilumina el rostro, pero se vuelve a opacar cuando el acceso se le es denegado otra vez.

—¿Qué pasa? —pregunto, dejando su laptop encima de mi escritorio para sentarme a su lado.

—Me bloquearon el acceso al historial de Chritopher Duck, todo está bien ayer, podía acceder —Intenta acceder otra vez, haciéndolo manual con su clave de acceso pero no puede —.No tiendo ahora qué pasó.

—Qué raro...

—Ni tanto —Niega con la cabeza —.Su nombre apareció en un archivo viejo, posiblemente estén haciendo el mantenimiento remoto. ¿Era importante?

—Algo.

—¿Qué pasa con él? —desea saber mirándome por un segundo, intrigada.

—Eso quiero saber yo, él es una de las piezas del juego, una fundamental. ¿Recuerdas lo que pasó en la cabaña? Les había hablado de Cameron y lo que ocurrió en la casa. —Asiente con la mirada, dejando su tableta sobre su regazo y prestamente absoluta atención —.Resulta que ese hombre es el mismo que estaba en la fiesta, el de traje azul que estaba con Amalia cuando nos íbamos, ¿lo recuerdas? —Entorna la mirada, perdiéndola por unos segundos para después volver a sentir —. Ese hombre se llama Christopher Duck, pero lo recuerdo como Cameron. No me pidas más explicaciones porque yo misma solo sé esto que te estoy diciendo. Esa noche todo ocurrió rápido, era todo reciente y él apareció de la nada queriendo advertirme de algo o alguien, yo que sé. Luego lo veo en la fiesta y aparenta que no me conoce, aunque hubo un momento que sí, pero después todo se puso extraño entre él y Amalia.

—No puede ser —susurra, cansada como si hubiera corrido un maratón.

—Y hay algo más —digo, despacio, tanteando el terreno para no agobiarla. —Bueno, aparte de que es obvio que ya me conoce, también conoce al El Maestro.

—¡Qué! ¿Por qué no dijiste eso antes? Schmidt tiene que saber esto —Suelta su tableta para tomar su celular y buscar el número de Schmidt entre sus contactos —,es importante entrar a su historial ya que él nos puede ayudar. Tenemos una ventaja sobre él en estos momentos. ¿Por qué no lo dijiste antes? —vuelve a preguntar, perdida en una emoción que me apresuro en quitar.

—No, espera. —Me alarmo y le quito el celular.

—¿Qué ocurre? —cuestiona, confundida por el arrebato.

—No le digas a Schmidt —suplico —,aun no.

—¿Por qué? —susurra arrastrando la última letra. Se nota que está buscando una razón, una buena razón para no quitarme el celular de las manos y marcarle a Schmidt. Es algo importante, lo sé. Me callé eso. Y quiero seguir haciéndolo un poco más. Andrea espera por mi respuesta, pero no puedo decirle que no confío en Schmidt ya que me pediría explicaciones y eso sería remontarme desde el día que me llevó a ese lugar sin vida. ¡Por Dios! Estamos hablando de su compañero de hace años, yo solo soy una recién llegada, y si le agregamos el peso que vengo arrastrando, mucho menos me creería los recuerdos que he tenido con él. —¿Qué ocurre?

—Primero necesito hablar con Christopher, sí Schmidt se entera antes no permitirá que lo haga —admito esa media verdad.

—Eres pésima mintiendo, no entiendo como El Maestro creyó de nuevo en ti.

—No miento.

—Haré como que te creo Luz, pero tienes que averiguar lo que quieras con él antes de que Schmidt se entere —Me señala —.Y es mejor que sea por ti.

—Recuerda lo que te dije.

—No sé si tu teoría del jaque sea cierta, la verdad, lo que creo, es que esto ya te está cobrando factura.

Una sugerencia es lo que ella me está dando, lo entiendo.

—Hablaré con Penz —digo devolviéndole el celular —, después de hablar con Duck.

Asiente tomando su tableta, deslizando el dedo sobre la pantalla y frunciendo su entrecejo. Se nota algo desorientada, confundida de haber accedido a ocultar información valiosa, o quizás, es solo que se esté cuestionando el hecho de que ha decido dar el beneficio de la duda a alguien como yo, a mi historia, a lo que soy. Puede que no sea ninguna de las dos. Pudiera ser que sean ambas las cuales medite en medio del silencio que hemos decido dejar hondar. Lo que le he pedido atenta contra lo que la OFIC cree y profesa. Es información valiosa, al alcance, no la pueden dejar ir cuando han luchado tanto por tener algo más concreto, más certero.

Andrea tiene miedo de que yo les esté robando esa oportunidad. Lo note cuando sus hombros cayeron, cansados, y sus ojos, debatidos para la necesidad, dejan de mirar la pantalla para ver el celular que no está muy lejos de su alcance, estira el brazo y la tendría entre sus dedos. Pero no lo hace. Por algo que ella se está preguntando, en el fondo, aunque parezca un delirio, incongruencias, ella cree lo que le he dicho. Pero eso no quita que me dio el margen de horas, pocas a decir verdad, para averiguar lo que quiero con Christopher: No tengo más opción que asumir el riesgo quiera él o no.

El día tiene que ser hoy.

El donde tiene que ser aquí.

De momento me encargaré yo.

Quiero explicaciones, y esta vez, Duck, me las tiene que dar.

No hay chance para una próxima oportunidad. No quiero volver a mi punto de partida. No quiero perder este tercer chance de ahondar en mis preguntas. No quiero ahogarme en ellas, aunque el recuerdo de su mirada, la del día de la fiesta, regrese a mi mente y me frene de hacer lo que quiero. Aun sigo tratando de entender porque mintió, aparento odiarme y luego me dejo ver la verdad de que aquello era una falsa. Quiero explicaciones. Me las merezco. Es mi vida.

—Este hombre parece que es otro fantasma, no hay mucha información de él en la base de datos, por no decir que no hay nada que pueda ser útil para dar con él —habla Andrea y yo no entiendo —. De Seraj.

—¿Qué encontraste?

—Serguéi Rajmáninov, conocido como Seraj...—Andrea habla de algunos datos personales del hombre, nada de lo que dice me ayuda a dar con él, como dice Andrea, es un fantasma, una aguja delicada dentro del pajar. Entendí por qué El Maestro confío él, en su trabajo. Es fríamente limpio, calculador a la hora de llevar a cabo un golpe duro y contundente —.Es un amante de la calidad con valores incalculables —comenta abriendo la noticia del año pasado, aquí, en Alemania —Roba joyas importantes, de patrimonio con valores incalculables y luego las vende al mejor.

—La relación entre él y el Maestro es más que evidente —digo, perdida entre las líneas de la noticia.

—Tú crees, yo la verdad no. Por lo que me has dicho del El Maestro y esto que veo del tal Seraj, me parecen muy opuestos.

Unos suaves golpes a la puerta se comienzan a escuchar, Andrea calla.

—¡Pueden pasar!.

—Discúlpame que te interrumpa Luz, pero ya es hora de la reunión —Ava acomoda su gafa pero esta se vuelve a deslizar un poco más para abajo. Asiento. Me pongo de pie y busco los papeles que ella me había dado antes de irme a resolver unos pendientes y programar esta reunión relámpago.

—Andrea, ¿puedes enviarme toda esa información? La revisaré con calma luego.

—Perfecto, ¿puedo quedarme aquí para terminar de arreglar los últimos detalles?.

—Está bien, no hay problema —digo antes de cerrar la puerta y caminar junto a Ava y Marie.

La reunión transcurrió de forma, para mi sorpresa, tranquila para ser la primera que calmaba las inquietudes de personas que estaban nerviosas y ansiosas por el destino que tomará la empresa ahora en manos de una persona, que para ellos, es completamente desconocida. Los entiendo. Se trata de su futuro, todos ellos estaban en mis manos y una mala decisión de mi parte pudiera costarle caro a la empresa, a todos los que trabajan aquí y dan lo mejor de sí para mantener en el alto su nombre, su reputación, su lugar. No deje que las miradas intranquilas, angustiadas, preocupadas dominaran mis palabras.

Salude con una sonrisa de lado, me detuve a mirar a cada uno antes de presentarme formalmente ante ellos que se notaban nerviosos, me di cuenta por sus facciones contraídas, en su seño fruncidos, en el golpeteo que hacía algunos con la punta de un lápiz o de sus uñas. Por eso fui breve, acertada en lo que necesitaba decir y ellos escuchar hasta que comencé a notar cómo se relajaban, como la duda se iba y venía llegando la calma. Les brinde confiesa con cada una de mis palabras, era lo que quiero, era lo que estaba logrando. Era evidente sus inquietudes, parecía que las tenían dibujaba en sus frentes menos tensas: ¿Qué pasará ahora? ¿Cómo hará para mantener a la empresa? ¿Habrá algún cambio? ¿Cuáles serán sus intenciones? ¿Qué cambiará? Pero más que nada sé que ansiaba saber ¿que pasara en el futuro? Era lo que más lo tenían pendiente de un hilo. Calme aquellas dudas formulando yo las preguntas por ellos, a medida que iba avanzado, sonrisas acompañadas de alivio se asomaba.

Algo que recalqué fue que el único cambio que sufrirá la empresa es que a partir de ahora, se les escuchará sus opiniones y sugerencias. Ava me comentó que Diego era muy lineal en su opinión, en sus ideas. No era de los que pidió opiniones sobre una piedra, el color, el diseño, no, él no era así. La mente de Diego Baermann era un lienzo en blanco, sacaba arte por los dedos como si fueran lágrimas, dolían de lo preciosas que eran las joyas que él lograba crear. Era único, diferente. Era imposible que alguien llegara a asemejarse a lo que él creaba. Cada confección parecía tener vida propia en la piel de quien decidiera darse el lujo de portarla. Ella seria tu, la joya será parte de ti, de lo que eres y quieres ser.

Por eso quise cambiar esa parte, es un equipo y no quiero limitar la creatividad de nadie. De ahora en adelante se tomará en cuenta todo tipo de idea, se valorará y se decidirá en función a lo que le conviene en el momento a la empresa. Me concentré en conocerlos, en escucharlos. Ese cambio implicaba más responsabilidad de parte de ellos, estaban acostumbrando a solo acatar y sacarlos de ahí, a algunos quizás no, llevara un poco de tiempo. Por ahora no podemos empezar ninguna nueva colección, me asombre porque pensé que la que estaba fuera era la última de él, pero no. Diego había dejado una encaminada y con esa íbamos a concluir la temporada.

De vez en cuando atinaba a mirar a Ava, ella era la que los conocía a todos, debía saber si estaba haciendo bien tomando aquella decisión sin consultar antes a mas nadie. Las acciones e inversionistas acataron mi orden, y la familia, bueno, a ellos es más que obvio que no les interesa el futuro de esta empresa. Si pudiera desaparecerla, seguro, porque lo he notado, lo harían. Recogieron sus cenizas, las tiraron a un pozo hondo y deshacerla de la llave para que nadie supiera que una vez este lugar existió.

A veces me he preguntado porque el rencor a esta empresa, llevo poco a aquí y me encanta lo que se siente en este lugar, en sus paredes pintadas por aquellos colores cálidos, elegantes; en los estantes con algunas yogas fuera de colección pero que tuvieron impacto, en los pósters con las colecciones y en los premios. Se respira esfuerzo, triunfo, ganas, deseo. Es como si estas paredes contaran una historias sin letras, sin pluma, sin tinta, solo son hojas en blanco que tiene deseos de hablar, de dar a conocer algo que solo se puede sentir cuando sabes que algo es real, para siempre.

Acepte y negué algunas sugerencias de cómo se llevará a cabo el próximo lanzamiento. No quería dejar nada suelto, todo debía estar concluido hoy, por eso nos tomó horas incluso la de la comida para llegar a acuerdo mutuo entre los departamentos de marketing, diseño, publicidad, comunicación y difusión. Pero logramos llegar a un punto donde todos estamos satisfechos, pero sobre todo, manteniendo vigente lo que fue Diego Baermann. Era más un homenaje. Aunque algunos consideran esto una falta de respeto, los que lo odian, estas personas, estos trabajadores que tengo enfrente, desean hacer esto por el hombre que los ayudó en diferentes formas. No solo fue dándole la oportunidad de trabajo, ayudado a algunos con becas para seguir creciendo profesionalmente, a algunos los salvó de una vida miserable. Fueron sus palabras.

De vez en cuando, cuando la conversación fluía y no reparaban en mi presencia, observa la puerta. Esto era un territorio neutral, bueno, es creo. Aquí no corre peligro. No tienes porque mentir. Puede hablar, podemos hablar. Pero no apareció, le pregunte a Ava porque algunos gerentes y encargados de departamentos no estaban en la reunión, de esa manera ocultaba mi verdadero interés. Ava, apenada por no haberlo dicho antes, me informa que ellos, dos veces por semana, tienen una reunión donde detallan las estrategias, en este caso, como estoy yo, quieren presentarme todo lo que Diego había dejando encaminado en cuanto a la colección como proyectos. Por esa la reunión había sido primero con sus equipos de trabajo, ellos eran los encargados de ejecutar las tardes y los gerentes y encargados de algunos de apartamentos los encargados de velar porque se cumplan.

La reunión en la sala de juntas termino al cabo de tres horas, estaba recogiendo mis cosas cuando escuche su voz en el pasillo, estaba hablando con Ava. Tomo un trozo de papel, escribo la hora y el lugar, lo envuelvo entre mis dedos y salgo sosteniendo una carpeta con otros documentos. Su risa coqueta, cautivadora cuando quiere conseguir algo cesa para solo quedar quieta en sus labios.

—Luz, él es el señor Christpher Duck, te había hablado de él pero no había tenido la oportunidad de presentártelo. ¿Te acuerdas? —la voz de Ava es cuidada, profesional, con una chispa de que no debo revelar ningún indicio de que a ella le gusta uno de sus amigos.

—Sí, lo recuerdo —contesto sosteniendo la mano que él me tiende para saludarme. Al hacerlo, su gesto sigue igual, nada ha cambiado, solo su sonrisa es la que se vuelve más pequeña. Es un gesto que pudiera llegar a pasar, para los pocos detallistas, de manera insignificante, pero para mi, que tengo detallo su rostro en mi mente a la perfección, no. Dejo el trazo de papel a medida que mi mano se desliza sobre la suya para retirarla. Envuelve sus dedos ocultando mi mensaje, para después guardar esa mano dentro del bolsillo de su pantalón.

—Espero que hablaras de lo bueno que soy en mi trabajo, no quiero que me despidan.

—Claro que fue de eso —ríe con nerviosismo, mirándome en un intento de pedir ayuda mientras sus mejillas comienzan a teñirse de un rosado intenso, cosa que le provoca a él más gracia pero a la pobre Ava, que trata de disimular agachando la mirada hacia los papeles, no —.Ya tengo que irme.

—Yo también, solo vine por una carpeta que me hacía falta —señala la carpeta que tenía detrás de su espalda —.Un gusto señorita Baermann, espero podamos volver a coincidir —se despide.

Comienza a caminar hacia la dirección opuesta a la de Ava que me esperaba junto a Marie en el ascensor. Sus pasos, cautelosos, teñidos de confianza, opacan al callando silencio.

—Cameron —susurro, llamándolo, dejando que el viento le lleve mi recado. Se detiene. Lo noto dudar por un segundo, quizás debatiéndose en si debe responder con palabras o un simple gesto. Respira. Su respuesta llega con una sonrisa que me deja ver cuando gira su cabeza, solo un poco, su perfil, antes de volver a tomar su camino.


Hola, hola caracola...¿cómo están?

Me desaparecí más de lo debido pero el tiempo no me rindió para mucho cuando me mejore de la panzota ya que el estrés no ayuda ni cinco y pase por ello por mi trabajo de grado (universidad) pero ya esta, las aguas se medio calmaron y pude volver. Espero que este capítulo sea de su agrado y me gustaría saber que tal les pareció.

¡Nos vemos el próximo domingo! 

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