Capítulo 13
—¿Se puede saber qué te pasa? —pregunta Andrea después de que Ava cerrara la puerta de mi oficina.
—Nada, ¿por qué? —contesto sin levantar la mirada de unos papeles que simulo leer desde que ella se sentó enfrente y no dejó de apuntarme con aquellas perlas oscuras. Sentía que me leía el pensamiento, que descifraría lo que me pasaba con tan solo mantener el contacto, lo sabía. Por eso, cuando entro con aquella sonrisa de niña tímida detrás de Ava y me miró, preferí prestarle atención a la castaña y a ella solo le hable cuando era necesario. Tomaba notas. Asentía a lo que le decía haga hincapié. Era eficiente desempeñando su papel. Pero ahora que Ava se fue para terminar de coordinar una reunión con los departamentos creativos dentro de una dos horas, Andrea dejo su sonrisa de lado y entorno la mirada hacia mí, queriendo encontrar lo que me pasaba, lo que ocurría y me tiene así, inquieta.
—Porque tienes como media hora en el mismo párrafo y solo tiene como cinco líneas —aclara.
Dejo el bolígrafo a un lado, suspiro y levanto la vista, me encuentro con algo genuino en su mirada oscura; más que curiosidad, es un temor disfrazado de preocupación.
—Son ideas tuyas —digo, agachando la mirada a hacia los papeles, restando importancia con un ademán —,nada me pasa. Solo estoy cansada.
—Ideas mías —Prueba las palabras en sus labios haber que tal saben.
A través de aquel tono tranquilo y dudoso, percibo como intenta descifrar lo que quiere decir en realidad aquellas dos simple palabras. Tienen un significado sencillo y claro, pero ella pareciera que quiere encontrar el origen, el trasfondo que ocultan ellas cuando yo lo dije. Las saborea, analizando meticulosamente. Un silencio. Segundos así. Parece que no fue suficiente lo que le dije.
—¿Qué tratas de decir con: Ideas mías? —consulta, obligándome a mirarla —.Porque si te basas en lo que tengo en mi cabeza déjame decirte que solo tengo una solo idea, y si esa idea es la clave para descifrar lo que te ocurre y te tiene así, te quiero decir que estamos a tiempo aún de hacer algo al respecto.
La confirmación de que algo me pasaba creo que se termino de dibujar en cada facción de mi rostro. Escuche su satisfacción, la de haber dado justo en el clavo, en los labios de ella. Andrea sabía que era con respecto a él, pero desconocía que lo que me tenía así era lo que recordé, lo que sentí, lo que ahora me pregunto y no sé cómo contestar. Todo era un lío de preguntas, emociones, respuestas, sentimientos, interrogantes, impresiones...Un sin fin que me tenía en la orilla de un pozo sin fondo.
A diferencia de mis otros recuerdos, de los que ellos me provocan cuando compruebo que es verdad, esta vez, fue distinto. No me sentí traicionada por recordarlo, no me sentí mal por aceptarlo como un hecho, tampoco me sentí culpable por no poder borrarlo de mi mente. Era como si no importara. Nada. Salvo lo que ocurrió. Es una verdad que emerge desde adentro, con fuerza, con ansiedad, con un toque de algo que me hace querer volverlo realidad. Es una necesidad extraña, diferente, cautivadora como solo ella puede ser. Me abraza, me acaricia, me habla, me susurra, me seduce...provoca tanto y tan intenso que solo te dan ganas de seguir, continuar pegada a eso que no se ve pero se siente.
Nos miramos, dejando que el silencio hable. Por ella que quiere saber. Por mi quiero decirle. Habló. Susurrando. Bajito. Despacio. Lento. Tomando todo su tiempo. Dijo tanto que pareciera no dijo nada en los segundos que tuvo entre nosotras. Una sonrisa, traicionera y nerviosa, se me escapo de los labios cuando note que las palabras estaban a punto de salir corriendo de mi boca.
—Ya no hay tiempo, está hecho. Solo espero que esto no ponga en peligro la misión —me limito a decir corriendo la vista hacia la ventana.
Comencé a preocuparme de que ella lo notara, que percibieran a través de mi voz el efecto que ocasionó aquel primer encuentro después de tanto tiempo. El hombre sin rostro. Con piel que habla por él. Aprovecho ese momento y lo hizo con alevosía, con un regocijo que aún me parecía poder escuchar detrás de mí: susurrando, acariciando, disfrutando con un fin que creo poder reconocer dentro de toda esta oscuridad que me rodea. Ha sido lo único que he podido aceptar como un hecho que sí ocurrió. Es extraño de explicar, yo misma no sé cómo logré llegar hasta este punto. Pero lo hice. Y no puedo hacer mucho para cambiarlo, aunque quisiera hacerlo, no me atrevo, no quiero y eso me molesta.
No era tentar la suerte, complacer al deseo o a la necesidad lo que él buscaba al jugar conmigo de ese modo. Era bueno. Era malo. No había punto medio. Eso llama mi atención. Había algo más por lo que yo y él decidimos jugar para ver quien sostenía más tiempo la balanza de la mentira que nos inventamos. De nuestro engaño al decirnos en aquellos ayeres que eso que ocurría en las paredes de aquella casa, era una mentira, un cuento que se sentía como verdad.
Parecía que no había punto medio, pero si lo había, él lo tiene. Era el mismo juego de antes. La misma falsedad. Jugaba a mentir y me estaba pidiendo que jugara yo también. Me di cuenta cuando dejo de acorralarme como una presa y dejó espacio para que pensara con claridad mi próxima decisión a tomar: Huía en ese momento que me dio la oportunidad o...
—Luz, mayor es el peligro donde mayor es el temor. Nosotros no tenemos miedo, estamos confiados de que las cosas tomaran el curso que hemos deseado. No le tenemos miedo al peligro, por tanto, no hay temor. —Cierra su laptop. —Ayer cuando cerraste el teléfono, me di cuenta de algo. Pensé que eran ideas mías como dices. Pero, tienes un defecto, cuando algo te afecta no puedes ocultarlo. Te cuesta hacerlo aunque hagas un buen intento. Es como si todo de ti, a excepción de tu boca, hablara lo que intentes callas.
»Entiendo que no me tengas mucha confianza para decirme algo que no sea concerniente al trabajo, no te voy a mentir, tampoco confío ciegamente en ti. Pero tampoco es como que me esté haciendo historias tuyas en la cabeza, no juzgo por el pasado, juzgo por el presente. He tenido la oportunidad de conocerte un poco mejor, a solas, y no eres mala, solo no supiste elegir bien en su momento.
—A veces creo que yo no elegí nada de esto —consigo admitir poniéndome de pie.
—A veces uno no elegí, te eligen —señala —Quizás eso ocurrió contigo.
—¿De qué te diste cuenta? —pregunto cambiado el rumbo de la conversación hacia el principio. Puede que Andrea no confié en mi totalmente, vamos, con la historia que tengo nadie en su sano juicio lo haría. Pero yo si en ella, quizás un poco más que ella en mi.
—Que ese encuentro te afecto —afirma —.Se nota en tus ojos oscuros, están rozando el amargo de un café. Por lo regular son brillantes, claros como la miel. Se nota en tu piel que te traiciona cuando sientes que algo no está en su lugar, cuando algo te desespera, cuando algo ocupa tus pensamientos y quieres entender por qué. En tus labios que se abren queriendo decir todo pero se cierran, se resecan, los humedeces y muerdes el superior del lado izquierdo tratando de contener la lluvia de lo que te atormenta.
»Dale, así, justo como estás haciendo ahora
Me doy cuenta de eso y suelto mi labio.
Ella tiene razón, era algo que me había encargado de ocultar lo mejor posible cuando hable con ellos después de que ese hombre tomara la iniciativa de terminar lo que él empezó. Andrea contesto primero y los demás se le unieron segundos después. Creo que el responderle con un simple —Todo bien—,no bastó para que no se dieran cuenta de lo que sucedió en aquel encuentro.
Aquella conversación había sido breve, exacta en los detalles que ellos ansiaban por saber. El primero en hacer notar que aquello fue muy poco para lo que duramos hablando fue Luther: —¿Eso fue todo? —reprochó del otro lado de la línea cuando finalice la última palabra. Con un —sí— que en realidad maquillaba un —no—, le respondí. Había contando todo, con exactitud. Solo omití el pasado que emergió de las profundidades de mi mente vacía, como si fuera un agua limpia dispuesta a dar vida a todo lo que estuviera conectada con ella: Emociones, sentimientos, pensamientos, ideas, ganas, necesidad, en fin, todo aquello que solo él podía sembrar y descocerchar. Por qué solo él tenía la herramienta para cavar hondo en la tierra de mis recuerdos.
Schmidt por un momento compartió la opinión de Luther, el silencio que dejó hondado en el aire me lo confirmaba. Más que de los otros, de él trataba de quitar todo rastro de lo que sentía. Solo se limitó a decir que esperaba más de lo que yo le di en aquellos minutos desde el parque hasta la empresa donde Ava me esperaba. Pero también recalcó que para ser aquello, la primera, vez no estaba mal. Era un avance en forma de llama de fe: Estaba encendida, con fuerza y no pretendía apagarse ni con el mejor de las vientos.
El hecho de que El Maestro me diera una oportunidad, una ventaja si la sabía utilizar muy bien, me aseguraría un puesto cerca de él, de lo que quieren ellos y de mi libertad.
—El hecho de que te afectara es porque hubo algo más en aquella conversación y eso no te está dejando pensar. Estas lejos, por no decir completamente ausente. Se nota que algo te está inquietando, te está arrastrando a una confusión que no logras despejar porque no dejas de pensar, y mientras más piensas, más confusión sentirás. ¿Qué fue lo que te dijo para que te dejará así? —interroga, curiosa de saber lo que estoy callándome.
—Ese es el problema —reconozco, dispuesta a confiar y decirle a alguien la verdad de lo que me está sucediendo —, que más que decir...Hicimos.
—No entiendo, ¿qué hicieron? —pregunta, dejando la curiosidad votada en el camino, está preocupada y nerviosa de mi respuesta.
Pierdo mi vista en la calle, cruzada de brazos mientras mi cabeza cae sobre el húmedo cristal a causa de una pequeña lluvia en la mañana. Hablaría. Confesaría lo ahora atormenta mi cabeza. Callar esto por mucho tiempo, como las otras cosas que llegan a mi cabeza con imágenes y voces, recuerdos, no está dentro de mis planes. Esta vez era diferente.
¿Qué hice?
El sol se había ido cuando llegue a casa después conocer las instalaciones de Barschmuck, la sede principal de la multinacional de Diego Baermann y ahora mía dentro del pulmón verde de Berlín, Tiergarten.
La empresa está en una de las mejores zonas de Berlín, donde un inmenso parque de diferentes follajes y colores, dependiendo la estación del año, rodea el lugar céntrico con una tranquilidad y aire libertad que solo dentro de aquel espacio frondoso se puede experimentar.
Aunque, viendo de camino, del parque hacia la empresa, según Alex, el hecho de que Tiergarten haga frontera con Mitte, en su extremo oriental está la famosísima Puerta de Brandenburgo y el Reichstag —el edificio del Parlamento alemán—, también este la Columna de la Victoria con su estatua alada y el animado Café am Neuen See, junto al lago, hace de Tiergarten una zona perfecta para llamar la atención de los residentes y turistas que visitan los rincones emblemáticos y llenos de historias del corazón de Alemania, Berlín.
La fachada de la empresa no compite con lo verde de aquel lugar, parece que se fusionan como los mejores amantes: Un terreno cuadrado, de ocho niveles y estructura moderna, son los encargados de darle la bienvenida aquellos transeúntes que deciden detenerse del otro lado de la calle, para que así, aquella fantasía hecha realidad, les robara el aliento con esa elegancia que desprendía todo el vidrio, acero y el nombre de Barschmuck junto a la última colección hecha por las manos del propio Diego Baermann.
Justo al lado de la firma de Diego, la última colección, estaba protagonizada por la fotografía del cuello de una mujer que acariciaba con sus manos, su pecho y mentón. Dejando al descubierto la piel cubierta por unos delicados diamantes. Un juego de anillo, brazalete y gargantilla de oro blanco con piedras azules que parecía ser más bien parte de su piel, era como aquel dicho: Le quedaba como un guante. Era delicado, sofisticado, exquisito, un manjar que te daban ganas de probar para comprar si es era cierta las fantasía que te habías hecho. Llamó mi atención de una forma que no era igual a la de los curiosos que se detenían o entraban a comprar a la tienda que estaba en el primer piso. No. La mía iba más allá. Podía leer la intención de aquel diseño.
La madrugada entro, me di cuenta gracias al reloj. No pego ojo. Solo daba vueltas sobre la cama, de un lado, del otro, boca arriba, boca abajo. Nada. No conseguí conciliar el sueño. Así que después de varias vueltas en la cama e intentos en vano para poder dormir, desiste abriendo los ojos, arrojando la sabana a un lado y abriendo la ventana para dejarme caer en el piso, y tener un encuentro de esos que tanto nos encanta a la noche eterna y a mí.
Era mejor estar así. Con los ojos abiertos. Cada vez que la oscuridad me invadía, el recuerdo de él, aparecía abrazando mi mente de una forma que me resultaba incómodamente placentera. Descanse mi cabeza sobre la barandilla y me perdí en las ideas que llegaban, trazando punto por punto, era una especie de mapa. Penz me lo recomendó. También me dio la idea de llevar un diario, uno de mis recuerdos, de esa manera no me iba a sentir tan lejana y perdida. Estaría más aterrizada y me ayudaría a poner las cosas claras cuando más confundida pudiera llegar a sentirme. Esa fue su recomendación. No la había llevado a cabo, hasta ahora que él apareció.
Busco en el cajón mi libreta, tomo la sabana y vuelvo a acurrucar mi cuerpo en el piso y mi cabeza sobre la barandilla del balcón. Con la luz de la pequeña lámpara de mi habitación y la poca que me regalaba la luna, escribo ideas sueltas. Algunas tiene sentidos, ya las he recordado. Otras, en cambio, les coloco un signo de interrogación. Paso la siguiente hoja y escribo mi último recuerdo junto con la fecha y quien lo provocó.
Sigo escribiendo cuando una suave brisa me envuelve, cierro los ojos, guiándome hacia su destino final.
Termino de acomodar el último botón de mi abrigo cuando él cubre mi cuello con su bufanda. Sonrío. Levanto los ojo a la altura de su cuello para que la puede acomoda mejor. Él hala de las esquinas que quedaron sueltas, arrastrándome hacia su cuerpo aún cálido. Nos permitimos un poco más, antes de que la mentira nos bañe cuando salgamos a la realidad.
—Estamos a nada de acabar con Diego Baermann, ¿lista para lo que se viene?
—Estoy más que lista —confieso —,quiero que esto termine.
—Queda poco —susurra aferrándose más a mi —,muy poco.
—Y...después, ¿qué pasará? —pregunto acomodando mi mejilla en su pecho, escuchando su corazón que late a un ritmo que me hace cerrar los ojos, suena a aguas tranquilas.
—Haremos de esta mentira una verdad —afirma acariciando mi espalda —.Nuestra verdad.
—Te quiero.
Relajo mis hombros cuando la última palabra salió de mis labios. Un punto y final puse antes de atreverme a encarar la reacción de Andrea al saber lo que he callado por noches. Confesé todo. No guarde nada. Ni las migajas fui capaz de quedarme ante lo que me ha hecho sentir y pensar desde que apareció en mi mente la primera vez. Aun sigo sintiendo lo mismo, un arrebato que me hace querer devorarlo todo de una manera, que alguien, desde la distancia, se pudiera llegar asustar.
Pero a mí no.
Parece que cuando se trata de él yo no puede sentir miedo de lo que hago, de lo que digo, de lo que pienso. Es como si sus brazos me protegieran de todo, si boca me alentara a decir cosas, si su voz me llenará de valentía; es algo que ni con las mejores palabras yo puedo describir aunque quisiera. Las palabras son pocas para poder poner en contexto lo que él, con su sola presencia, puede llegar hacer en mi.
Guardo mis manos en los costados de mi pantalón beige. Muerdo consecutivamente mi labio mirando por última vez otra gota que se desliza a través de la ventana que cubre parte de mi oficina. Giro y me encuentro de enfrente con Andrea. Fue tan sigilosa que no me di cuenta en qué momento se puso de pie y quedó detrás de mí. Su cabello negro cae de forma divertida por su rostro acariciado por el sol, se ve muy pequeña, infantil con ese corte y esos risos gordos adornando todo el contorno de su rostro. Aunque su gesto es de una mujer adulta, la inocencia parece no abandonarla, y más cuando ha dejado los tacones por sandalias, los vestidos adheridos a su cuerpo por pantalones jean informales, la bata blanca de laboratorio de tecnología por camisas suaves y livianas, y un maquillaje que solo de cerca se puede notar.
Juega bien su papel de chica bonita pero inteligente.
Para estar aquí, frente a mí, no solo basto con mi deseo de contratarla. Andrea paso a la perfección las pruebas para la vacante de auxiliar de soporte técnico, con su experiencia, era obvio que iba a poder con eso y mas, aparte de que ahí era donde la OFIC la quería. No quise preguntar cómo harían que existiera una vacante disponible, mucho menos quise saber cómo lo hicieron realidad. Solo...lo lograron. No solo trabajará para dar soporte y mantenimiento técnico a la empresa, también desempeñará el papel de mi asistente, aparte de Marie que está afuera de mi despacho, ambas trabajaran en conjunto, pero Andrea trabajara mi agenda informal, estará conmigo afuera.
La indecisión de qué decir baila al son de sus pensamientos, puedo ver cómo están convertidos en un completo caos . Todo en su rostro era un desorden de asombro, sorpresa. Creo que la idea que tenía en su cabeza era otra a la que le he contado. Su boca se abre. Escucho un pequeño ruido antes de que se volviera a juntar sus labios. Sus palabras no estaban coordinadas.
—¿Andrea? —la llamo, tanteando el terreno de su reacción. Levanta su mano, logrando detener mi segundo paso hacia ella.
—Yo pensaba que él te había amenazado o que había descubierto que no lo recuerdas —admite negando brevemente su rostro.
—Yo...
—Espera —levanta su otra mano, callándome con ambas frente a su rostro, silenciando mi explicación —,son muchas cosas que necesito ordenar en mi cabeza para saber que decirte...porque...ahora estoy...¡Ay, Dios! Por favor. Esto es una locura. No te rías. Estoy realmente confundida por no decir que ni creo que lo esté, más bien es que estoy más allá de la confusión, esto es un desorden, un caos. Ni una avalancha logra ocasionar lo que tú en estos minutos.
Y le creo.
Mas cuando lleva los dedos hasta su cabeza y golpea una que otra vez ahí, haciendo énfasis que ahí dentro no hay orden en sus pensamientos.
Necesitaba unos segundos, sus ojos almendrados con dos puntos de café oscuro me lo dicen. Está impresionada, asombrada y un tanto alterada. Está buscando por dónde empezar este rompecabezas de información.
Me mira, para luego voltear para otro lado. Vuelve a mirarme, para después dejar las manos a ambos lados de su cintura. Regresa de nuevo su mirada hacia mí que estoy de brazos cruzados descansando mi cuerpo sobre el escritorio blanco, para enseguida comenzar a andar por la habitación, dando vueltas en medio de susurros. No veo rastro de aquella preocupación, no como antes que parecía que estaba pendiendo de un hilo lo que ella dedujo en su cabeza que me ocurría. La aurora del silencio puede llegar a dar falsas ideas. Se detiene, acomoda su blazer gris antes de sentarse en el sofá negro que está enfrente de mi escritorio, descansa su mentón en la palma de su mano y su codo en su pierna antes de hablar.
—Es mucha información, me la diste de golpe y no estaba preparada para escucharla.
—Lo sé —reconozco —.Pero querías saber que me sucedía y yo necesitaba decírselo.
—Agradezco tu confianza hacia mi Luz, era más de la que te estaba pidiendo que me dieras —acepta aun en medio de su agobio —.Pero, ¿te has das cuenta de lo que me has dicho?
—De cada una de las palabras Andrea, sé perfectamente lo que te dije. —Intenta hablar de nuevo, pero otras vez las palabras se vuelven a acumular en su boca y no sabe cual elegir para de pie a lo que quiere decir —.Andrea, esto no va afectar en nada la misión.
—Eso lo sé, pero...Es que a la vez no sé qué decir, son muchas cosas en mi cabeza.
Sonrío.
—Sientes una parte de lo que siento cuando tengo un recuerdo, solo que tú si cuentas con una ventaja —Dejo caer los brazos a ambos lados —, puedo responder a tus dudas.
—No se siente agradable tener muchas preguntas y no saber cómo contestarlas.
—Se siente como si te ahogaras.
—Es horrible —añade Andrea.
—Lo es —afirmo.
Sentir que tienes una duda es tolerable, pero miles, no. Es como un hueco oscuro, vacío y sin fondo. Nunca se llena. Siempre tiene albergue para una más y eso te hace sentir inútil, desesperada, rozando casi la ansiedad que te lleva a cometer imprudencias.
Andrea piensa, cuando junta los labios y los vuelve casi uno, invisible por que parece que se los come, es porque su mente está pensado en algo.
—¿Te acuerdas lo que nos habías dicho sobre el incidente entre tú y Diego? —logra preguntar, achicando la mirada hacia un punto vacío en la oficina. Asiento —Creo que El Maestro tuvo que ver en eso, quizás Diego se dio cuenta —comenta, despacio, tanteado quizás mi reacción.
—¿De nuestra relación? —digo la pregunta más para mí que para ella. La saboreo en mi mente como un buen vino antes de responderle. Me pierdo en las palabras de Julianne —.Te diré la verdad, esa parte no la recuerdo. Pero si me llevo de mi intuición, te digo que no, no creo que Diego se diera cuenta de lo que pasaba entre ese hombre y yo. Había complicidad. Mucha astucia a nuestro alrededor. Sabíamos lo que hacíamos y cómo también No dábamos un pie en falso. No creo que él supiera de la traición que planeábamos, siento, por lo que dijo Julianne, que hubo algo más que detonara ese accidente y no creo que la causa fue El Maestro.
—Pero...y si Diego se dio cuenta de las posible intenciones que tuviera ese hombre —dice, con premura, inquieta de llevar a ese terreno que ella logró hacer en minutos. No me muevo. No digo nada. Dejo que ella siga. Le infundo confianza para que diga eso que llegué a sospechar —.Si nos ponemos a pensar, tú eras una pieza fundamental en los negocios de Diego, no eras cualquier persona Luz. Qué mejor manera de deshabilitar al enemigo que atacando por su talón de Aquiles, a su mejor jugador. Tú eras la debilidad de Diego Baermann, de eso no te quepa la menor duda.
—Si...—titubeo en medio de una sensación ponzoñosa. ¿Él habrá sido capaz de engañarme para solo quitar del medio a Diego Baermann y tomar su lugar? Todo puede ser, nada puede ser lo que parece y él, pudo dar justo en el clavo, yo podría ser ese clavo.
—¿Te acuerdas lo que Ava comentó? —me pregunta y recuerdo la primera vez que hable con ella y me dijo algo referente a que Diego solo me quería proteger —.Diego quería cuidarte de algo o alguien, jamás hizo nada similar por ningún otro miembro de la familia, ni su hijo, ni sus otros nietos.
—Tienes razón.
—Entonces, si este hombre sabe cuál es la debilidad de Diego, ¿por qué no atacar por ahí primero? Una jugada astuta, inteligente si sabia como moverse —habla más para ella que para mí, sus ojos se achican, su frente se arruga y sus labios se frunce —Pero no me encaja el hecho de que Diego quisiera atacarte...A menos que no fuese a ti y era para él, El Maestro.
»Vamos a ver, si nos ponemos a pensar, Diego no sería capaz de atentar contra ti porque eras, aparte de su mejor peón, su adoración. No entiendo porque Julianne te habrá dicho eso, algo no me cuadra y es lo que esa mujer te dice. No le creo nada.
—No me había puesto a pensar en eso, ni de eso modo —acepto entendiendo lo que Andrea me dice, y tiene razón.
—Ese ataque, quizás no fue contra ti, fue contra El Maestro...—Su voz se queda en el aire, me mira —Espera, ¿entonces conoces su rostro? —Veo la felicidad aparecer en sus ojos —.Estás cerca de acabar con esto, ¡no puede ser!.
—No lo estoy.
—¿Por qué dices eso?
—Andrea, no recuerdo su cara —confieso viendo como la alegría la dejaba.
—¿Como que no recuerdas su cara? —cuestiona, confundida.
—Todos los recuerdos que tengo de él, con él...Nunca he visto su rostro. —Le explico pero se nota que solo logro confundirla aún más —.Los momentos que he recordado, solo he visto partes de su cuerpo: El color de su piel la descubrí gracias a su desnudez entre mis brazos, su tatuaje en el brazo fue que con el que él recorría la piel de mi pierna, las pecas en su espalda la vis cuando me aferraba a ella, la dureza de sus dedos los recuerdos por con ellos el me tocaba, me acariciaba, recorría los punto sensibles, y su voz, esa se quedo en mi porque ella abrazaba todos aquellos rincones que él anhelaba alcanzar. Pero su cara, como es, no lo sé. Esa nunca la he podido ver.
Silencio.
No dice nada.
El tercero en discordia, llamado silencio, hace su acto mágico de presencia.
Solo me mira y yo sonrío algo avergonzada de haberlo descrito de aquella manera, ¿pero qué puede hacer?. Es algo que no puede controlar. Es lo que siento. Sale como el viento en tiempos de calor, refrescando todo a su paso, dejando esa caricia que te hace querer más, un poco más.
—Pero creo que tienes razón Andrea —digo.
—¿En qué? —pregunta, aun asombrada.
—Qué me pudo haberme utilizado para poder llegar hasta Diego, es algo que he pensado.
—Nada está dicho. Esa puede ser una posibilidad. Parece la más lógica ahora mismo. Aunque también puede que no. La respuesta está en tu cabeza, solo ahí. Que saque conjetura es habitual en mí, es mi trabajo y a veces acierto.
—¿Y cuando no ocurre? —consigo decir.
—Ese es el problema —Sus ojos se tornan pensativos, llenos de necesidad de a veces no tener la razón —, siempre acierto.
»A veces quisiera equivocarme, por lo menos sé que eso pasara.
—Todo siempre pasa, ojala lo recuerde a tiempo.
—¿Por qué quieres recordarlo a tiempo? —No respondo. Ella sonríe y asiente poniéndose de pie —Solo el tiempo lo dirá —.Con la cabeza me sugiere que haga lo mismo —Ahora, antes de que regrese Ava, te tengo que mostrar algo.
—¿Sobre Duck? —pregunto caminando hacia mi silla.
Christopher Duck aun pululaba en mi cabeza desde aquella noche, sabía donde encontrarlo, donde encararlo. Pero al cerrar los ojos y me encontraba con su mirada. Me detenían. Podía escucharlo con aquella voz coqueta decirme lo que su mirada no se atrevió hacer aquella segunda vez que lo vi. Estaba cambiado, tenía barba en su rostro cuadrado. Su cabello había oscurecido. Su mirada no tenía chispa, estaba fría, plana. Su postura no era la misma confiada de antes, de la primera vez que lo vi, se notaba ansioso, frío, impaciente, extraño. No era el hombre que vi en la cabaña.
—Sí, y sobre Seraj.
—En este trabajo no conocen la palabra descanso.
—Lamento decir que no.
Hola, hola coracola...¿como estan? Espero que bien.
Como Poncio pilato, me lavo las manitas ante lo la confesión de esta mujer. ¿Cómo se me les quedo el ojo? ¿Acaso cambiaron sus teorías? Ays...
NOTA: El próximo domingo no habrá nueva actualización, en la semana no tuve mucho tiempo y hasta me enferme del estomaga (lo peor que puede existir) con suerte logre sacar este capítulo. Pero no se preocupen, prometo hacerlo fuerte, con un poco de adrenalina a mil...quizás una verdad... Pero necesito esta semana para descansar ya que aun sigo media malucona.
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