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3 🥀

Llamadas de alcohol

Regresar a su casa nunca supuso un problema tan grande como hasta ahora, aunque sabía que no había manera de escapar de ello. Llegó hasta el portón que abría paso hacia el camino que llevaba a su casa, ahí yacían varios guaruras que al reconocerlo lo miraron atónito, como si hubieran estado esperando recibirlo metido dentro de una caja y no vivo, de regreso por su cuenta y con sus propias piernas.

Aquello lo entristecía porque pese a ser ya un joven adulto, nunca pudo realmente disfrutar de llegar una noche tarde a casa o de ni siquiera presentarse. Estaba demasiado sobreprotegido por Changbin como para obligarle a tener una hora de llegada, misma que había respetado toda su vida hasta ahora. No solo era que no había llegado a casa, sino también que se había escabullido de ahí a uno de los clubes Bang y eso, seguramente, ya lo sabrían. Solo esperaba que no supieran dónde había pasado la mañana.

Al llegar encontró en la sala de su casa una escena tan sangrienta que su corazón pesó por Wonho que estaba mal sentado en una silla con la camisa abierta y rota, al igual que sus labios y sus ojos amoretonados e hinchados. Changbin a su vez estaba ahí, esperándolo listo para recibir al sin vergüenza que se le presentaba. Minho también estaba presente con un semblante preocupado, al parecer habían estado reunidos hasta que en la caseta de la entrada, sus hombres les avisaron de su llegada.

La entrada fue vergonzosa e hizo algo que casi nunca hacía, agachar la cabeza, pero ahora realmente no tenía pena. Él mismo entendía a la perfección todas las consecuencias que pudo haber traído el que estuviera solo (porque estar con Nayeon no era exactamente la mejor compañía) en el club de un enemigo default de su familia.

Chilló al ver mejor el rostro de Wonho, agradecido de haber regresado a tiempo. El pelirosa había sido un gran hombre de confianza para los Lee y los Seo durante mucho tiempo, casi desde que él tenía quince años y había escapado de un orfanato hacia la tutela de un hombre que supo apreciar su físico y aptitudes. Changbin lo había dejado trabajar con él, primero como uno de sus peleadores que por un tiempo fue el siempre victorioso, hasta que la confianza y devoción a la pandilla le permitió trabajar como uno de los guardaespaldas más cercanos a ellos.

Conocía a Seungmin desde que era un niño de diez años al que le encantaba disparar sus armas de Nerf, y muchas veces a falta del tiempo de su hermano, jugaba con él para que el pequeño niño no resintiera tanto la soledad. Por eso había sido promovido como su guardaespaldas personal no hacía tan solo dos meses. Así que verlo mal herido y débil fue algo impresionante que oprimió su pecho, sobre todo porque sabía que era su culpa.

—¡Wonho, perdóname!—Chilló corriendo hacia él para recostar su cabeza en sus piernas mientras lloraba hincado. El hombre soltó un fuerte jadeo por la impresión del acto pues no muchos jefes (casi nadie) se arrodillaba tan preocupado ante un guardaespaldas.—No era mi intención, esto es mi culpa, de verdad discúlpame.

—Niño Seungmin...—Susurró con un hilo de voz, intentando remover al lloroso hombre a sus pies.—No haga eso, levántese.

Usualmente se hablaban de tú, pero en ese momento no quería tentar su suerte.

—Déjalo.—Espetó Changbin.—Deja que se dé cuenta de todo el daño que causa no ser precavido. Ser un irresponsable que no contesta su teléfono y va a meterse a un lugar donde pudo haber muerto.

—No culpes a Wonho. Yo asumiré toda la culpa.—Dijo Seungmin aún arrodillado, abrazando las piernas del hombre.

—Lo sé, esto es un error tuyo. ¡Pero su trabajo es protegerte, no mimarte! Para empezar no debió haberte dejado ir, mucho menos solo, pero ahora veo que es cierto lo que decía ayer. Lo engañaste ¿Cierto?

—Yo no sabía que la fiesta iba a ser allí... pero sé que hice mal al no regresar en cuanto vi a donde nos dirigíamos.

—Ayer pensé que ya te había perdido cuando le avisaron a Minho donde estabas, por un carajo. Ahora lo único que he hecho fue lastimar a Wonho.—Se lamentó.

Usualmente no le importaría en absoluto lastimar a gente inocente que presumieran una traición para él, pero estaban hablando de Wonho en esta ocasión. El hombre era casi como un brazo derecho. Incluso ayer, en medio de los golpes, aseguró algo que había dicho el primer día en que le ofrecieron ser el guardaespaldas oficial de su hermano. Que daría la vida por él incluso de ser necesario, y sabía de sobra que era verdad. Seungmin había crecido siendo el nene consentido de muchos empleados en la casa, pero ninguno le era tan leal como ese pelirosa fortachón que, además de Minho, era el único que podía hacerlo dejar de llorar cuando era niño y Changbin no estaba.

—Creo que he cometido un error al haberte hecho el guardaespaldas de Seungmin.—Admitió con pesar el mayor, llamando la atención de ambos.—No solo por esto, pero porque ahora tengo los ojos más abiertos. Tu cariño por él te prohíbe prohibirle cosas, y eso es peligroso. Ahora fue el club, pero después va a convencerte de solaparlo en más y más cosas que pueden ser un problema por simples que parezcan. Todavía tienes mi confianza, Wonho, pero no para que sigas cuidando a mi hermano. Elegiré a alguien más para Seungmin, pero ahora cuidarás de Felix.

—¿¡Qué!?—Se levantó el menor con furia.—¡No! ¡Wonho es mi guardaespaldas, yo lo quiero a él! No puedes solo dárselo a Felix.

—Lo hago porque los dos traicionaron mi confianza, pero sobre todo, lo hago por el bien de ambos. Wonho, yo sé que quieres a Seungmin como tu propio hermano, pero si realmente quieres protegerlo, sé que entiendes por qué estoy haciendo esto.

—Lo hago.—Respondió él.—Y no te preocupes, no vas a arrepentirte de darme una segunda oportunidad. Cuidaré bien de tu novio.—Le prometió. Changbin asintió conforme.—Y no llores, Seungmin. No te sientas mal. Yo estaré bien ¿Sí?

—Pero yo solo accedí a tener un guardaespaldas porque serías tú... y ahora ya no vas a estar conmigo.

—Vamos, Seung. Esto será mejor para todos.—Interrumpió Minho por primera vez.—Deja que lleve a Wonho a un hospital para que le curen ese labio roto y todo lo demás.

—Sí, es buena idea. Yo necesito hablar con mi hermano.—Dijo Changbin sacando dinero de su billetera para tendérselo a Minho, quien lo miró ofendido.

—¿Qué? Puedo pagarlo yo.

—Pero quiero que pagues su recuperación con mi dinero, es mi forma de pedirle perdón a Wonho.—Dijo el mayor. El herido solo hizo un ademán con su mano negando para decir que no era necesario, pero de todas formas Minho ya estaba ayudándolo a salir.

Cuando estuvieron solos en la sala, Seungmin se limpió las lágrimas. Estaba temblando demasiado. Sabía que Changbin nunca le pondría una mano encima, pero también sabía que estaba demasiado enojado con él. Desde luego, lo que había hecho era muy grave.

—Perdón.—Empezó Seungmin con sus manos juntas.—No era mi intención–

—Claro que no lo era ¿Verdad? Pero no ves más allá de tí, nunca lo haces. Ayer muchos de los nuestros pensaron que era imperdonable que tú, mi hermano, estuvieras en el club de Bang y que tuvieras esos alcances. ¿Sabes lo mal que sería visto esto si, en lugar de tí, hubiera sido uno de mis hombres? ¿O los de Minho y su familia? ¡Estarían muertos! Asesinados por traición.

Seungmin se tensó. Claro que sabía el destino del pobre infeliz que trabajara para ellos y se atreviera a poner el pie en un lugar remotamente cerca de Hwang y sus aliados sin previa orden.

—Ellos tienen derecho a estar enojados.—Dijo dándole la razón.

—Lo tienen. Es normal que estén molestos por tu actitud tan despreocupada que siempre has tenido. Si no estás negado a aprender sobre nuestros negocios, te niegas a seguir con lo que mamá te enseñó y por tu culpa perdimos mercado en esa área, pero no me importaba porque al final del día seguíamos teniendo entradas de dinero y yo no iba a presionarte a hacer nada que no quisieras, ni te iba a arriesgar. Pero no conforme, también causaste un conflicto cuando te empeñaste en que querías ir a la Universidad y exponerte a vivir una vida normal de adolescente como si no fueras parte de nuestra unión. No solo es tu seguridad, también es la nuestra.

—Pero Changb–

—No, escúchame. Yo trato de ser complaciente y entenderte, sé que odias esto y que si pudieras serías una persona normal. Pero no lo eres, Seungmin. Eres mi hermano y como tal te he tratado todo este tiempo, dándote privilegios y complaciéndote en todo a ver si así dejas de frustrarte por la vida que tienes. ¡Pero no es suficiente! Nunca es suficiente porque siempre terminas haciendo tu voluntad. Y por tu bendita voluntad termino yo pagando las consecuencias.

—¿A qué te refieres?—Preguntó con sorpresa.

—Ayer al enterarse dónde estabas, convocaron a una junta entre los líderes de nuestros negocios. Como sabes, el liderazgo de nuestra unión es algo que se gana a través de votos de confianza de la gente. Pero esos votos que me dieron cada vez se debilitan más por las cosas que haces. Tal vez a mi no me importó perder el negocio de las joyas, pero a algunos de ellos sí y se quejaron por un tiempo. Tú sabes que ellos no querían que tú fueras a la Universidad, pero intercedí por tí. Y ahora esto. Seungmin, me dieron un ultimátum, porque así como yo tengo el poder de hacer y deshacer, ellos tienen el poder de quitarme de esta posición que por años fue de nuestro padre también.

—Bin, yo... no sabía de eso, en verdad. Nunca ha sido mi intención hacerte quedar mal.

—No me haces quedar mal, me haces quedar como un blando y eso es malo. Ellos están complacidos con mi trabajo, pero ven las cosas con los mismos ojos con los que yo veo esta situación entre tú y Wonho. Mi cariño por tí me ciega para hacer las cosas que debo hacer. Pero es que eres mi hermanito menor, Seung, la luz de mis ojos.

Seungmin sintió sus lágrimas picando los ojos otra vez y fue para enterrarse en los brazos de su hermano. No quería que tuviera problemas por su culpa.

—Por eso mismo, el ultimátum te lo doy yo a tí también. Espero que comprendas que no puedo dejarte inmune por lo que hiciste...

—Pero si ya me quitaste a Wonho.—Chilló entre lágrimas.

—No, Seungmin.—Changbin lo separó de sus brazos, tomó una gran respiración, como si necesitara fuerza de voluntad para decir lo siguiente.—De ahora en adelante, si no quieres trabajar en esto, está bien. Pero no irás más a la Universidad, ni te podrás salir tan fácil con la tuya yendo a fiestas o lugares que te pongan en riesgo y vayan a suponer para nosotros un altercado.

Seungmin se separó lentamente, su boca abierta con un pequeño llanto silencioso que le apretujaba la garganta.

—No hablas en serio.

—Hablo totalmente en serio.

—¡No, Changbin, por favor no me hagas esto!—Gritoneó sacando finalmente sus lágrimas.

Felix iba bajando de las escaleras cuando escuchó los gritos a mitad del camino, por lo que corrió rápido hacia el lugar para ver lo que pasaba. Al llegar, se encontró con la escena de los hermanos peleando y el menor deshecho en llanto. Suspiró porque se imaginaba lo que pasaba, él mismo había visto lo preocupado que estaba por el bienestar de su hermano. Felix, aunque no lo creyeran del todo, también había estado preocupado al respecto. Sobre todo cuando escuchó el último lugar donde lo habían visto.

—¡Por favor, Changbin!—Volvió a implorar el menor.

—¿Binnie?—Preguntó sabiendo que iba a interrumpirle. Tal vez necesitaba interceder por el pequeño grano en el culo que era Seungmin.

—Ahora no, Lix.—Dijo cansado y con los hombros tensos.

Sabía que tentaba su suerte, pero algo en la forma en la que el menor suplicaba hacía que la diversión de Felix muriera. Le gustaba molestarlo, desde luego, pero no era tan malo como para desearle un verdadero mal.

—¿Por qué no al menos lo dejas seguir estudiando en línea?

Seungmin parpadeó para deshacerse de las lágrimas en sus ojos, sus pesadas pestañas mojadas ahora más espesas por el llanto y la hinchazón de sus ojos rojos que lo hacían ver como un mártir. Tuvo el impulso de gritarle a Felix que no se metiera, pero antes de hacerlo contempló la propuesta y se dijo a sí mismo que valía la pena intentarlo. Era mejor que nada.

Pero Changbin lo dudó por un momento.

—Esta es mi última palabra por ahora.—Espetó molesto.

Se apresuró hacia las escaleras y ordenó a Felix ir con él. El rubio vaciló un momento, pero decidió que no era su problema.

Un mes, dos meses, tres meses y finalmente cuatro habían pasado con Seungmin en la casa, sin nada que hacer. Había visto el sol solo para tomar un poco de aire fresco en los jardines de su hogar, pero incluso su piel se había vuelto más pálida por el encierro al que él mismo se había sometido. A los dos meses, Changbin le levantó el castigo sobre no salir, y aunque esto solo lo dejaba ir de compras o al supermercado si así lo quería, Seungmin siguió encerrado en su lugar.

Su autoestima estaba un poco por los suelos, había caído en una depresión al no tener nada que hacer y mucho tiempo libre para pensar y reflexionar como todo en su vida se había derrumbado por una estúpida fiesta. También existía el hecho de que empezó a comer y a comer un poco más para escapar de los pensamientos intrusivos que lo acorralaban en las noches, y eso estaba cobrándole factura.

Él nunca había tenido problemas por la comida, pero mirarse al espejo desnudo antes de bañarse se convertía en una tarea difícil cada vez más.

También había estado cantando de nuevo. Amaba tanto el canto desde que tenía uso de memoria, e incluso por un tiempo consideró dedicarse a estudiar música en vez de Derecho. Pero él quería más, él siempre quería pasar sus propios límites y sabía, lastimosamente, que si se presentaba con su hermano y la junta de la unión para decirles que quería ser músico, lo iban a mandar al demonio.

Un buen día en el que estuvo ordenando su cuarto depresivo, con basura e incluso microorganismos vivientes dentro de viejos vasos sucios, encontró una bolsa derrumbada. Era su viejo celular (que decidió ocultar para que le compraran uno nuevo), un brillo labial y unos libros. Recordó de pronto la apuesta.

Miró la pila de ocho libros con tapa dura, rechonchos y pesados de sostener. Se rió con la ironía, aunque se sorprendió de haber burlado a Hwang Hyunjin.

Porque lo había hecho ¿Cierto?

Había escapado con sus estúpidos libros y nunca regresaría. Pero entonces ¿Por qué estaba hojeando a Don Quijote de La Mancha? Primero contempló los años de las hojas bien conservadas, después aspiró el olor viejo de éstas y recorrió con sus dedos las texturas de la tapa y sus relieves. Después leyó el capítulo uno, aunque él se sabía la historia de memoria. Cualquier ser humano había leído ese libro.

Dos horas más tarde y ya había llegado al capítulo treceavo, ahora solo faltaban sesenta y uno. Sus ganas de ordenar su dormitorio pesaron en él, así que lo pidió a una chica de limpieza amablemente mientras él se iba a la biblioteca.

Una semana pasó, y Seungmin ya estaba terminando con el segundo gran libro. Era Moby Dick. Su rutina ahora era leer y leer para escapar de su realidad y entretenerse con algo, se la pasaba en su biblioteca, de tiempo en tiempo añorando aquella majestuosa biblioteca con candelabro y detalles de oro que además contenía una hermosa colección de libros viejos. Se preguntaba si su hermano lo complacería si le pidiera permiso para agrandar la suya propia.

El tercer libro fue Crimen y Castigo de Dostoyevski, leerlo le hizo derramar unas lágrimas y no precisamente por la historia pero por la añoranza de sus estudios. Tal vez muchos odiaban la escuela o la Universidad, pero para Seungmin, sus estudios eran lo único que podían darle algo que había conseguido por su cuenta y no estaba manchado.

Un buen día, entre los muchos en que ignoraba a la pareja de su hermano en el comedor cuando éste no se hallaba en casa, dejó la novela rusa sobre la mesa antes de ir a la cocina para pedir unos waffles. Felix solo se mantuvo al margen un mes, pero después volvió a ser el entrometido de siempre.

—¿Qué tanto lees, Seungmin? ¿Cincuenta sombras de Grey?—Lo tentó.

—Aunque no lo creas, Felix, no todo en la vida tiene que ver con sexo. No creo que sepas lo que estoy leyendo porque solo te la pasas practicando tus gemidos para que sean cada vez más agudos ¿O no?

—¡Y esas notas no las hace ni Mariah Carey aunque luchara por su vida!—Le siguió el juego.—Deberías aprender canto de mí, tal vez así dejes de parecer un coyote con la pata mala.

Seungmin rutinariamente estaba dispuesto a responder con otro ingenioso insulto que le ganara al de Felix, pero se levantó por miel antes de seguir dándole la satisfacción que el rubio obtenía al hacerlo bufar. Era como un juego de sube y baja entre ellos, el ver quien se enojaba primero después de una guerra de insultos pasivo agresivos.

Felix, tan quitado de la pena como siempre, mordió su tostada y con el tenedor levantó la tapa del libro ajeno, poco importándole si le perdía la página. Lo que encontró hizo que el pan seco se atorara en su garganta.

Un libro original de Fiódor Dostoyevski. ¿Qué hacía Seungmin con eso? Y sobre todo ¿Dónde lo había conseguido?

Él solo conocía a una persona en el mundo que podía tener en su poder los libros originales del psicólogo ruso de apellido raro. Aunque nadie lo creyera, había estado atento por un largo tiempo aprendiendo de todas las cosas que Hyunjin hacía o decía respecto a sus colecciones de arte, libros o esculturas. El hombre era realmente un obsesivo respecto a lo que le fascinaba, y quién mejor para saberlo que el propio Lee Felix.

Aprendió a diferenciar los libros y distinguir cuando uno era primera impresión o si eran los únicos registrados en el mundo entero y que estaban en manos de Hyunjin. Conocía esa colección porque varias veces tuvo que quitarla de manos del mafioso para que le hiciera caso en la cama, y regresarlo al estante donde descansaban pulcramente limpios y sin pizca de polvo.

Regresó Seungmin hablando de cómo su aspecto era horrible por las mañanas y que su rubio oxigenado se veía más falso que de costumbre mientras esparcía miel sobre sus waffles. Felix seguía creando historias acerca de cómo podía el niñito haber conseguido ese artefacto. De todas esas ideas, esperaba que la acertada fuera que lo compró en una venta de garage en línea o algo así.

—¿Dónde conseguiste esto?—Pregunta Felix levantando el libro sobre la cara del menor. Él en seguida cambia su actitud pícara a una de molestia.

—¡Deja eso maldita sea!—Exclama arrebatando el libro de ahí.—No te interesa.

—No, sí me interesa.—Respondió alzando la voz como empezó a hacerlo Seungmin también.—Solo hay un lugar de donde pudiste haber sacado ese maldito libro, y más te vale que haya sido del puto Amazon o si no–

—¿O si no qué? ¡Tú no tienes el derecho de reclamarme nada!

—Lo tengo si es verdad lo que estoy pensando, y sobre todo porque si Changbin se entera vas a morir. ¡O peor! Si alguien se entera antes que él, el ultimátum se cumplirá.

Seungmin se quedó quieto, pensando en las posibilidades. Tenía razón y odiaba saberlo.

—No defraudaré a Changbin.

Pero terminar con los libros que le faltaban no contaba exactamente como defraudarlo ¿O sí? Así que lo hizo, y como había prometido, en menos de un mes. No fue exactamente en el mes qué pasó, pero lo hizo en menos de treinta días. No tuvo nada que hacer después de eso, más que sus adoradas clases de canto.

Una noche, se llevó a cabo una fiesta en su casa organizada por Changbin en donde los invitados eran la gente que trabajaba para ellos. Su hermano también mencionó algo sobre recibir a una familia importante con la que querían hacer negocios. Así que había empezado a tomar drinks y, confiándose de lo dulce de las bebidas, se le subió rápido. Su hermano le había prohibido estrictamente emborracharse esa noche.

Resolvió que para que se le bajara, se marcharía un momento a su habitación y pondría a acomodar los libros sobre su estante intentando que no estuvieran tan a la vista. Los borrachos hacen cosas raras y sin sentido, pero las cosas que Seungmin borracho hacía no eran del tipo de terminar bailando sobre una mesa. No, eran del tipo de terminar metido en las manos de un delincuente archienemigo que potencialmente podía aniquilarlo.

Una nota cayó del libro de Melville y recogerla para leerla fue lo más emocionante que había hecho en los últimos meses.

'Oye mocoso, no robarás mis libros ¿Verdad?'

Jadeó. Maldita sea, se sentía como si estuviera siendo observado. Tomó otro libro y lo agitó agresivamente, de cada uno de ellos cayeron notas. Algunas burlándose de él, otras acusándolo de ladrón y otras fingiendo sorpresa. Del último, cayó la que más ruido hizo en su mente.

'Si crees que me ganaste, deberías llamar por tu premio y de paso darme la revancha.
xx-xx-xx-xx'

Un número celular. Lo contempló por un momento y sintió a sus dedos picar. No lo haría.

Al demonio, estaba muy borracho y los pensamientos no filtraban bien, mucho menos si estaba solo en su habitación. Marcó y la línea sonó tres veces antes de que alguien cogiera la llamada.

—¿Bueno?

—¡Te gané!—Dijo en seguida, una risa victoriosa acompañando aquella afirmación.—Te gané y ahora me debes un premio.

El hombre se rió lánguidamente.

—Ayy, mocoso. Perdiste. La apuesta era en un mes, y ya pasaron cuatro meses. Eres un pequeño ladrón.

—No especificaste en qué mes.—Hipó Seungmin aún contemplando la tarjeta. La música en la primera planta retumbaba un poco.—Empecé a leerlosss hace un messs.—Sus 'S' marcándose agresivamente por su boca dormida.

—No esperas que de verdad te crea ¿O sí?

—Yo nunca miento...

—Mhhmm.—Lo pensó Hyunjin. Cayeron en un silencio prolongado.—De todas formas, yo no puedo comprobar que lo que dices es verdad. Pero necesito mis libros de regreso.

—Te losss daré sssi me dasss mi premio.—Condicionó como respuesta. Estaba hundiéndose él mismo sin saberlo.

—Lo haré si vienes a mi casa.

—¡Hey! Mándalo por Uber o algo así.

—¿Quién es el que quiere ese premio?—Touché.—Si prometes ser bueno y discreto, puedo mandar a alguien para recogerte.

Seungmin se acostó sobre su alfombra, enfocando la mirada en el techo para intentar ver claro.

—Seré bueno, Hyunjin.



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jajsk we, el seungmin si está bien baboso en esta parte de la historia, primer aviso

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