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Ella

Nota de la autora: Reproduzcan el audio cuando Adrien está en el recibidor  y disfruten la lectura.
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—No tiene permiso para decirme esas cosas. Ante todo soy una dama. —estaba dispuesta a lanzar su yoyó.—¿Plaga? por lo que entendí son Kwamis...chevalier Noir.—Le extendió su mano cordialmente manteniendo su línea.—Es un honor para mi tener a un compañero de aventuras, mi nombre es Ladybug, y como creo suponer, ya le contó su ser mágico nuestra misión ¿no?

—Algo me comentó, pero sin duda no me dijo que tan bella señorita es mi compañera —le Sonreía coquetamente al acercarse pero  escuchó pasos a lo lejos que seguro se trataba de alguien buscándole. Tomó a Ladybug por la espalda y la acercó a él tapando su boca y ocultándose más entre el árbol, en un inicio ella opuso resistencia. —Shh, vea allí My lady. —le susurró enseñándole quien venía, se trataba de su padre que en efecto le buscaba gritando su nombre por los aires con molestia.

En cuanto se fue soltó a Ladybug, y besó nuevamente su mano.

—Soy Chat Noir My lady, a sus servicios. —le hizo una reverencia —Ahora me debo ir, invadir propiedad privada como esta es un problema incluso para los gatos como yo y las catarinas como usted.—le guiñó un ojo y se retiró, pensaba en preguntarle como había encontrado uno de los terrenos de su padre pero debía alistarse ya que tener problemas con su padre era lo que menos quería el recién llegado.

Entró en sus aposentos y uso los atavíos mas casuales y elegantes que encontró, no quería ser excesivo ni molestar a su padre.

—¿Como será ella?—Suspiró pensando en que lo mas probable era que se casara con aquella chica que ni conocía, si las cosas fuesen como su madre le había dicho, él habría de desposar y darle su apellido solo a la bella dama que se robara sus suspiros, porque ella decía que los hombres suelen ser mas sinceros y claros con sus sentimientos, y que una vez los tienen son mas reales que los de cualquiera. Sin embargo le recordaba que eran sentimientos diferentes al sucumbir de la carne, eso en definitiva le había ocurrido con la enmascarada LadyBug, quien le pareció sumamente hermosa.

En cuando Chat la soltó, LadyBug dirigió su vista encontrando a lo lejos a un hombre muy bien parecido pero mayor quien portaba unos lentes y un traje muy elegante con un semblante furioso y de alguna manera era intimidante.

— Bueno siendo así, lo mejor es irme. Gracias lo tendré en cuenta —Se separó de él y  sacudió un poco la parte baja del vestido, en verdad era un atuendo muy lindo, si hubiera una oportunidad le gustaría llegar a ser alguien reconocida en el mundo de la moda.—Nos vemos.—Lanzó su yoyó balanceándose por los aires para con cuidado entrar a su habitación. — Adelante —ordenó entrar una vez se desvaneció su transformación y se colocó en su cama despreocupada.— Está bien Luna, déjalo ahí. —Le pidió a la mucama la cual le traía la muda que debía usar para conocer a su prometido.

Marinette se maquillaba en el espejo de su cómoda mientras no podía evitar tener esos pensamientos con respecto a su próximo compromiso ¿De verdad era algo que les favoreciera? ¿Él era alguien bueno? ¿Digno? Y lo más importante; ¿Él estaría de acuerdo.

Adrien una vez listo notó que el tiempo había pasado tan lento que aun restaba casi una hora para conocer a la enigmática prometida que se le imponía, rogaba a todos los dioses que existiesen que al menos fuera una agradable persona.

Tomó su violín y se sentó en el jardín a las afueras de la mansión, Tocando con toda su alma y corazón y lo disfrutó como hacía mucho tiempo no había podido, se dejó llevar entre las notas y la melodía que crecían con él, cerró sus ojos para solo disfrutar del viento moviendo su cabello y el suave aroma de las flores; un dulce perfume también empezaba a sentirse sin embargo no abrió sus ojos ni dejó de tocar.

En cuanto a Marinette terminó de arreglarme muy a su pesar, no puso mucho empeño a su vestuario; quería que aquel hombre le detestara, pero su madre no le gustó lo que había escogido y le mandó a cambiarlo, faltaba una hora de camino.

— ¿No creen que es absurdo todo esto?—Preguntó a sus padres, los cuales sólo le voltearon a ver con un signo de desaprobación a lo dicho mientras subían a los caballos — Ok está bien —Soltó resignada

—¡Ay cariño! ¡Vamos! Cambia esa cara, verás que el joven Agreste será una magnífica persona y que terminarás amándolo como nos pasó a tu padre y a mi ¿Verdad Tom?—Preguntó la mujer a su esposo. El cual asintió con una gran sonrisa sin despejar la vista del camino.

—No lo creo madre pero gracias por tratar de aminorar mi pesar. —Respondió a su progenitora — Por lo menos espero que sea alguien con quien tenga cosas en común para que compartir mi vida junto a él sea agradable. —Suspiró cansada de todo.

El chico luego de tocar una que otra pieza en su violín se dispuso a seguir con el piano que estaba en el recibidor, empezaba a sentirse nervioso, alguna especie de presentimiento lo ponía alerta y se preguntaba tantas cosas ahora tales como ¿Qué tenían los Dupain que los Agreste necesitaran?, ¿O como seria la chica?. Aún ni siquiera conocía el tipo de chica que le agradaba, nunca tenía tiempo para nada que no fuese estudiar o entrenarse, tocó melodías cálidas y alegres para intentar calmarse pues amaba la música, se llevaba tan lejos la realidad y limpiaba invadiendo cada lugar con su sonido.

La puerta se abrió en seco parecía que alguien había corrido para abrirla, se quedo estático y sorprendido.

— B-buen día.—Saludó aun recuperándose de la sorpresa

Se trataba de los Dupain que por fin habían llegado a la mansión de los Agreste, era muy hermosa y eso la chica no lo podía negar; sus jardines, alrededores y sus fuentes eran simplemente lo mejor.

—Buenos días —Respondió Marinette al saludo evitando ver a aquella persona que tenía presente, pero su madre le dio un golpecito discreto en el costado izquierdo que la hizo levantar el rostro — Bounjur M. Agreste — Se encontró con unos hermosos orbes verdes, a su parecer era guapo ¡Muy guapo!  pero no podía dejar de recordar que iba a hacer su carcelero de alguna forma. —E-es un ho-honor estar aquí.

El joven se levantó del piano y se acercó a la familia Dupain, él pensaba al ver a la hija que era realmente una obra de arte, toda una musa de rasgos delicados, ojos azules como el cielo, y figura angelical.

— Disculpen que los reciba sentado tocando el piano, sean bienvenidos. —Exclamó en tono apenado, si bien la chica lucía bien, tenía claras dos cosas;  la primera es que no le quitaba el aliento ni conocía su personalidad y la segunda; es que a pesar de ello él no seria grosero en ningún momento hacia su persona.

—¡Para nada querido! Toca usted de maravilla. —Mencionó la madre de la fémina con su tono de entusiasmo de siempre.

—Por favor acompañenme al comedor, les espera un banquete de bienvenida. —les hizo una pequeña reverencia, indicándoles el camino, mientras prestaba atención a todos los invitados por igual.

Caminando por el pasillo de la mansión en este se podrían encontrar muchos cuadros de momentos que aquel chico, del cual no recordaba su nombre, compartía con su familia.

—Buenos días Señor Agreste, su casa es hermosa. —Halagó al que sería su futuro suegro.

—Me es grato recibirlos aquí familia, son los invitados de honor esta noche. —Habló el anfitrión, dueño de todo aquello.

—Gracias.—Respondió al sentarse  pues aquel chico de cabellos dorados había retirado la silla para la menor, quien hizo mentalmente de la primera cualidad que notó en él; era caballeroso, un gran punto a su favor, pero ni eso la haría sentir algo por él.

No despertaba interés en ella.

Al haber retirado las sillas de ambas mujeres se sentó observando cada detalle de su nueva prometida, en el fondo se sintió algo aliviado ya que le parecía una tierna y delicada que probablemente escondía una tormenta en su interior. No le quitó la vista de encima salvo cuando era necesario, o se le preguntaba algo, en cuanto ella lo notó sus mejillas se sonrojaron gesto divino al que solo pudo sonreírle gentil.

En el fondo él deseaba que fueran amigos, ya que pocas veces podía llamar a alguien amigo... Toda su vida se dividía entre lecciones y entrenamientos.

—Mi hijo le enseñará a su hija el lugar por supuesto, ¿Verdad Adrien?—Intervino el Adulto sacándolo de su trance.

—Eh, si claro por supuesto sera un honor. —Se levantó y reverentó hacía la señorita Dupain y le alcanzó su brazo para que lo sostuviese al emprender camino, gesto que no dudó en seguir rápidamente pero estaba nerviosa al hacerlo. Su mirada todo el tiempo encima de ella le hizo sonrojar y lo peor es que él lo ha notado.

—Y dígame Mounseiur ¿Cuales son sus aspiraciones en la vida?—Posó su mirada en el recorrido por el pasillo de aquella casona mientras daba pie a la plática.—Si nos vamos a casar por lo menos necesito saber un poco de usted ¿No lo cree? —Volteó a verlo.

El rubiales la vió con algo de cautela a la señorita Dupain dándose así cuenta que ella estaba de acuerdo con este arreglo, o al menos eso parecía

— En evidencia señorita Dupain, debemos conocernos bien primero y...—Se acercó para susurrarle al oído— ya luego usted decidirá si quiere desposarse conmigo o no ¿Le parece bien?—Ofreció haciendo que la chica se sorprendiera, la llevó hacia el jardín, su lugar favorito; Allí había una elegante mecedora colgante para dos, la invitó a sentarse y acto seguido lo hizo él quedando cerca de ella.

—Disculpe señorita Dupain la recordaba algo mas grande.—Soltó pero se levantó al ver su incomodidad y sonrojo, giró hacia tras de ella y la meció un poco con mucha delicadeza. — Pues verá Lady Dupain, mis aspiraciones tal vez le resulten decepcionantes, yo amo la música pero padre dice que solo debo usarla para causar buenas impresiones, amo la esgrima y el deporte mas me dicen que no deberé luchar en batalla; básicamente mis aspiraciones personales son algo vanas y nada comparadas con las que tiene mi padre pensadas hacia mi persona y la suya claro.—De nuevo le susurró en el oído, quería que le conociera simplemente tal como era, si no era de su agrado no había porque obligarla a ser su esposa.—Y más que nada mi aspiración es desposarme con la persona que ame, ¿Y las suyas señorita Dupain?.

—Para mi desgracia señor Agreste, no tengo voluntad propia en este tipo de convenio.—Se sujetó fuerte de la mecedora —Tendremos que casarnos queramos o no.—bajó la mirada.—Al contrario, sus aspiraciones me parecen simplemente fascinantes y y...yo —tartamudeó un poco ante el sonido de su voz muy cerca.—Yo quiero aprender algo de mandarín, no se me da muy bien a pesar de tener familia que hable con tanta fluidez, además quiero aprender todo del ramo de la moda pero mis padres lo consideran algo no digno para alguien como yo.

—le Sonrió él —Creo que en eso nos parecemos ¿No?

Ella abría su corazón tal y como él lo hacía con el  suyo, lo cual le hacía pensar que era hermosa y fascinante pero sus metas le parecían aun más asombrosas; buscando salir del estigma de su nombre ¡ah! esa era la mas deliciosa tentación.

— le Sonreía con anhelo—En efecto, nos parecemos más de lo que pensaba, creo que yo podría ayudarle con el idioma. Acabo de volver de culminar mis estudios allí y seria todo un placer compartir ese conocimiento con tan adorable dama y respecto a lo del matrimonio, si no hay mas remedio y yo no me he ganado su corazón ni usted el mío — le extendió la mano en forma de camaradería.— prometo ser quien la ayude a escapar directamente y la lleve a la academia de madame la tourre, la mas grande diseñadora de toda la nación. Soy bastante apreciado allí.

En serio quería ganar el corazón de la chica, no como su padre esperaba pero ansiaba ser su valioso amigo y confidente.

—¿Amigos, señorita Dupain?—Propuso extendiéndole su mano para que la estrecharan.

—Me parece un trato justo  acepto que usted sea mi mentor en el idioma. Será todo un honor que un caballero como usted Señor Agreste lo sea.—Sonrió ampliamente—Suena un tanto descabellado huir pero dejemos que las cosas fluyan ¿no? La verdad venía con toda la intención de hacerle la vida imposible pero me da una impresión de confianza, aunque temo decirle que... —Se acercó a su oído para susurrarle —Si se atreve a sobrepasar la raya o intenta hacer uso de algún método para hacer algo indebido —Se posicionó en modo de defensa —le partiré su linda cara.—Luego de aquella advertencia tomó la mano para estrecharla con la de ella —Aún así, acepto ser su amiga Adrien.

—Ah, así que tengo una linda cara—le Sonreía coqueto pero al cabo de unos segundos volvió a serenarse. —Descuide señorita Dupain no soy de los que gusta de sobrepasarse, además usted sería la segunda chica con la que no tengo un contacto estrictamente laboral. A parte de mi madre claro. —Giró la vista para mirar al infinito cielo. —No se muy bien tampoco que es pasar tiempo con una amistad así que en serio aprecio que lo aceptara. —Empezaba a hacer frío y la chica a encogerse para ganar calor así que se retiró el gabán y lo posó sobre sus hombros. —En serio gracias por retractarse de su plan, ¿está bien si la llamo Marinette de ahora en adelante?—Le preguntó dulcemente.

—Supongo que esta tan acostumbrado a escuchar ese tipo de comentarios que ya hasta los cree. —le sonrió devolviendo la coquetería —¿Su madre?—Notó la mirada melancólica que dio al cielo —¿Necesita desahogarse? Ande sólo dígalo y yo lo escucharé, para eso somos los amigos ¿No?—Se abrazó con su gabán ya que estaba haciendo un frío tremendo. —Usted sería mi tercer amistad aparte de mi mejor amiga; la señorita Cèsaire  y otro joven que tengo mucho no veo, espero sea igual de grato el trato tanto como lo tengo con ellos.—caminó un poco más por los jardines deteniéndose enfrente de una fuente hermosa.—Será maravilloso escuchar mi nombre de labios de mi ahora amigo.—Expresó mientras Jugaba con la cascada que se formaba en aquella fuente —¿Estás de acuerdo con todo esto? —Volteó su mirada a él sin quitar su mano de la fuente.

El heredero Agreste remojó sus manos un poco con el agua que caía antes de contestar.—Pues veras Marinette, mi madre es la única mujer que he amado hasta hoy, la única que ha sido mi amiga y confidente, quien me enseñó el valor del amor, se que los intereses de nuestros padres se anteponen a nuestros sentimientos. No me mal intérpretes, quiero decir, ¿quien no caería enamorado a sus pies? Es bella, dulce, encantadora y a la vez firme y fuerte, me atrevería a decir que un poco salvaje —le Sonrió guiñándole un ojo.—sin embargo...—volvió a su melancólica expresión— es algo repentino y no sabría que pensar al respecto. —la vió directo a los ojos — Y tú ¿Qué piensas de ello?

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