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[ O13 ⚊ Bienvenido al infierno ]

Sus huesos crujieron apenas se incorporó; su espalda dolía como el demonio, y más aún su cuello. Había dormido muy mal en aquel mueble largo de cuero negro que estaba en su habitación. Era muy suave y cómodo, nadie negaba eso, pero solo servía para acostarse en las mañanas mientras disfrutabas de unas cuantas películas o te entretenías con el celular. No era un lugar en el cual pudieras dormir tus ocho o diez horas completas con libertad.

No era recomendable, especialmente si estás acostumbrado a dormir en una cómoda y amplia cama, con un montón de suaves almohadas a tu alrededor.

Jimin estaba acostumbrado a eso; su cuerpo frágil no soportaría dormir en un lugar que no le resultara cómodo.

Pero, para ser sincero, no le quedó otra opción.

—Ni creas que vas a compartir cama conmigo —fue lo que le dijo su esposo cuando Jimin estuvo a punto de acostarse en el lado derecho de la cama. Ya estaban ambos aseados y listos para dormir después del extenso y cansado viaje.

—¿Y dónde quieres que duerma? —preguntó con voz apagada, ya que solo había una cama.

—Ese no es mi problema. Aunque, espera, hay un gran mueble ahí —señaló sin interés y simplemente se acostó en el centro de la cama matrimonial, con los brazos y piernas abiertas, disfrutando de la comodidad.

Jimin no pudo evitar que su corazón doliera por sus palabras y, sobre todo, porque JungKook no quiso dormir con él.

—¿Qué te pasa? —preguntó sin interés JungKook al verlo con una mueca en los labios y con la mano derecha en el cuello, dándose pequeños masajes. Él ya estaba listo para salir a desayunar.

—Me duele la espalda y el cuello —respondió Jimin con un puchero en los labios.

—Dúchate y se te pasará. Y que sea rápido, tenemos que ir a desayunar. Tengo demasiada hambre y sabes muy bien que no comimos nada por descansar —dijo con el ceño fruncido. Sacó su celular del bolsillo de su bermuda y comenzó a teclear algo mientras salía al balcón de su habitación.

Jimin lo miró con ojitos de cachorro, aunque este no lo veía. Tenía unas inmensas ganas de llorar, pero si lo hacía, su esposo se enojaría mucho más y no quería eso. Así que, con un puchero en los labios y tragándose su dolor, se levantó del mueble y se dirigió al baño dispuesto a asearse.

La brisa del día estaba helada; el cabello de ambos danzaba al ritmo de ella mientras esperaban su desayuno. La vista hacia la playa era demasiado hermosa. A Jimin se le hacía agua la boca por ir a pasear alrededor de ella con los pies descalzos, ver las tortugas gigantes más de cerca, las aves y el resto de animales. Pero quería hacer todo eso junto a su amado esposo.

—¿Después de desayunar podemos ir a pasear? —preguntó con cierta timidez en su voz.

JungKook apartó su mirada de la pantalla de su celular y lo miró directamente a los ojos con el ceño fruncido.

—Si quieres ir, lárgate solo, a mí no me molestes —volvió su mirada a su celular.

—Pero JungKookie, es nuestra luna de miel —dijo, su voz se escuchaba triste—. Por favor —rogó mientras sus pequeños dedos comenzaban a rascar suavemente la mesa por los nervios.

JungKook puso los ojos en blanco y suspiró cansado mientras guardaba su teléfono en el bolsillo de su bermuda.

—De acuerdo, si así me dejas en paz, está bien —respondió resignado, aunque más que todo porque tenía algo malvado planeado en su cabeza, algo infantil pero que fastidiaría a Park un instante o una noche más.

—Gracias, te amo —sonrió, y sus ojitos se formaron en una bonita media luna.

—Como sea —dijo sin ganas.

—Sus desayunos, señores —interrumpió uno de los trabajadores del hotel en el que se hospedaban, dejando los platos, tenedores y cafés frente a cada uno—. Buen provecho —se despidió con una sonrisa, dejándolos solos de nuevo.

Jimin vio fascinado los platos. Se veían tan sencillos pero a la vez tan bonitos.

—¿Cómo se llama esto, esposito? —preguntó sin poder dejar de ver su plato.

—Según el chico, dijo que era pescado frito con harina, los plátanos o verdes aplastados se llaman patacones y una ensalada con tomate, cebolla colorada, limón y lechugas de adorno —explicó. No tenía ganas de regañarlo, tenía demasiada hambre para hacerlo justo ahora.

Jimin lo escuchó maravillado. Iba a comer comida latina por primera vez, una con unos nombres demasiado largos y extraños, de los cuales solo reconoció el gran pescado a primera vista. Agarró el tenedor y pinchó uno de esos patacones, como dijo su esposo que se llamaban, y se lo llevó a la boca.

—Está duro pero crujiente a la vez —comentó al dar la primera mordida—. Está muy rico —comenzó a masticar con gusto.

El desayuno fue demasiado agradable y especial, aunque solo lo fue para Jimin, ya que JungKook solo quería llenar su estómago.

—Vamos a pasear —dijo Jimin emocionado, levantándose de su asiento. Sus cabellos rubios lacios resaltaban con la luz del sol, dándole un toque brillante y lleno de vida. Su vestimenta era igual de varonil que la de su esposo, aunque su cuerpo no resaltara aquello.

JungKook se levantó perezosamente de su asiento y siguió los pasos animados de Jimin, quien corría con los brazos abiertos hacia la orilla del mar.

—JungKookie, tienes que ver esto, es muy grande, mira —se refería a una tortuga. Nunca en su vida había visto una tan grande de cerca—. Tómame una foto —pidió amablemente con ese toque dulzón que tanto fastidiaba a JungKook.

—Tú sí eres irritante. Te acompaño para que me dejes tranquilo, ¿y tu palo de selfies? —preguntó fastidiado.

—No lo traje porque pensé que no lo íbamos a necesitar...

—Es que tú nunca piensas, Jimin —interrumpió—. Todo lo que haces, siempre lo haces sin pensar —dijo molesto, masajeándose la frente, irritado—. Dame tu teléfono —pidió con la poca paciencia que le quedaba.

Jimin agrandó sus ojos y mordió levemente su labio inferior debido a los nervios.

—E... es que tampoco lo traje —arrastró sus palabras, asustado, mientras agarraba el filo de su camisa blanca y su mirada se perdía en la arena, esperando un posible regaño.

—Jimin —su voz era grave e irritable—. Sabes, no tengo ganas de discutir contigo; es una pérdida de tiempo. El día y el lugar son tan bonitos que no los voy a arruinar por tu causa —suspiró frustrado.

—Lo siento —se disculpó, sin poder mirarlo aún, por la pena.

¿Por qué tenía que ser el causante de todos los disgustos de su esposo?

Tonta, eres una tonta, Jimin —se regañó mentalmente.

—Ponte al lado del animal pero no tan cerca, es prohibido tocar y molestar a los animales aquí —ordenó su esposo, sacando su celular.

Jimin alzó la mirada, sorprendido al no recibir un regaño por parte de su esposo, y sonrió con inocencia. Tal vez, solo tal vez, pensó que era un pequeño avance con él.

Pero qué equivocado estaba.

Las horas transcurrieron lentamente; todas ellas fueron disfrutadas de manera grata y alegre por Jimin.

Disfrutó mucho junto a su esposo, aunque JungKook no perdió en ningún segundo ese semblante serio que lo caracterizaba cuando estaba a su lado. Eso era lo de menos; JungKook siempre había sido así con él, así que no le sorprendía su actitud. Estaba tan acostumbrado.

Estaba feliz, tanta era su felicidad que su corazón latía con fuerza dentro de su pecho.

Esta era la segunda noche cerca de él en un solo cuarto, solo los dos como esposos, como una pareja casada. Aunque la noche anterior no fue tan bonita como la esperó, lo verdaderamente importante es que la había pasado a su lado, y eso era más que suficiente.

Ambos estaban aseados después de haber comido la merienda, después de haber caminado todo el día sin descanso, y haber aprendido un poco de cosas maravillosas de Ecuador y, sobre todo, de aquella hermosa Isla Isabela que era la cual se encontraba, ya que Galápagos contaba con 113 islas las cuales 13 eran islas grandes, 6 medianas y el restante solo eran rocas e islotes.

—¿Qué haces, esposito? —preguntó al verlo pensativo en el balcón de su habitación.

—Nada, solo estoy disfrutando de la noche —contestó calmado, sin un toque de agresividad como solía responderle, y eso hizo que sus ojitos brillaran con ilusión.

—¿No tienes frío? —preguntó Jimin, a diferencia de él que estaba muy abrigado de la cabeza hasta los pies. JungKook solo tenía una camisa fina blanca con un pantalón de chándal.

—No —contestó viendo el cielo estrellado—. Está muy oscuro, la oscuridad es muy bonita, ¿no lo crees?

—Es bonita si tú estás a mi lado; a mí la oscuridad me da mucho miedo.

—Miedoso como siempre —sus labios se torcieron en una sonrisa y apartó su mirada del cielo, dirigiéndola hacia él.

Jimin se puso tímido al tener esa atención de su esposo. Sus mejillas se tiñeron de rojo de una manera tan bonita, aparte de que su naricita ya estaba roja por el frío.

—¿Tienes frío? —preguntó JungKook.

—Sí, mucho —respondió Jimin, acomodando su gorrito de lana con orejas.

—Espera aquí, te voy a traer un edredón calientito que vi en el armario —dijo con amabilidad.

Esto debía ser un sueño, un bonito sueño para Jimin, del cual no quería despertar.

Jimin asintió y se quedó admirando las estrellas por su esposo. Pasaron unos tres segundos cuando escuchó pasos tras él de nuevo.

—Toma —escuchó decir. Giró feliz sobre sus talones, y fue entonces que JungKook le lanzó el grueso edredón en sus manos, junto con una almohada.

No tuvo tiempo ni de reaccionar.

JungKook entró rápido a la habitación y cerró las puertas de vidrio templado con seguro.

—¿JungKookie? —se acercó a la puerta de vidrio aún anonadado. JungKook lo veía tras la puerta con una sonrisa cínica en sus labios.

—Buenas noches, Jimin. Sueña con los angelitos —cerró las cortinas blancas.

—No... no, JungKookie. Si quieres, duermo en el mueble de nuevo, pero no me dejes aquí, por favor —su voz estaba temblorosa por el miedo.

—Dije buenas noches, Jimin —alzó la voz desde adentro.

—Me... me da miedo la oscuridad —susurró, sabiendo que su esposo no daría un brazo a torcer.

JungKook se acostó complacido en la cama, su mirada entretenida en la pantalla de su celular.

—Bienvenido al infierno —sonrió con malicia.

Lágrimas comenzaron a recorrer los preciosos mofletes rojos de Jimin, y comenzó a ver aterrado a su alrededor. Todo estaba solo y con una oscuridad intensa. Tenía miedo, mucho miedo. La oscuridad no le gustaba, nunca le gustó, y le aterraba.

Pero a su JungKookie, parecía no importarle aquello.

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