[ O12 ⚊ Luna de Miel ]
|Pasajeros del vuelo 113 con destino a Ecuador, por favor acérquense a la puerta de embarque.|
—Ese es nuestro vuelo, JungKookie —dijo Jimin emocionado, sosteniendo sus maletas con sus pequeñas manos.
JungKook lo miró de reojo, molesto. No sabía qué cruzaba por la cabeza de Jimin; se suponía que debía estar desanimado y sin ganas de ir a ninguna parte. Se suponía que le había arruinado las ganas de ir a un lugar determinado, para ir a un pequeño país de Latinoamérica, fuera del límite de ambos.
Estuvo horas buscando en el mapamundi un lugar lejos de su país y que fuera pequeño, nada atractivo según las expectativas de cualquier persona que pensara en un viaje a París, Inglaterra o cualquier otro lugar que las personas soñarían visitar.
Jimin quería ir a Disney. De todos los lugares bonitos y turísticos que existen en el mundo, Jimin quería ir a ese infantil lugar, qué horror. Pero el asunto no era el lugar, sino las ganas de comenzar a fastidiarle la vida a ese ser que arruinó su vida. Así que sugirió Ecuador con la intención de desilusionarlo y arruinar sus ganas.
Pero no, cuando él dio su opinión de dónde quería ir, Jimin no tuvo objeción alguna. Fue el primero en aceptar solo por el hecho de que él lo dijo.
Eso era agobiante. ¿No tenía decisión propia?
—Aún no entiendo por qué decidieron ir a ese país tan pequeño para su luna de miel —opinó la señora Jeon—. Sinceramente, incluso Japón estaría mejor.
—Corea puede que sea un poco más grande que Ecuador, pero no quita que nuestro país también sea uno de los países pequeños de Asia, así que no entiendo sus palabras, madre —contraatacó JungKook con fastidio. Cualquier decisión que él tomaba les parecía incorrecta; es más, nada de lo que decía les parecía correcto, y eso le molestaba.
—A mí me parece bien, madre —intervino Jimin con una sonrisa en sus labios. Le gustaba mucho poder decirle ahora "madre" a su suegra y tía a la vez—. Uno de mis sueños también ha sido visitar cualquier país de Latinoamérica. Ecuador está bien para mí —terminó de decir.
—Bueno, si a ti te gusta, todo está bien entonces, cariño —respondió con cariño la señora Jeon, y JungKook revolvió los ojos.
Todo Jimin. O sea, si hubiera sido él quien no quisiera ir y el tonto del esposo sí, de seguro lo hubiesen obligado a ir, pero como se trataba de Jimin, todo tenía que ser según sus gustos. Qué coraje, tenía demasiado coraje.
Jimin, Jimin, Jimin. Exactamente, todo se basaba en él.
Odiaba ese favoritismo.
—Por cierto, ¿dónde están mis padres, madre? —preguntó Jimin al no verlos junto a ella.
—Tu querida madre fue a acompañar a tu tío y a tu padre a la salida del aeropuerto. Tienen un asunto demasiado importante que atender, ya que han suspendido como dos veces la reunión con el presidente de una de las cadenas alimenticias más importantes de Inglaterra y pues no pueden darse el lujo de perder aquella alianza —explicó.
—Entiendo —asintió—. Entonces aquí la espero para despedirme de ella aunque sea. Aún faltan como 25 minutos. ¿Podemos esperar, JungKookie, verdad? —preguntó con una sonrisa en sus labios.
—No —su respuesta fue tajante—. Vámonos, no escuchaste que ya nos están llamando. Este es el momento.
—JungKook, ella quiere esperar a su madre, no seas así, hijo —su madre lo miró amenazante, pero él no doblegó su mirada.
—Solo serán unos minutos, JungKookie —su emoción se desvaneció, justo ese era su objetivo, hacerle perder ese brillo en sus ojos, y lo logró.
—Bueno, si es lo que quieres —dijo con una sonrisa ladina.
—Gracias, esposito.
—Pero yo me voy —dicho lo último, giró sobre sus talones, dando por terminado el asunto.
Caminó victorioso. Se sentía bien hacerlo sentir así, se lo merecía por meterse con él.
—¿JungKookie? —escuchó su irritable voz tras él, corriendo torpemente con sus dos pesadas maletas que se iban de un lado a otro por las ruedas—. Espérame —dijo una vez estando a su lado, agotado.
—¿Qué haces? ¿No dijiste que te querías despedir de tu mamá? —su voz era áspera, seca, sin ninguna clase de emoción al referirse a él.
—Le dejé un recado con mi suegra.
—¿Suegra? —soltó una risa sin ganas al escucharlo decir aquella palabra con tanta naturalidad.
—Sí —dijo Jimin con ingenuidad, sin notar su tono sarcástico—. Aunque no entiendo por qué no quisiste esperar un ratito más —susurró triste.
—Tuviste la opción de quedarte, pero no quisiste. Es tu culpa, no mía —su mirada iba hacia el frente; no quería verlo.
En todo el camino fueron en silencio. Ninguno de los dos soltó palabra alguna. Jimin estaba triste porque no pudo despedirse de ella aunque sea; sería una semana que no la vería, bueno, que no los vería, incluyendo a su padre, y eso lo puso un poco decaído.
Pero como dijo su JungKookie, era su culpa.
—Bienvenidos, señores, a uno de los lugares turísticos de Ecuador, las Islas Galápagos. ¿Me permiten sus maletas? —pidió amablemente el señor que los había llevado ahí.
A Jimin le brillaban los ojitos otra vez. Estaba maravillado por el acento del señor. El lenguaje latino era tan bonito y extraño a la vez. Era la primera vez que lo escuchaba personalmente de un verdadero latino, no de sus maestros coreanos que le enseñaban español. Era una experiencia demasiado increíble. El español siempre se le hizo difícil. Hace tiempo que quería aprenderlo, pero nunca lo entendió y simplemente abandonó. Incluso sus profesores querían llorar por su torpeza, ya que del "hola" y "adiós" nunca pasó.
La playa estaba hermosa, y lo que más llamaba su atención eran las tortugas gigantes que allí yacían, junto con unas aves de patas azules y plumas bonitas.
Ya deseaba dejar todo en su habitación y dar un paseo junto a su amado por aquel hermoso lugar. Estaba bastante entusiasmado. Su esposo se había esmerado tanto en escoger un lugar fantástico para él.
—¿Me permiten sus maletas? —volvió a pedir el señor amablemente, pero Jimin no comprendía su idioma.
—¿Qué dijo, esposito? —preguntó. A diferencia de él, JungKook sí aprendió el idioma. Fue el primero en hacerlo, ya que aquellas clases de idiomas siempre las recibían juntos.
JungKook lo miró, irritado. Estaba cansado; al fin habían llegado, después de veintiocho horas en avión, ya que tuvieron que hacer escala en Los Ángeles y tomar otro avión rumbo a Guayaquil, más dos horas en yate hasta la isla, porque así lo quiso el empalagoso de Jimin. Estaba muy cansado, tanto que solo quería dormir por hoy. No tenía ánimos de ser traductor.
Pero se le prendió el foco. Algo malvado se le había cruzado por su cansada mente.
—Dijo que lleves tus maletas hasta el cuarto, y que de paso lleves las mías también —respondió con una sonrisa maliciosa en sus labios.
—¿En serio? ¿Pero por qué? —preguntó curioso—. En todos los países que hemos ido, llevan nuestras maletas a la habitación —hizo una mueca descontento.
—Pues esas son las tradiciones aquí. ¿Acaso te estás quejando? —frunció el ceño.
—No, no —su respuesta fue un poco torpe—. Está bien, pero tú me ayudarás, ¿verdad? —sonrió.
—No. El señor quiere que tú las lleves, no puedo hacer nada. Vamos, llévalas al segundo piso. Una última cosa, aquí no hay ascensor; tendrás que usar las escaleras —miró hacia otro lado, tenía unas inmensas ganas de reírse.
—Pero JungKookie —abultó sus labios—. ¿Qué clase de país es este? —dijo entre dientes y miró mal al señor para entrar primero sus maletas a regañadientes.
—¿No quiere que le lleve las maletas? —preguntó el señor confundido, mirando cómo el chico rubio luchaba con ellas.
—No. Él quiere llevarlas todas solo para demostrar lo fuerte que es. No puedo hacer nada cuando se pone así de testarudo, así que no se preocupe. Yo tampoco puedo hacer mucho para convencerlo —se encogió de hombros desinteresado y le regaló veinte dólares más de lo acordado al señor por su servicio del yate hasta ahí. El señor agradeció antes de irse, y fue cuando ya se había ido del todo que JungKook no pudo evitar reír a carcajadas.
Después de todo, se iba a divertir mucho en aquel lugar.
—Te dije que haría de tu vida un infierno —sonrió complacido. Sería una buena semana.
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