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Prólogo.

El ir al hospital jamás fue un terror para el pequeño Junwon, de hecho, consideraba que su padre temía más en cada visita que daban que él mismo. No lo malentiendan, su padre a veces exageraba las situaciones y con un mínimo que se sintiera mal, ya era suficiente como para llevarlo corriendo a que lo checaran.

Aquel día había sentido una molestia en el estómago, culpaba a los dulces de la hora del receso, y cuando sus amigos le avisaron de su dolor a la profesora ella no dudó en llevarlo a dirección para que fueran a recogerlo. Su padre estaba trabajando y no quería molestarlo, pero cuando la directora se percató que no contestaba recurrió a su tía, la cual no dudó en ir por él.

Balanceaba sus pies en la gran silla de espera, mientras su papá seguía hablando con su tía sobre de que aún no pasaban con el doctor. Él parecía muy preocupado y eso le molestaba un poco, creyendo que estaban exagerando la situación, pero ante las palabras de su tía, su situación estomacal parecía casi algo de muerte.

Miró al reloj con desinterés, y antes de que pudiera decirle algo a su papá sobre que ya había pasado su hora de permiso, su nombre fue mencionado por una voz masculina.

—¿Jeon Junwon?

—¡Aquí! —gritó mientras saltaba de la silla y jalaba la mano de su padre hacia el pasillo.

El enfermero les regaló una sonrisa y los guió hasta un pequeño espacio donde le indicó que se subiera a la báscula donde tomaría su estatura y peso; Luego siguió a un pequeño banco donde lo ayudó a treparse hasta quedar a la altura de sus hombros, donde le explicó que le pondría un termometro debajo de su axila mientras esperaban un par de minutos.

—Eres el primer niño que atiendo y que viene tan animado a una consulta, en su mayoría son muy quisquillosos y los padres pelean con ellos para poder siquiera tomarles la temperatura —mostró una sonrisa que se sintió como una caricia al alma, siendo acogedora y gratificante para él—. ¿Me podrías decir cómo te sientes?

—Dolor aquí —señaló una parte de su estómago.

—Sí es dolor estomacal me temo que no podré darte ningún dulce por lo bien portado que eres.

—¡Me siento bien! Se lo juro —articuló con ojitos asustados ante la falta de su dulce.

—Cariño, qué te he dicho sobre jurar —Jungkook habló entre un gesto serio y preocupado.

—Que jurar es malo, perdón —bajó la mirada hacía sus manos, justo al mismo tiempo que el enfermero se inclinó para retirar el termómetro y comprobar su temperatura.

—¿Puedo intuir qué es un padre primerizo y que por lo tanto tuvo un ataque de pánico?

Soltó una carcajada y asintió —¿Es muy notorio?

Jimin sonrió, asintiendo de igual manera a su pregunta mientras le dirigía una mirada en comprensión.

—Lo siento, además de ser padre primerizo solo estamos él y yo, por lo que en cuanto se queja de algún dolor corro con su pediatra para ver de que trata. Ahora estaba en una reunión cuando me hablaron de emergencia de la escuela, yo no tenía mi celular conmigo así que me alarmé después de tantas llamadas, tuvo que ir mi hermana a recogerlo y cuando los vi llegar a mi trabajo me preocupé peor porque lo creí algo mucho más grave, pero ahora que lo está revisando ya puedo respirar —se cruzó de brazos mientras dejaba escapar un suspiro retenido, sintiendo un peso menos sobre sus hombros.

—Está bien, yo sufrí al principio de igual manera con mi hija. Al principio piensas que el mundo se te viene encima porque te sientes solo en ese momento, los niños aún no logran comunicarse bien por su edad y nos dan síntomas a lo vago que muchas veces lo interpretamos de maneras exageradas, por lo que decidimos correr al doctor. Te acostumbrarás, además pareces tener un niño bien portado que no le teme al doctor, ¿no es así, amiguito? ¿No temes venir aquí? —acarició su cabellera, provocando en los dos hombres una sonrisa.

—No tengo miedo, el doctor siempre me da dulces si me porto bien mientras me checa —asintió contento.

—Muy bien, supongo que el doctor les recetará algo rápido si solo es un mínimo dolor estomacal. Solo sigan las indicaciones sugeridas por él y para dentro de un par de días las molestias desaparecerán, pero si perduran vengan en cuanto antes para hacer estudios en caso de que lo requiera, aunque este hombrecito es muy fuerte y valiente, un simple dolor estomacal no le hará nada —pellizcó su mejilla con suavidad, provocando una carcajada.

—Gracias, realmente tienes buen trato con los niños —confesó un tanto admirado por la escena, y es que todo desprendía un aura un tanto familiar e íntimo, una brecha formada en poco tiempo.

—Teniendo en cuenta que en toda mi vida me gustó tratar con niños, que tengo una niña esperando por mí en casa todos los días y que mi debilidad es verlos felices... Diría que es mi trabajo soñado.

—Entonces sí es tu trabajo soñado —concordó, sacando de ambos una risa.

Y todo eso sucedía mientras que el pequeño veía desde su silla el momento con un gesto cuestionable, jamás había visto a su papá tan amable y honesto cuando se trataba de un chico, pero ahora parecía todo lo contrario.

Parecía cómodo. Tanto como él también se sentía cómodo con las leves caricias que le propinaba el enfermero en el cabello o como jalaba sus cachetes cuando antes los detestaba, pero tratándose de él, se sentía bien, como un gesto maternal que tanto anhelaba en el fondo.

Tal y como soñó sentirse cuando pudiera tener una mamá.

—Entonces es todo por hoy, pueden ir a la sala para ser llamados, no debe de tardar el doctor. Cuidado en la salida y en el camino, a esta hora suele haber demasiado tráfico —sugirió mientras sacaba una paleta del bolsillo y se la tendía—. Promete comerla cuando te sientas mejor, si no lo haces te dolerá peor el estómago, ¿entendido?

Asintió el pequeño y consiguió una sonrisa de vuelta, despidiéndolos con la mano antes de fijarse nuevamente en la tabla y ver quien sería el siguiente paciente cuando los dos hombres salieron en busca de la salida.

La consulta fue rápida, no esperaron mucho antes de ser llamados por el doctor y después de una comprobación de los síntomas, recetó medicamento que ya era familiar para su padre y fue cuestión de minutos antes de que salieran bajo las mismas recomendaciones que habían escuchado del enfermero.

El camino era silencioso para ambos hasta que subieron al automóvil, una vez que se aseguró que estaba bien asegurado, emprendieron camino a casa a pesar del horrible tráfico que se les había advertido antes de salir.

—Él era muy bonito —el niño comentó mientras comenzaba a jugar con sus manitas en un acto nervioso.

—¿Quién?

—Quien que nos atendió en el doctor, el que me dio la paleta —mostró su paleta con orgullo y la volvió a guardar en la chaqueta que llevaba puesta.

—¿Hablas del enfermero? —cuando su hijo asintió, mostró una sonrisa—. Sí, era muy bonito —confesó sin más.

—¿Puede ser mi mamá?

Casi se atragantó con su propia saliva ante la pregunta —¿Qué?

—Te veías muy feliz a su lado, mientras hablaban. Una vez me dijiste que así te sentías con mamá.

No pudo negar el nudo en su garganta instalándose con rapidez —¿Cuándo te dije eso?

—Una de las veces que me contabas un cuento para dormir, comparaste el amor que se tenían los príncipes con el que tenías con mamá. ¿Él puede ser mi nueva mamá? Él me cae muy bien. O un segundo papá, como los de mi amigo Joon, él siempre dice que lo quieren mucho y son muy cariñosos con él.

Los automóviles comenzaron a avanzar nuevamente, pero no lo suficientemente rápido como para salir de ese aborchonado momento.

—No funciona de esa manera, cariño. Tiene que ser mutuo y apenas es la primera vez que nos conocemos, yo podré estar cómodo con él pero no puedo asegurar que sea de la misma manera de él hacia a mí, a lo mejor solo está haciendo su trabajo y es amable con todos porque así lo requiere.

—Pero con él no me enojé que me tocara mis cachetes, ni mi pelo —señaló su rostro y ambos rieron.

—En eso tienes razón, ni siquiera a mi me dejas hacerte cariños —cuando señaló aquel punto, provocó un rubor en las mejillas de su hijo.

—¿Entonces no puede ser mamá? —un puchero se formó en sus labios en señal de decepción.

—Me temo que no puede suceder de esa manera, pero no te pongas triste, ¿o acaso no soy un buen padre para ti y quieres cambiarme por otra persona? —Jungkook trató de bromear para mejorar el estado de ánimo de su hijo, pero solo consiguió un leve movimiento de cabeza.

Y para cuando llegaron a casa y el pequeño subió a su habitación, lo que no contaba él era que ya estaba formulando un plan en su pequeña cabecita, todo con tal de unirlos y hacer poder crecer a su minúscula familia de dos integrantes, convirtiéndose en tres próximamente, o cuatro.

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Adaptación autorizada. Historia original de @ggkthaus, gracias por permitirme adaptarla. 💗

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