Capítulo 60
Capítulo 60
Abigail
Siento que mi cabeza va a reventar. Llevo toda la noche en vela y las malditas hormonas no me dejan tranquila y me hacen llorar. Odio sentirme así, ya estoy harta de tanta lágrima. Ya no quiero pensar en lo que vi. No encuentro explicación lógica.
Creo que él ha tenido todo lo que necesita en estos meses, pero quizás no es suficiente, es posible que simplemente haya dejado de parecerle atractiva. Pensar en ello desata el llanto desmedido en mí, otra vez. Siento que algo ha sido arrancado de mi pecho y que todo lo vivido en estos meses ha sido una falacia, una mentira creada por mí m, porque pienso en lo idiota que he sido en este tiempo. Escucho la puerta abrirse, seguro es papá que vino a consolarme un rato. Levanto la mirada, pero mi corazón amenaza con atravesar mi pecho cuando lo ve. Dios, me persigue a todos lados. ¿Cómo llegó hasta aquí?
Cubro mi cabeza con la almohada para que no me vea llorar. No quiero verlo a él, por eso me largué de casa y estoy aquí. Siento como la cama desciende un poco cuando sube sobre ella y se acomoda detrás de mí. Me abraza y pasa su mano reiteradas veces por mi panza, acariciándola. El bebé empieza a moverse al sentir el contacto, aunque también podría ser yo que estoy teniendo las secuelas de la sensación de su contacto. Él quita despacio la almohada de mi rostro y acerca su cara a mi cabello. Siento como aspira el olor y luego desciende y coloca su barbilla sobre mi hombro y roza mi cuello.
—¿Por qué siempre hay que huir por la más mínima cosa que suceda? —pregunta en voz baja. Por más cómoda que me sienta en este momento, siento que mi sangre hierve. ¿Cómo me va a preguntar eso? ¡Lo vi abrazando y besando a otra mujer!—. April, no puedes huir de mí por todo sin siquiera hablar conmigo de ello. Las cosas no pueden ser así, somos adultos. Tenemos que hablar, y yo siempre trataré de entender tus decisiones que seguro serán distintas cuando hablemos, pero no puedes hacerme esto, mucho menos ahora. No te imaginas cómo me sentí cuando me di cuenta que te fuiste. Sentí rabia e impotencia. No voy a decir que fue muy difícil saber dónde estabas, pero estuve muy preocupado por como te sentiste —me doy vuelta para enfrentarlo.
—Se supone que debo sentirme mal si salgo y te encuentro besando a otra. Ni siquiera porque supiste que lo vi entraste a darme una excusa —admito en tono enojado. Sí, estoy molesta, me dan ganas de darle un par de cachetadas, atarlo de sus bolas y subirlo al techo, pero si se comporta tan tierno no encontraré la valentía para golpearlo, aunque debería.
—Sí, soy un imbécil. Debí entrar y explicarte, pero es que ni siquiera yo sé qué fue lo que pasó.
—Soy de las que pienso que un bebé no te ata a un hombre, si quieres estar con alguien más, solo debes decirlo y punto. No tienes que estar conmigo sino quieres —le digo sinceramente. Lo último que quisiera es estar con alguien que no me quiere.
—¿Ves lo que te digo? Siempre ves las cosas de forma negativa. ¿Por qué no esperas simplemente a escuchar lo que tengo para decirte? ¿Tienes idea de quién era esa persona? —no respondo—. Es Mindy. Mi ex. La chica que perdió la memoria y que por un "milagro ha vuelto a recuperarla". Empezó a recordar, vino donde mí porque quería saber más acerca de ella. Yo no puedo negarle a alguien que conozca de sí mismo, ojalá todos tuviéramos esa oportunidad.
—Supongo que es tan atractiva como la recuerdas. Rubia, cabello largo y en ondas, alta, grandes pechos, un enorme trasero y muy sensual. Absolutamente todo lo contrario a lo que soy. Mírame —él frunce el ceño y niega con la cabeza.
—¿Qué miro? ¿Una mujer hermosa que tiene el privilegio de llevar a mi hijo en su vientre? No cualquiera habría corrido con esa suerte.
—¿Por qué la besaste? ¿Qué sentiste? ¿Qué pasó todo el tiempo que estuviste con ella luego de que me fui? ¿Entró a casa? ¿Tuvieron sexo?
—Primero, no la besé, ella me besó a mí. No sentí nada más que confusión, no entendía lo que estaba sucediendo. Fue extraño, y claro que removió cosas en mi interior, pero no son importantes, no es nada que valga la pena recordar. Todavía estoy impresionado porque jamás pensé que esto sucedería. La posibilidad que tenía de verla, murió junto con mis padres y mi hermano, la Mindy que yo conocí, se fue con ellos. Y por supuesto que no, no me acosté con ella, es una mujer con un compromiso, tiene una bebé y es feliz, y no sabes la alegría que me da ello. Me hace sentir tranquilo —él hunde su rostro en el hueco de mi hombro y empieza a besar desde allí, subiendo por mi cuello, detiene su mirada en mí—. Discúlpame, realmente debí entrar y explicarte qué estaba sucediendo, pero sabes que no estuvo bien venir de esa manera, sin decirme nada.
—Yo lo sé, pero no tenía más opción. Me sentía tan mal que lo único que quedó fue venir aquí. Te odié, te odié por unos instantes por hacerme eso, lo peor fue que no te inmutó el hecho de que lo haya presenciado. Fue lo que más me dolió —él cierra los ojos y asiente dándome la razón.
—No puedes correr donde tu papá cada vez que sucede algo que no puedas manejar. Somos adultos y podemos hablar nuestros asuntos y resolverlos juntos —respira profundo—. Prométeme que vas a ser más fuerte de ahora en adelante, por nuestro hijo o hija, ojalá algún día se deje ver antes del parto, aunque estoy seguro que es una niña —sonríe.
—No uses a mi bebé como chantaje —no puedo evitar sonreír—. Pero prometo que voy a intentarlo, solo con una condición.
—La que quieras.
—Si todavía sientes algo por tu ex, me lo dirás.
—Nada de eso. Yo estoy muy seguro de lo que siento, no hay dudas en mí, no hay porque haberlas. Mis sentimientos son fuertes como el acero y los conozco profundamente, por eso te digo que estoy aquí y no me voy a ir, porque nunca antes había sido tan feliz, nunca había estado tan completo como ahora. ¿Lo entiendes? —asiento. Él se acerca y me da un beso, suave y tierno en los labios.
—No he dormido nada en toda la noche. Creo que ya puedo hacerlo más tranquila.
—Yo tampoco. Mi vuelo salió casi a la medianoche y no pegué ojo en toda la tanda. Creo que también podré dormir más tranquilo.
Él no se cansa de decirme que está bien donde está, que está feliz de estar conmigo y ansioso por el bebé, pero cualquiera tendría miedo si de momento a otro aparece en tu vida a alguien que amaste y diste por desaparecido. Eso me hace cuestionarme y pensar en ¿Qué haría yo si la naturaleza permitiera que Mark vuelva a la vida? Quizás es una difícil pregunta para responder, pero yo estoy segura de lo que haría. Le diría, sin temor a arrepentirme, lo feliz que soy, tan feliz como él desearía que lo fuese y por esa respuesta es que estoy segura y no temo lo que pase entre Jordan y la ex, porque sé que él se siente igual que yo. Nuestra vida es un libro con secuela. Terminó una historia, quizás no como lo esperábamos, pero pronto el autor de la vida ha iniciado otra página para escribir un nuevo libro con el final de la historia, lo único es, que en esta ocasión sí será feliz.
***
La próxima semana será mi reunión virtual con los de Alemania para tomar un examen de revalidación para poder obtener mi título y luego recibiré vía correo postal mi credencial que acredita el curso intensivo de alemán. Contacté a mi antiguo profesor vía Facebook y le envié una foto de mi hermosa familia. Solo le quedó desearme suerte y me pidió miles de veces disculpas por todo lo sucedido, de todas formas deseo con todo mi ser no volver a verlo, a veces pienso que detrás de esa cara angelical, se oculta un acosador.
Dominique ha estado muchas veces en New York desde la primera vez que vino aquí, está muy entusiasmada con la ciudad, sobre todo se ha vuelto adicta al baile de streaptease. O quizás del bailarín. No tengo muy claro eso, la incomodidad no me ha dejado moverme mucho de aquí. A veces pienso que voy a reventar.
***
Desde hace días vengo sintiéndome más mal que de costumbre, con los días se incrementa el malestar, unido a la ansiedad y el miedo que siento, más la alegría que va a ser tener a mi bebé en brazos, sea lo que sea, niño o niña. Solo deseo que sea saludable y feliz. Creo que finalmente estoy empezando a sentir las contracciones, las reales. Siento que parte de mí se quiebra y el dolor se extiende a través de toda mi espalda y vuelve y regresa a su estado natural. Es un alivio. Tomo el tiempo, no quiero que pase lo de hace días cuando fuimos al hospital pensando que había llegado la hora, pero sólo fue falsa alarma. La única distinción es que ahora sí siento que voy a morir de dolor. Después de diez minutos, regresa el dolor. Es insoportable, llegó la hora. No sé qué rayos está haciendo Jordan. Hace rato bajó a la cocina, pero parece que Snow se lo habrá tragado. Espero a que pase el dolor para buscar la maleta con todo lo que necesitamos. Jordan regresa con un tazón de cereal, mientras yo termino de entrar algunas cosas a la maleta.
—¿Adónde vas? —él pregunta mientras come las hojuelas.
—Voy al hospital a tener un bebé —mascullo. Mierda, está pasando de nuevo. Me retuerzo del dolor. Él se acerca a mí y me sujeta mientras pasa la ráfaga sobre mí.
—¿Estás segura? No será otra falsa alarma. Todavía queda una semana más.
—Estoy segura del dolor que estoy sintiendo y quiero que me pongan una inyección al menos para dejar de sentirlo. Rápido, viste tu trasero, tenemos que irnos.
A medida que pasa el tiempo, el dolor viene durante más tiempo y mucho más severo. Jordan está sudando a pesar de que el aire está en su máxima intensidad, además de que se encuentra en la disyuntiva de si sostener mi mano para darme apoyo o conducir con ambas manos.
—Conduce, no te preocupes por mí, puedo manejarlo —y la verdad es así. Solo me queda cerrar los ojos y absorber el dolor que cada vez es más seguido. Llegamos a urgencias y Jordan le informa a la enfermera de las contracciones. Él se queda realizando todo el papeleo mientras buscan una silla de ruedas y me llevan hasta la sala de preparto.
Estas han sido las horas más largas de mi vida, cada vez el dolor es más intenso y poderoso, y cuando llega es para romper con todo en mí, desaparece hasta mi respiración, creo que estoy agonizando, y mi vida pasa delante de mis ojos. Mi cuerpo tiembla inconscientemente. Siento que el alma abandona mi cuerpo y mi estructura ya no aguanta la presión a la que está sujeta en todos lados, no imaginé que sería tan doloroso como habían contado. Jordan no se ha separado y cada vez que viene la explosión, pareciera que la vive conmigo. Veo la angustia en sus ojos y la impotencia que siente al no poder hacer nada por mí. Quisiera tranquilizarlo y decir que estoy bien, pero es mentira, estoy tan débil que casi no me salen las palabras, la respiración y el malestar no me dan tregua.
—Por favor, dile a mi hijo que lo amo mucho y que donde quiera que esté, siempre estaré a su lado cuidando de él —suelto entre jadeos, creo que son las últimas haladas de oxígeno que quedan en mi cuerpo.
—Se lo dirás tú. Tienes que ser fuerte, por él, por ti, por mí, por nosotros. Vamos, tú puedes hacerlo. No te puedes perder este momento —la doctora me insta para empezar con la tarea, al inicio es difícil, demasiado, mucho más de lo que imaginé alguna vez, pero lucho para que termine y tener el bebé en brazos.
—Cuando sientas la necesidad, puja. No te detengas, ya casi estamos terminando, piensa en lo importante que es y lo feliz que serás de tener a tu hijo contigo —dice la doctora, que está tan emocionada como nosotros. Por otro lado, siento que Jordan ya no se pertenece, no sabe siquiera a donde mirar.
—¡Ahí viene! —anuncia la doctora que atiende mi parto. Minutos después escucho el llanto del bebé y de paso la presión que estaba en mi corazón, se transforma en algo distinto, ya no es miedo, ya no es dolor. Es paz. Es amor en estado puro. Dios mío. No había escuchado nada más hermoso nunca, este es el momento donde la perfección si se hace posible, porque aquí está Dios, en su manifestación más sublime. Jordan está apretando mi mano, y sonríe, pero a la vez hay lágrimas deslizándose por sus mejillas, y yo lo acompaño, el dolor y los escalofríos ya son insignificantes. Cualquier otro sentimiento es más fuerte que esto.
—Es una niña —anuncia la enfermera. Ella la pone sobre mí y mi manos la sienten por primera vez, veo su rostro por primera vez, la imagen queda retratada en mi alma. El llanto corre desmedido por mis mejillas y mi corazón siente una leve presión, difícil de describir que lo hace sentir lleno de paz, de regocijo, de alegría. Jordan está acariciando a nuestra niña y está llorando como nunca antes, la enfermera la sostiene otra vez y la envuelve para dársela a Jordan a sostener.
—Papá ya tienes que ir tomando la práctica —es la imagen más hermosa que he podido ver en toda mi vida, nada más se le compara a esto. Verlo me hace olvidar todo lo que sufrí en todas éstas horas. Ha valido la pena cada segundo de dolor, porque la gratificación es eterna y no se puede calcular. Estos pequeños momentos, son más grandes que cualquier cosa que debamos enfrentar, unos segundos de alegría, valen más que una vida entera de sufrimiento. Debemos dejar de medir nuestra vida por los tropiezos que damos durante el camino, en cambio, debemos iniciar a contar nuestros años por los breves momentos de felicidad que tenemos durante ellos, porque esos son los que nos demuestran que realmente ha valido la pena vivir. Es difícil en el momento de la angustia recordarlo, pero para todo, hay que poner algo de nuestra parte para vencer el miedo y el dolor, porque la decisión está en nosotros, no en nadie más, cuando lo decides en tu corazón, todo el universo se alinea para empezar a sacar lo mejor de ti mismo.
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