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Capítulo 47

Capítulo 47
Jordan

El viaje hasta Nueva York está siendo pacífico. No precisamente por la ausencia de turbulencia o demás elementos que acompañan un vuelo, si no más bien por el hecho de que las palabras de April sobre ir tras Mich para hacer lo que tengo que hacer con él, me están tentando, tanto que si pudiese saltar del avión para llegar más rápido hasta él y pedirle disculpas, lo haría, estoy como cuando estás a punto de correr en una maratón y estás tomando impulso durante el conteo para emprender la carrera a toda velocidad cuando suene el silbato, pero tendré que aguantarlo hasta que llegue a casa y deje todo allí para correr hasta el gimnasio.

Al llegar a casa y abrir la puerta, en encuentro con una nota. La recojo y leo.

"Supongo que ya vienes mañana. Dale vuelta, esta es la factura de compra de la comida de tu perro, que come como un lobo feroz - Jaden".

Le doy vuelta a la factura y el precio es menor de lo que imaginé. Dejo todo en la sala y salgo hasta casa de Mich antes de que pueda arrepentirme de lo que estoy a punto de hacer.

Tomando en cuenta que es lunes por la noche, el gimnasio está lleno de personas, ya que los lunes son los días de tomar la rutina, iniciar regímenes y demás. Me tocará esperar un buen rato en las escaleras hasta que le llegue la hora de dormir.

Las horas transcurren con la lentitud que me temí que lo harían, pero luego de tanta espera, creo que ya por fin está subiendo. Logro divisarlo. Viene entretenido revisando unos papeles, hasta que llega hasta mí y choca con mis pies.

—¡Qué demonios! —grita. Está en actitud de pelea, su primer pensamiento es que un maleante está a su espera.

—Tranquilo. Soy yo  —digo en tono conciliador. Me pongo de pie.

—¿Estás loco? ¿Cómo llegas hasta aquí así y a esta hora. Vete ya es muy tarde y estoy cansado —él evita a toda costa mirarme a los ojos. Me empuja para alejarme de la puerta.

—Mich, tienes que escucharme, déjame pasar y hablamos. ¿te parece?

—Ya te dije, muchacho. Es tarde, estoy agotado. No deberías estar aquí, deberías descansar para mañana levantarte temprano a entrenar —me dice.

—De eso quiero hablarte. Solo unos minutos —su cara dura,empieza a suavizarse. Está a punto de ceder. Siempre se niega al principio, pero termina cediendo al final. Quizás es parte de su ejercicio de enseñarnos a ser perseverantes.

—Tienes tres minutos —abre la puerta y me permite el paso. Él entra y cierra la puerta. Se sienta en una de las sillas del pequeño comedor de cuatro plazas que está justo al lado del sofá. Me siento frente a él. Mich observa su reloj y me repite: —Tienes tres minutos —bien. Ahora que tengo que hablar, no sé por dónde empezar, es tan difícil, sobre todo porque necesariamente tengo que ser algo vulnerable por lo que tengo que decir. Después de varios segundos pensando encuentro la única manera clara y rápida de decirle lo que quiero.

—Mich, te necesito —frunce el ceño, presiento que quiere sonreír, pero se contiene—. Mich, nada es lo mismo sin ti. No necesito a alguien que me diga que todo está bien. No necesito a nadie que me diga que está perfecto, y que solo se limite a asentir cuando estoy haciendo ejercicio o practicando en una de esas caras máquinas que ellos usan, contando con un aparato y analizando cada movimiento. Yo prefiero a un viejo gruñón que me grite que está mal, que no vuelva a hacer la basura que acabo de hacer, que me hale las orejas cuando estoy siendo una mala persona, pero quiero que sepas que entiendo porqué los demás no lo hacen —él escucha atento, sin reflejar ningún tipo de emoción en su rostro—. Ellos no lo hacen porque eso solo lo haría un padre. Padre es quien reprende con cariño para que luego podamos hacer las cosas bien, porque así nos lo han enseñado y eso es lo que eres para mí, Michael,  un padre. Un padre muy gruñón, pero un padre al fin y no quiero perderlo otra vez —ya he terminado mi parte. No sé lo que me vaya a decir, pero espero.

—Te quiero aquí, mañana a las cinco treinta. No preguntes qué haremos. Solo ven —me toma unos segundos entender esto. Él mantiene su actitud y solo se levanta de su asiento y abre la puerta.

—Espera, eso quiere decir...

—Nada, solo vete y vuelve mañana. Andando. Es muy tarde —me empuja hasta la puerta.

—Gracias, Mich —no puedo evitar abrazarlo. Él solo rechista y se aleja.

—Deja las niñadas y lárgate. Necesito dormir. Adiós —dice ya estando yo fuera de la casa, en la cima de las escaleras.

—J, aquí temprano —me reitera—. Ni un minuto más, ni uno menos. No vaya a ser que me arrepienta.

Me va a tomar toda la noche procesar esta situación. No puedo creer que lo haya aceptado tan rápido y sin decir nada, quizás siempre lo estuvo esperando y reflexionó que era justo lo que debía hacer.

Estoy seguro que él se siente satisfecho con lo que acaba de pasar, es una lección más de vida que me enseña que debemos ser humildes y admitir que nos equivocamos, siempre que podamos enmendar nuestros errores, debemos aprovechar esas pocas oportunidades, porque no sabemos cuándo por fin éstas se veránagotadas, porque la vida está llena de tropiezos, pero debemos dar gracias por tener la capacidad de levantarnos e iniciar de otra manera, teniendo siempre en cuenta las lecciones de nuestra caída anterior, porque ningún fracaso es en vano, todas las cosas por más malas que parezcan, dejarán su enseñanza para aplicarla más adelante en nuestras vidas.

(...)

Estoy frente a la puerta del apartamento de Mich. Son las 05:30. Toco y aguardo esperando a que abra. Él la abre casi de inmediato, mientras, mira su reloj.

—Un minuto tarde —está vestido con una camisa a cuadros, jeans,zapatos y un sombrero. ¿Adónde vamos con él estando vestido así? Supongo que no fui bien informado, tomando en cuenta mi ropa deportiva para correr—. Tenemos que irnos, hay un camino largo que conducir .

—¿Adónde vamos ? —pregunto mientras bajamos las escaleras.

—Tú solo sigue mis instrucciones y conduce. Nos vamos en mi camioneta —es toda una odisea andar en esta camioneta de Mich, nunca se ha querido deshacer de ella, creo que ha de tener un valor sentimental, por eso dejamos que siga en su ataúd andante. Me subo del lado del conductor y Mich a mi lado, me pasa las llaves y luego de varios intentos, la camioneta no quiere encender.

—Parece que tendremos que echarle una mano —dice Mich—. Bájate. Vamos a empujarla cuesta abajo para que encienda. Él se pasa al lado del conductor y yo voy a la parte trasera para empujarla, aprovechamos el desnivel de la calle y empujo durante unos segundos la camioneta, hasta que rápidamente logra arrancar. Mich la detiene y vuelve al puesto del co-conductor.

—Bien. ¿Sabes el camino hacia BoonVille? —pregunta.

—Sí,está a unas cuatro horas de aquí. ¿Para allá vamos?

—Lograste acertar una, al fin, muchacho.

—¿Qué haremos allí? —pregunto extrañado.

—Lo que sabemos hacer, hijo. Ya verás. Será interesante.

—¿Y el gimnasio?

—No te preocupes por el gimnasio, dejé buenos suplentes. Hace tiempo que estaba por tomar estas vacaciones, las necesitaba, y qué mejor manera para hacerlo que de esta forma —él luce una mirada pícara y sonriente. Como si tuviese algo entre manos, como una travesura. Y por algún hecho que no comprendo, está feliz—. ¿Algunas vez has visto Rock IV?

—Apenas he visto la primera — respondo.

—Si lo hubieras hecho, tendrías una clara idea de qué va todo lo que haremos.

(...)

Después de cuatro horas y algo más de manejo inestable a través de la carretera, hemos llegado a nuestro destino.

Hay un gran portón de hierro forjado que el portero dispone abrirlo inmediatamente nos ve, sin antes siquiera cuestionar de dónde venimos. Entramos por un camino pedregoso, rodeado de árboles de distintas clases y tamaños,algunos animales están deambulando en el césped y nosotros vamos saltando dentro de la camioneta al ritmo de Nina Simone y su canción Sinnerman.

Creo que hemos oído todo su repertorio durante todo este viaje, puedo jurar que las canciones se me han contagiado y van a durar un buen rato pegadas en mi memoria, y creerán que estoy loco cuando me escuchan tararear incesantemente la palabra sinnerman.

Desde aquí diviso una casa de dos niveles, construida en madera y detrás un granero tan conocido como el que vemos en todas las películas que se desarrollan en un ambiente rural. Techo alto. Pintada de color rojo y los bordes y ventanales en color blanco. Detrás, el patio que acompaña todo en lugar, son miles y miles de hectáreas de árboles, que pareciera han sido sembrados en línea recta para simular perfección, no sabía que existía algo así en Nueva York.

Detengo la camioneta justo frente a la casa y bajamos. Un par de señores, ya muy mayores, nos esperan en la entrada.

—¡Michael! —dice la señora con una alegría desbordante y toma en un fuerte abrazo a Mich, quien le responde de igual manera, con el sombrero sujeto en sus manos—. Creí que no volverías —la mujer está limpiando unas lágrimas, al acercarme, noto cuán parecidos son, tiene que ser su hermana.

—Qué bueno verte por aquí. Creí que no volverías jamás, porque siempre estás diciendo que vienes a pasarte un tiempo, pero solo se queda en palabras —le dice el señor, quien le da la mano y le hace una pequeña reverencia con su sombrero.

—Aquí estoy. Tenía que sacar el tiempo en algún momento, es que es difícil dejar tu negocio en manos de alguien en quien no confías, pero a veces tenemos que hacer el sacrificio por algunas personas —le contesta Mich—. Pero como saben, yo vengo a descansar y disfrutar de la vista, y les traigo este muchacho para que trabaje con ustedes,como les comenté. Phoebe, Luca. Él es J.J. no perdamos tiempo y vamos a mostrarle lo que vamos a hacer, que diga, lo que él hará.

—Mucho gusto, hijo. Me da mucha alegría que quieras venir a ayudar a mi viejito en la construcción de la cabaña. Es algo que siempre quisimos hacer, para que nuestros nietos y bisnietos pasen un rato agradable lejos de nosotros. Todos sabemos que necesitan privacidad—ella me guiña un ojo y sonríe. ¿Construir? ¿Cabaña? Estoy algo turbado con toda esta información—. Pero primero tenemos que desayunar, les guardé algo para comer, vengan.

Entramos a la casa y tomamos un desayuno fuerte de cuatro platos. El señor Luca me conversa acerca de su plan y mientras más me detalla acerca de su modo de trabajo, más confundido estoy. Es cierto que sé pegar tejas y eso, pero, ¿qué tanto se parece eso a talar árboles y disponerlos para construir una casa? Al terminar hacemos un tour en los alrededores. Hay un corral del lado izquierdo del terreno, con vacas.

Visitamos el granero y decenas de gallinas están alborotadas por el estruendo de un paquete de paja que ha caído desde las escaleras. Las plumas vuelan en el aire y el olor del hábitat se incrementa con el movimiento.

Luca me presenta unos chicos del equipo, que son parte del grupo de silvicultores de su negocio, y que iremos más tarde a talar los árboles para la primera ronda de madera. Me hablan acerca del sentido ecológico que poseen para preservar el medio ambiente y por cada árbol talado, siembran dos más.

—Te dejamos en buenas manos —dice Luca—. Siéntete como en casa—ellos se alejan, incluyendo Mich. Supongo que todo esto es parte de su plan de "entrenamiento" así que trataré de dejar de querer entender el porqué de todo esto y haré las cosas con entrega.
Estaré manos a la obra en lugar de estar cuestionándome el hecho de porqué estoy aquí y no corriendo y entrenando en el gimnasio de mich. Acojo cada una de las pautas a seguir y  manos a la obra.

El chico número uno de los dos que estamos en esto, me hace una demostración de lo que se debe hacer en este trabajo. Él empieza a golpear el tronco del árbol, unos centímetros más allá de su final, le da empleando toda la fuerza de sus brazos y su propio tronco. Desde mi perspectiva, aparenta ser más fácil de lo que imaginé .

Él gira y empieza a golpear el otro lado. Ya el árbol no soporta la delgadez en la que ha quedado sostenido y el otro chico hala con una cuerda para ayudar a derribar el gran tronco, que va despacio cuesta abajo. Él pregunta si entendí lo que debo hacer,claro que lo hice y creo que sera más rápido de lo que pensé. Tomo el hacha y me voy a otro árbol cercano. Mido mi posible primer golpe y le doy con todo para lograr un primer golpe exitoso.

El sudor no tarda en recorrer mis sienes, siento el impulso que abarca todo mi pecho a medida que mis brazos se lanzan a dar la siguiente estocada,entiendo todo, creo que este es el entrenamiento más intenso que podría recibir para esto, más que un plan de tortura de su parte,es más bien un desprendimiento de él haberme mostrado este lugar,que aparentemente es su casa. Ya talados los troncos necesarios,luego de horas y horas de trabajo de tala, el chico número se va y regresa con una camioneta de reversa para que subamos los troncos y los transportemos al siguiente lugar de trabajo donde cortaremos y posterior a eso, se lleva al taller para la adecuación. Subimos uno por uno los troncos en la parte trasera de la camioneta. Al terminar subimos todos en ella, y nos dirigimos al área a cortar la madera.

He perdido la noción del tiempo, no tengo ni la más remota idea de qué hora es y cuanto tiempo hemos tardado haciendo esta tarea, pero no me molesta, ha sido tan gratificante, he olvidado todo, incluso a todos,quizás se escuche mal, pero todos debemos tomarnos nuestro tiempo para lo pensar en nada, concentrarnos en algo y no dejar que otros pensamientos, de cualquier categoría, nos agobien. Terminado el trabajo de hoy, Luca ya se acerca a nosotros y nos dice que podemos pasar a la casa para tomar un baño y comer de la cena que ha preparado su esposa.

Al salir del baño, me encuentro con Mich.

—Te pusiste esa ropa para cenar, porque tu y yo todavía tenemos algunos asuntos pendientes —me mira inquisidoramente.

—Oye,de verdad has tenido una grandiosa idea con todo esto. Es la maneramás original de entrenar, es incluso... Entretenido —le respondo.

—Pormásy que me guste quedarme con los créditos, en esta ocasión, no puedo hacerlo, ya te lo dije.

—No importa que no lo hayas creado tú. Lo que importa es que me hayas traído aquí, porque sino, estuviera en otro lado haciendo quién sabe qué cosa —replico.

Tomamos la cena en silencio, y luego los chicos disfrutan de un juego de baloncesto universitario, de dos universidades muy reconocidas del país. La esposa trae algo de botana para los chicos y se sienta en la mecedora que está junto a la que está sentado su esposo. Mich pide disculpas a todos, y les avisa que ya hemos reposado lo suficiente.

Caminamos hasta el granero. Todas las gallinas están en su hora de dormir, así que a esta hora todo resulta tranquilidad. Lo único que nos ilumina es una ligera luz que proviene de una bombilla incandescente con luz amarilla que resalta toda la paja que hay alrededor. Veo que mientras he estado trabajando con los muchachos en la tala, el ha dispuesto aquí algunos elementos que necesitaremos para entrenar, y que aunque todo este asunto del trabajo de esfuerzo en fundamental, hay cosas de las que no nos podemos desprender para lograr objetivos concretos.

Empezamos,a modo de calentamiento con la cuerda, a pesar de siempre decir que no es ni favorito, acabo de descubrir que nunca antes había sido tan malo como hacerlo con el piso acolchado e irregular que tiene el granero, pero eso aumenta la resistencia y concentración, sumado al ejercicio de coordinación que implica ojos, manos y pies, y la cadencia, la velocidad, agilidad y resistencia que requiere, me detengo un par de veces en el momento justo antes de equivocarme,caerme y que toda la cosa del piso entre en mi boca.

—No te detengas, no le tengas miedo a la mierda de gallina que hay en el suelo —me dice Mich, que por alguna razón se están riendo por lo bajo de lo que ha dicho. Seguimos con unos abdominales, del mismo estilo de aquellos que haces recostado del ring, solo que en esta ocasión, mis pies están sujetos a una barra de madera de la que no estoy seguro de su resistencia, sobre todo por el tiempo que imagino que lleva esta madera colocada aquí. Subo con precisión y esfuerzo mi cuerpo, hasta lograr llegar arriba, coronándolo con un golpe al aire al subir.

—Recuerda el culo que quieres patear. Concéntrate en eso —me grita Mich,quien se escucha como si la pequeña copa de vino hubiese repercutido más de lo que debió en su organismo.

Al día siguiente, es hora de ir a la cantera, un camión esta derribando piedras desde allí y nosotros llevamos las grandes rocas hasta el camión, las cuales serán utilizadas para construir una gran chimenea en la cabaña, ayudamos a los chicos a colocar los plafones de madera, taladrar y clavar, y poco a poco armar la estructura de la cabaña, el trabajo va dando sus frutos. Empieza a apreciarse la belleza con la que quedará adornada este lugar cuando esté finalizada totalmente la obra. Para la próxima semana, ya estaremos inaugurando este lugar. Luego de una larga rutina, parte de las últimas que tendremos en este lugar antes de partir hasta Guadalajara, el ambiente es tranquilo y ya logro recuperar la respiración .

—Sabes—dice Mich—. Estás enterado de que no estoy de acuerdo con todo esto , ¿verdad?

—Sí.

—Y aún no lo estoy —me desconcierta que aún lo diga, faltando tan poco tiempo para el encuentro—. Pero, sabes qué. Confío en ti,más que confiar, creo en ti y en mí. Después de todo eres mi obra maestra —eso me hace sonreír. Es una luz al final del camino y un motor para hacerlo mucho mejor, saber que confía y cree en mí es un gran estimulante. Sobre todo porque en algún lugar de su mirada,encuentro la de mi padre.

—Yo prometo no defraudarte.

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