Capítulo 20
Capítulo20
Abigail
Hace mucho tiempo no visitaba este lugar. De hecho, realmente no recuerdo la última vez que lo hice. Papá me sorprendió mucho cuando propuso que termináramos de pasar los pocos días que nos quedaban en California en la cabaña, se supone que este lugar es la vía de escape y nadie sabe de ella, excepto nosotros tres y ahora Jordan. Es tan hermoso como lo recuerdo. El silencio hace que mis pensamientos se escuchen como gritos en el vacío, acompañado con el sonido de los animales del bosque.
—Esto es realmente encantador —Jordan está observando el entorno, mirando las rocas que rodean la chimenea.
—Sí, es hermoso —me quedo mirando al cielo, algo oculto detrás de las espesas ramas que cruzan junto a las nubes. Dentro de la cabaña nos acompaña el característico olor a madera y cítrico. El chófer deja las maletas junto al sofá y se retira sin decir nada. Solo siento cuando cierra la puerta y enciende el motor para alejarse, así que ya es hora de mostrarle lo demás a Jordan, aparte de las habitaciones, que realmente no tienen importancia y si quedó encantado solo viendo los árboles, con lo demás, no sé siquiera cómo decir que lo verá.
—Ven, quiero mostrarte algo —lo tomo de la mano y caminamos hasta la puerta trasera. Saco las llaves de mi bolsillo y abro la puerta—. Mira, puede que encontremos un par de alimañas por aquí, pero no te asustes, no te harán daño —él me mira con ojos de "¿cómo crees que un animal me va a asustar?". Yo solo me encojo de hombros y sonrío. Un camino de piedra nos conduce hasta nuestro destino. Los árboles han crecido mucho por aquí, por lo que tenemos que hacer a un lado un par de arbustos y ramos para poder presenciar la maravillosa escena que nos dibuja el manantial. El agua se torna azul por el color del cielo y el golpe de la cascada contra las rocas crean la espuma que hacen un bello contraste contra el grisáceo de las piedras, combinada al musgo verde que está adherido a ellas. El sonido más hermoso, más relajante, es el del manantial que mana de entre las piedras, de algún lugar de la montaña. Al acercarnos, nos cercioramos de lo cristalina de ella y al fondo, piedras de distintas tonalidades la adornan. Estamos en la orilla. Acto seguido, Jordan se quita la camiseta.
—¿Qué haces? —me estoy riendo, obvio ha decidido darse un chapuzón.
—¿Tú que crees? —él continua y se quita el pantalón y luego los calzoncillos, para quedar como Dios lo trajo al mundo. Camina despacio entre las piedras. Podría durar toda la vida con esta imagen de su trasero desde esta posición. Él voltea la cabeza—. ¿Nos vas a venir? —grita. Ahora es mi turno de desnudarme como loca y dejar la ropa en la piedra junto a la de él. Ya él está completamente dentro del agua. Cuando entro el pie, me sorprende que esté tibia y camino despacio para que ninguna piedra me lastime. Recuerdo el brusco descenso que hay allí, así que no me toma por sorpresa. Rápidamente estoy con el agua al cuello. Jordan está algo alejado, cerca de la cascada, parece un pez en el agua, al contrario, yo todavía estoy asimilando estar aquí dentro, la natación no es mi mejor deporte. Camino despacio, pero al paso que voy, no creo llegar en horas hasta donde está Jordan.
—¡Ven! ¡¿Qué haces allí parada?! —él desaparece debajo del agua y segundos después ya está cerca de mí. Su cabello está oscurecido, pero sus ojos están del color que refleja el manantial, parecen cristal—. ¿Tienes miedo? —hay algo de incredulidad en sus ojos.
—No es eso, lo que pasa es que pareces pececillo y bueno, yo soy más bien como la tortuga, despacio y en la orilla.
—Ven, no te preocupes, yo cuidaré de ti —él alza su mano hasta mí, pero no la tomo—. Ven, no te pasará nada más que tragar mucha agua, es lo peor, no dejaré que te ahogues. Sígueme, yo iré adelante —Jordan vuelve a darse un chapuzón y nada, rápido, como si fuese Tritón enviando un mensaje a través de las aguas. No me he movido ni siquiera un ápice de este lugar. Cuando sale se sorprende al verme aquí todavía.
—¡¿Qué pasa?! —no digo nada y él regresa—. No sabes nadar, ¿cierto? —él tiene una sonrisa simpática en sus labios. Asiento tímidamente, me da algo de vergüenza, porque es mostrar parte de mis debilidades —¿No me digas que nunca lo has visto de cerca?
—¿La cascada?
—Sí.
—Sí, cuando era una niña. Teníamos un bote inflable e iba con papá, pero después de grande no he vuelto allí, solo disfrutaba de una bebida desde las rocas y tomaba el sol.
—No sabes la maravilla que te pierdes. Tienes que verlo. Ven, sube —se da la vuelta para que yo me suba sobre su espalda. No aguanto las ganas, así que subir no es una mala idea. Me sujeto sobre sus hombros y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. Él sostiene mis pies con sus brazos y estamos caminando hasta el manantial. El agua hace todo más liviano, pero llevamos un par de minutos caminando.
—¿Estás cansado? —sonrío.
—Vas a tener que hacer algo de ejercicio, estás pesada —sé que es una broma, pero al principio me desconcierto, no soy la chica más fit de la cuadra. Él nota que no rio así que trata de remediar su comentario—. Es broma, es como agarrar una pelusa que está sobre tu pantalón. Bueno, incluso creo que soy capaz de nadar —no sé en qué momento pasó, pero él empieza a nadar, el agua está chocando contra mi rostro, la respiración se aleja de mí despacio, no sé qué hacer, no puedo respirar.
—¡Jordan!—alcanzo a gritarle, no sin que antes entre un chorro de agua por mi boca. Él vuelve a su posición anterior, pero ya para ese entonces estamos junto a la cascada. La espuma que se forma del agua al chocar contra las rocas que están debajo, es de ensueño. Hay un pequeño pozo dentro de una gran roca, con cientos de pececillos de distintos colores nadando alrededor. No recordaba lo hermoso que puede llegar a lucir esto, no tengo mucho que decir, estoy impresionada, hay muchas cosas que vivimos siendo niños, pero que en su momento no parecen tan impresionantes, sin embargo, cuando nos convertimos en adultos, puede resultar ser una de las imágenes más fascinantes. Esta es la vida, nunca estaremos conformes con aquello que tenemos en el momento, casi siempre lo valoraremos después de que realmente no lo podemos tener.
—Gracias por servirme de bote, Jordan, si no, no podría haberlo visto.
—Tú has sido la mejor tripulación que he tenido, con todo y el sobrepeso —sonrío y él lo hace devuelta. Me subo sobre la roca junto al pozo y me siento allí. Jordan está parado, o flotando quizás, no quiero averiguarlo. Me acerco a él para darle un beso en la mejilla, un beso dulce y tímido. Al otro lado, mi mano está acariciando su mejilla y siento la aspereza de su barba que está rozando mis dedos. Al separarme, mis ojos se encuentran su mirada, iluminada por el sol radiante, que hace que su cabello y todo su rostro, luzca como esculpido en oro. Él se acerca más a mí y desvío mi mirada hasta sus labios, por primera vez, siento lo que es tener que bajar la cabeza para encontrar los labios del otro, en cierto modo te da algo de superioridad, sin embargo, quiero que sea él quien tenga que hacerlo. Mis pensamientos van a la deriva a medida que el beso se prolonga en el tiempo, es dulce y fuerte, mis manos están acariciando su nuca, la suyas están en mi cintura. Él me toma y ahora mis piernas también están rodeándolo. La intensidad del beso aumenta, la temperatura por igual. La tensión acumulada desde que entramos aquí, se ha desatado. Ahora su boca hace un paseo desde mi oreja, viajando por mi cuello y mi escote, mis manos están enredadas en su cabello largo, suave y húmedo. Las suyas están debajo del agua, viajan a través de mi cuerpo, por mis caderas, mis pechos.
—Solo tienes que decir que sí —susurra, su voz es baja, grave y algo ronca, su respiración está un poco afectada.
—Sí—afirmo entre un jadeo, siendo mi respuesta casi inaudible, pero lo suficiente para que lo escuche. En un momento está en mí, es la sensación más mítica que he llegado a experimentar, el agua es nuestra amiga y está haciendo del momento algo celestial. Me sostengo fuerte en su cuello y él agarra mi trasero con ambas manos. Me pierdo entre los cortos, pero firmes movimientos y no hay nada más alrededor, solo soy capaz de escuchar el sonido de nuestras respiraciones y el agua chocando contra las rocas y nuestros cuerpos. Mi mente viaje en el vórtice y del mismo modo se va en espiral hasta otro lado, mi alma viaje muy lejos de mí, sabía lo bueno que podía llegar a ser, pero jamás había sido tan bueno como esto. Creo que esta es la primera vez que disfrutamos realmente, sin remordimientos, sin temor, sin prisa, solo nosotros, con lo que sea y como sea que se llame aquello que sintamos, sea pasión, deseo, necesidad, solo estamos nosotros y mi corazón se sobresalta al saber que puedo ser feliz solo sintiendo aquello, mis sentimientos son suficientes y sé que puedo llegar a compartirlos con él. Su rostro busca el mío y recibo de él una sonrisa de lado y ojos alegres.
—Gracias por decir que sí.
—No me des las gracias, tienes que volver a repetir eso —sonrío.
—No se agotan tus baterías —ríe.
—Tengo batería recargable desde que decidí que seas mi esclavo sexual —levanto una ceja y él se ríe fuerte otra vez y luego empieza un nuevo viaje de besos, desde mi boca, hasta mi cuello.
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