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Capítulo 18

Capítulo 18
Abigail

Los destellos naranja del cielo de Santa Mónica, traen hasta lo más profundo de mi interior la disyuntiva que navegan entreir o quedarme allí, dando vueltas despacio como la montaña rusa que estamos viendo desde aquí, todavía vacía, solo con un par de personas que deciden ir y evitar cualquier incidente. Ahora tengo ganas de saltar del avión e irme de vuelta nadando a Nueva York, Jordan, no se daría cuenta realmente, está profundamente dormido junto a mí. Por otro lado a pesar de que este sea un lugar lleno de cosas que quisiera olvidar, también me recuerda los momentos hermosos que viví aquí, con las personas más importantes de mi vida y ahora mismo estaría dando la vuelta para regresar al muelle y disfrutar un rato de la feria.

Descendemos en el Santa Mónica Municipal Airport. Todo pasa rápido, afortunadamente en el aeropuerto y la espera de nuestro equipaje no ha sido tan larga, al parecer los milagros sí existen y desde luego es la primera vez que este me sucede. Roxbury DR, nos inunda en un camino de las palmeras exóticas del paisaje Hollywoodense. Las grandes creaciones arquitectónicas embellecen todo el camino.

—Vaya —escucho a Jordan decir. No con el tono usual de fascinación que acostumbro a oír, como sucede con Katherine, sino más bien, en tono de sorpresa, como preguntándose porqué estamos por aquí. El taxi se detiene frente a la gran puerta de metal, que es la entrada de casa de mis padres. Mamá ha vuelto a pintar la casa de blanco completamente y reemplazado algunas paredes por persianas enormes desde el piso hasta el techo que reflejan el interior a casa. El crepúsculo golpea los cristales y lo reflejan contra la piscina que se puede ver cerca de la colina.

—¿Esta es tu casa? —pregunta Jordan. Asiento—. ¿Por qué nunca me dijiste que eras rica? —él no me está mirando, creo que está embelesado mirando su alrededor.

—Jordan, no tengo ni un misero centavo en mi cuenta. No soy rica, mis padres sí —ruedo los ojos y me acerco hasta el intercomunicador. Mamá está bastante tecnológica, vídeo-cámara en el intercom. Presiono el botón y segundos después una joven nos saluda.

—Residencia Turner —dicen al otro lado con voz cálida.

—Hola, soy Abigail, quizás no sepas de mí, pero soy hija de mi mamá —Qué demonios. Estoy loca—. Disculpa, soy hija de John y Tina.

—Claro, ella avisó. Puede pasar —las puertas de abren automáticamente y nosotros arrastramos las maletas a través del pavimento camino a la entrada principal, la misma chica nos recibe en casa .

—Bienvenida, señorita. Señor —ella asiente saludando a Jordan.

—Hola —él le responde. Todavía está algo impactado. Mamá viene bajando las escaleras despacio, vestida con una camisa blanca y pantalones oscuros. Sus tacones hacen eco en el piso de mármol. Su largo cabello castaño, agitándose en el aire y verla desde este punto me hace recordar lo parecidas que somos. Se acerca despacio hasta nosotros, cualquiera pensara que viene caminando por una alfombra roja para la premiación del Oscar luciendo su traje de diseñador.

—Abigail, cariño —me besa en ambas mejillas y sostiene mis manos—. Wow, cuánto tiempo sin verte, preciosa, necesitas un corte de pelo —ella sostiene un mechón de mi cabello.

—Es un gusto verte también, mamá —la abrazo y ruedo los ojos detrás de ella.

—Así que este es tu cliente —dice mirando a Jordan y ofreciéndole su mano para saludar.

—Es mi amigo, no mi cliente. Su nombre es Jordan —¿Cómo que mi cliente?

—Bienvenido, Jordan —Ella le ofrece una sonrisa—. Soy la señora Turner, y éste... —dice señalando hacia las escaleras de donde viene bajando papá—. Es el señor Turner —papá corre hasta nosotros. Me da un fuerte abrazo que me hace sonreír.

—¡Papá!

—Abby, es tan maravilloso volver a verte por aquí —su amplia sonrisa muestra su perfecta dentadura. Su cabello está más gris que la última vez, pero me gusta, se ve bien.

—Hola, que gusto conocerlo —dice a Jordan.

—Él es Jordan, es mi amigo y Daniel trabaja junto a él. Quizás has escuchado de él.

—Sí, claro, he hablado con Daniel de ello —sonríe—. Bienvenido, esta es tu casa, Jordan.

—Gracias señor —le sonríe de vuelta.

—Carrie los acompañará para mostrarle sus habitaciones —Carrie toma las maletas, pero Jordan va y se las pide de vuelta. Subimos hasta el segundo piso y dejo las maletas frente a la puerta del que solía ser mi cuarto. Acompaño a Jordan y Carrie a uno de los cuartos de huéspedes. Ella le muestra todo lo que necesita y se ofrece para cualquier cosa que surja.

—Esto es fantástico, April—esboza Jordan.

—Disculpa a mi mamá. Ella es un poco... No sé cómo decirte.

—Entiendo, me di cuenta —él se acerca a la ventana y mira por ella hacia el exterior. Me acerco y me paro junto a él. La vista es maravillosa. El GriffinPark al fondo y la piscina justo debajo.

—Vuelvo enseguida. Acomódate y no te preocupes, no te sientas extraño.

—Qué jamás se pierda la ironía —él ríe. Bajo las escaleras y mamá está acomodando algo en su cartera.

—Hija, tu padre y yo tenemos un compromiso. No sé a qué hora regresemos, pero si quieres puedes venir tú, si quieres claro —ella no me mira mientras lo dice.

—Estoy cansada por el viaje, me voy a acomodar mis cosas y luego iré a dormir.

—Muy bien. Nos vemos —besa mi mejilla de nuevo y pone la cartera en su brazo. Papá viene con las llaves de auto en las manos.

—Nos vemos luego cariño, hay mucho que hablar —me guiña un ojo. Ambos salen y Carrie sale a cerrar la puerta. Voy hasta arriba y Jordan está texteando algo en su teléfono.

—Hey —le llamo. Él levanta la mirada y suelta el celular.

—¿Quieres acompañarme a la azotea? —le invito—. Papá y mamá salieron a una reunión. Ven conmigo —él salta de la cama y me acompaña. Salimos fuera y tomamos la escalera de la parte de atrás para subir. Ya está oscuro, así que toca llevar una linterna para ver alrededor, sin embargo, las luces del panorama y que iluminan el letrero de Hollywood, nos acompañan. Nos recostamos sobre el techo, nuestras espaldas contra el frío concreto.

—Espérame aquí. Olvidé algo —me levanto. Voy hasta donde está la escalera de madera y bajo rápido. Corro hasta la entrada trasera de la casa y voy al sótano donde está la vinera de papá. Tomo una botella y dos copas de la vitrina. Busco la hielera, la lleno y entro la botella en ella. Voy de vuelta al patio y miro la escalera.

—Demonios, ¿cómo voy a subir con todo esto? —me pregunto—. ¡Jordan! ¡Jordan! —él se asoma y le muestro lo que tengo.

—¿No puedes conseguir una soga?

—Iré a mirar. Espera —corro de vuelta a la cocina y trato de recordar dónde está la caja de herramientas. Después de varios minutos buscando en la cocina, encuentro la caja. Veo toda clase de artículos de ferretería, menos algo de soga. Decido ir por la vía fácil y llamar a papá.

—Hola, disculpa que los interrumpa, pero ¿dónde encuentro algo de soga en esta casa?

—En la caja de herramientas —responde. Al otro lado hay un sinnúmero de voces hablando al unísono.

—Ya busqué allí y no hay nada.

—Busca en la cochera entonces —responde. Escucho como se disculpa con alguien al otro lado.

—Ya lo busco. Gracias, papá.

—Pórtate bien, Abby —sonrío y termino la llamada. Salgo hasta fuera y corro hasta la cochera. La puerta está abierta. En la mesa que está en la esquina izquierda, diviso otra caja de herramientas y un grupo de llaves colgadas, un taladro y cuerda, mucha cuerda. La tomo y regreso hasta la escalera. Vuelco la hielera para sacarle el agua y amarro la soga al asa.

—Tardaste un poco —dice Jordan desde arriba.

—¿En serio lo crees? —lo miro de mala gana y sigo atando la cuerda.

—Bien. Ahora lanza el resto hasta mí —tomo la cuerda y la envuelvo para lanzársela a Jordan hasta arriba. Fallo en el intento un par de veces antes de que al fin logro el cometido. Él sube despacio la hielera con el vino, el saca corcho y las copas y cuando al fin están a salvo subo despacio las escaleras. De nuevo me acuesto sobre el techo y hasta ahora me entero de que estoy agotada y algo sofocada. Respiro profundo y veo el corcho volar por los cielos. Cierro los ojos y solo escucho el choque de la botella contra las copas.

—April —Jordan me llama. Abro los ojos y él está sosteniendo una copa para mí.

—Gracias —la tomo, bebo un sorbo del vino y me recuesto, él imita mis acciones.

—Es un vino excelente.

—Sí. Es de la cosecha especial. Papá tiene un viñedo.

—Así que de allí viene todo esto.

—Pues sí. La familia se ha dedicado a esto, creo que por siglos. Mi papá, el papá de mi papá, el papá de mi papá de mi papá, y así... La cadena es muy larga.

—Fantástico. ¿Tienes hermanos? Para seguir la cadena.

—No, no tengo hermanos, creo que desafortunadamente, no estoy segura cuán diferente sería todo si fuese así. Quizás él si habría querido seguir con el negocio. Y bueno, por eso es que peleo mucho con mi mamá, a mi papá realmente no le preocupa mucho, eso porque tengo primos y ellos sí están interesados. Pero mamá es algo... ya la viste, es ambiciosa, quiere agarrar toda para ella sola y no dejárselo a los demás. Ya creo que es algo superado, pero ella siempre se va a encargar de recordarme que soy una fracasada y que no elegí bien —respiro, volteo la cabeza y lo miro—. Jordan —me detengo—. Daniel me despidió y me contrató.

—¿Cómo es eso? —éstá claramente confundido.

—Daniel decidió que ya no necesitas más mi ayuda y me invitó a trabajar en la oficina —el nudo se forma en mi garganta, pero tengo que seguir la conversación—. Por eso sentiste que estaba triste el otro día, no quiero estar lejos, no quiero que esto termine —una lágrima rueda por mi mejilla y él la limpia con su pulgar—. Siento que te necesito y no me puedo alejar, no quiero estar lejos —Mi voz es ronca por las lágrimas que están acumuladas dentro de mí. Su mirada es fija, el azul de sus ojos está brillando, y choca contra la luz de la luna. Yo quisiera gritarle lo que siento, pero tengo miedo, porque nunca ha terminado bien antes.

—Este podría ser el inicio —propone, en voz baja, tranquila. No quiero entender realmente lo que sucede. No sé si quiero entenderlo de esa manera, porque no quiero hacerme ilusiones—. Claro, solo si tú quieres, no quiero tentar mi suerte.

—¿El inicio? —asiente.

—Podemos estar juntos sin miedo, sin temer a si estamos haciéndolo bien o mal y sin importar lo que piensen los demás, solamente pensar en que queremos estar juntos y que ahora será mejor que antes. No eres la única, yo tampoco quiero irme y quiero que lo hagamos y que lo hagamos bien. Aunque no recuerdo muy bien como es todo esto —él sonríe un poco y eso ilumina mi alma, es hermoso verlo de esa manera. Estoy entendiendo bien la propuesta—. Lo intentaré.

—Yo también quiero hacerlo —sonrío de vuelta, Jordan me envuelve en sus brazos y siento su calor. Después de todo, parece que la decisión de Daniel hizo más cosas buenas que malas. Paso mi mano por su cabello, sintiendo la suavidad, nuestras miradas se encuentran y él sigue con esa sonrisa en sus labios, algo desde lo más profundo de mí me acerca a sus labios. Es un beso lleno de promesas, y es feliz, es cálido y muy agradable, por primera vez es un beso lleno de alegría. Despacio su cuerpo va subiendo sobre el mío, sin abandonar mis labios. Le doy un espacio entre mis piernas y ahora está completamente sobre mí, tratando de no depositar todo su peso. Sus besos viajan desde mi oreja hasta mi cuello y luego en mi pecho. Solo hay miradas, el azul de sus ojos, los destellos color oro de su cabello, las diminutas piezas que arman un rompecabezas cósmico en el cielo, formando una constelación celestial y la luna que es lo único que nos está proporcionando luz en este momento, son nuestros acompañantes. No son necesarias las palabras, arruinarían el momento, por eso, siempre terminamos dañando las cosas, nos apresuramos, no dejamos que se formen, no dejamos que sean lo que quieren ser.

***

El sonido de la bocina de auto de papá me despierta. Estaba profundamente dormida.

—¡Jordan! Despierta —toco su brazo, pero él está dormido como piedra—. Papá y mamá llegaron. Vamos a bajar antes de que entren —se despierta.

—Claro, vamos —él empieza a recoger todo lo que hay allí.

—Déjalo ahí. Lo buscamos mañana —él baja las escaleras primero y yo le sigo detrás. Entramos sigilosamente por la puerta de la cocina, aún están en la cochera así que no han podido ver rastro de nosotros. Vamos subiendo las escaleras y al llegar al segundo piso le indico a Jordan que vaya a su cuarto.

—Luego hablamos —susurro y le hago señas para que haga silencio. Me estoy riendo sola, a carcajadas y no tengo idea de porqué estoy evitando que mis padres me vean y tampoco sé porqué estoy riendo. Cierro la puerta detrás de mí. Me acuesto en la cama. La risa va menguando de a poco, pero la alegría todavía sigue allí. Lo que sucedió hace un rato, es como si fuese un utopía o tal vez una alucinación. Jamás pensé que de sus labios saliera una propuesta como esa, sobre todo después de lo que me dijo sobre sus sentimientos, es extraño saber que a pesar de tener esos pensamiento sobre sí mismo, se da la oportunidad, eso es muestra de nosotros mismos nos equivocamos acerca de lo que realmente somos, no somos capaces de llegarnos a conocer de que tanto somos capaces de hacer, sí somos los que más sabemos acerca de nuestros sentimientos, pero eso no es suficiente para saber con gran certeza que tanto llegamos a hacer. Quizás estoy exagerando un poco sobre esto, porque la realidad es solo intentar algo, que no girará entorno a Daniel.

Afuera escucho un murmullo. Son las voces de mamá y papá. Están caminando hacia su habitación que está justo al lado de la mía. Escucho la puerta cerrarse. Espero unos segundos para salir. Dejo la puerta entreabierta y voy de puntillas hasta el cuarto donde está Jordan. Toco la puerta despacio y él abre desde el otro lado. Él estaba tomando un baño. Una pequeña toalla está envuelta alrededor de sus caderas y algo de espuma todavía está esparcida en su pecho.

—Pues... —no sé que decir, lo único que quiero es pasar mis manos por su pecho y decirle que quizás yo pueda ayudarle a restregar su espalda, pero me contengo—. Pues tú sigue, yo te espero aquí —digo dándole golpecitos a la cama.

—No te vayas —me guiña un ojo y entra al baño. Los minutos parecen eternos hasta que por fin sale, vestido con un pantalón de pijama azul oscuro con rayas color gris. Se sienta junto a mí.

—Mis padres no nos vieron —volteo la cara y le sonrío.

—¿Te preocupaba?

—La verdad es que no me importa, es solo que no me gustan las explicaciones —trato de evadir la conversación, quizás eso lo haga sentir mal, pero no es él el problema, es mi madre. Desvío la conversación a otra dirección—. No hemos cenado y estoy muerta de hambre. Vamos a la cocina —lo tomo de la mano. Él sostiene nuestras miradas unos segundos y trata de decir algo, pero al final se arrepiente. No voy a preguntar, no voy a tender tanto mi suerte. Nos levantamos de la cama y caminamos despacio hasta la cocina.

—¿Quieres un emparedado? O quizás cereal, leche, galletas sSaco las distintas opciones de la despensa.

—Me quedo con el emparedado —él sigue observándome, impasible. Es algo incómodo, pero el toque de misterio en su mirada es sexy.

—¿Con todo?

—Y mucho más —ahora es el rastro de una sonrisa la que nos acompaña. Busco todos los ingredientes en la nevera y la despensa y preparo los emparedados. Sirvo dos vasos con jugo de naranja, llevo la bandeja a la isla de la cocina y me siento junto a él.

—Sabes de esto —dice después de darle un mordisco al sándwich.

—Gracias, aunque no creo que haya mucho de complicado en hacer esto —le muestro mi emparedado.

—Jamás menosprecies tu trabajo, por simple que parezca.

—No es menosprecio, sino que hay cosas que me salen mejor.

—¿Cómo cuales?

—Pues muchas las verdad, tardaríamos un buen rato mostrándotelas —no sé cuando esta conversación tomó este curso sensual, pero lo peor de todo es que fui yo que la provoqué.

—Demuéstralo. Tengo tiempo y me imagino que tú también. Es rápido, tan rápido que no sé como me acerqué a él. Lo estoy besando, sus manos están en mis caderas y las mías están en su cuello, son besos breves, sonoros y profundos. Una sonrisa está dibujada en nuestros rostros. Escucho un ruido. Es la nevera. Demonios. Me separo despacio y miro. Es papá.

—Que tengan buena noche, Jordan, amigo de Abby y Abby —papá sale de la cocina con un vaso de agua en la mano. Lo único que queda es reír.

***

El desayuno está siendo servido por Carrie y otra chica, la cual tampoco conozco. Mamá quiere disfrutar del sol esta mañana y estamos en el comedor que está junto a la piscina. El radiante sol, está iluminando el agua de la alberca, reflejando el azul profundo del cielo en ella. Es hermoso y ahora no me faltan las ganas de darme un chapuzón. Jordan bajó primero y está hablando con papá y muero por saber qué dicen Me acerco a ellos para unirme, pero la conversación es solo sobre los negocios con Daniel. Mamá nos llama para que nos sentemos en la mesa. Es una para cuatro personas en madera y pintada en color blanco con una amplia sombrilla para cubrirnos del sol.
El desayuno es tradicional. Waffles, huevos revueltos, jugo de naranja, café, leche, galletas de avena, yogur y pastelillos. Mientras las chicas están sirviendo el desayuno en nuestros platos.

—Anoche vimos a Sandy, ¿lo recuerdas Abigail? —Mamá me pregunta—. Es el hijo de Roddery, el socio de tu padre.

—Sí, creo que lo recuerdo —digo estando más concentrada en mi café.

—Pues lo invité a comer esta tarde, así puedes compartir con él. Es un buen hombre, está soltero —Mamá ya ni siquiera disimula que está buscándome un hombre a como de lugar.

—Muy bien por él. Debería quedarse soltero por siempre —ruedo los ojos y miro a papá.

—Jordan, cuéntame un poco, supe que vas a competir por el campeonato el próximo mes.

—Sí, vamos a Alaska. Estamos muy contentos con todo esto, sobre todo porque ha sucedido muy rápido. No lo esperábamos.

—Siempre he tenido una pregunta y Daniel nunca ha sabido responderla. ¿Por qué pelea un boxeador? Es decir, ¿cuál es la motivación?

—No sé por qué pelea un boxeador, lo que sí tengo bien claro es por qué boxeo yo. Algunos vamos en busca de algo que nos adeudan. Los demás quizás lo hacen por dinero, porque les gusta sentir esa adrenalina, aleja el estrés y todas esas cosas que hace el deporte. También lo hago porque mi padre fue boxeador, fue lo único que vi durante toda mi vida, siempre estuve involucrado y aprendí todo lo que él sabía.

—Vaya. Eso quiere decir que no estás porque te gusta.

—Si pudiera hacer algo diferente lo haría, luego que cumpla con mi deber, claro. Eso no quita que siga practicando luego, creo que es el mejor ejercicio que existe, además de ser un legado para mi padre, quisiera conseguir el título que el no tuvo el tiempo de lograr.

—¿Y qué te gustaría hacer? —le pregunta papá a Jordan.

—Nunca me he detenido a pensar en ello —me quedo sorprendida con su respuesta.

—Solo recuerda que hay que hacerlo con amor, lo que sea que quieras hacer.

***

Mamá entra a mi cuarto y se sienta en la cama. Yo alejo el iPad, lo bloqueo y la miro.

—Abigail. En un rato viene Sandy, tienes que alistarte y ponerte bonita para él —ella pasa su mano por mi cabello y me mira con ternura. No me gusta esa mirada en ella.

—Mamá. ¿Alguna vez te he dicho que quiero salir con Sandy o alguien más? —no puedo evitar sonar exasperada. Estoy realmente harta de esta situación. Mamá siempre arruina mi viaje, donde quiera que estemos juntas—. No, no lo he dicho.

—Tienes que conseguir un esposo pronto, Abigail. Sino te quedarás para vestir santos. Necesitas uno que lleve el negocio junto a ti.

—¿Es eso lo que te preocupa? Pues está solucionado. Estoy saliendo con Jordan, es mi novio y punto. ¿Feliz?

—Cariño. Eso es solo una calentura. Él no es hombre para ti, eres una mujer de buena familia y él pues, no tiene un apellido que digamos —dice en tono de disculpa—. Además, acéptalo, es peligroso, no sabes cuando podría tener un ataque de ira y herirte.

—Ya detente. Sólo detente. Siempre arruinas la maldita visita a esta casa. Y ¿sabes qué? Te juro que no vuelvo a visitarla porque siempre lo vas a arruinar. Solo te importa el maldito dinero y quién se quede con él, pero a mí no. A mi me importan los sentimientos. Si alguna vez quieres ir a buscarme, hazlo, pero yo no cambiaré por ti —me levanto de la cama y voy a baño para recoger todas los cosas. No tengo ni siquiera veinticuatro horas aquí y ya me largo por culpa de la ambiciosa de mi madre.

—Abigail. Escúchame —grita mi madre.

—Todo está dicho. Solo me largo de aquí —termino de recoger lo que hay en la cama y las gavetas y lo entro al descuido en el maleta. Salgo del cuarto y voy hasta donde está Jordan—. Nos largamos. Recoge tu maleta por favor —él me mira con ojos de que no entiende, pero qué demonios tiene que entender, la sangre me hierve y mi piel debe estar notablemente enrojecida. Quiero salir corriendo de aquí y alejarme pronto de la casa de cristal de mamá, que se romperá si decido seguir a mi corazón, pero ella está bien, por qué se está preocupando porque yo no tenga lo que ella tiene, yo solo quiero ser feliz, sea con poco, o con nada, solo ser feliz y vivir así, sin que me importe que piensen los demás de mis decisiones, después de todo, nadie estará conforme, haga lo que haga, por eso debo ser yo quien lo esté.

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