Capítulo 14
Capítulo 14
Abigail
Algo muy dentro de mí se rompe al escuchar esas palabras, lo peor de todo es que siento que lo está diciendo desde lo más profundo de su ser. No está exagerando. ¿Por qué dice eso? ¿Qué pasó? No es mucho lo que quiero saber, lo único es, solo el porqué de decidir sentirse así, sin embargo, yo me retracto, no creo que nadie decida sentirse de esa manera. Una presión se instala en mi pecho y ya cuando decido decir algo, hemos llegado hasta su casa. No sé si bajar con él, no sé si él desea que yo esté allí.
—¿No vas a bajar? —él alza su mano hasta mí para ayudarme a salir. La recibo con gusto, cierra la puerta y paga el taxi. Entramos a su casa y la presión que está alojada en mí, no permite que me afecte mucho el desastre que hay en este lugar, sin embargo, hago espacio en el sofá y me siento. Él me sigue y se sienta junto a mí con la cabeza hacia atrás sin lugar donde apoyarla cómoda. Respira profundo un par de veces y pasa sus manos reiteradas veces por su pelo.
—Sé que no quieres que te pregunte —digo.
—¿Preguntar qué? —supongo que está tratando de hacerse el desentendido.
—¿Por qué dices que tu “amor” murió en un accidente?
—Estás en lo correcto, no quiero que me preguntes —solo asiento, no quiero presionar, a mí tampoco me habría gustado que me lo hicieran—. ¿Sabes por qué?
—Porque sencillamente no soy quién para compartir algo de esa magnitud —me encojo de hombros.
—Claro que no es por eso, April, la verdad eres la única persona a la que se lo diría o mejor dicho, a la que se lo he dicho y se lo diré. No quiero que me preguntes, porque si lo haces, estaré traicionando mi regla número: “Perder la sensibilidad si quieres ganar”, cuando un boxeador empieza a sentir, termina su carrera. La mía ni siquiera ha empezado, April —me mira por encima de sus pestañas, su voz es suave, muy suave, no lo había escuchado así antes—. Te parecerá algo ilógico, pero no quiero que me preguntes, sin embargo, yo sí quiero contarte —mi corazón se detiene, y aquello que estaba instalado en él, navega hasta mi estómago, va a hablar. Mantengo el silencio. Él solo se da vuelta y me enfrenta para mirarme a los ojos. Toma un respiro y empieza a hablar, muy sereno y firme, como un cuento de terror.
***
En la noche hace tan solo seis años, el rumbo de mi vida, mis sueños y mis pensamientos cambiaron de tal forma que hoy, ya no existen, o algo más simple, se convirtieron en otra cuestión. Puedes pasar de ser alguien común con deseos de tener una casa, una esposa, hijos, en fin, una familia, a verte de pronto sembrado en la obsesión de conseguir una venganza, que más bien yo le llamaría la revancha.
—Debemos detenernos por combustible —dijo mientras se acercó a mí y recostó un poco su codo en mi muslo y observó la aguja.
—Sí. Creo que hay una estación de gasolina a unos 500 metros, más o menos —respondí.
—Ya estamos llegando a la ciudad, creo que el combustible que cargamos para salir es suficiente, según mis cálculos —Papá dijo algo molesto. Hace rato había dicho que le dolían las nachas de estar tantas horas sentado.
—Tranquilo, cariño. Podrás estirar las piernas y comprar un par de cervezas con el bebé.
—Mamá —gritó Jacob. No le gusta que le llamen bebé, pero mamá nunca terminó de entenderlo.
—No. Creo que me decido a dormir un rato mejor —ví a través del espejo a papá recostar su cabeza sobre el hombro de mamá. Sonreí. Llegamos a lo que parece ser un parador, sin embargo, no es una estación de gasolina, pero seguro aquí encontraría algo de combustible para el auto y echarlo en un recipiente. La noche estaba algo nublada, y no imaginaba el hecho de estar en medio de ella, lloviendo y sin poder movernos de allí. Hay que ser precavido, ante todo.
—Espérenme todos aquí. Investigaré si tienen combustible —bajé del automóvil y busqué el recipiente en el baúl. Corrí hasta la puerta del lugar y abrí, solo tienen muchos estantes con cientos y cientos de latas. No creí que allí hubiese gasolina.
—Hola, disculpe. Estoy buscando algo de combustible para el auto de allí, gasolina de hecho. ¿Tienen gasolina? —miré alrededor y nunca antes me había sentido tan ridículo, ¿cómo aquí podrían tener gasolina?
—No, señor, discúlpenos, pero esto es una tienda de granos enlatados. Lo que sí puedo ofrecerle un poco de metano después de la cena —el viejo sonrió haciendo que sus arrugas luzcan mucho más marcadas, cosa que creo imposible. Me reí.
—Ya veo, cuando entré lo imaginé, pero no quise dejar de preguntar —le sonreí—. Pero ¿tiene algo de beber aquí para mi familia allí? —los señalé—. Están algo sedientos.
—Mira, voltéate, allí hay una gran nevera con latas de cerveza —me señaló. Dí la vuelta y busqué en la nevera las cervezas, una para papá y mamá, dos para Jacob, una para Mindy y otra para mí. Caminé hasta el mostrador—. ¿Cuánto le debo? —pregunté.
—Déjalo así hijo, no son para la venta, son de uso personal. Míralo como un brindis —me guiñó un ojo. Estaba algo confundido con su reacción.
—No, no puedo permitirlo, déjeme darle algo por ellas —le ofrecí un billete de $5.
—Es un regalo, vete y tomen su cerveza, disfrútenla en familia —tomó el billete y me lo devolvió.
—Gracias —dije confundido sin saber porqué se comporta así. Niego con la cabeza mientras iba hacia la salida. Caminé hasta el auto y subí.
—Miren, aquí tienen, nutran su vicio —sonreí. Mindy se acercó a mí y me plantó un sonoro beso en los labios.
—Gracias amor —sonrió y le respondí plantando otro beso en sus labios. Mi cuerpo se golpeó contra el volante estrepitosamente, plantando un dolor sordo en mí, mis oídos estaban inundados por un silbido y el auto se movió, de manera involuntaria. La cabeza de Mindy chocó contra donde se supone debió salir la bolsa de aire. Mi visión era borrosa al levantar mis cabeza y mirar hacia delante y solo veía un poste de luz, que nos ayudó a detenernos y un auto, uno de lujo observándonos, no se detuvo a ayudarnos, solo nos miró y reinició la marcha. Fueron ellos, su parte delantera estaba completamente destrozada, no sabía cómo han podido seguir conduciendo. Se fueron rápido, pero mis ojos se concentraron en el número de su matrícula y lo grabaron para la eternidad. Pasé mi mano por mi nariz y un torrente de sangre se deslizó por ella.
—Mindy —llamé con voz débil, el dolor que atravesaba mi pecho no me permitía alzar más la voz, ya este dolor era demasiado—Mindy —no reacciona. No me podía mover, el asiento se inclinó todo hacia delante y no me dejó moverme. El cinturón estaba trabado. No me puedo mover. Nadie nos ha visto. Necesito hacer algo. Me siento impotente, no pude mover mis brazos así que choqué mi cabeza contra el guía y hice sonar la bocina, la golpeé reiteradas veces, el viejo de hace minutos, salió, miró hacia dentro y me encontré con su mirada. Corrió, no sé a dónde, pero luego de allí, perdí todo, no sé quién soy.
***
Mis ojos estaban pesados, me tomó unos segundos recordar lo que pasó, al abrirlos, paredes azules y tubos me rodean. Traté de levantar la cabeza, pero ella protestó y volví a ponerla en su lugar. El botón para llamar a las enfermeras estaba a mi alcance. Llamé. No me podía mover y mi cabeza estaba de explotar. Alguien abrió la puerta. Una enfermera entró.
—Ya le he informado al doctor que has despertado —ella movía algunos tubos que estaban en el suero. Traté de levantarme.
—¿Y los demás? ¿Cómo están los demás? —pregunté. Ella mantuvo su rostro impasible sin responder nada.
—El doctor vendrá en un momento, tú tranquilo, por favor —se limitó a responder, dio vuelta y se fue. Mi presión debió haberse elevado bastante, por primera vez, me sentía asustado, mi corazón quería salir de mi pecho. Un hombre con una bata blanca y una tabla en sus manos, entró en la habitación. Llevaba puesto lentes para leer e iba anotando algo en sus notas.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Lo importante no es cómo me siento, quiero saber cómo está mi familia —pregunté. El dolor hacía eco en mi pecho cada vez que salía una palabra de mis labios.
—Señor, tranquilo, le estoy preguntando por su estado, necesita responder —dijo. Me molesté, porque no entendió que yo valía una mierda en ese momento, quiero saber de ellos.
—¡Maldita sea! —grité—. Dígame de ellos.
—Lo siento, pero el señor murió —el señor murió fue lo único que repitió mi mente. Murió—. La señora que iba con ustedes está en estado crítico, en la sala de intensivos de este hospital —mamá, mamá todavía estaba viva, fue un rayo de luz que abrió mi esperanza. Todavía respira, ella estará bien.
—¿Y mi hermano? —pregunté, mi voz es ronca y débil.
—El joven está en una sala de este hospital también. En cuidados intensivos, el choque fue desde atrás, los pasajeros que iban en esa parte se vieron gravemente afectados.
—¿Y Mindy?
—La señorita está bien, dentro de lo que cabe, solo que está pasando por un proceso de trastorno de pérdida de la memoria, sufrió una fuerte contusión en la cabeza —Mindy, no tiene memoria, mamá y mi hermanito estaban a punto de morir —¿Y usted, cómo se encuentra? —me preguntó.
—Vacío —le respondí.
—¿Está hambriento? —interrogó con el ceño fruncido.
—Estoy vacío —repetí, me sentía desolado, no podía hacer nada por ellos, necesitaba hablarles, decirles que estaba aquí, que estaba bien, que no se vayan. Ya era suficiente, papá se fue y no pude hacer nada para evitarlo, tengo que evitar que se vayan los demás. —Necesito verlos, doctor —dije.
—Tengo que revisarlo, señor.
—Déjeme verlos, por favor —solo le repetí. Él entendió.
—Con calma, puede estar un poco mareado —me dijo moviendo un poco el palote que sostenía la intravenosa. Acompáñeme. Me ayudó a levantarme y a caminar, porque no podía hacerlo bien, andaba cojeando. Al llegar hasta la zona de cuidados intensivos, inundada por losbips de las máquinas que mantienen con vida a los pacientes que se debaten entre vivir o morir. Una enfermera me pasó un bata y una mascarilla, para no entrar “microbios”a la sala. El doctor mantuvo la puerta abierta para mí y entré. Mamá estaba conectada a máquinas y muchos sonidos inundaban la sala. Una máscara de oxígeno estaba pegada a su rostro. Sus ojos cerrados y sin movimientos. Su piel pálida, había perdido el color bronceado que la caracterizaba, sin embargo, su pelo seguía siendo el mismo, largo, muy largo y negro, que estaba esparcido encima de la cama. Fue lo primero que acaricié. Las lágrimas no tardaron en rodar por mis ojos cuando estuve más cerca de ella.
—Mamá, estoy aquí. Estoy bien, tienes que regresar, tengo muchas cosas que ofrecerte mami. Abre tus ojos, dicen que se parecen a los míos, pero qué mentirosos son, los tuyos son únicos, los más hermosos que haya visto en mi vida. Tienes que despertar y estar bien. Te amo tanto —le dí muchos besos alrededor de la máscara. Temí levantarla, pero no pude evitarlo, la levanté y le dí un gran beso—. Te amo —tomé su mano y planté muchos besos en ella. El doctor me hizo una seña, y dijo que ya era suficiente. Me levanté y salí del cuarto. Las lágrimas corrieron sin piedad, más aún cuando salí de allí. Vi a mi hermano en el cuarto de al lado en situación similar a la de mamá. Miré al doctor y él solo asintió. Entré y lo único que pude hacer fue llorar, derramar las lágrimas acumuladas por el dolor, que ya no era físico lo que sentía mi pecho, era mucho más que eso, mi cuerpo ya no era el problema, lo que está herido es mi alma, mi espíritu, mi corazón.
—Tenemos que revisarlo, señor —dijo el joven doctor. Sequé mis lágrimas con mi antebrazo y me levanté. Quería saber si es posible cambiar mi vida, por la de ellos. Eso le pregunté al doctor.
—Ellos estarían igual que desolados que tú si lo harías. ¿Quieres que ellos sufran por ti? —solo me respondió y confieso que no lo esperé. Tiene razón, ellos sufrirían por mí, sobre todo mamá.
—¿No quiere ver a su padre? —preguntó el doctor. Papá había sido un hombre tan fuerte que me costará verlo de esta manera, no podré soportarlo, pero tenía que hacerlo.
—Sí —respondí, aún con dudas navegando en mi mente. No pude procesar tanta información triste en un día. Caminamos hasta un lugar más retirado a los demás—.¿Cuánto tiempo llevamos aquí? —pregunté.
—Menos de 48 horas, no ha pasado mucho —respondió. Asentí y seguimos caminando. Entramos por un pasillo que nos condujo hasta una puerta de metal. El doctor caminaba delante de mí. La habitación estaba totalmente iluminada y las luces chocaban contra las altas paredes blancas. Una pared llena de depósitos estaba a nuestra derecha, al otro lado una amplia pared de cristal que nos separaba de lo que parecía lucir (y que de hecho es) un laboratorio. El doctor caminó hasta la derecha y sacó, como si se tratase de un gavetero, a mi padre de allí. Él llamó mi atención y caminé hasta él. Estaba cubierto completamente. Tomé la parte de arriba de la sábana. El doctor me detuvo.
—Señor, creo que debe prepararse antes de hacer eso. Su padre pasó por un proceso, ya que quisimos averiguar la causa de la muerte —Qué tonto, murió por un accidente—. Pues, me gustaría estar... solo para verlo —dije. Él asintió y salió. Quedé solo allí y cuando reuní el valor para verlo, pues, sencillamente fui tan cobarde que no pude reproducir la imagen en mi cabeza.
Sobre Mindy, fue el tema menos difícil de tratar, ella no me recordaba, no sabía siquiera que algún día me vio. Me sentí mal por ello, porque sí la quería, y mucho. Mamá murió tres días después que desperté, los doctores mencionaron la posibilidad de dejarla conectada, pero luego de análisis en conjunto, llegaron a la conclusión de que no había nada que hacer, su vida había terminado. Mi hermanito luchó un rato más, y duró algo más de quince días, hasta que su corazón decidió dejar de latir. El mes más difícil de mi vida. Enterrar a toda mi familia, por culpa de un mal nacido borracho.
***
Jordan terminó de contar lo que es parte de la historia de su vida, la peor historia, sin embargo, está aquí como si nada, como si acabase de contarme lo que dijo el noticiario de las once de la noche, con las noticias más trágicas del momento, pero yo no soy tan fuerte como él, un llanto silencioso se desata en mí, sobre su hombro. Demonios, él perdió su familia a la que amaba, y yo, yo tengo a todos allá, en Los Angeles y pienso que solo han tratado hacer mi vida imposible y decidí irme y alejarme de ellos. Eso sumado a su historia me rompe el alma.
—¿No tienes a nadie? ¿Un tío, un primo, un abuelo? —pregunto.
—Nada. Ellos eran los únicos. Mis padres era hijos únicos y mis abuelos murieron. Quizás hay alguien no tan cercano en algún lugar del mundo que tenga algo de nuestra sangre, pero si es así, no los conozco o no los recuerdo —dice, como si no fuera importante.
—¿No te duele recordar eso?
—Ya ha dolido lo suficiente como para que siga haciéndolo. El dolor no existe, April, eres tú quien decidas cuánto dolerá y qué tiempo durará. Nosotros somos quienes creamos nuestro propio sufrimiento. Yo decidí que no dolería más —sus palabras suenan frías y claras, está muy seguro de lo que siente.
—Entonces, ¿fue White quien los atropelló? —pregunto. Él asiente—. ¿Qué pasó? ¿Fue a la cárcel?
—No, solo hizo trabajo comunitario por un mes —recuerda—. El poder no es poder solo por el verbo, el poder es poder, porque áquel a quien se le otorga, es capaz de poder hacer lo que le plazca o le resulte mejor para el caso, incluso poder arrastrar a aquellos que carecemos de él. Su padre hizo uso de esa facultad y logró que lo liberaran de todos los cargos de los que se le acusaron, ya que fue solo un accidente.
—Sistema de mierda.
—Pero ya no hablemos de ello, tienes razón, debo hablar con Mitch y pedirle perdón, es solo que a veces es difícil controlarse —él cubre su rostro con ambas manos. Pongo mi mano sobre el hombro al otro lado y lo abrazo.
—Tienes razón, y claro que debes irte y disculparte —digo—. Podemos ir hoy en la noche.
—Así lo haré.—suspira y me mira a los ojos.
—Gracias, Jordan.
—¿Por qué?
—Por confiar en mí.
—Cierto, nadie más sabe esto. Bueno, nadie nuevo que haya entrado a mi vida.
—Entiendo. ¿Qué pasó con Mindy?
—No recuperó la memoria. Está viviendo con sus padres, pero se mudaron de Nueva York, así que no tengo idea de dónde están.
—¿La olvidaste?
—¿Lo preguntas en el sentido de que si todavía la amo? —asiento—. Pues no, no la amo, April. Olvidé todo, ya eso no existe, no voy a vivir con toda esa mierda encima en mi vida. Todo quedó atrás. Lo único que recuerdo es a mi familia y la forma en la que murieron y en que voy a terminar con quien les hizo daño. Mindy está bien, por eso dejó de preocuparme y ella no puede sufrir porque la olvidé, o porque olvidé lo que sentí, ya que ella no me recuerda.
—Eso tiene sentido —concuerdo—. Gracias, de nuevo —le doy un abrazo y beso su mejilla.
—Gracias a ti, April.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro