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Capítulo 1

Capítulo 1
Jordan

La vida es una sucesión de acontecimientos que van despertando en nosotros alguien que desconocemos ser. Decimos que somos quien elige nuestro destino, pero ¿qué tan ciertas son esas palabras cuando hechos que se escapan de nuestras posibilidades te hacen ser de una forma que nunca pensaste serías? Esa es la vida, los tormentos, las sonrisas, las alegrías, las lágrimas, nos hacen ser quienes somos.

Una de las manera más tormentosas de despertar una mañana es, a parte de amanecer con una terrible resaca luego de una noche de juerga, es recibir el día con un ojo morado e incapaz de abrirlo por la inflamación.

Los rasguños en mis brazos, que por su incipiente aparición, no han empezado a sanar, una muñeca literalmente torcida y vuelta a ajustar y el abdomen dolorido por los puñetazos que me libró de recibir en el rostro.

Por más que quisiera quedarme dormido hasta que desaparezca el dolor tengo que levantarme, salir a correr y luego cumplir con mi trabajo en la constructo

La pregunta de porqué estoy golpeado es un penique por sus pensamientos.

Soy James Jordan King, mejor conocido en el vecindario como J. J. King, el rey de la jungla. El hecho de ser llamado así no es porque sea el león de la jungla vegetal, pero muchos han llegado a compararme con el mismo por mi físico, una melena rubia con largos rizos largos, la mayoría de veces, es algo tedioso ir semana tras semana a arreglar tu cabello que puede crecer libre, lucir bien y sin necesidad de tijeras; ojos azules algo rasgados, una barba con apariencia incipiente, a pesar de llevarla todos los días y de algún modo a veces logra superar su marca e ir más allá y obligarme a rasurarla.

El otro motivo de mi sobrenombre, son mis habilidades a la hora de pelear en los callejones del Bronx y la práctica usual de boxeo, que me han ido perfeccionando a través de los años, e me han llevado a tener un mínimo de fama en la comunidad. Me hacen tener algo de dinero extra para sobrevivir en la jungla de cemento en que se ha convertido este mundo consumista y corrupto, pero ese no es mi único motor, algún día espero conseguir ser visto por algún cazatalentos, para llegar a destronar de su muy posible título al hijo del hombre más importante del Bronx, Patrick White, boxeador profesional, la joven promesa del boxeo y futuro campeón del mundo de los pesos pesados, es su sueño y solo lo han postergado, porque su padre han considerado que debe posponer los gustos para cuando tenga una mejor cabeza, la que creo nunca tendrá. Mi propósito es vencerlo el día de más importancia en su carrera y llegar hasta donde más le duele, la gloria de campeón; para vengar el hecho de haberme quitado lo más importante que tuve.

Un baño rápido es suficiente. Mi ojo está bastante lastimado, así que decido limpiarlo con un poco de alcohol para que no siga empeorando. Salgo del baño y me visto con una camiseta deportiva sin mangas, que dejé la mañana anterior, unos pantalones cortos y zapatillas de correr que algún día fueron blancas.

Salgo de mi apartamento, cierro la puerta y bajo corriendo las escaleras mientras coloco un auricular en uno de mis oídos. Son apenas las 05:30 y está prácticamente de noche, faltan todavía unas horas para que amanezca oficialmente.

Es una hora peligrosa, pero de mi lado está el hecho de ser amigo de todos los posibles peligros locales que puedan existir, aunque no de los visitantes, por eso debo andar algo precavido y mantener mi oído libre al acecho.

Empiezo trotando despacio, sintiendo el aire todavía frío golpeando mi rostro a medida que incremento la velocidad, mis pensamientos se despejan, como se despeja el líquido de mi cuerpo al correr.

Hoy nos toca pegar algunas tejas en una casa recién construida en un vecindario contiguo al nuestro.

Jaden, mi fiel compañero. Es alto, solo unos centímetros más bajo que yo, que supero el metro noventa, de tez oscura y cabello rizado, grandes ojos café y un cuerpo atlético, en las mañanas es un humilde constructor, a veces ebanista, a veces herrero, otras más, plomero, todo esto en el día, pero en las noches su vida cambia por completo y se convierte en el más cotizado stripper del condado, en el bar de señoritas más exclusivo de Nueva York. No le creí, hasta que fui a verlo. Jamás te sorprendas si realiza todos sus pagos con billetes de un dólar.

-Hermano -saluda todavía sobre la camioneta apagada. En cuanto me ve, se desmonta y va a mi encuentro trotando-. Te fue muy mal anoche -se burla un poco de mí por mis moretones en el rostro, con aquella amplia sonrisa de grandes dientes.

-Te aseguro que valió la pena, creo que el otro terminó con un par de huesos rotos y si no están rotos, por lo menos los tiene dislocados -hablo con seriedad.

-Eso es lo que hace mi muchacho -él palmea mi espalda-, Pero te tengo una gran noticia. Recuerdas que te había hablado sobre algo de mi hermano.

-Claro -le respondo, mientras caminamos en busca de nuestros overoles.

-Él conoce un hombre que está en busca de un peleador que compita contra un oponente para una pelea de exhibición. Mi hermano le habló de ti.

-¿Por qué me querría a mí? Hay cientos de lugares donde se entrenan verdaderos boxeadores, soy un aficionado y lo callejero no es legal.

-Él no conoce el Bronx, por eso no los ha visitado, pero ese no es el detalle, el punto está en que este tipo quiere verte pelear, pero la verdad es que hoy no estás en condiciones -frunce el ceño.

Saco los overoles, tomo uno y le entrego otro. Me pongo solo la parte de los pantalones y dejó la otra suelta, solo quedándome en la parte superior con mi camiseta blanca sin mangas.

-Puedo hacerlo. Es mi oportunidad, Jaden.

-Estás bien feo, hermano -asevera.

-Dile que mañana. Puedo hacerlo. Confía en mí -ahora soy yo quien palmeo su espalda.

Subimos al techo de la casa y empezamos con nuestro trabajo, trazando algunas de las cosas que vamos a hacer mañana. Tengo que hablar con Mitch, el dueño del gimnasio, y decirle que alguien irá mañana a verme. Al salir del trabajo, corro hasta allí para entrenar.

Esta es una de las pocas veces en las que me detengo a mirar lo que me rodea y veo con gusto como ha ido mejorando la apariencia de este lugar. Gracias a la ayuda que Mitch ha recibido de parte de todos los que aquí entrenan, con un sueño que esperan sea posible alguna vez, incluyéndome.

Todo el mobiliario está en colores negro y rojo, piso de madera color caoba, del techo cuelgan los costales y las peras, en los mismos colores, un espacio para saltar la cuerda. El cuadrilátero está justo en la esquina izquierda al fondo del gimnasio y todos los demás ajuares para tener todo lo que necesitamos para entrenar.

Veo a Mitch, el hombre que me ha ayudado en todos estos años, al fondo saliendo de una de las puertas que conducen a las duchas.

-Hey, Mitch -lo alcanzo trotando.

El lugar está algo vacío. Solo un par de chicos están saltando la cuerda, otro está haciendo abdominales frente a los grandes espejos.

-Vaya -dice mientras acerca su mano para saludarme y se queda sorprendido mirando mi rostro-. Un par de gatos han de haberte caído encima -se ríe con ambos brazos cruzados.

-Gané -sonrío-. Valió la pena. Además, tengo grandes noticias

-¿Qué me trajiste? -anuncia poniendo una pequeña toalla sobre su hombro y abriendo sus brazos.

-Mañana vendrá un cazatalentos al gimnasio.

-Eso es estupendo -su voz suena algo emocionada, pero es casi imperceptible. Seguro son cosas mías-. ¿Viene a ver a los chicos?

-Viene a verme -enfatizo-. El hermano de Jaden le habló de mí.

-Pues ¿qué haces aquí hablando conmigo? ¡Tienes que entrenar! -exclama-. Andando. -De inmediato me pongo en movimiento. Saludo a los chicos que están en la cuerda. No sé sus nombres, a pesar de haberlos visto aquí desde hace varias semanas entrenando.

Me uno a ellos y empiezo a saltar. Luego de una sesión aquí, agoto una rutina de abdominales, un rato en el costal y en las peras.

Mitch me llama para subir al cuadrilátero, ya dispuesto con las manoplas y empezamos a practicar.

-Estoy algo... No sé cómo llamarle, Mitch, estoy algo excitado.

-¡Por Dios! J., no seas marica, estás hablando con un hombre -él arruga el rostro con desagrado.

-No, no me entiendes. Es emoción. Es como si algo grande se está acercando.

-Yo digo que mejor no hables tanto y te concentres. Si no, no van a venir las cosas grandes que dices sentir, yo confío en tu talento, y sé te irá bien. Si ese señor está en busca de talento, disciplina y constancia, aquí lo encontrará, pero sino haces lo que tienes que hacer, va a durar muy poco, luego de que lo consigas, es cuando más tendrás que trabajar.

-Gracias, Mitch -manifiesto y detengo los golpes para decírselo con mucha seriedad.

-No te detengas. Estaremos aquí hasta que llegue John y hagan algo de sparring. Sigamos.

Sigo allí durante un par de horas antes de finalmente llegar a casa.

Desde mi cama, le testeo a Jaden.

JJ: Hey.

Jaden: ¿Llegaste?

JJ: Sí, hablé con Mitch. Está feliz con la noticia. Entrenamos duro hoy.

Jaden: Como siempre. Johan me dijo que el respingado estará allí a eso de las 09:00, suerte que mañana no hay nada que hacer para nosotros en la compañía.

JJ: Sí, llegaré bien temprano. Ojalá puedas ir.

Jaden: No te prometo nada, hoy me toca una muy larga noche. Un par de nenas quieren que las acompañe al final de la jornada. Te diría que vengas, pero no puedes perder fuerzas.

JJ: Sí, sí, búrlate de mí todo lo que quieras.

Jaden: Jajaja, perdón. Es inevitable.

JJ: Hermano, mañana será un día largo. De verdad, gracias por esto.

Jaden: No me des las gracias, de todos modos no he sido yo. Así que lárgate a dormir y deja el romanticismo. Creo que es mi turno. Adiós.

JJ: Está bien. Diviértete por ti y por mí.

El agitamiento que siente mi cuerpo, grita las ganas que tiene de probar un cigarro, pero tengo que contenerlas, así que decido recostar mi cabeza y empezar a tratar de dormir. Hace seis años no sentía en mi corazón lo que es la emoción.

(...)

Corro hasta el gimnasio y como de costumbre, a las 07:00 a.m. está demasiado concurrido. Saludo a mis amigos de antaño y los observo un rato antes de iniciar. Mitch está con un chico bastante joven practicando en el ring. Él alcanza a verme y alza la voz llamándome.

-Ven aquí, muchacho -me acerco y subo a la lona.

-Llegaste temprano. Así se hace. ¿A qué hora tiene pensado venir tu amigo?

-Mi amigo no es quien viene, Mitch, es el cazatalentos, que por cierto, no sé su nombre.

-No seas zopenco, me refiero al mueve colas de Jaden.

-Pensé que te referías a él -encojo los hombros.

-En fin, ¿a qué hora viene?

-Quedaron que a eso de las 09:00.

-Excelente. Ponte en movimiento.

Así transcurren las siguientes horas hasta la llegada del más esperado; sin embargo, lo reconozco, ya que viene junto a Johan. Y sobre todo por su apariencia impoluta y elegante. Viene con un traje negro y gafas oscuras, como todo un Men in Black.

De inmediato le informo discretamente a Mitch su llegada y uno de los chicos que allí están entrenando, es puesto en la plataforma junto a mí, para que hagamos un simulacro. Los ojos de Johan aún no nos han encontrado, de modo que parecerá que empezamos antes de que ellos llegaran al local. Robin, mi contrincante y amigo, me saluda y Mitch hace el papel de árbitro y nos indica que iniciemos con la campana.

Pongo el protector en mi boca y empezamos a pelear. Agoto la rutina y uso las técnicas para derribarlo un par de veces entre ganchos. Durante las pausas, puedo observar la mirada del hombre sobre nosotros. Después de un tiempo y de haber hecho un par de maniobras sobre el ring con Robin, Mitch nos detiene diciendo que ha sido suficiente por hoy. Bajamos del cuadrilátero y le doy las gracias a Robin. El hombre se acerca a Mitch y hablan. Yo camino hasta los bancos y tomo mi toalla para secarme el sudor.

Mitch vocifera mi nombre y corro hasta ellos.

-J.J., este es el señor Daniel Turner. Al parecer alguien le habló de ti y vino a observarte.

-Mucho gusto, señor Turner -saludo mientras agito su mano que todavía está envuelta con la cinta y algo mojada de sudor.

-James -responde-. Me gustaría hablar contigo, pero preferiría que lo hiciéramos en otro lugar.

-Por supuesto. Donde quiera.

-Te espero en el parqueo y allí podremos ir a otro lugar a conversar.

-Claro. Vayámonos -lo insto esperando escuchar lo que tiene para decirme.

-Quizás quieras tomar un baño. No sé, ¿qué piensas tú? -propone y una sonrisa viaja en su rostro. Miro hacia mi atuendo; sumado a las manos envueltas en cinta y el mal olor por el sudor.

-Claro, nos vemos fuera en un par de minutos.

-Perfecto -dice y me ofrece una sonrisa sincera, mientras se retira con Mitch fuera del gimnasio.

Me doy una ducha rápida de agua tibia y me visto con una camiseta similar a la que llevaba, solo que limpia, unos jeans desgastados y los tenis. Salgo corriendo hasta el parqueo y lo veo junto a Mitch, quien sigue conversando con él. Me acerco a ellos y la conversación se detiene.

-Los dejo -se despide Mitch.

-Gracias por permitirme la entrada a su gimnasio.

-A usted por el interés -contesta-. J., ya sabes -Mitch pone sus manos sobre su sien. Supongo que me invita a pensar lo que haré.

-Nos vemos, Mitch -se aleja y subo al auto con Daniel. Llegamos a un restaurante que desde fuera luce bastante exclusivo. Bajamos del auto y el de servicio de estacionamiento, se encarga de aparcar el vehículo. Una mesa es dispuesta para nosotros y tomamos asiento. Daniel ordena una copa de vino y un jarrón de agua con lima. Asumo que lo segundo es para mí.

-Te hablaron de mí, ¿cierto? -pregunta.

Inevitablemente quedo algo confundido. No quiero mentirle y decirle que no, quizás Johan le advirtió eso antes de ir al gimnasio.

-Sí, me hablaron de usted.

-¿Fue una pelea arreglada entonces?

-No, jamás. Eso sería engañarme a mí mismo, trato de no hacerlo nunca. Mi contrincante no estaba al tanto.

-Me hablaron de ti y la verdad es que lo que pude ver ha sido impresionante. Pienso que eres un diamante sin pulir y por lo que me han dicho y mostrado, creo que tienes un gran futuro por delante en el boxeo.

-Espero que sea de esa manera.

-Pero tú deberás estar dispuesto a ciertas cosas.

-¿De qué se trata? -quiero escuchar lo que tiene para mí.

-De esto se trata. Tengo que arreglar una pelea con un boxeador ruso que quiere descollar aquí, en los Estados Unidos, pero para ello necesito a un peleador que no sea tan conocido para una pelea de exhibición, ya que será difícil que acepten un boxeador sin antes haber participado en algún combate en el país. Alguien como tú, es perfecto para iniciar. Te necesito.

-¿Qué recibo a cambio? -pregunto.

-Dinero. Fama. Reconocimiento. Los medios luego de la pelea estarán sobre nosotros. Te asignaré un entrenador personal y tendrás todo lo necesario para vivir bien de esto.

-¿Qué pasará con Mitch? Él es mi entrenador.

-No te preocupes por Mitch, ya hablé con él. Entiende perfectamente.

-Si no entreno con Mitch, no lo haré con nadie más -sostengo. No quiero abandonar a quien me ha enseñado todo lo que sé y le debo todo.

-¿Estás dispuesto a hacerlo con Mitch y alguien más?

-¿Dos entrenadores? -él asiente.

-Acepto -digo casi sin pensarlo. Pero ésta es la oportunidad de mi vida para acercarme más a los White.

-Hoy mismo iniciamos. Te asignaré el entrenador y mañana mismo iniciamos con el trabajo -expone y suena algo estridente-. Por cierto, también te asignaré un asesor de imagen. No puedes aparecer en los medio así -sus palabras me tienen algo confundido. ¿Cómo que un asesor de imagen? ¿Acaso trabajaré para una revista de modas o qué demonios?

-¿Un asesor? -pregunto.

-Sí, lo necesitas, las personas entre las que te moverás no querrán que te veas así -otra vez observo mi atuendo y no tengo la mínima idea de a qué se está refiriendo.

-La imagen es parte del éxito. Confía en mí -me guiña un ojo y he decidido confiar en sus actuaciones. Precavido, pero confiado. Todo se vale para llegar al fin anhelado, puedo perder algunas batallas, pero al final la guerra tendrá un gran vencedor. Estoy decidido que lleve por nombre J.J. King.

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