CAPÍTULO 5
La maldición que deja escapar por entre sus labios en un susurro que retumba dentro de esas cuatro paredes, va dirigido a nadie más que a ella misma y nace de una repentina sacudida de enojo causada por su propia biología, la cual parece caracterizarse por ataques silenciosos y sorpresivos que pretenden dejarla en vergüenza. Pasa ambas manos por su cabello, peinándolo hacia atrás en un gesto de frustración que expresa, sin la necesidad de palabras, lo fastidiada que se siente por la actual situación en la que se ha visto envuelta. Se toma unos segundos para respirar profundo e intentar recomponer su estado de ánimo que había sido brillante, gracias a las hermanas Mitsuya y el silencio Hakkai, hasta que se bajó los pantalones en el tocador con intenciones de orinar.
La mancha roja que ha logrado traspasar su ropa interior y manchar sus pantalones de forma ligera le impiden abandonar el tocador en busca de su bolso en donde, gracias a su buena suerte, posee un cambio de ropa que la pueden salvar de tener que regresar a casa con su trasero tintado. No quiere ser vista de esa manera por nadie ahora que es consciente de ello, por lo que cree que su mejor opción es pedirle a cualquiera de los que están afuera que le alcancen su mochila que dejó tirada en uno de los sillones de la casa.
Inspira, odiando el hecho de que ahora que se ha percatado de que su periodo ha llegado, su organismo comience a reaccionar al respecto con los característicos dolores menstruales que suelen acompañarle durante estos duros días. Si bien los dolores que Hoshi sufre no son los más fuertes conocidos sobre la faz de la Tierra y es consciente de que otras mujeres lo pasan mucho peor que ella, eso no lo hace más fácil de sobrellevar cuando, la mayoría de las veces, solo desea dejarse desfallecer en cualquier superficie blanda y hacerse bolita hasta que las contracciones se detengan de manera duradera.
Sin poder hacer nada más, se ánima para llamar la atención de las personas que se encuentran al otro lado de la puerta, comenzando con el mayor a la espera de que a pesar de que no ha sido capaz de dirigirle la palabra durante todo el tiempo en que llevan respirando el mismo aire, pueda ayudarle.
— ¡Hakkai! — llama en un tono medio, que le parece que es lo suficientemente alto como para que el chico pueda oírle desde el otro lado sin la necesidad de dejarse la garganta en el intento.
Espera uno segundos, observando la superficie de madera como si de esa manera pudiera llamar a Hakkai o a algunas de las niñas para que toquen la misma y pregunten si los ha llamado, o si es que necesita algo en general.
Nada. Ninguna respuesta se oye, detalle que se le hace extraño. ¿Habrá gritado muy despacio?
— ¡Hakkai! ¡Necesito pedirte un favor!
Espera un poco y de nuevo nada. El silencio que tiene como respuesta a sus llamados se le hace frustrante como mínimo. Ni siquiera Mana o Luna se han pronunciado, lo cual se le figura extraño viniendo de ellas.
— ¡¿Hakkai, Luna o Mana?! ¡Por el amor de Dios, respondan! — pide, agotada, deseando alguna señal de vida que le haga saber que, al menos, alguien la está escuchando y que no se encuentra sola y abandonada. — ¿Sabes qué? Olvídalo. No respondan. Solo... ¿Alguien podría alcanzarme mi mochila? Por favor. No necesito que me dirijas la palabra, solo tráela... O alguna de las...
Dos ligeros golpes se escuchan en la puerta del baño y, antes de que ella sea capaz de abrir o agradecer el que por fin hayan dado una señal de vida, una reconocible voz, tan suave como la seda, se filtra hacia el interior del cuarto.
— Tengo tu mochila.
— ¿Takashi? ¿Dónde están...?
— Hakkai las llevó al parque. Cuando llegue estaban esperando por ti en la entrada, supongo que con lo bulliciosos que son no te escucharon llamarles — explica el joven, refiriéndose más que nada a sus hermanas que a su amigo.
— Oh, ya, veo...
— ¿Necesitas algo más? No sé si me equivoco, pero... — Con sus pantalones arriba y ocultando su cuerpo tras la superficie de madera, entre abre la puerta lo suficiente como para que el objeto que necesita sea capaz de pasar por entre medio de esta. Sus ojos se encuentran con los de Takashi y este le regala una sonrisa suave, reconfortante, que parece decirle de forma silenciosa "tranquila, todo está bien" y que a la vez solo logra que el calor en sus mejillas aumente. No está segura el por qué le causa tanta vergüenza aquella situación cuando es de lo más normal, pero lo hace. — Mi madre guarda sus productos femeninos bajo el lavabo. Puedes tomar lo que necesites.
— Yo... Claro, gracias.
Toma su mochila, le regala una última sonrisa que solo refleja lo incómoda que se siente y cierra la puerta.
Tomándose su tiempo y para bajar el calor acumulado en sus mejillas de paso, Hoshi se cambia de ropa. Cuando ya está lista, toma las prendas manchadas y, echas un ovillo, las mete a su mochila para luego abandonar el tocador tras asegurarse de que ha dejado todo tal cual como estaba cuando ingreso.
Solo le basta dar dos pasos para salir del corredor y dar con Mitsuya, quien se encuentra sentado en el sillón de la sala con dos tazas de té servidas en la mesa de centro que aún humean debido a lo caliente que estas están.
— Luego de haber servido ambas tazas me percaté de que ni siquiera te pregunté si es que te gusta el té — Se ríe entre dientes por su bobo descuido. — De igual manera, si no te gusta, todavía queda agua y...
— Me gusta — Le interrumpe, asintiendo con la cabeza como secundar su propia afirmación. — No te preocupes... A mí me gusta mucho el té.
— Oh, asombroso entonces.
Deja su mochila en el piso y se acomoda en el sofá, a una distancia prudente de del pandillero que hoy, ha decidido vestir ropa casual y dejar de lado su uniforme de la Tokyo Manji para optar por algo simple, pero que a fin de cuentas posee estilo.
— Gracias por el té.
— Claro, no es nada — responde subiendo los hombros, restándole importancia mientras la ve tomar la bebida entre sus manos para menear un poco la cuchara que se haya en el interior. — No me esperaba que vinieras hoy.
— Yo tampoco me lo esperaba — admite. — Simplemente, se me dio la oportunidad y la tome. Perdón por no haberte avisado que vendría.
— Está bien. No tienes que disculparte. De igual forma, nunca intercambiamos números como para que me pudieras contactar — le recuerda. — Y yo creo que deberíamos cambiar eso ahora mismo. Por si planeas continuar con tus visitas... Digo, para que no suceda que algún día llegues y no haya nadie.
— Sí, tienes razón.
Intercambian números, para luego terminar ambos sumidos en un mutismo que a Hoshi se le figura, a lo menos, incómodo. Siempre es lo mismo. No está segura a que se debe, pero son esos tipos de silencio con personas que recién acaba de conocer que el carcomen la mente y le estresan de sobre manera, aumentando su ansiedad. Le gustaría poder saltarse ese paso al conocer nuevas personas y caer directo en la parte en donde la confianza es tanta, que ese tipo de situaciones son agradables y no siente la necesidad de refugiarse en una taza de té mientras se derrite los sesos pensado en qué decir.
— Supongo que te sorprendió ver a Hakkai aquí.
— ¿Ah? — Vocaliza de manera inmediata, saliendo de sus pensamientos y colocando su atención en el de cabellos lilas tras oírlo. — Sí... Al inicio hasta creí que era un hermano tuyo o algo.
Se ríe dulcemente y niega con la cabeza.
— Solo es un buen amigo — aclara. — Cuando tengo cosas de las que ocuparme, Hakkai es quien se encarga de cuidar a mis hermanas.
— Oh, es un gran gesto de su parte... ¿Tus padres trabajan mucho?
— Sí, o sea, mi madre. Mi padre murió dos años después de que Mana naciera, por lo que desde ese momento solo hemos sido nosotros cuatro — le explica, con a mirada perdida en el líquido oscuro al interior de su taza.
Takashi no tiene idea, o tal vez sí, Hoshi no está segura de ello, pero el sentimiento que se forma en el pecho de la chica es amargo y le deja un horrible sabor de boca cuando recuerda lo que le dijo días atrás como si hubiera sido hace tan solo un par de horas. Se supone que lo había superado, que lo habían arreglado y ahora eso ya la dejaría dormir en paz sin el cargo de consciencia, pero con esta nueva información no puede evitar sentirse como una bocazas, además, de una estúpida.
Pasa saliva, admirando de reojo el perfil de Takashi, quien no parece percatarse de ellos por estar perdido en sus propios pensamientos.
— Lo siento... Por lo de tu padre.
— Está bien, no te preocupes. Al final del día, te terminas acostumbrando a la ausencia con el pasar del tiempo.
— Sí, pero eso no quita el hecho de que siga doliendo — susurra la joven con la mirada baja y los ojos levemente humedecidos al recordar el rostro de su progenitora. — El sentimiento no se borra, solo se va calmando.
— ... ¿A quién perdiste? — cuestiona en un murmuro confidencial tras un lapso de silencio; silencio que Kobayashi no detestó para su sorpresa. No sabe si con esa conversación han logrado romper alguna barrera en su relación, sin embargo, le agrada.
— Mi madre, murió hace dos años — Tensa la mandíbula y parpadea varias veces seguidas, queriendo eliminar las lágrimas que se han acumulado.
Ya van dos años desde su perdida. La herida sigue tan fresca como el primer día y se ha puesto sensible tan rápido que es frustrante, porque no quiere llorar. No frente a alguien a quien apenas conoce, pero que es la primera persona a la que le ha admitido en voz alta que su progenitora ya no se encuentra a su lado. En su familia hablar de su madre es un tema tabú y, de forma inconsciente, es algo de lo que evita hablar con las personas que conoce o que va conociendo. Como si el no mencionarlo lo hiciera una mentira.
Percibe una mano posarse sobre su espalda y dar pequeñas caricias circulares. Es cálida, dulce y reconfortante. Lo suficiente como para derretirte. Le transmite confidencialidad y la suficiente cordialidad como para no sentirse avergonzada por el hecho de que un par de lágrimas se hayan escurrido de sus ojos.
— Perdón.
— No te disculpes por sentir, Hoshi. Es normal llorar cuando extrañamos a alguien...— Suspira, sin quitar su mano de ella. — Es mejor dejarlo fluir. Enjaular tus sentimientos no traerá nada bueno. Tanto a tu salud mental como física.
Con los labios contraídos, sintiéndose incapaz de hablar por el momento sin dejar escapar algún sollozo que puede terminar en un lloriqueo interminable, asiente, diciéndole de esa manera que lo ha oído y que lo que ha dicho tiene sentido. Al menos para ella.
Me he tardado porque caí en un feo bloqueo, pero he vuelto con un nuevo capítulo que no me ha desagradado a diferencia de otras cosas que escribí 🤙🏻
Espero les haya gustado y gracias por leer 💙
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