Me había llegado un mensaje de texto que me llevó a esperar en un muelle.

Si bien estaba enojado, no iba dejar que algún impulso terminara de joder la situación.

En el mensaje sólo me pedía esperar aquí.

Este muelle suele ser solitario y apreciaba eso. Tal vez Phichit quería estar a solas conmigo.

Al cabo de un par de minutos un hombre se acercó y se terminó sentando en una de las bancas de enfrente.

Lo miré sólo unos instantes para caer en cuenta que fue el mismo sujeto con quien había chocado hace un par de horas.

Quise creer que fue sólo una coincidencia.

Esa idea no duró mucho cuando vi que a ese sujeto se acercaba nada más ni nada menos que Phichit.

Confuso, me levanté de mi lugar dispuesto a ir con él y preguntar que demonios estaba pasando, pero alguien me tomó de la mano y me volvió a sentar. Tomó mis dos manos con fuerza y eso me hizo entrar en modo de defensa.

-Es por mi seguridad.

No puede ser cierto.

Jean estaba parado detrás de mí, sosteniendo mis dos manos sobre mi regazo y hablándole al oído.

-Sólo te voy a soltar si prometes no hacer algo estúpido.

Intenté un forcejeo y mi intento resultó fallido. Eso sólo provocó que mi ira creciera.

-¿Puedes quedarte quieto un segundo? Trato de hablar contigo.

-No hay nada que provenga de ti, que yo quiera escuchar. Sueltame.

-No lo haré hasta que te hayas tranquilizado.

¡Por favor!

Miré a Phichit y él parecía ignorar la situación.

Eso me desanimó un poco.

-Puedo notar que ya bajaste la tensión -su agarre perdía un poco de fuerza-. ¿Ves al hombre que está con Phichit?

No quise responder, pero era evidente que sí lo veía.

-Él es mi pareja -me soltó por completo para pasar sus manos a mis hombros-. Otabek Altin. Llevamos juntos un año y vivimos juntos desde hace un par de semanas.

-Y eso a mí qué me importa.

-Te debe importar -me presionó los hombros- porque Phichit está hablando con él por la mismas razones por la cual yo estoy aquí contigo.

-De qué hablas.

-Sabes muy bien de qué estoy hablando.

Me soltó y así se sentó a mi lado.

-Te vas por la mañana cuando lees mi mensaje. Te enojas y desapareces temporalmente preocupando a tu pareja haciéndolo caer en una de crisis ansiedad y preocupación.

Exageras.

-Conozco a personas que son tan... ¿serias? Como tú. No expresan sus inquietudes más que sólo en silencio cuando están público y cuando están solos lo sueltan todo. Sólo en personas en quienes confías te dejas ver como eres en realidad.

-Tú qué sabes.

-Sé bastante pues he convivido mucho tiempo con alguien como tú.

-¿Qué quieres? -escupí, arriesgando mi paciencia.

-Phichit te ama y lo sabes. Él se cortaría las dos manos antes de siquiera pensar en serte infiel. Puede cometer algunos errores, como sería el permitir que su ex entre en su vida nuevamente, pero eso no significa que sienta algo por mí o que llegue arriesgar esta gran relación por una estupidez. Tú eres consciente, sabes que entre él y yo ya no llegará a existir nada más que una posible amistad o que no pasemos de esta cena de Navidad.

Miré detenidamente a Phichit, sonriendo y posiblemente hablando con calma con ese tal Otabek.

-¿Qué dices, Seung-Gil? ¿Me das una oportunidad?

Sonreí sólo un poco.

Respiré hondo; conté hasta tres y...

Le lancé un golpe hacia su mandíbula.

Escuché una exclamación alarmada y pasos acercándose.

-¡Seung¡ -Phichit me reprimió.

-Ouch... dolió un poco -se quejó Jean.

- Te lo mereces -dijo Otabek y eso me sorprendió.

-¡Beka! Se supone que tú deberías apoyarme y besar mi barbilla -Jean hizo un puchero que me invitaba a golpearlo una vez más.

-Es mejor irnos -me dijo Phichit extendiendo su mano hacia mí. La tomé con determinación.

-Primero el sujeto que me lanza la piedra en el parque ¡y ahora esto!

Me quedé quieto un segundo.

-¿Pasa algo? -cuestionó mi pareja.

-Mmh... No, nada. Volvamos a casa.

Eso será algo que guardaré como una satisfacción personal.