IV
Su marca se había formado, claro no estaba cicatrizada, pero la conexión única y potente que solo podía sentir con su compañero estaba en su pecho, en su cuerpo. JiSung estaba feliz, satisfecho. Amaba ser mimado y más si era por su alfa.
Sentía que la autoridad se le resbalaba de su cuerpo, sentado en el regazo de su alfa al aire libre, donde todos los podían ver, incluso ese omega pelirrojo.
Toda la tribu desayunaba, la gran mesa de madera no acaparaba a todos los integrantes, por lo que había más mesas de madera alrededor, donde niños, omegas, betas y algunos alfas comían. Pues los alfas comían en la mesa principal donde su Yher se encontraba junto a su Yhar, lo cual no era común, ¿Un omega sentado en la mesa principal?
Las delicias en la mesa eran variadas, desde la miel hasta los panes recién horneados que esparcía un olor delicioso. JiSung disfrutaba de las frutas, tenía una preferencia particular a las fresas y más si estas tenían miel.
Llevando fresa por fresa a sus labios, comiendo lentamente y mirando con altanería al omega pelirrojo que se veía desde la otra mesa.
- Alfa. -gimió JiSung, cuando el alfa alejó el tazón de fresas del alcance de sus manos.
El alfa lo miró y apretó su agarre en su cintura.
- Come el pan que prepararon. -dijo.
- No quiero.
- Omega...
JiSung levantó su rostro, enojado. Con su frente en alto, mirando otro lugar.
Los niños corrían y jugaban. Todos eran de diferentes edades. Había risas y juguetes de madera tallados, diversos animales y formas.
JiSung los vislumbró con dulzura, era un lindo paisaje que observar.
- JiSung. -dijo su esposo. El castaño lo ignoró.
MinHo miró el cuello extendido del omega, donde su linda marca cicatrizaba. Su alfa se sentía posesivo, sobreprotector, queriendo gruñir a cualquier alfa, beta e incluso omega que postrara sus ojos en su omega.
Sabía que el ojiazul amaba llamar la atención, lo había notado. Amaba su delicadeza y su belleza, toda parte del omega era espléndida digna de un ser celestial.
Pero lo que lo conflictuaba era lo caprichoso que este era. Quería las cosas que pedía al instante o ponía esa expresión que tanto carcomía a su ser, ¿Cómo no darle todo lo que pedía?
MinHo suspiro.
Este no era su palacio ni mucho menos su reino, era su tribu y el omega debía acostumbrarse a no tener todo lo que pedía.
- Come el maldito pan. -le ordenó, llevando sus dedos al mentón del omega para voltear su cabeza.
- Eres un idiota. -le dijo el omega antes de tomar un pedazo de pan cortado y llevarlo a su boca, esparciendo migajas de este por la manera en la que magullaba el pan con sus dedos. - Sabe horrible. -dijo alto, con sus cejas fruncidas.
MinHo decidió que era el colmo al ver la expresión de los presentes y de las omegas y betas que habían horneado muy temprano.
Tomó al omega de las caderas fuertemente, levantándose.
- ¡Oye! -MinHo ignoró las palabras y quejas del omega, dirigiéndose a paso rápido a su tienda - ¡Suéltame! ¡Salvaje! -le gritó JiSung cuando este prácticamente lo tiró a su nido.
- Recuerda que te casaste con este salvaje. -le dijo el alfa, acercándose al nido, sin adentrarse a este, aún parado.
JiSung estaba más que indignado.
- No me importa. Eso no te quita lo salvaje. -volvió a decir el omega caprichoso.
El pecho de alfa subía y bajaba ante la desobediencia del omega.
Sus ojos esmeralda brillaron con indignación, dilatándose por la rabia.
- Cállate. -masculló. - No probarás ni un solo bocado de comida hasta que te arrepientas de tus palabras. -le dijo.
Tirando con rabia los palos diminutos que se encontraban sobre uno de sus muebles de madera de nogal.
- ¡No lo haré! -dijo JiSung más indignado por la acción del alfa. - Eres un salvaje y nadie te quita eso. -le dijo con repudio, levantándose de su nido y mirando fijamente al alfa enfrente suyo.
- ¿Crees que me importan tus palabras? -el alfa le gruñó. - Debes disculparte con las omegas que prepararon tu jodida comida esta mañana. -las palabras del alfa se elevaron.
El rostro de JiSung estaba rojo, sus mejillas carmín indignadas, estaba a nada de llorar. Él no solía discutir con nadie, de hecho, no solía hablar, pero nadie lo contradecía en absolutamente nada.
Sus labios temblaron sin poder decir nada y sus ojos se humedecieron.
MinHo se arrepintió de haberle hablado de esa manera.
Sintió las emociones de su omega a través del lazo.
Mierda...
Quiso extender sus brazos y abrazar a su omega, realmente quiso hacerlo, pero lo detuvo el repentino empujón del omega al pasar por su lado.
JiSung salió de la tienda y MinHo lo siguió rápidamente.
- ¡¿Quién hizo el horrible pan esta mañana?! -gritó al salir de la tienda.
Los omegas y betas se miraron entre sí, sin saber que pasaba.
- ¡¿Quién lo hizo?! -gritó una vez más.
- Y-yo, mi Yhar. -dijo un omega rubio, con la vista baja y apenado.
JiSung se dirigió a él, horneando sus caderas haciendo enfurecer a su alfa detrás suyo.
- Perdón por decir que ese horrible pan que hiciste sabía asqueroso. -le dijo el ojiazul una vez estuvo frente al omega rubio que parecía estar muy avergonzado.
- Descuida, mi Yhar, es mi culpa. -le respondió el omega.
JiSung sonrió victorioso.
Volteando para ver a su alfa.
MinHo tenía la mandíbula tensa y sus ojos realmente emanaban rabia.
- Listo, mi querido esposo. -dijo el castaño.
Pero algo que nadie se esperaba pasó. Un gruñido se escuchó, era fuerte y potente casi como el del Yher.
Un alfa había gruñido a JiSung. Uno específicamente que lo veía con la misma mirada que su esposo, pero más peligrosa. Era un alfa alto y de cabello negro fino.
MinHo salió de sus cabales.
JiSung se alteró, no había sentido el gruñido de un alfa hasta ese momento. Su omega sintió peligro, llamando por su lazo a su alfa.
MinHo no dudó en atenderlo, llegando a paso rápido donde su paralizado esposo. Abrazando su cuerpo.
Gruñó igual, mirando al alfa que había gruñido a su omega.
- Hwang HyunJin.. -le dijo al pelinegro. - Vete, antes que te mate. -masculló peligroso. Sosteniendo la cabeza de su omega con las palmas de sus manos.
El otro alfa no pudo hacer más que tirar del omega rubio igual de paralizado que el Yhar.
- Shh... -calmó el llanto de su omega, volteando nuevamente, levantando al ojiazul para llevarlo a su tienda.
- Alfa. -su omega pidió más atención, llevando su rostro a su cuello.
MinHo liberó feromonas.
- No debiste hacer eso. -le dijo el ojiverde.
- No es mi culpa. -sollozó su pequeño esposo. - El pan estaba rancio.
Su alfa lo llevó hasta su nido, dejándolo aún sobre su regazo mientras se sentaba sobre las pieles con él en brazos.
- El pan hubiera sabido a mierda y eso no te daba el derecho de hablar de esa manera. -le dijo su alfa, haciendo vibrar su pecho, mientras el omega se calmaba.
- Lo siento, alfa. -susurró.
MinHo sonrió, besando las mejillas de su irrespetuoso omega.
- Vas a quedarte aquí hasta el anochecer -dijo.
- ¡No! -el omega quiso separar su cuerpo del alfa. - No quiero estar encerrado.
Sus labios se fruncieron.
- Omega... -MinHo lo detuvo. - Compórtate JiSung. -masculló, apretando su agarre en él.
- ¡Me lastimas!
- Te dije que te comportaras. -le dijo el alfa.
MinHo debía volver a calmar a su caprichoso omega.
- ¡Eres un idiota! -le gritó el rubio, golpeando el pecho del pelinegro. - ¿Quieres que te destierren? -dijo mientras miraba alrededor del lago. Estaban debajo del gran árbol que adornaba el lago cerca de la manada.
- Él no tenía por qué...
- Él es el esposo de nuestro Yher. -le reprendió molesto. - Tampoco eres mi alfa para...
El alfa lo tomó de las caderas.
- ¿Qué no soy tu alfa? -le preguntó igualmente molesto. - Si aceptaras mi estúpido cortejo, serías mi omega, pero prefieres moverles el trasero a los demás. -le habló con rabia.
El omega se entristeció por las palabras del alfa, empujándolo sin lograr alejarlo.
- Eres un idiota. -le dijo. - Si realmente quisieras ser mi alfa no pasarías tus malditos celos con otro. -le gruño.
- Innie, sabes muy bien que esa vez no pude...
- ¿Qué? ¿Qué vas a decir? -volvió a empujar al alfa con más rabia - ¡Suéltame!
El alfa lo soltó sin otra opción.
El rubio omega sentía que todo se le desmoronaba. Su omega está dormido, lastimado y sobre todo roto.
¿Cómo era que quien se suponía era su alfa, lo había engañado?
Eso no tenía perdón ni de la misma luna.
¿Cómo le explicaría a su padre que estaba esperando el hijo de un alfa que lo había traicionado?
- Mi Yhar, alguien quiere verlo. -le informó Mina.
JiSung que hacía su mayor esfuerzo por peinar su cabello pues había una festividad más tarde y debuta estar listo. Paró su trabajo para atender a esa persona. Era muy raro, él no conocía a nadie de la tribu.
- Déjalo pasar. -dijo mientras arreglaba su túnica.
- Buenas noches, mi Yhar. He venido a darle este queque, sé que esta mañana no hice mi mayor esfuerzo por el pan y lamento haberle causado un conflicto. -dijo un omega rubio al adentrarse a su tienda por las telas rojas, con un plato en mano.
- Buenas noches. -dijo JiSung, viendo de pies a cabeza al omega rubio frente a él. - Descuida. -le dijo con sinceridad, se sentía apenado por su comportamiento. - No soy de aquí y digo cosas tontas, no sé cómo es aquí, tuve un mal comportamiento contigo. -se disculpó, recibiendo con una sonrisa el queque.
La fiesta dió comienzo, con música y danza. La tribu reía y cantaba. Todo con sus mejores prendas, libros para dar la bienvenida a su luna nueva.
Las flautas tocaron junto con la sarna, haciendo armoniosa su noche.
Todo alfa emparejado, sostenía a su omega o familia, séneca de ellos, mientras la carne se asaba y el banquete se formaba.
Era una noche de fiesta.
El Yhar, el omega, la representación de la luna en su tribu, era el omega más hermoso en esta, se vió una vez salió de su tienda, luciendo bien vestido, con ropas que se le debían al cuerpo. Sus ojos azules eran brillantes por el reflejo azúl de la misma luna y cielo oscuro. Llevaba la tiara de Yhar, esa que había pasado por todas las lunas de la tribu. Aquella linda tiara de plata y piedras preciosas.
Su omega, el omega de la tribu, aquel que traería descendientes y futuros gobernantes.
El omega significa esperanza, fruto y paz.
Todos bajaron su cabeza ante su Yhar que llegó a su Yher. A pasos lentos y con una leve sonrisa. Un poco avergonzado por los ojos en él.
JiSung no había leído mucho de este festín, así que sabía poco.
- Alfa. -le dijo al ojiverde al llegar ante él.
MinHo tomó sus manos, llevando sus labios a sus nudillos.
- Precioso. -le dijo.
El Yher tomó su mano, llevándolo hasta donde él se sentaría, sentándolo en su regazo y besando sus labios se dio inicio al festín.
La música sonó.
JiSung se entretenía de más, había cosas que nunca en su vida había visto, cómo la magia. Muchos animadores se habían acercado frente al rey para entretenerlos y que este les tirara monedas. Era una tradición de la fiesta.
Un beta se había acercado con un pañuelo y una moneda para hacerla desaparecer en sus manos y confundir a la gente con su pañuelo. Sacando la moneda del cuello del omega ojiazul que se encontraba muy entretenido en el regazo de su alfa.
El alfa le había lanzado tres monedas de oro al beta solo por dejarlo ver la hermosa sonrisa que su omega tenía.
Así pasaron más y más personas, intentando entretener a sus líderes.
Risas y juegos, había de todo y por encima de ellos se encontraba la gran luna llena. Hermosa y resplandeciente como el Yhar.
Pero aquello que quitó la paz fueron las tres omegas que se habían presentado.
Estaban bien vestidas y con ropas cortas. Eran muy lindas.
La música fluyó y las omegas con miradas coquetas comenzaron a bailar, horneando sus caderas mirando fijamente al Yher.
JiSung realmente se molestó, volteando a ver a su alfa que miraba atento a la omega bailar sonriendo.
JiSung miró atento los pasos eróticos de las omegas y como estas se movían y tornaban su cuerpo, atrayendo la mirada de muchos.
Quitó el bolso de monedas de las manos de su esposo, evitando que este les lanzara monedas a las omegas. Pues no había podido ignorar como las omegas lo habían visto a él. Su alfa solo se río, sabiendo de sus celos por el lazo.
Su pecho quemaba de la rabia, sentía como si alguien le clavaba algo en su cuerpo, JiSung definitivamente estaba molesto. Su alfa con ojos para otra persona lo molestó. MinHo miraba sin descaro los cuerpos de esas omegas, en su propia cara.
Sinvergüenza.
Las omegas se fueron indignadas sin recibir ni una sola moneda.
- Rameras. -susurró JiSung, siendo su cintura bien apretada por las manos de su alfa que ante su intento de pararse, lo evitó.
- ¿Qué haces? -le susurró MinHo a su esposo.
- No es nada malo. -dijo. - Quiero pararme.
Lee le dejó pararse sin saber lo que este haría.
- Ahora me toca a mí. -dijo JiSung antes de pararse enfrente a él. En medio del círculo que su tribu había formado para ver lo que hacían los demás.
La música fluyó y con él, el cuerpo del omega. Repitiendo los pasos de las omegas y con la mirada fija en su esposo.
MinHo tragó grueso.
Mierda...
JiSung movió sus caderas, manos y torso. De una manera casi celestial, sus mejillas estaban un poco rojas, pero no le importo.
MinHo se sintió complacido al tener a su omega así, frente a él, pero se percató de un detalle. Había más ojos en su omega, en su cuerpo, en sus caderas, en su trasero...
No.
Se levantó imponente de su asiento, gruñendo.
La música paró.
Atrayendo a su omega hacia él, lo jaló de su brazo.
- ¡Oye! -le gritó JiSung.
- No me hagas enojar, Omega. Te comportas como una ramera.
El vaso de agua se había formado.
JiSung empujó a su esposo, alejándose de él.
- Imbécil. -dijo antes de alejarse del festín, con la mirada de todos en él.
Se adentró a su tienda, molesto, tirando todo lo que veía frente a él.
Pero...
El omega pelirrojo estaba en su nido, desnudo y ¿preparado?
- Sigan. -dijo el Yher. Aún con la mandíbula tensa y molesto por lo caprichoso que era su omega.
Había sentido sus celos, pero claro que todos los omegas son celosos, pero no pensó que el ojiazul llegaría a ese límite.
Mostrar sus encantos a los demás, frente a él.
Le había faltado el respeto.
Había traído a un omega muy diferente al resto a su lado.
Su alfa había gruñido desde que lo había visto, desde ese día en Verme, en el jardín. Ese lindo omega castaño ya era suyo, pero no sabía cómo domarlo.
Era una fiera, era su fiera.
Se calmó, sentándose nuevamente en su asiento de madera fina.
La música se volvió a escuchar, todo comenzaba a calmarse, pero...
- ¡Mi Yher, su esposo!
Unos gritos se escucharon.
Su pecho vibró.
Había dejado que su omega fuera sólo a su tienda...
Mierda.
Rugió, alguien se había atrevido a tocar a su omega.
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