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🌼┆Capítulo 7

Sus palabras eran nulas cuando se encontraba frente a su alfa, sellaba sus labios rojizos para no volver a abrirlos hasta que el ojiverde se iba.

Era cruel, lo sabía y su omega le regañaba por hacer tal cosa, pero qué más daba. Había estado muchos años en silencio, sin dejar sacar ni el más ligero sonido de sus labios, con lágrimas en silencio y sin tentativas de nada. Se acostumbró a ello, desde que había visto a su madre con cierto siervo en condiciones bastante comprometedoras.

El alfa frente suyo lo miraba con intensidad mientras comía de los platos frente a él, con sus dedos y sentando en el suelo, donde la pequeña mesa de mesa frente a ellos, sentados en las grandes y esponjosas almohadas. Mirándose el uno al otro mientras comían. Jimin no apartó la mirada tampoco, se fijó en sus propósitos. Bebiendo del jugo de naranja y lamiendo sus labios como si de miel se tratara, cada que comía del arroz y de la carne.

—¿Qué hiciste hoy? —preguntó el alfa, bebiendo del jugo.

El omega castaño no respondió, quedando en silencio, sin importarle menos las palabras del alfa.

—Jimin.

El ojiazul lo ignoró, comiendo más arroz.

—Omega —el rizado suspiró. —Deja tu maldito berrinche.

Jimin siguió ignorándolo, causando la rabia del alfa, que levantándose de golpe del suelo, se dirigió hacia el exterior.

Era de noche…

—No —hablo Jimin.

El ojiverde volteo ante la palanca de su omega.

—¿Qué?

—¿A dónde vas? —pregunto con molestia el omega, con la furia flotante que su alfa expresaba.

—¿Ahora si hablaras? —preguntó burlesco el alfa.

—Si me entero que has estado haciendo cosas indebidas que puedas ofenderme como tu omega, tomaré todas mis cosas y me iré —dijo con rabia el omega castaño, levantándose del suelo, limpiando sus manos.

El alfa quiso gruñir.

—¿Te irás? —Jungkook  rió con su corazón en la garganta, sin gracia de mofe. —Intentalo.

—No necesito intentarlo, lo haré —volvió a amenazar el omega, mirando desafiante a su alfa. —Si sales de la tienda no olvides quien es tu omega y su posición —lo desafío. —Llego a oler siquiera un rastro del aroma de otro omega en tu cuerpo, juro que no dudaré en largarme de aquí sin que lo sepas y no me encontrarás ni en mi reino.

—No te atre-

El omega se volteó, volviendo a ignorarlo.

—Jimin—gruñó el alfa sin respuesta, saliendo de la tienda ante lo osado que era el omega.

Jimin no se dejaría dominar por Jungkook, por más que él fuera su alfa, no tenía derecho. Él jamás soportaría una traición o un engaño, no le importaría sus sentimientos si es que eso sucedía porque no dudaría en largarse de allí, él no era un juguete al que podías usar y luego desechar y su alfa debía saberlo. Aunque su pecho se calentaba al tener a su alfa cerca suyo, su estómago hormigueaba al igual que sus manos y su necesidad de atención, de mimos, de todo que le pudiera dar su alfa. El no era cualquiera, era un príncipe y el segundo en gobernar después que su esposo, no podía limitarse a conformarse con todo.

Se sentó sobre su nido, a aquel que no había dejado que su alfa entrará en varias noches, provocando sus gruñidos y soledad. Sabía que Jungkook se contentaba con la gente, que trataba de tratarlo y complacerlo, pero él sabía lo que quería y si eso no cambiaba, no volvería a decir una sola palabra. Tenía miedo que el ser que hacía su corazón latir rápidamente lo lastimara y engañara. Porque si él lo hacía, Jimin  tal vez no le pagaría con la misma moneda, pero no dudaría en irse para no volver.

Toco su vientre, imaginando una vida en esta. Un bebé, un hijo que fuera lo que fuera él protegería, pero no podría soportar que alguien llegara a tratarlo mal, eso jamás.

༊*·

—¡Mierda! —el Yher camino por la tribu, intentando distraer su mente. Si Jimin quería un puto cambio, pues se lo daría.

Las tiendas de los consejeros de la tribu estaba cerca y qué importaba si era muy pronto o muy radical los cambios, se darían igualmente, Jimin tenía razón después de todo, él había sido testigo de esas leyes en su madre, de ver como uno de los seres más importantes en su vida era arrebatada de su vida de la manera más horrible posible y jamás dejaría que alguien volviera ha hacer algo así en su tribu, no en su orden.

༊*·˚

Estaba realmente preocupada con miedo de lo que podía hacer su alfa, sabía que Jungkook no iba a traicionar, lo sabía dentro suyo. Sentía a su alfa rugir dentro suyo, calmando a su omega y haciéndolo sentir seguro, amado y con todo lo que podía desear.

El era caprichoso y odiaba perder, eso no cambiaría claro que no lo hiciera y mucho menos por un alfa. Siempre le dieron lo que quería, cuando quería, como quería y en donde lo quería, había sido criado así, ¿por qué cambiar?

—Mi Yhar —hablo Jennie.

—¿Hay buenas noticias?

—Muy buenas, mi señor —la beta estaba tan sonriente que Jimin supo a qué se debía. —El Yher ha acatado su orden.

Jimin centenario sus labios sin poder decir nada. No había pasado mucho tiempo para que lo que quería se volviera realidad.

—¿Qué?

—Lo que escucha, mi Yhar. Han hecho nulas las leyes de dominio.

Jimin quiso saltar de alegría, tal vez llorar, pero tuvo que detener su arrebato de felicidad por su alfa entrando a su tienda.

—Jungkook —jadeo cuando el ojiverde fue a paso directo hacia donde él, tomándolo de las caderas. —Jung- —el alfa estampó sus carnosos labios sobre los suyos, apoderándose de su cavidad bucal.

La beta rubia que se encontraba dentro, salió con lentitud sin hacer ruido para no interrumpir a los amantes.

—Alfa… —jadeo Jimin.

—Voy a entrar al nido —Jungkook habló sobre los labios de su omega, mientras desvestía las ropas del omega. Estaba pidiendo permiso.

—Si… —Jimin sin darse cuenta autorizó la entrada de su alfa a su nido, como si vencerlo este necesitará de su aprobación. Jungkook lo postró lentamente sobre las suaves pieles y sabanas del nido que su omega había hecho con sus manos, procurando entrar en este sin ofender a su afligido omega que con labios hinchados y piernas abiertas lo recibía una vez más.

Jimin era como el agua para él. Era quien calmaba su sed y refrescaba su calor. Era aquel líquido donde se podía adentrar y deshacer, aquel que no se ensuciaba por sus manchas. Era su omega. A todo pronóstico su corazón y cuerpo habían caído.

mᥱ rᥱ𝗍іrᥲrᥱ́, ⍴ᥲძrᥱ. ᥴᥙᥲᥒძ᥆ sᥱᥲ ᥱᥣ m᥆mᥱᥒ𝗍᥆ ძᥱ ᥣіძᥱrᥲzg᥆. mᥱ іrᥱ́һᥲᑲᥣ᥆ 𝖿іrmᥱ ᥱᥣ ȷ᥆᥎ᥱᥒ ᥲᥣ𝖿ᥲ ძᥱ ᥆ȷ᥆s ᥱsmᥱrᥲᥣძᥲ. —ᥒ᥆іᥱᥒs᥆ ᥴ᥆ᥒ᥎ᥱr𝗍іrmᥱ ᥱᥒ 𝗍і.

ᥱrᥱs ᥴ᥆m᥆ 𝗍ᥙ mᥲძrᥱ, ძᥱ́ᑲіᥣһᥲᑲᥣ᥆ ᥴ᥆ᥒ ᥎ᥱᥒᥱᥒ᥆ ᥱᥣ ᥲᥣ𝖿ᥲ mᥲᥡ᥆r sіᥒ mіrᥲrsᥙ һіȷ᥆.

—ᥡ 𝗍ᥙ́ ᥱrᥱs ᥙᥒ ᥴ᥆ᑲᥲrძᥱ.

ᥣ᥆s ᥣᥲ́𝗍іg᥆s ᥱᥒ ᥣᥲ ᥱsᥲᥣძᥲ ძᥱᥣ ȷ᥆᥎ᥱᥒ mᥙᥴһᥲᥴһ᥆ ᥣᥣᥱgᥲr᥆ᥒ ᥒᥙᥱ᥎ᥲmᥱᥒ𝗍ᥱ. ᥴ᥆ᥒ ᥣᥲ ᑲ᥆ᥴᥲ ᥴᥱrrᥲძᥲ ძᥙrᥲmᥱᥒ𝗍ᥱ, sіᥱᥒძ᥆ sᥙs ᥱᥒᥴі́ᥲs mᥲgᥙᥣᥣᥲძᥲs᥆r ᥱ́ᥣ mіsm᥆sᥙs ᥣᥲᑲі᥆s ᥲᑲіᥱr𝗍᥆s᥆r ᥣᥲ rᥱsіs𝗍ᥱᥒᥴіᥲ, ⍴ᥙძᥲ s᥆᥆r𝗍ᥲr.

ᥣᥲ sᥲᥒgrᥱ sᥱ ᥱsᥴᥙrrі́ᥲ᥆r sᥙ ᥱsᥲᥣძᥲ, ᥣᥣᥱgᥲᥒძ᥆ ᥴ᥆ᥒ ᥣᥱᥒ𝗍і𝗍ᥙძ ᥲᥣ sᥙᥱᥣ᥆, mіᥱᥒ𝗍rᥲs ᥣ᥆s ᑲrᥙsᥴ᥆s g᥆ᥣᥱs sᥱgᥙі́ᥲᥒ.


—Mi luz… —jadeo el alfa sobre su omega, mientras acariciaba el desnudo cuerpo bajo suyo, con suavidad y amor. Procurando no ser brusco.

Quien diría que complacer a un omega le constaría el respeto de su gente y de los más sabios de su tribu, pero eso qué importaba, mientras tenía todo lo que jamás había querido, pero anhelaba, en sus manos.

—Mi alfa…

Ya ni había noches de delirios, ni noches donde buscaba los brazos de cualquiera en él, quien sea que pueda complacerlo, ya no será así. Ahora sino había unos brazos que podía hacerlos sentir lleno y eran aquellos delgados que se ceñian a su cuerpo cada que podían y lo hablaban hacia abajo para dejarse robar besos. Esos que tanto lo acariciaban por las noches, aquellos que reinaban su cabello y eligian sus prendas. No eran cualquiera.

Ahora su alfa le gruñía y le rugía por dentro, paz. Aquello que había anhelado desde hace mucho. Tenía que hacerlo, no tenía porqué cambiar aquella decisión ya tomada desde hace años, esa que le había prometido a su madre entre lágrimas y más ahora que el aroma de su revoltoso esposo se endulzaba más en sus fosas nasales.

༊*·˚

—Nos cansaremos mañana —dijo el alfa, intentando liberar al omega rubio de sus crueles pensamientos. —No te harán nada, no nos harán nada.

—Pero nos dirán cosas, van a discriminarnos, que importa si nos casamos nada va a cambiar —susurro con voz gastada el omega ojiceleste. Intentando no llorar.

—Hoseok…

—No es lo mismo. Tu no tendrás que lidiar con nada, soy yo quien tendrá consecuencias con perdón o sin perdón —Hoseok estaba fastidiado.

—Pero serás mi omega. Voy a marcarte y si quieres, nos iremos. Pediré permiso a el Yher y claro que nos lo dará, podremos…

—¿Y mi padre, y mis hermanos? Tú jamás entenderás que se siente ser rechazado por tu propia familia, solo por un maldito error —Quiso gritar, quería hacerlo, pero su cansado cuerpo no se lo permitió.

—¿Un error? Le llamas a nuestro hijo un error.

—No, Yoongi. Mi hijo jamás sería un error. Tu eres mi error.

Yoongi no admitió que aquellas palabras se sintieron como puñalada en su cuerpo. Su omega lo rechazaba.

Se aclaró la garganta, parpadeando rápidamente para no dejar en vista sus emociones.

El silencio perduró algunos segundos.

—Fuiste lo mejor que pasó en mi vida, Hoseok. Desde que éramos niños, desde esa vez en el lago, jamás intenté dañarte —confesó el ojimiel.

—Es un pecado mentir.

—Pero no lo es, amar.

༊*·˚

(Reino de Verme)

—Los citadinos no paran de llegar, mi señor. Es hora de tomar las tierras del sur. No podemos pararnos por esos salvajes —habló el ministro. —Ya está todo listo para la unión del príncipe Jimin, después de tomar las tierras de los salvajes. El príncipe Taehyung ha aceptado la unión.

—Esperemos que mi hijo no tenga una sorpresa en su cuerpo. No puede estar más tiempo con esos salvajes o lo mancharan —dijo el rey, comiendo las uvas en la charola que el esclavo delante suyo acercaba a sus manos.

—La estrategia de unión ha resultado perfecta. Pronto tendremos alianzas y nuevas tierras por acentuar —dijo el consejero real, contento  por su triunfo. —Debemos hablar con los feudales, para la venta de las tierras.

El vino fue repartido entre los hombres del consejo y el rey. Todos brindaron por su nueva jugada. A sabiendas de su victoria.

༊*·˚

—Alfa… —habló Jimin, sobre la piel del pecho de su esposo aun con sueño, intentándolo retener cerca suyo.

—Debo salir, omega. Tengo deberes… —intentó convencer Jungkook a su caprichoso omega, que gruñía mientras se alejaba.

—Alfa —grupo suave el ojiazul, mostrando sus pequeños caninos. —No me abandones…

—No lo hago. Jimin…

—Es como si lo hicieras.

Estará más pegado y mimando, muy pronto. Pensó Jungkook, liberando de sus feromonas para calmar al castaño que comenzaba a arañar su piel.

—Vuelve antes de que el sol baje porque si no te voy a dejarte entra al nido —amenazó el omega, abrazando la prenda de su alfa en sus manos, esa misma que Jungkook había llevado a su nido por él.

Beso la marca en la dermis del cuello de su omega, antes de irse, acariciando con sutileza el vientre aún plano del castaño.

—Les diré que preparen carne.

—Si… —Jimin festejó  alegando la 'i', aún con los ojos cerrados, el sueño lo consumía cada vez más, pero… —Espera —dijo rápidamente deteniendo a su alfa, mientras se levantaba de su nido para tomar el peine de madera que tanto apreciaba.

Jungkook lo miró con curiosidad.

—Ven aquí —llamó Jimin, señalando su nido. —Sientante, alfa.

Jungkook obedeció.

El omega arrodillado sobre las pieles suaves de su nido, inmediatamente se arrodilló  detrás de su alfa, para con sus manos peinar el cabello fresco que tanto amaba alisar.

—Mi alfa no puede ir tan despeinado a liderar toda una tribu —susurro el ojiazul con un pequeño puchero en sus labios mientras desenredaba  las hebras del cabello rizado de su alfa.

Jungkook ladeó una sonrisa.

—Amas peinarme —le dijo a su esposo.

—Amo tu cabello peinado —soltó una risilla cómplice. —¡Listo!

El alfa se paró, tocando su cabello.

—Peina el mío.

—¿Qué?

—Alfa, por favor —rogó su esposo, tendiéndole el peine. —Amas jalarlo, pero no peinarlo. Es injusto —ronroneo.

—Es distinto —Jungkook estaba consciente de que sonreía como un estupido, pero qué más daba. Esa mañana ya se había enterrado y había  dado por cuerpo la sospecha del día anterior, no había más felicidad y dicha en su cuerpo que lo hicieran sentir como se sentía ahora.

Tomó el peine, procediendo anodinas las hebras castañas de su omega, paños el peine por los costados y centro de la cabeza de su pequeño esposo, que con mejillas carmín sonreía.

—No hay omega más hermoso que tú —le dijo Jungkook, sin poder contenerse.

—Lo sé —respondió su dulce omega, soltando una de esas risillas que hacían latir más su corazón salvaje.

༊*·˚

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