🌼┆Capítulo 3
Él era Park Jimin, príncipe de Verme, hijo del rey y legítimo primogénito, esposo del líder de la tribu más grande y peligrosa de toda una región. No tenía porque rebajarse al nivel de un simple omega corriente, pero lo hizo. Lo hizo cuando mostro cuán grande era ante ese pelirrojo.
Jimin sabía que había hecho mal en contraatacar, pero ¿Quie se creía él para verlo de es manera? ¿Con qué derecho?
Jimin era receloso de lo suyo, posesivo con todo lo que consideraba querer. No le gustaba compartir, amaba la envidia sobre él, desde pequeño se crió de esa manera. Amaba ser el más bonito de todos los niños en su palacio, amaba los elogios hacia su cuerpo y rostro, claro que no lo confesaba, porque los ojos de cualquiera siempre estaban en él. No tenía que pedir o aclamar atención, eso era algo con lo que ya había nacido.
Despertó apenas su conciencia llegó a él, sentándose rápido sobre las suaves sábanas y pieles debajo y encima de él, percatándose de la ausencia de su esposo, sintiendo su pecho picar. Estaba molesto.
Casi automáticamente toco su cuello y la decepción llegó a su ser. No había marca, su esposo y quien se suponía era su alfa no lo había marcado. ¿Por qué?
La luz entraba por las aberturas de su tienda. Iluminando el lugar. Estaba solo y por el momento prefería eso, pero como al parecer la paz no es algo que le perdure, las sirvientes que lo atendieron el día anterior, entraron a su tienda.
—Buenos días Yhar —saludaron las sirvientas, acercándose a él.
Jimin gruño. Sorprediendose él mismo ante su acción. Él no solía gruñir, de hecho eso era algo vulgar sabiendo que él es un príncipe.
—Perdón —se disculpó casi inmediatamente, cubriendo su boca con las palmas de su manos.
—No es nada Yhar, es normal. Esta en su nido —dijo la sirvienta rubia, sonriendo con comprensión.
El ojiazul se compuso inmediatamente. Sabia de lo nidos y sus significados, lo habia leído. Aunque no sabía si realmente tenía uno, ¿lo tenía?
—Oh —estaba un poco sonrojado. Se aclaró la garganta. —¿Dónde está mi esposo? —preguntó.
—El Yher suele salir temprano a sus deberes. Hoy partieron a Verme, llegaran al anochecer.
¿Verme? ¿Su reino?
Oh, no… ¿Acaso el pacto no se había cerrado ya? ¿Iba a devolverlo? ¿No le gusto? Su padre iba a matarlo…
—Traigan mis ropas —ordeno. Las sirvientas obedecieron inmediatamente.
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—¿No tienen un espejo? —preguntó molesto. Necesitaba saber cómo se veía y al parecer en toda la maldita tribu no había un solo espejo.
—No, mi Yhar.
Jimin estaba frustrado, nada salía como el quería. Primero su esposo prácticamente lo había abandonado después de desvirgarlo sin descaro y ahora no sabía cómo era que las horribles prendas salvajes le sentaban en su cuerpo.
—Yhar, debe tranquilizarse —pidió la sirvienta rubia.
Jimin se molestó más.
—No me digas que hacer —gruño nuevamente.
—N-no, mi Yhar. No malinterprete mis palabras. Se lo digo porque su humor puede perjudicar su tiempo de creación.
Jimin deambuló por la tienda. Trazando sus pasos de un lado a otro.
—¿Que es eso? —pregunto. Comenzando a morder sus uñas. —¡Responde! —elevo la voz ante el silencio de la sirvienta.
—Tal vez haya un bebé en su vientre —dijo la sirvienta.
Jimin paró de seco, dejando de morder sus uñas.
—¿Que? —sonrio. No lo había pensado, claro. Podría estar en espera, pero… —¿No es muy pronto para eso?
—Si el Yher y usted pasaron la noche juntos como es debido, es lo más probable. La noche de bodas es bendecida por la luna. Significa fertilidad —le explico la rubia.
—¿Fertilidad? —Su humor había cambiado radicalmente. Podría estar embarazado, eso era… ¡era maravilloso! Pero… inmediatamente su sonrisa cayó. —¿Y si no quedé embarazado? ¿Que haré? —se pregunto a si mismo,ignorando a la sirvienta frente suyo.
—Debe pasar más noche con el Yher —respondió la rubia.
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(Verme)
—¡Mi rey! ¡Mi rey! —grito su consejero, corriendo hacia él. Pasando todo el salón real.
El rey frunció el ceño, molesto ante la interrupción de su consejero.
—¿A que se debe este alboroto? —pregunto el soberano molesto.
El consejero llegó hasta él, agitado y con la respiración entre coartada.
—L-los… —tomo aire. —L-los —su aire se acabo, volviendo a respirar colocado su mano sobre su cuello, intentando calmarse.
—¡Habla! —grito el rey.
—Los salvajes están de vuelta —Dijo el consejero.
Los ojos del rey se abrieron con asombro y miedo. No… Jimin había fallado.
—No…
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Los salvajes entraron al salón real. Con torsos desnudos, mostrando la musculatura de su cuerpo, sonriendo con altanería y a paso lento por el salón dorado, se dirigieron hacia el rey sentado en su gran trono de oro. Con cuerpos fornidos y casi vibrantes de cacería.
—¿A-a que me debo esta visita? —pregunto el rey.
—¿Acaso no soy bien recibido en el reino de mi omega? —pregunto el líder de la tribu, ladrando una sonrisa socarrona al sentir el miedo en los ojos de todo ser en el salón real.
—Oh, no. No quise decir eso. Claro que eres bienvenido —dijo eso rey inmediatamente. —Solo me preguntaba porque esta visita tan inesperada.
—Vengo a darle los presentes de mi tribu a su reino. Mi omega está encantado de sus nuevas tierras —mintió, realmente no sabía cómo era que el omega ojiazul se sentía en su tribu. Pero que más daba, debía acostumbrarse de todas maneras.
—¿Presentes? —pregunto el rey.
—Así es. Regalos de mi tribu en honor a mi luna y a la misma —dijo. Levantado los brazos en señal de que sus hombres trajeran las cajas de presentes a los pies del trono del rey.
—N-no era necesario —dijo el soberano asqueado por aquel olor floral y silvestre que emanaban aquellos hombres.
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(Tribu)
—Mi Yhar, coma algo —pidió su sirvienta.
—No quiero —dijo caprichoso el omega ojiazul. Peinando por milésima vez su cabello, esperando que los palos diminutos de manera que le había dado la rubia le sirvieran de algo. Odiaba que su cabello estuviera completamente lacio, así que lo ondulada levemente con pedazos de tela o al menos eso hacía antes, ahora había ondulado su cabellos en palos de madera delgados, esperando que resultará bien.
La sirvienta rubia, un poco mayor que él. Sonrió ante el omega.
—Se ve hermoso Yhar, no es necesario que se arregle más. La noche caerá y pasará otra noche con el Yher —dijo con calma.
—¡Lo se! —dijo frustrado Jimin. —Pero… ¿Y si no me veo lindo para él? Se irá con la rameda de cabellos rojos —gruño, poniéndole más esmero a su cabello.
—Es normal que sienta celos —lo calmó la rubia. —Pero igualmente puede hacer que su alfa lo prefiera a usted por encima que cualquiera —le aconsejo.
—Pareces mi nana —sonrio Jimin ante las palabras de la sirvienta. No por nada había no había salido de su tienda en todo el maldito día. —Primero que nada —miro a la sirvienta. —¿Cómo te llamas? —pregunto desde de horas sin intereses en el nombre de quien le servía.
—Jennie —la rubia le devolvió la sonrisa.
—¿Vas a ayudarme? ¿Seras mi confidente en todo lo que haga? —pregunto Jimin con cautela.
—Si, mi Yhar.
—¿Sin ninguna palabra a el Yher? —preguntó de nuevo.
—Así será si gusta usted, mi Yhar.
—Esta bien —Jimin se sentó una vez más sobre las pieles de su nido, tomando el peine de madera, levantandolo hacia la rubia. —Peiname.
La rubia tomó el peine.
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La noche llegó con su intenso frío, aquel de la estación que tanto torturaba a aquellos amantes del calor. Las antorchas de la tribu se colgaron en sus callejones. Alumbrando sus senderos adornados de telas finas y gruesas, procurando no acentuar las antorchas cerca de los hilos, para no provocar desgracias.
Los caballos se escucharon llegar. Mientras la tribu descansaba ante su atenta luna que los protegía de cualquier mal que se les atravesara, su líder caminaba tranquilo hacia su tienda, aquella que era más grande que las otras y era de un rojo vino intenso.
Jungkook caminó con lentitud hacia su tienda, suspirando al entrar en esta. Sintiendo su alfa inquieto por el aroma que se extendía por toda la tienda, perfumado cada esquina. El omega había perfumado su tienda, sonrió al imaginarse al omega soltar feromonas en esa cantidad, no era mentira que algunos omegas solían ser posesivos y celosos tanto como los propios alfas.
—Alfa… —Escuchó. La tienda estaba apenas alumbrada por algunas velas, que se acentuaban cerca del nido, mostrando a un omega desnudo sobre las pieles y sábanas que adornaban el sector.
Jungkook se oyó a sí mismo tragar grueso ante tal imagen.
—Omega… —susurro, hipnotizado por la figura que tenía ante él.
—Me he preparado para ti… —susurro el omega, arrodillado sobre las pieles y sábanas, con su torso rígido y hombros altos, con su rostro angelical viéndolo fijamente. Esas mejillas carmín lo llamaban, y aquella piel lechoso y pecosa alumbrada por el naranja de las velas, lo atentaban. Con el aroma del omega a flote.
—Luna… —Jungkook se dejó caer de rodillas sobre las pieles y sábanas del nido de su esposo. El nido que él mismo había rehecho una noche antes de su unión. —Luna —repitió, extendiendo sus brazos hacia el omega desnudo delante de él. Acariciando sus clavículas.
—Me he preparado para ti —dijo el ojiazul, acariciando el rostro del alfa, viendo como el ojiverde se relajaba ante su toque, cerrando con lentitud sus orbes esmeralda. —¿Te gusta?
—Oh, omega —el alfa aspiró su aroma, acercando su rostro a la muñeca del omega. —Me encanta —sus ojos brillaron.
—¡Ah! —Jimin jadeo ante las manos del alfa en su cintura desnuda. —Tomame, tomame como anoche y marcame —dijo.
El alfa beso su cuello, aspirando su aroma sin descaro, aspirando su piel.
—Gime para mí —dijo el alfa, jadeando ante las feromonas descontroladas del omega. Bajando sus manos hasta el esponjoso trasero del ojiazul.
Jimin enredo sus brazos en el alfa.
—¡Jungkook! —gimió, abriendo su boca al sentir los dedos del ojiverde tocar su entrada ya húmeda y excitada. Podía sentir la dura hombría del alfa en su muslo, comenzando a menear sus caderas para tener más fricción de su alfa.
Si, su alfa.
—Vas a volverme loco —Jungkook besaba donde podía y quería, pasando sus afilados dientes y gruesos labios por doquier. Disfrutando el deleite del omega.
—Bájame los pantalones —ordenó con su voz gruesa y profunda, sobre el oído del omega.
—S-si…
El osado omega bajo sus manos hacía su pantalón, desabrochando y desamarrando los nudos, bajando la tela.
Jungkook en un movimiento quitó su prenda de su cuerpo, no quería que nada lo estorbara.
Igualmente arrodillado que el omega. Noto como el castaño, arrugando su pequeña narizita roja al igual que sus mejillas, tragando al ver su hombría expuesta.
—Me gusta… —dijo Jimin. Extendiendo su mano hacia la hombría de su alfa, tocando la gruesa extensión que tenía para él.
Sus orbes azules se alzaron hacia Jungkook que sonreía.
Jimin bajó su cabeza con lentitud, abriendo sus dulces labios rosas. Lamiendo la punta de la hombría del alfa.
—Omega —jadeó Jungkook, cerrando sus ojos, apretando su mandíbula al sentir la lengua del omega en su pene. —Metelo…
—Mhmm —El omega sonrió. Tenía al alfa donde quería. —No te has portado bien, no te despediste de mí al salir esta mañana… —Habló con su dulce voz.
—Jimin…
—Cuando te portes mejor, voz a comerte tanto como quieras —habló sobre la hombría del alfa.
Levantando su cabeza. Acercándola a la del alfa.
—Tomame… —se recostó sobre las pieles suaves que se encontraban perfumadas no solo por su aroma. Abrió las piernas.
—Rogarás por tener mi pene en tu linda boca —dijo Jungkook, acariciando los labios del omega con su pulgar, mientras se adentraba entre los muslos de este.
Jimin chupo con fervor el dedo del alfa cuando este decidió meterlo en su boca. Su corazón ya no martirizaba como hace unos minutos, ahora su omega ronroneaba ante la atención que recibía de su alfa.
—¡Ahg! ¡Ah! ¡Ah!
Jungkook entre de una estocada en el omega, agarrando sus caderas.
Casi sintiendo el delirio al sentir la humedad del omega alrededor de su puro pene. Amaba esa sensación.
Amaba ver al omega con los ojos cerrados y apretados, mientras sus labios estancieros soltando gemidos fuertes y altos, con su entrecejo arrugado.
Siendo las pieles arrugadas por las manos del omega que apretaban con fervor estas.
Se agachó ante el cuerpo del omega, besando su cuello. No quería que las marcas que dejaba desaparecieran nunca.
Su alfa ronroneaba.
Las manos del omega se sostuvieron de su espalda, mientras él aumentaba sus embestidas, llegando más profundo, tocando ese delicioso lugar que tanto hacía gemir a su omega.
Porque ahora era suyo.
Porque mientras las manos del ojiazul rasguñaban su espalda, dejando pequeñas heridas, sus encías habían aprovechado para enterrarse en el cuello ladeado del omega.
—¡Ah!
Jungkook lamió la marca recién hecha, viendo con ternura al ahora su omega, lloriquear por más.
—Más…
—Mhmm —Jungkook lamió las lágrimas en las mejillas de Jimin, con delicadeza y ternura. Procurando ser cuidadoso. Ahora era su alfa protector quien tomaba el control de sus acciones, cuidando a su omega.
—¡Alfa! —el nudo se formó.
—Shh… —Jungkook acunó el rostro de su omega, podía sentir el remolino de emociones en él. —Shh…
Su nudo era grande, sabía que le dolería al omega. El no era cualquier alfa, era el alfa bendecido por la luna y las estrellas.
—Alfa… —Jimin enredó sus brazos alrededor del cuello de este. Acercando el cuerpo de Jungkook hacia él.
Jungkook besó con delicadeza los labios del ojiazul.
—Shh. Eres muy caprichoso.
—Mhg —Jimin acercó más el rostro del alfa hacia él, pidiendo más besos, más atención. Mientras los fluidos de semen salían y entraban en él.
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