🌼┆Capítulo 13
Y cuando el tiempo voló por encima del dolor en el que se les vio sometidos. Ambos seres se rebobinaron en la negación.
—¡Jimin!
⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱
¡Jimin!
Su corazón destiló temor como solo una vez sintió.
Peleó como pudo, en medio de la nieve y con el frío quemando su piel, pero sin lastimarlo realmente, porque en esos momentos no se podía permitir sentir más dolor del que sentía en su pecho.
Lanzas, flechas, espadas que por el frío parecían duplicar su peso como su filo.
Debía llegar a su omega.
La batalla se tornaba cada vez más brutal. Había gritos y lamentos por todas partes, las espadas chocaban y las flechas volaban por el aire. Los cuerpos yacían esparcidos por el campo de batalla y la sangre manaba de las heridas. El sonido del hierro chocando había alcanzado un todo tan alto que incluso el suelo parecía temblar. Por ello había preparado emboscadas, había liberado a las fieras y había hecho casi lo imposible por dejar en claro que su omega debía tener seguridad por encima de cualquier otro ser vivo.
La daga que había puesto en el abrigo de su omega también sería de algo de ayuda.
Sus latidos aumentaron más y más sintiendo la desesperación y el llamado de su omega.
Los leones de ahora pelaje blanco, aparecieron sobre las montañas nevadas, no muy lejos del campo de batalla. El sol aún reflejaba lastimeramente el blanco que al mirar
tanto lastimaba su vista.
Rugieron y por fin pudo sonreír.
—¡Yėbra! —grito en el lenguaje antiguo que le habían enseñado desde pequeño, aquel que
solamente él como líder de su tribu podía usar.
Las fieras de pelaje blanco no dudaron en atacar.
La naturaleza que aún lo hacía uno más del lugar de donde provenía, como el destilaje de su linaje aun fuera tan poderoso como lo fue aquellos años antes del mestizaje que los manchó de por vida, pero les fue obstáculo para seguir con sus tradiciones a pesar de haber perdido mucho. No solían llamar muy seguido a las fieras, no era algo que se podía sobrellevar como cualquier cosa. La comunicación con los animales siempre estuvo en sus primeras prioridades, era una bendición que pocos tenían y habían desarrollado. Comúnmente se les enseñaba desde muy pequeños a comunicarse con las demás vidas, pero el lenguaje al igual que el linaje se fue perdiendo, quedando en el intento de algunos esta comunicación vital entre dos especies de completa indiferencia.
El carmín de la sangre se tiñio en el blanco de la nieve. El suelo estaba repleto de una variedad de rojos que lo preocupaba, temía cada vez más sintiendo más presente el llamado de su omega.
—¡Jimin!
Gritó, intentando liberar su aliento hecho vapor por los aires alguna señal de su esposo.
Corrió en medio de ataques, pero su adrenalina no le daba más que unos segundos con sus rivales antes de seguir y seguir.
Su ropa tenía manchas de sangre al igual que el suelo que tanto juzgaba con sus miradas y su rostro llevaba salpicado el color carmín como sello de su pelea. El cuello era su punto de ataque. Las armaduras de los soldados le hacían casi imposible atacar más allá, por lo que los puntos descubiertos eran su oportunidad de dañar al enemigo. Tuvo que ser certero.
Los leones blancos casi caminaban detrás suyo, atacando con rugidos y saltos, mordiendo y rasgando. Los rugidos hacían estremecer a todos, el miedo seguía a pesar de ser de la tribu. No todos podían liderar animales de esa fiereza y más cuando no todos sabían el lenguaje antiguo.
—¡Brujos! —gritaron varios soldados de Verme.
No era común ver aquello; tales bestias sometiéndose a obedecer a simples y sucios salvajes.
A Jungkook no le importó.
Había niños, omegas, alfas en el suelo, cubiertos por el líquido carmín que les había puesto fin.
Irá, frustración, dolor...
Tenía que proteger a su tribu pero... su omega.
No veía a Jimin. Los carruajes estaban en un completo desastre, unos caídos, otros intactos, pero completamente abiertos de puerta en puerta.
El carruaje que llevaba la cabecera, dónde se suponía su omega debía estar, pero al igual que otros; se encontraba con las puertas abiertas y el caballo que longuiaba no se encontraba, no parecía haber sido liberado es más, parecía haber sido forzado por el estado en el que la soga se encontraba. Lo más seguro era que el animal se hubiera estresado lo suficiente como para desatarse.
Su pulso aumentó, casi asfixiándolo.
Sangre...
Había sangre.
Corrió tirando de su lanza al suelo.
El cuerpo de Jennie estaba en el suelo. Había sangre en su cuello y abdomen. Estaba repleta del rojo carmín que tanto odiaba. No solo la habían degollado, sino también la apuñalado varias veces alrededor de su cuerpo. Parecía una pintura en medio de las nueve, de esas que había visto colgadas en el castillo de Verme y en las tiendas de cambio.
—¡Hoseok! —llegó Yoongi tras suyo.
—Se los llevaron —dijo Jungkook, de rodillas en el suelo, tocando el cuerpo inerte de la mujer que cuidaba a su omega.
⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱
—¡Jimin!
El ojiazul escuchó la voz de Jennie tras suyo, tan desesperada como su corazón en esos momentos. No podía correr, la nieve parecía querer arrastrarlo hasta sus verdugos, como si los dioses hubieran decidido abandonarlo en esos momentos.
Hoseok estaba a su lado. Ambos envueltos en una desesperación sofocante.
Los árboles estaban cada vez más cerca.
—Ya no puedo — escuchó el quejido del omega rubio a su lado. Al igual que él, también acurrucaba su vientre entre sus manos como si su simple piel fuera suficiente protección para que el peligro que los perseguía se fuera.
Los árboles...
Jimin no podía dejar que se rindieran. Él podía ser tan cruel como leal.
—¡Hoseok! ¡Por favor!
—Ya no siento mis pies, ya no puedo…
—Hoseok…
El viento helado de la mañana les calaba cada vez más la piel de sus rostros que por el frío y la adrenalina se pintaban de un carmín leve.
Los árboles…
Jimin jalo de la mano del omega rubio para animarlo a seguir con él, los soldados estaban cada vez más cerca. La nieve los detenía tanto que les daba ventaja de seguir huyendo.
Jennie estaba detrás suyo igualmente corriendo, pero en cambio a ellos, ella se detenía de a poco para arrojar con sus manos desnudas de la nieve que pisaban aun cuando esta rajaba su piel hasta el punto que ya no era un rojo si no un guindo casi violeta, sus dedos sangraban y la palma de su mano parecía hincharse cada vez más.
Ella quería detenerlos o distraerlos a toda costa incluso si eso significaba perder sus dedos.
Los árboles…
—Por favor…
—¡Ahh!
Jimin volteo al escuchar el grito, Hoseok pudo respirar un poco más. Era Jennie quien ahora se encontraba con una espada en su cuello y un corte en su abdomen. La habían atrapado.
—¡No!
—¡Corran! —grito contrario Jennie. Jimin aun la miraba sin creer lo que sus ojos presenciaban. —¡Corra! —volvió a gritar la rubia.
Se había sacrificado.
Los árboles…
Para ese momento tanto Hoseok como él se encontraban envueltos en un lío de lágrimas y jadeos. Habían llegado a la zona boscosa.
¿Dónde estaba Jungkook?
Su lazo dolía.
Habían podido perderlos. Los soldados que los seguían se habían quedado lo suficientemente atrás como para tomar un respiro.
—Hoseok, por favor resiste un poco más. —rogó para sí mismo el ojiazul mientras miraba como el rubio sostenía su vientre jadeando del cansancio y dolor.
—Mi señor, creo que daré a luz… —Su voz salía en un hilo de dolor que se sentía por el vago de su boca.
Jimin estaba entrando en pánico cada vez más
Su lazo…
—No, no, no, no… Esto no puede estar pasando… Así no…
Sangre…
Había sangre en la entrepierna del rubio. Hoseok levantó las palmas de sus manos mirando el líquido carmín escurrirse entre sus dedos.
⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱
—Se los llevaron…
Los rastros dispersos en la nieve que daban a camino y guiaban a muchos supuestos lugares donde su omega podría encontrarse, lo alarmó. Muchas de las huellas llevaban al bosque.
—¡Yėbra! —grito nuevamente el Yher, sabiendo que las consecuencias no eran de las más positivas. —¡Yėbra!
—Jungkook… —el alfa pelinegro intentó pararlo.
—¡Yėbra!
Más bestias de pelaje blanco…
Fuego…
El cielo nublado…
La niebla llegando…
—Van a desear jamás haberme conocido…
Yoongi lo miró con la misma furia que el alfa ojiverde miraba a su alrededor, agarrando de sus seaxs que se encontraban en el cinturón de su abrigo para luego empuñarlos en la mira a la altura de su pecho.
Las vestían eran tantas como el fuego que ahora era dueño del frío de sus adentros que los torturaban.
Las bestias blancas parecían estar más furiosas, ahora no sólo jugueteaban con los soldados, ahora los partían a la mitad sin juego alguno, ahora la sangre se derramaba cómo un río espeso.
—Si no devuelven a mi omega, juro que haré arder su castillo y rodar sus sucias cabezas.
⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱
Caminaron cómo podían, la noche se acercaba cada vez más y sus cuerpos débiles casi se desvanecían en el suelo con cada paso.
—Resiste —dijo el castaño como si eso fuera posible.
—Aún no tienes síntomas de parto. La sangre es por el estrés… no estés asustado… —sus palabras salían más para calmarse a sí mismo que al rubio que tenía una expresión neutra.
—Tal vez ya perdí a mi hijo. Está muerto dentro mío —dijo Hoseok sin expresión.
—¡No digas eso! —Jimin comenzó a llorar nuevamente. Tocó su vientre, como si de él fuera dueño de la sangre de la que sus dedos estaban manchados. —Todo estará bien, todo estará bien, todo estará bien… —tapó sus orejas rojas por el frío con sus manos frías y casi inmóviles.
⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱
No había ningún aliento vermense en las tierras de los Emjke.
Verdaderos salvajes eran los que ahora se dirigían a Verme, hacían mérito a su apodo.
La luna que ahora se encontraba por lo alto de ellos, grande y redonda como brillante era tan sagrada como su omega.
Cabalgaban a tierras verdes.
—¡Argh! —grito el Yher en señal de preparación. —¡Traigan a mi omega!
⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱
Oscuridad, sollozos y sangre…
El silbido de la noche casi los aturdía.
—Hoseok, por favor no te duermas… por favor —rogó Jimin.
La daga que su alfa le había dado aún se encontraba en su mano, de vez en cuando la apretaba para darse fuerzas, pero a esas alturas casi era imposible seguir.
Hasta que lo escuchó…
Era una carreta.
Luces.
Risas.
—¡Ayuda! ¡Aquí! —grito sentado en el suelo, aún sin levantarse. —Hoseok, levántate. ¡Aquí!
—¡Hey, miren! Aquí hay alguien —escuchó no muy lejos.
Había una campanilla constante que se acercaba cada vez más, junto con la luz de lo que suponía era una lámpara.
Jimin los miro a través de la luz de la lámpara que ahora está frente suyo.
Mercaderes…
—¡Son omegas!
⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱
A través de los ojos de Jungkook solo se podía ver fuego y sangre justo como se sentía su corazón.
El mismísimo infierno se había armado en las puertas de la ciudad de Verme y eso no era nada en comparación a lo que los salvajes harían si no se les devolvía lo que se les había quitado.
Lastima que no era allí donde el infierno latente se encontraba.
⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱
—¡No le hagan nada! ¡Por favor! —rogó el omega. —Vendanme si quieren, pero no lo hagan…
—Ruega más, hermosura. No sabes cómo me calienta.
⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱
Las campanas del reino tocaron, las puertas de la ciudad fueron abiertas y las torres vacías no lanzaron ninguna flecha en son de "paz". Los ciudadanos temblaron, se ocultaron y muchos intentaron huir.
Los salvajes se dieron pasó por la calles de Verme.
El cielo nublado con la nieve cayendo los hizo más temerosos por la desnudez de sus pechos, cubriéndose solo con pantalones que parecían mojados e incluso congelados en su piel.
Sus cabellos salvajes y largos con trenzas poco comunes, con las tinturas negras de sus rostros. Los seaxs en sus manos, los os y las lanzas con los gritos que representaban melodía de guerra, solo les mostraba el rojo que se convertiría el cielo, suelo y manos una vez ellos ataquen.
⊰᯽⊱┈──╌❊╌──┈⊰᯽⊱
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro