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🌼┆Capítulo 11

La sangre de todo un linaje corría por sus venas junto con una nueva vida, sabía lo valioso que era. Había sido educado para ese momento, casarse y tener hijos y ahora estaba en ello, no era algo que realmente le avivara el corazón, pero sin duda era aquello que lo aferraba a sí mismo.

Ya no eran las mismas palabras las que escuchaba todos los días. No podía acostumbrarse a ese rebalse de emociones que llegaban a su cuerpo y no lo dejaban en paz. Los ecos aún seguían, pero el tormento se había parado.

—Tengo hambre —dijo al despertar, aún era muy temprano, el sol ni siquiera se hacía ver. —Jungkook... —murmuro.

Si el tiempo pasaba rápido como las lunas y su vientre se mostraba cada ves mas. La curvatura en su vientre dejaba bien en claro su estado y con ello un vuelco en la tribu.

Los planes para el largo viaje que se haría, seguía en pie y las preparaciones se alarmaban, los ancianos habían aconsejado al Yher que sería mejor que su futuro hijo naciera en tierras nuevas, para así dejar en herencia su futuro lugar, por lo que debían apresurarse con las preparaciones de traslado. No sería un viaje corto.

—Mmm... —el Yher presionó su brazo al rededor suyo, atrayendo más el cuerpo del omega. —Duerme... —susurro sobre el oído de Jimin.

Su voz era cálida como su cuerpo en esos instantes, pero no saciaba lo que su lengua pedía sentir.

—Alfa —dijo Jimin, sin querer alarmar a su esposo, pero desesperado por su atención. —Jungkook...

—Jimin, el sol no ha salido —se quejo el alfa, acomodado su mano libre en el vientre de su Omega. —Por favor, no ahora —dijo para su hijo.

—Es ahora —dijo firme Jimin. Su Omega debía ser atendido por su alfa y sin duda eso era algo que Jungkook no podía negarle, no hubo si quiera un cortejo como para sentirse mimado, si bien ese hecho jamás cambiaría eso era algo que jamás iba a parar. Era un omega caprichoso y necesitado, un poco tenaz, pero era la adoración de esas esmeraldas que no se atrevían a negarle nada.

—¿Qué es lo que este espeluznante ser te pide? —pregunto sonriente sobre el cuello de su omega.

—Tu hijo quiere pan con mermelada —dijo su esposo, sobre su revoltoso cabello, besando sus rizos. —Y un poco de jugo de-

—No puedes tomar jugo tan temprano — interrumpió el Yher, levantándose. —Te traeré agua.

—No.

—Si —sus labios llegaron a los delgados y rosados del ojiazul para sonreírle y besar su vientre antes de ir por lo que su amado pedía.

Tenía miedo de que todo esto que había construido se esfumara, sin duda esto que Jungkook había construido era solo de ellos y de aquello que poco a poco crecía en ese vientre que tanto amaba besar y acariciar.

—Malditos rituales de mierda, jodido alfa, jodida tribu, jodid-

—Mi Yhar, dentengase se está alterando demaciado —dijo el omega rubio que pintaba las figuras de la tribu en su rostro.

Jimin están molesto y demaciado. Odiaba todo lo que tenía que ver con las tradiciones de la tribu, primero un festejo por su embarazo, luego otro por su primera luna y ahora uno para bendecir a el futuro Yher, ¿qué era todo esto?

—Hoseok, tu no lo comprendes, esto es una mierda. —se quejo Jimin aún más molesto.

—Le comprendo perfectamente, también pase por esto, claro que no toda la tribu me lo festejo y fue un poco tarde, pero se a que se refiere.

— A veces olvidó que también estás embarazado —sonrio, tocando el vientre del omega rubio a través de su túnica gruesa. El invierno se había acentado con rapidez. —Crece rápido —susurro.

—Tres lunas más —dijo contento el omega. Terminando de pintar las líneas en el rostro del Yhar. —Asi que no se agobie que solo por esta luna deberá comer solo carne.

Jimin hizo un puchero con sus labios.

—Odio la carne.

—Pero es buena para su hijo.

—No me importa, comerla todos los días me hará morir.

El rubio rio y con ello contagio al ojiazul.

Los dos omegas llevaban una buena comunicación, lo que no le hacía del todo gracia a Jennie que había dejado de peinar el cabello del Yhar porque al parecer al omega del Yher, le gustaba más los peinados del omega rubio que cada mañana venía a acompañar al castaño.

Ya estaba listo y tuvo que salir al exterior dónde los banquetes que si bien no tenían un olor detestable, no le agradaban. El humo del fuego debajo de la carne siendo asada corría por todo el alrededor, mientras muchos se encontraban concentrados en los preparativos para la noche, porque claro que todo sería para la noche porque todo tenía que ver con la luna.

Sus ojos solían ser inquisitivos todo el tiempo, aún no se acostumbraba a las costumbres que ante sus dioses no podía acatar, pero por su matrimonio seguía. No era común para él ver a un animal ser degollado frente suyo para luego ser faineado.

Sus mirada azulada se cruzó con aquellas afables esmeraldas que tanto amaba en su ser y hacía retumbar su corazon al compás de una dulce melodía que llegaba a él al solo sentir el aroma de su esposo, protector y vivaz.

El cielo azul se unía junto con las nubes que formaban figuras asimétricas y revueltas por lo alto.

Una suave caricia llegó a su mejilla, departe del alfa ya frente suyo que lo acariciaba con lentitud, ante el tibio contacto de su piel tibia y suave.

—Mi luna —sonrio el alfa, dejando ver esos hoyuelos que sin duda enloquecían su corazón. —Es hora de comer.

—Si, mi amor —dijo íntimamente, como solo él podía.

Su mano fue guiada por otra más grande que la suya.

Sus ojos recorrieron el lugar, nada era igual a Verme y eso le encantaba. Vio cierto cabello rojo y mirada grisácea que tanto detestaba. Acerco su cuerpo al de su alfa, pero claro que eso no era suficiente para dejar en caldo su presencia y lugar.

Sin pedirlo, la atención del Yher estuvo sobre él cuando esté exparcio de sus feromonas para hacerle conocer a su alfa que quería algo.

Las esmeraldas de su esposo llegaron de inmediato a los suyo, y en un sutil movimiento, ligero y rápido a la vez, sus labios se juntaron. Lo beso, ahí en medio de todos como si los pinceles del destino siguieras pintando su camino.

El viento helado soplo, pero no impidió que la lengua lacivia del omega delineaba los gruesos labios de su esposo y dejara su aroma impregnado en este.

El alfa solo le sonrió, le sonrió como siempre y su aroma llegó rápido a su omega, dejando la más deliciosa fusión de ellos en el aire y en si mismos.

Porque mientras las lunas pasaban sin parar, su amor creció como el tiempo que los llevaba a ellos a ser uno y un poco más. Sin duda ellos no serían del olvido para una tribu que vino del dolor y la presión. Ellos quedarían para cualquiera que los viera. Y quién diría que un omega más caprichoso que una hiena con su presa, conquistaría a un león salvaje, ante el comando del viento.

(Verme)

Las tropas que poco favor hacían al frío ambiente del invierno, dejaban su cascabel sonar fuerte ante la bienvenida de un cruce próximo entre la revelación que se acercaba. Una destrucción próxima y sangre en las espadas. Sería el destino de muchos.

El fino rostro que comandaba aquella batalla no iba ser compasiva.

Traición.

El principe de la corona se levantó de un salto, su ropa estaba embarrada y llevaba una herida en su abdomen, pero nada le impidió  seguir luchando. Sus ojos azules brillaban junto con su espada que se levantaba tan alto como su espíritu.

Podía ver al príncipe Taehyung a lo lejos, comandado ataque a su persona, levantando también su espada.

Mientras el palacio de Verme se convertía en un campo de batalla las campanas de lo alto de la torre principal fueron tocadas. El sonido atraso con el oído de cada soldado y sirviente, eso solo significa a una cosa; habían matado al rey.

El principe Namjoon, de la corona de Verme era el heredero a ascenso, pero en medio de una batalla y sin coronación segura todo se desbordaba.

(Tribu)

Sintió una fuerte presión en su pecho, mientras un centenar de pinchazos dolorosos se adornaban en su cuerpo.

En medio de la gente y al lado de su alfa, cayó al suelo.

—¡Luna!

—Esto es un mal augurio, Yher. Lo mejor es partir lo más antes posible —le dijo uno de los tantos ancianos sabios que se encargaban de guiarlo por el bien camino.

Jungkook lo miro con disgusto, sin protestar. Su alfa apenas podía soportar ver a su omega tendido en su nido, con los ojos cerrados y una expresión de dolor. El frío del invierno no iba a ser piadoso con ellos. Debían partir.

—Alfa, ¡mira! —dijo el omega contento al tocar la nieve del suelo. —¡Nieve!

El ojiverde le sonrió, besando sus labios antes de limpiar con delicadeza las manos de este antes de que algo peor le sucediera.

—No debes tocar la nieve directamente —le regaño. —Puedes lastimarte.

Jimin le sonrió más, mostrando toda su dentadura blanca, mientras sus ojos se cerraban un poco dejando ver su picardía.

—Jamas había tocado nieve.

Cosa de príncipes, pensó Harry acomodando las ropas gruesas del omega. El abrigo de piel marrón, le quedaba hermoso sin duda, esa piel le pertenecía a un oso que tal vez le había dejado cicatrices en sus brazos al cazarlo, pero no había sido un desperdicio de pelea por conseguir esa suave piel.

—Mi dulce luna —acarició sus mejillas. Mimar a Jimin era algo sin falta en sus acciones. Su omega necesitaba de él y más cuando no había podido consentir al omega como lo hubiera querido antes de que quedará en cinta. —Debo ir dónde los ancianos —le dijo suave. —Ve con Hoseok y Jennie.

Jimin hubiera gruñido en negación, pero sabía que no podía irrumpir en los asuntos de Jungkook cuando se encontraba ocupado.

—Te amo, alfa —le dijo cómo cada pequeña despedida que tenían, antes de dirigirse dónde el omega rubio se encontraba.

El viento frío digno de un invierno despiadado corría por la tribu, las tiendas eran reforzadas con madera, las chimeneas eran prendidas y la leña era recolectada. Los árboles se teñían de un blanco helado y los animales cambiaban su cálido color al pálido que ahora los protegía.

El río no se había congelado aún, pero se sabía que eso solo era cuestión de tiempo, antes de que la helada incrementará. Era hora de recolectar el agua fresca por los muelles y las cascadas goteantes.

Jimin caminó por los muelles que llevaban al río que desde lejos resaltaba su color azul plomaceo intenso. Sus ojos zafiro empequeñecieron su tamaño, brillando mientras sonreía. Amaba el aire fresco del frío y amaba el paisaje, aquel que en sus días encerrado se le negó.

—Me gusta este clima —dijo cerrando sus ojos hacia el cielo nublado. —Extrañaré este lugar.

—Sin duda, Yhar. Yo tampoco podré olvidar fácil la tierra en la que nací —dijo Jennie a su lado.

El ojiazul suspiro, delineando sus delegados labios en una sonrisa inocente.

—Jungkook no quiere cambiar de opinión, dijo que había jurado irse de aquí y aún no comprendo porque, no quiere decírmelo —. Eso era algo que realmente lo frustraba, quería saber más de su alfa, saber todo lo que fuera posible, pero no podía cuando tenía unas barreras tan grandes frente a él.

—El Yher tal vez necesita tiempo —le dijo el omega rubio en su otro costado. —Los alfas son muy orgullosos cuando se trata de doblegarse.

—Son unos estúpidos —terminó por decir la beta rubia.

Jimin frunció su pequeña nariz de disgusto.

—Concuerdo con Jennie —murmuró. —Los alfas piensan con su nudo —se mofó. —Pero cuando lo tienes bien sostenido, no necesitas que piense por ti.

Rieron por lo ridículo que aquello sonaba.

—Hoseok, vuelve a tu tienda, no es bueno para ti exponerte a este frio cuando tu hijo parece querer salir de ti en cualquier momento.

— El Yher estará molesto si es que no vuelve conmigo también —le recordó su amigo.

— Es un alfa gruñón se molesta de todo —refunfuño el castaño.

—Debemos Yhar, su alfa amenazara con asesinarnos-

—De nuevo —añadió el omega rubio.

Sin duda Jimin estaba indignado. No podía tener un paseo libre por un minuto, todos en la tribu lo vigilaban y "cuidaban". A cualquier lugar a donde fuera tenía que estar con Jennie y Hoseok o las alarmas se prenderían y tendría otra larga charla con su alfa de porque era peligroso que caminara solo en estado.

—Mi hijo necesita de aire libre, por favor...

—Yhar, muy pronto vendrán a recolectar agua, todos estarán caminando de aquí para allá haciendo ruido y eso no le gusta, es mejor volver.

—No quiero —volvió a negarse el ojiazul, caminado por la nieve, fingiendo distraerse, mientras acomodaba mejor sus gruesas ropas.

—Pronto lloverá... —la beta intentó convencerlo. —Su cabello va a mojarse...

Jimin parecía más indignado.

—Su hij-

—¡Está bien! —cedió.  —Volvamos.

Los caballos cabalgaban sin piedad, rápido y como podían, mientras el grueso lazo de cuero era golpeado con dureza en su trastrasera. El frío o la nieve no los hacían parar, entre el barro y el agua del suelo regresando su malicia, seguían galopando.

Era la mejor época del año para la casería. El frío y la nieve impedían que fueran perseguidos, sus huellas quedaban, pero no hacía falta poco para que la lluvia llegará y las borrará tan pronto y rápido como se marcaron.

Estaban cerca de una de las tribus más numerosas de todo el norte y no podían dejar pasar la oportunidad de tener nueva mercancía.

—¡Alfa! —corrió el omega ojiazul hacia los brazos del Yher.

Jungkook no tardó en acorralar con sus brazos el cuerpo de su omega.

—Gracias, pueden irse —dijo con voz fría hacia el omega y la beta que estaban encargados de cuidar de su esposo. —Mañana hablaré con ustedes. —El verde frío en la mirada de su líder hizo temblar a Omega y beta en la entrada de su tienda, que inmediatamente se retiraron.

—Jimin, entra al nido —ordenó rápido Jungkook.

—¿Alfa? —Jimin no comprendió la molestia de su esposo. Alargó su cuello y se puso de puntillas par besar a su alfa, pero solo se encontró con la mejilla de este sobre sus labios.

—A tu nido y quítate ese abrigo.

—Jungkook... —Jimin estaba tan confundido que no pudo oponerse a la orden de su esposo.

—Voy a acercar el brasero.

—Jungkook, ¿qué pasa? —pregunto preocupado por el comportamiento de su alfa y por el aura amenazante que se extendía por toda su tienda.

—Tu puta familia —masculló con desprecio de repente Jungkook.

—¿Qué?

—Y tu puto prometido.

Jimin definitivamente estaba confundido y más.

—¿Prometi-..?

Sus palabras fueron interrumpidas por el estruendo de sus pinturas, hilos, telas y más siendo arrastradas desde la superficie de su mesa hasta el suelo.

—¡Jungkook!

El dedo del ojiverde lo señaló con rabia, la mandíbula del alfa estaba tan tensa como sus canales en ese momento.

—Callate, Jimin. Te creí, creí en la puta palabra de tu padre.

Jimin iba a comenzar a llorar en cualquier momento.

—Alfa...

Sus emociones se estaban desbordando por todas partes, no comprendía absolutamente nada y su garganta se había secado de repente con un nudo que le dolía.

—Mañana nos iremos y no quiero reclamos, Jimin.

Sin más y sin explicaciones el alfa salió de su lecho, dejándolo solo y confundido. Sus lágrimas no tardaron en salir, el dolor lamentoso del rechazo salió de sus labios sin descuido y su alfa no llegó.

¿Que había hecho su padre? ¿Por qué Jungkook estaba tan molesto? ¿Dónde había ido Jungkook?

Acarició con premura su vientre ya hinchado y pequeño. Se aferró a este y se recostó sobre su nido, aquel que conservaba el aroma de su alfa.

Necesitaba salir del nido e ir por su alfa o por quien sea que le explicará porqué era que la tribu entera estaba en apuros y con esa aura que lo asustaba cada vez más y hacia su pecho presionar contra su piel.

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