2: Reptil
Ese día iba a ser el primero que pasarían a solas con los niños. Era como una primera salida familiar e iban a disfrutarla de principio a fin.
Obviamente que todo esto sucedía por pedido de Calvera, pues la pelinegra se sentía tan sofocada, no por su enfermedad, sino por su ensimismoso marido que no la dejaba sola ni un solo momento desde que regresó del hospital y eso la había hartado más pronto de lo que creyó, por lo que poniendo todo el énfasis y entusiasmo que podía, convenció al griego para que lleve a su pequeño de paseo y que de paso, también fueran los dos franceses.
Por alguna razón, Degel se había recluido en la casa y también estaba todo el tiempo a disposición de la morena, por lo que, ni Milo ni Camus, salían más que al jardín o la terraza cuando sus profesores particulares venían a impartirles clases.
Cabe decir que Degel, como vivía viajando de un lado a otro y obviamente llevaba a su niño con él, nunca pudo mantenerlo en una escuela por más de dos meses, por lo que simplemente se decantó por contratar de manera privada varios maestros para que Camus se escolarice, en Grecia no fue la excepción y con el visto bueno del matrimonio dueño de la casa, Camus recibía día a día sus clases, que se volvieron más largas, pero menos tediosas cuando Milo vió que podía también estudiar en casa, por lo que, después de un largo berrinche, Milo y Camus aprendían juntos.
Pero ese día en específico, las maestras no se presentaron y los cuatro hombres salieron a dar un paseo, yendo directamente hacia el zoológico, ya que el griego menor había insistido y una vez más, había ganado el favor de su padre.
Apenas si llegaron, los infantes no perdieron tiempo alguno y se fueron directo a los puestos de dulces y helados que había en la entrada, sus padres no dijeron palabra alguna, simplemente sacaron el dinero y les entregaron cuanto gusto y capricho tuvieron desde el comienzo del recorrido.
Con calma, pero también mucha emoción, alegría y agitación, visitaron cada rincón del parque, asombrandose con la belleza de los pavos reales y teniendo algo de pánico al ver los tigres y leones que rugian sin razón aparente, pero que los cautivaban de la misma manera en que los asustaban.
-¡Papá, vamos! ¡Quiero ir allí!
La voz llena de ilusión de Milo acaparó la atención de su padre, que se dejó guiar por el menor, haciendo también que los otros dos los acompañaran, pero que quedarán petrificados en la entrada de aquél pequeño santuario al cual el jovencito Mettaxas entró con toda la algarabía que podría tener.
-Degui, estás bien?- Susurró el rubio, tratando de que solo él lo oyera.
-Si, pero...
-¿Pero?
-Yo no entraré ahí y mucho menos mí hijo.
-¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?
-Es que mí papá y yo odiamos las cosas que se arrastran.
Ambos bajaron sus miradas hacia Camus, que estaba más que concentrado en su helado, pero no había tenido reparo en decir aquellas palabras para describir porque Degel, y mucho menos él, iban a seguir a los griegos.
-¿Le temes a las serpientes, Camus?
-No se si les tengo miedo porque nunca he visto una de cerca, solo se que no me meteré allí porque seguro hay miles de cosas que se le parecen y no quiero estar cerca de eso.
-No comprendo, Degel.
-No les temo a las serpientes, Kardia, las respeto y mucho. Me gustan, pero siempre y cuando estén lejos mío. Camus, ya sabes, le dan asco las ranas y todo lo que se le parezca, y bueno, una serpiente no es igual a una rana, pero una iguana o un camaleón son algo iguales y bueno, no voy a obligarlo.
-Está bien.- Degel se impresionó mucho al ver que Kardia no le insistía y simplemente le observó mientras se alejaba con calma y se desaparecía por donde, minutos atrás, Milo también había desaparecido, aunque luego de unos instantes, salió con su niño agarrado de su mano y llevaban una enorme sonrisa. Eran de esas sonrisas a las cuales, los pelirrojos no podían resistir ni decir "no". -Entiendo bien lo que les pasa, pero les prometemos algo.
-Nosotros los vamos a proteger y no dejaremos que ninguna serpiente, rana o iguana los toque.
Milo dejaba ver todos sus dientitos de leche a través de una enorme sonrisa mientras decía aquello, y Kardia también dejaba ver seguridad en su mirar. Degel y Camus no estaban seguros, pero el menor, al sentir su manita ser apretada fuerte, y el francés mayor, ser tomado suave de una de sus mejillas y fijar su rostro en esos enormes orbes azules, no dijeron nada más ni pensaron en nada más, simplemente comenzaron a caminar, guiados por los hombres que más querían en el mundo.
"Los reptiles son los animales más incomprendidos en algunas ocasiones, pero siempre serán los más increíbles de todo el reino animal"
Degel sonrió al ver aquella placa que estaba en la puerta de aquél sitio, porque de verdad mostraba una razón.
Esa clase de animales le daba un poco de pavor, pero los respetaba porque le parecían asombrosos y ahora estaba allí, a punto de hacerles frente para superar su pánico.
Solo esperaba que fuera sencillo, aunque si lo pensaba mejor... Odiaría eternamente a las arañas y todo lo que conformara ese grupo de animales, pero allí estaba, enamorado locamente de un escorpión dorado, que a simple vista parecía el demonio mismo, pero, en realidad, era el ser más dulce del universo...
Y con eso en mente se dio a la idea de que tal vez, ni las serpientes o cualquier otro reptil en general, podía ser tan malo aunque se viera agresivo.
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Salió mejor de lo que esperaba 😆😅 ¡Espero lo disfruten!
La palabra de mañana es "Espada"
Tal vez no esa clase de "espada" 😏😉... Pero ya veré xD
¡Besos! ¡Las quiero!
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