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3.- Un payaso tenebroso acecha en una fiesta infantil

❀*ೃ༄Fandom: Kuroko no Basket

❀*ೃ༄Ship: AoKaga

❀*ೃ༄Advertencias: Yaoi, Intento de terror, Gore, Muerte de un personaje.


❀*ೃ༄¿Y si no es un sueño? ❀*ೃ༄







—Esto es tan cansado...—



Aomine sonrió al ver a Kagami desplomarse en una silla a su lado. Quería burlarse, pero tampoco tenía ganas de obtener una buena reprimenda por ello.

Ambos estaban en la fiesta de Momoi; una que había organizado por el cumpleaños de su hijo, nacido de su relación con su antiguo compañero y superior en el equipo de Too. Aomine aun no aceptaba a Wakamatsu como tal, pero tenia que reconocer que el idiota trataba como una reina a su mejor amiga y que decir de a su pequeño hijo.

La fiesta era de disfraces, así que cada invitado llego con lo mejor que poseían. Todo de forma que no asustaran a los pequeños invitados que tendrían.

Kagami había cocinado los snacks con formas llamativas como murciélagos y zombis, además de deliciosos, por lo que era normal su cansancio.





—Ve a descansar un par de horas a la habitación — le dijo Aomine, sabiendo que tenían un lugar para dormir esa noche en la casa de su amiga —Te iré a despertar cuando solo estemos nosotros—



Kagami entendió a lo que se referían, sabiendo que se trataba de la generación de los milagros y compañía. Vio irse al pelirrojo, casi casi arrastrando los pies hacia la casa; pues se hallaban en el patio, para levantarse en búsqueda del niño. En cuanto lo encontró lo sostuvo en sus brazos, llevándolo a donde pidiera, no por nada era el tío favorito; solo después de Kagami, quien lo compraba con pastelillos.







Kagami estaba cansado. Realmente lo estaba. Arduo trabajo y ser obstinado en ser el único que hiciera los postres para la fiesta de su único hasta ese momento, sobrino favorito, lo habían dejado hecho polvo.

Pero mientras pudiera ver feliz al niño todo eso valía la pena. Sin embargo, ese cansancio ya había llegado a un tope. Media hora, era todo lo que necesitaba para subir la pila. Cayo como costal a la cama que les habían cedido y se perdió entre la seminconsciencia.



Pasado un tiempo corto; o al menos así lo sintió escucho un sonido. Aun en la vigilia del sueño no supo que interpretar. Parecía un chirrido al pisar madera, como un grueso hule, como una bota de hule. Si; eso era.

Intento hacer memoria de cuál podría ser la razón del sonido o quien podría estar haciéndolo. Como no lo encontró se fue despabilando poco a poco, algo molesto por no haber podido obtener esa preciada recuperación de sueño.



Se sentó en la cama, escuchando el sonido de las risas un poco confusas. Vio la luz de la tarde, así que supuso que la fiesta aun continuaba. No vio el reloj así que no supo que hora era.

Froto sus ojos, pero no demasiado tiempo al escuchar de nuevo ese sonido, lo noto ya que se había detenido, como si hubiera esperado su despertar para volver a llamar la atención.}



—¿Daiki? ¿Momoi?— pregunto al aire, mas no obtuvo respuesta.





Se levanto de la cama, camino hacia la puerta y la abrió. Asomado como estaba hacia el pasillo no vio nada, pero escucho de nuevo ese chirrido, esta vez acompañado de una risa. Le recordaba aquella que escucho cuando era niño y había sido llevado casi a rastras por Alex y Tatsuya a un circo.



Un payaso. Particularmente no les temía, pero si le causaban una especie de incomodidad que no entendía, pero si le preocupaba.



—¡Ahomine si es una broma te quedaras sin s-!— recordó entonces donde estaba, cubriendo su boca con una mano por la presencia de niños





Salió al pasillo, caminando con rapidez en busca de una respuesta. Entonces; antes de llegar a la puerta que daba a la salida al patio trasero, lo vio. Fueron solo segundos, pero lo suficientes para ver a un hombre; o mas bien su espalda, tan alto o incluso un poco mas que Murasakibara.

El tipo iba con un overol rojo con lunares blancos de payaso y había dado la vuelta para entrar en la cocina. Sus largos y crispados cabellos estaban levantados en diferentes direcciones, su manera de caminar le hacia recordar a Riko cuando había partidos que la llenaban de emoción, es decir; dando saltitos, pero su cuerpo le decía que por supuesto no era ella.



¿Cuándo habían contratado un payaso y que diablos hacía en esa parte de la casa?



Froto sus ojos y apuro el paso hasta llegar a donde estaba el payaso, lo tomo con fuerza del hombro para que le encarara y lo que encontró le dejo sin habla.

Su rostro carecía de cualidades graciosas, de esa aura feliz que se supone debía tener un payaso que, hacía reír a los niños, en su lugar encontró un par de ojos enrojecidos, sonrisa siniestra y sangre escurriendo de sus labios, en una de las manos del payaso tenía lo que parecía carne cruda, sintiendo nauseas cuando descubrió que se trataba de una parte del rostro humano; del rostro humano de lo que parecía era un niño.



Uno que aún tenía cabellos rosas.



—No... no... — murmuro más para sí mismo



El shock de lo que había visto lo dejo paralizado, sintiendo el dolor como aviso de lo que se le venia encima. Lanzo un puñetazo, conectándolo con fuerza en ese horrible rostro, pero a pesar de esa fuerza, no sucedió nada, ni siquiera lo había movido de su posición.

Kagami trago saliva, sintiendo el regusto de la sangre en sus labios, escupiendo un poco cuando el payaso saco el cuchillo de su vientre.



—¡Ríe, ríe, ríe! — le dijo mientras le apuñalaba, dejándole ver sus enormes y deformes dientes. Uno arriba de otro, tan amarillos que daban nauseas; o quizá era la sangre brotando de su boca lo que lo provocaba.



Cayo de rodillas, vomitando tanta sangre que creyó no seria posible, cayendo a una oscuridad de la que sabía no volvería.



—Daiki te am-mo...—






—¡Taiga! ¡Taiga! ¿Estás bien? —





—Si... l-lo siento, fue solo una pesadilla— dijo aun aturdido, queriendo saber dónde se encontraba.





Pero Kagami no pudo evitar dirigir su mirada a la esquina de la habitación, en ese espacio entre la pared y un estante, ahí donde no llegaba la luz por la oscuridad a pesar de las ventanas abiertas mostrando afuera el brillo de la tarde, porque en ese pequeño lugar vacío, si ponía la suficiente atención, parecía que la figura que había visto en su sueño acechaba en la oscuridad, con ganas de atacar.

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