11.- Despiertas en tu cama con una cabeza de caballo a un lado
❀*ೃ༄Fandom: Kuriko no basket
❀*ೃ༄Ship: Aokaga
❀*ೃ༄Advertencias: Yaoi, Violencia, Intento de terror, Gore, Muerte de un personaje
❀*ೃ༄ Gente sin alma y sin escrúpulos que van por ahí mutilando animales. Fue lo que pensó cuando la escena del crimen fue vista por sus ojos ❀*ೃ༄
Sus ojos estaban desenfocados, sentía que nada a su alrededor estaba ni estaría bien. Su cuerpo hervía, sus sentidos disparados en cada dirección disponible. Había comenzado con una pista que se convirtió gradualmente en una bola de demolición.
—Eres perfecto... — escucho entre las sombras rojizas del fuego —Aomine Daiki, mi señor prosperara en ti, en la eternidad para gobernar esta vez —
Pero en medio de esas sombras, la vista de un par de ojos rojos lo hipnotizaron.
Comenzó con la desaparición de un ejemplar invaluable no solo en lo monetario, sino en lo emocional, de un caballo sangre pura. El caso habría sido catalogado solo como robo de no ser porque un ciudadano reporto la aparición de lo que parecía una pata de animal cerca de su propiedad.
El cuerpo del animal al parecer estaba desmembrado y quemado, envuelto en plástico negro y cinta adhesiva, según la investigación ahí solo había una pieza por lo que debían encontrar el resto.
Dentro; podía verse por la abertura que el pobre que había encontrado la parte había hecho, se veía una nota. Al ver pudieron comprobar que se trataba de una pista.
Y el incidente se transformó en una cacería.
Cada pieza del animal le llevaba a otro lugar, alejado cada vez mas de loa civilización hasta llegar a una casita desvencijada en medio de la nada. Iba en compañía de un joven policía, temeroso por lo tétrico del lugar, dio un paso en falso y callo a la maleza, pero eso no lo salvo del disparo que lo asesino.
Aomine pidió refuerzos, pero fue en vano pues de un golpe en la cabeza fue noqueado.
Cuando despertó escucho canticos extraños y una figura borrosa a su vista se irguió sobre su cuerpo. Nada de lo que ocurría parecía perturbarle, pero esa misma calma misteriosa hacía que se preguntara su identidad. Aquel extraño visitante no revelo mayores detalles, salvo que sus actos le indicaron que lo complacería. Y lo hizo.
Y en el frenesí del placer, el dolor, el fuego a su alrededor y lo que sabía era sangre vertida en cada parte de su piel, se desmayó.
Cuando sus compañeros lo encontraron estaba lleno de sangre ya seca, formas trazadas en su cuerpo desnudo, manos atadas a la enorme cama con dosel de la que caían infinidades de listones en tonos rojos y negros con inscripciones que nadie comprendía, además de la ultima parte del rompecabezas macabro.
La cabeza del inocente animal estaba a su lado, con su nombre cauterizado en la frente.
—¿Dónde está? — Pregunto a Wakamatsu en cuanto estuvieron solos en la ambulancia
—¿Quién? — le respondió —Estabas solo, pero no te preocupes, encontraremos a los responsables de esto— también le conto que el cadáver de su compañero estaba a resguardo, para ser entregado a sus familiares
—Tengo que encontrarlo, lo he hecho esperar mucho tiempo... —
Aomine recordó entonces una casucha cuyo techo ya había colapsado hacía años y que carecía de ventanas y puertas.
Le gustaba sentarse en lo que parecía que era el salón y jugar con su mejor amigo a que estaba en otra época. Aomine se sentaba sobre una piedra, imaginando que era un inmenso sillón junto a una lámpara y comenzaba a escuchar toda clase de historias, por que no estaba solo en ese lugar.
Una tarde cuando llego a su refugio encontró un cordón de plástico con enormes letras que lo cercaban por completo, y un montón de policías rodeaban las queridas paredes de su refugio. Un agente se hallaba sentado en el sillón; la piedra, pero en vez de escuchar historias, observaba el suelo y anotaba algo en una libretita mientras algunos de sus compañeros pintaban círculos en la tierra.
Se acerco ¿Quién había invadido su casa? Les echaron a empujones. Les dijeron que eran niños y no podíamos estar allí.
Supo una semana después que es ese lugar había un cadáver, el cuerpo de un niño asesinado en un ritual y a su lado, eso; una cabeza enorme de un caballo. En ese momento siendo un niño no le entendió, ahora; bueno, era todo diferente.
El rubio estando absorto en el papeleo de lo sucedido, no se dio cuenta de la mirada que Aomine le dedicaba a la distancia, ni el brillo diabólico que sus ojos proyectaban, además de suponer que sus susurros se trataban de maldiciones a sus atacantes y buscaba venganza.
—Kagami Taiga... — su alma milenaria
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