
24 EGIPCIOS
DIA 24 FICTOBER: EGIPCIOS
Nota informativa, turu~ru
Anubis pesa los corazones de los muertos y según algunos relatos, aquel corazón que sea indigono y el veredicto era negativo entonces éste era arrojado a Ammyt, el devorador de los muertos (un ser con cabeza de cocodrilo, patas traseras de hipopótamo y melena, torso y patas delanteras de león), que acababa con él. Esto se denominaba la segunda muerte y suponía para el difunto el final de su condición de inmortal; aquella persona dejaba de existir para la historia de Egipto.
Aomine Anubis Daiki uno de los dioses egipcios más antiguos, dios de la muerte estaba... Aburrido.
Y eso; sus sacerdotes sabían, era un problema.
¿Quien pesaría los corazones para enviarlos a su destino después de la muerte si no era el?
Su amo suspiraba desparramado en el trono del inframundo. Cada corazón que llegaba y este pesaba era enviado a su lugar con tal indiferencia que daba miedo.
La última vez que había sucedido eso había hecho la guerra contra contra sus enemigos, masacrandolos solo por diversión.
Entonces de pronto, los pobres hombres que le custodiaban le vieron dar un salto en el trono, un pobre corazón cayó al suelo llenándose de arena, pero eso poco le importó.
Temian a sobre manera a lo que haría el dios, más al verle sonreír de manera espeluznante.
-Mi... Mi señor-
-Ahora no Kouki, te dejo a cargo, envía a esos pobres idiotas a su descanso eterno, confío en tu juicio-
-Pero... Anubis-sama-
-¿Pero? ¿Has dicho pero, Kouki?-
-Perdón, perdón mi señor Anubis, haré lo que pide- dijo sin parar de temblar el pequeño chico, tenía que ir encontrandole la maña al asunto, después de todo era sus sucesor.
Al menos un perro si parecía, si el revuelo que se armó cuando un gato llegó al trono. Pero esa era otra historia.
El dios Egipcio entro a las aguas del Río Nilo, había estado observando la vida humana y de pronto le vio, era un esclavo.
Fiero, con fuego en la mirada, piel apiñonada por el brillante sudor, y un trasero de infarto, eso no lo olvidaba. A penas cubierto con esa túnica raída. No iba a permitir que fuera entregado a su hermano Horus, que el imbécil de Kise se encuentre una presa mejor.
Entro a su templo donde tenían al pelirrojo, porque si; ese cabello de fuego fue lo que le llamó la atención.
Le durmió aún estando entre las sombras y le llevó a sus dominios, dejo una nota y se largo.
Cuando Kagami despertó se asustó al ver la seda azul oscura que cubria su piel, su cuerpo ya no dolía.
Pero eso no quitaba el hecho que no estaba donde se supone que debía.
Le habían dicho que sería una ofrenda para saber que Dios y ya había dada por sentada su muerte.
Un aroma a sándalo lleno su olfato y se levantó de entre los cojines dejando caer la tela, mostrando su desnudez.
¿Donde mierdas estaba?
Sentia una mirada pesada y se hayo algo cohibido. No sabía de qué manera los dioses aceptaban una ofrenda pero en definitiva agradecia que no fuera dolorosa.
-Veo que has despertado- escucho a sus espaldas
Kagami quizo voltear pero no pudo, un objeto filoso tocaba desde su espalda hasta el inicio de sus caderas, bajando por la curva de sus nalgas hasta llegar a su muslo; para luego sentir una fresca mano ahuecando el músculo.
Mordió su labio para no hacer ruido a pesar de que se moría por defenderse, sintio el frío de un metal chocar contra su omóplatos y la piel tibia en el resto de su espalda. La misma voz choco en sus oídos, dejando una calidez recorrer su alma
-Horus-sama...-
-¡No menciones a otro dios en mi presencia! ¡Le perteneces a Aomine Daiki, a Anubis!-
Kagami se vio lanzado de nuevo contra los cojines del suelo, medio cubriéndose cuando vio al moreno Dios sobre si.
Aomine sin embargo; no entendía sus posesividad, era un simple sacrificio al que quería poseer. Pero su aliento, la arena de su reloj se detuvo en cuanto lo vio.
¡Ahi!; en el pubis, justo antes de la mata pelirroja de vello púbico había una marca de nacimiento, un lunar que asemejaba las fauses de un cocodrilo.
Se había topado con su pareja destinada, aquel que deboraria su corazón.
Aomine no lo pensó y le comió la boca, besos húmedos unn choque violento de labios pero no menos caliente.
-Η καρδιά μου, Σε βρήκα - (mi corazón, te encontré)
Kagami no lo entendía pero sentía tal conexión que no pudo evitar más que responder, después obtendría respuestas.
El beso se intensificó y, encontrándose desnudo no se quejó cuando el Dios se dispuso a preparar su entrada con su lengua.
-Au-Anubis-sama...- gimió
-No- gruñó el moreno- Mi otro nombre, dilo. Solo tú puedes decirlo-
Sí el pelirrojo lo decía, si lograba hacerlo, significaría que si era su pareja y sus destinos quedarían unidos para siempre.
La verga de Aomine vibro en cuanto su nombre salió de esos dulces labios, rugió con fuerza y; ya sin premura le penetró, empalandole sin tregua, disfrutando del cuerpo ofrecido por Rá para acompañar su larga vida.
-Tu nombre- gruñó el moreno mientras le embestía constante, entregándole todo el placer que sabía podía.
-Kagami... Kagami Taiga- a penas logro decir, disfrutando de cada estocada directo en el punto que le hacía delirar de placer. Para haber sido su primera vez, era un placer que no podía olvidar nunca
El Dios gritó su nombre y Kagami casi lloro cuando sintió su alma salir de su corazón y fusionarse con la del moreno, era su destino.
Cada caricia y beso siguieron sin tregua.
-¡Aomine! N-No... No pares-
-No pensaba hacerlo Η καρδιά μου*, disfruta del placer que solo tú Dios puede darte-
Kagami no se negó, sentía cada centímetro invadir su canal de manera precisa, enviando descargas de placer a cada terminación nerviosa.
-¡Ahhhhh!-
Un gemido febril y especialmente agudo abandono los labios hinchados por los besos de Kagami cuando do su orgasmo le violento, su entrada se apretó y el pene que se movía con algo de difícultad debido a lo estrecho se detuvo unos segundos, para después dejar ir la carga tibia de semen bien dentro Aomine rugió nuevamente, viendo como su semilla se escurría entre los muslos de su pelirrojo, endureciendolo en segundos de nuevo.
-Te verás bien con mis cachorros en tu vientre-
Le dijo; Aomine Anubis Daiki, era el que regia sobre los muertos de la gran necropolis, sus sacerdotes estaba aliviados de que su señor encontrará a su alma gemela después de tanto tiempo y avergonzados, el chico si que tenía un enorme par de pulmones y su señor... Que resistencia.
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