Tentación.
Día 24. Bobo.
Uvas. Dulces, jugosas, eso era para Yato la boca de Yuzuriha, ¿por qué uvas? Era lo que tenía en frente y se le antojaban al igual que la boca de su compañera era una deliciosa tentación.
Yato, observó el viñedo con una mueca de frustración, allí había muchas uvas, pero para su mala suerte, ninguna eran los labios de Yuzuriha.
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Observó con cuidado a su alrededor, asegurándose que no hubiera nadie cerca. Elevó su cosmos para comprobar que el dueño del templo no estuviera cerca. Una sonrisa traviesa surcó sus labios y Regulus, se dispuso a atravesar el templo de Escorpio.
Entró con sigilo y observó el fruto de la tentación y, según su tío, de la discordia. Fruto que se le había negado. Su objetivo estaba cerca. Sonrió triunfal.
—No deberías entrar a un templo ajeno —escuchó una voz a su espalda. Regulus, se giró haciendo puchero.
—Pero, Degel, Kardia no me quiso dar ninguna —respondió señalando las manzanas.
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Sus ojos vagaron con indecisión por aquel puesto de frutas. Fueron los melocotones los que llamaron su atención. Suaves, tersos y rojos, igual que las mejillas de las que no podía evitar la tentación de pellizcar. Manigoldo, sonrió malicioso. Tomó el fruto y fue directo hacia su compañero que lo esperaba unos puestos más abajo.
—¿Por fin te decidiste por algo? —preguntó Shion con una suave sonrisa.
—Sí —mostró la fruta—. Se parecen a tus mejillas cuando te sonrojas —se le escapó una carcajada cuando las mejillas de Shion se tiñeron de rojo.
—Lo que dije —señaló burlón—, iguales a un melocotón. Ahora no sé qué quiero morder.
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