Día 1. Obviamente tenía que empezar esto con mis parejas predilectas, ¿no?

¿Qué tenía? Se preguntó apoyando su dedo en el cristal, mientras la pequeña criatura dentro de aquella pecera nadaba ajeno a su escrutinio. Elevó su vista para observar a su pareja que silvaba alegremente, ajeno a él, concentrado en alimentar al pequeño pez dorado, que ahora se arrepentía de haberle regalado. Shura apartó la vista del bello rostro que ignoraba su presencia y la volvió a la pecera. ¿Qué tenía? Se volvió a preguntar, ¿qué tenía aquella criatura que le robaba la atención de Afrodita?

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Achicó los ojos en señal de sospecha. El moreno, se mantuvo impasible ante el escrutinio del que era víctima y sostuvo la mirada en los ojos verdes que no creían en su inocencia. Izō se sabía culpable, pero no pensaba admitirlo, no lo haría porque temia lo que Cardinale pudiera hacerle sí sabía la verdad.

—Entonces, ¿no sabes qué le pasó a mi pez?

Cardinale volvió a lanzar la pregunta, volvió a negar. ¿Cómo le iba a decir que olvidó alimentarlo en su ausencia?

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Albafica lo miró con curiosidad, apoyó su dedo en la fría superficie de vidrio y se maravilló con la reacción de su pequeño habitante. Retiró el dedo y lo volvió apoyar, notando que el pez imitaba su movimiento. Sonrió.

El Cid, miraba con satisfacción la sonrisa de Albafica, sin duda, no se había equivocado al llevarle aquel presente.

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