Día 5. Algo un poco más general... Más o menos.

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El centro estaba abarrotado de gente, Afrodita avanzaba con dificultad y no daba ni tres pasos cuando se chocaba con algún transeúnte o alguno lo golpeara a él. Suspiró de alivio cuando al fin pudo poner un pie en el local que fue a visitar.

Observó todo a detalle hasta que se topó con el objeto más hermoso y perfecto. Sin pensarlo dos veces fue directo al mostrador a pagar por su adquisición: una bella espada, con hoja perfectamente afilada y una hermosa flor de lis adorando la empuñadura.

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-¿Creen que sea buena idea?

-Sí no lo intentamos, no lo sabremos

-Y siempre podemos culpar a Seiya

-¡Oye!

La hoja de la espada brilló con el reflejo de la luz de la lámpara. Justo antes de que tocara el pedazo de lomo que estaba sobre la mesa, Camus asomó por la puerta de la cocina.

-Yo no haría eso -informó-. Esa espada es un regalo de Afrodita a Shura, yo solo la cuido.

Los cuatro de bronce palidecieron y soltaron el arma, saliendo a toda prisa de Acuario. Camus sonrió, a veces era divertido tener a los de bronce en el Santuario.

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Shura observó la bella espada que Afrodita le acababa de obsequiar. La repaso a detalle con sus dedos, notando un fino relieve justo en la hoja. La giró y se topó con unas palabras en español, grabadas en la misma. «Gracias por no dejarme», leyó. Afrodita le señaló el mango, Shura volvió a leer: «De: Albafica. Para: El Cid». Se sonrieron.

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¡Gracias por leer!