Manos
Antes de, incluso, ser capaz de hablar con su luz, Yami sabía que él era especial. Único.
Yugi no era para nada como las demás personas que él podía observar a través de los hermosos ojos morados de su luz. Había algo en él que lo hacía resaltar. Su poder no radicaba la fuerza sino en su bondad y su enorme corazón, en la fiereza con la que defendía lo que él creía que era justo, lo bueno y lo malo. En su determinación de que, sin importar la situación, siempre había esperanza.
Yugi era esa luz que siempre brillaba sin importar qué, y eso era algo que lo había cautivado profundamente. Porque Yugi era su compañero, su amigo, su otra mitad... pero, sobre todo, Yugi Motou era la persona que él amaba.
Porque sí, Yami amaba a su hikari. Cada aspecto tanto físico como espiritual de él. Amaba sus grandes ojos morados que hablaban de un sin fin de emociones, de comprensión y empatía. Amaba la forma en que defendía a los que eran cercanos a él, y como se preocupaba profundamente por cada uno de ellos.
Yami amaba sobretodo la forma en que Yugi se aferraba al rompecabezas y, cuidaba y protegía el vínculo que ambos tenían.
Para Yugi, su lazo con Yami estaba muy por encima de cualquier otra cosa en el mundo. No solo porque fuera algo extraño y sobrenatural, el tipo de cosas que solo se escuchaba en historias o leyendas. No. Yugi sabía que Yami era especial desde el instante en que se unieron para trabajar juntos; también sabía que estaba en su destino encontrar y armar el rompecabezas, y como tal, quería lograr ser digno de Yami.
Yugi también amaba a su yami, incluso si era reacio a siquiera pensar en ello, porque temía que su otra mitad lo descubriera. Yugi prefería amar a Yami en silencio, si con eso podía preservar su lazo especial.
~
Yugi suspiró, repasando los apuntes del experimento de ciencias que su grupo había elegido para el próximo examen de la clase de laboratorio. Al azar, de entre su grupo de cinco personas, había sido elegido para explicar a grandes rasgos el procedimiento que realizarían mientras que Tristán enlistaría los materiales necesarios para que el profesor decidiera si era aceptable o no.
Dio un sorbo a su lata de refresco mientras comprobaba en su teléfono que aún tenía 7 minutos de receso antes de volver a clase.
—El punto del experimento es sobre cómo, a partir de materiales de fácil acceso, se puede obtener una reacción química similar a fuegos artificiales —volvió la mirada a sus apuntes —pero sin explosión —volvió a suspirar.
—No tienes que estar tan nervioso, aibou —la cálida y muy familiar aura de Yami se deslizó a su lado izquierdo, justo donde estaba sentado —lo practicaste suficiente anoche en casa. Estoy seguro de que lo harás bien.
—Aprecio el voto de confianza, mou hitori no boku — especialmente viniendo de ti, añadió en sus pensamientos privados —pero no estoy tan seguro.
Yami se inclinó más hacia él, reduciendo los escasos centímetros que los separaba para atrapar la hermosa pero angustiada mirada violácea —pero yo sí. Lo hacías bien en casa.
Yugi se permitió unos segundos disfrutar del contacto cercano, incluso si la sensación de Yami no era completamente física, aún podía sentirlo. Algo que él y solo él podía percibir. Le dió una sonrisa a su protector mientras soltaba sus apuntes y dejaba sus manos en el suelo de la azotea, donde estaba sentando —practicar contigo lo hace parecer fácil. Es sencillo hablar contigo de cualquier cosa, siempre me haces sentir en calma —cuando sus ojos amatistas se desviaron al cielo, Yami le proporcionó un juguetón empujón con su hombro.
—Me alegra escuchar eso.
Yugi se inclinó de vuelta hacia su yami, cerrando los ojos y concentrándose en su vínculo. La sensación de su propia aura rozando la de Yami, y esta envolviendolo en respuesta, era una de las cosas más maravillosas en su vida.
Un poco de esa sensación de calidez y seguridad cubrió particularmente su mano. Yugi conocía el sentimiento, no era la primera vez que ambos juntaban sus manos —Yami...
—Podrias intentar pensar que es otra práctica conmigo. Solos tú y yo, de vuelta en casa ¿Eso te haría sentir mejor?
Yugi asintió, separando lentamente los dedos de su mano izquierda. La sensación era cada vez más nítida, con los ojos cerrados, podía sentir perfectamente a Yami entrelazar sus dedos —Sí... eso suena bien.
Y se quedaron allí por otros cinco minutos, simplemente apoyados uno en el otro, en pacífica calma y confort.
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—... En total, el experimento puede realizarse en, más o menos, veinte minutos —recitó Yugi, al profesor, con voz clara y segura.
El hombre asintió, anotando algo en su carpeta antes de volver la mirada al tricolor —muy bien, antes de que termines, cuando investigaron este experimento ¿Lo encontraron bajo algún nombre o...? —preguntó claramente a sabiendas.
Yugi había alcanzado, ciegamente, la mano de Yami hacia la mitad de su explicación. Afortunadamente, incluso si alguien se fijaba en su mano, pasaría como una extensión de su postura rígida o nerviosismo. Suspiró y contestó claramente —se le llama 'Mamba Negra'... O 'Serpiente del Faraón'.
Por un buen rato. Yugi se preguntó si había imaginado el leve apretón de la mano de Yami sobre la suya en ese momento.
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