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Helado

Sabes que es verano cuando sales después de siete de la noche y la ciudad aún está perfectamente iluminada por la luz del sol.

Claro, no es como si el constante aumento de calor, por sí solo, no fuese el mejor indicativo... o los exámenes antes de las vacaciones.

Rose Shirogan resopló por nada en particular, y todo a la vez, mientras caminaba directamente hacia la salida de la universidad. Un solo audífono en su oreja izquierda, con música suave y de ritmo alegre, en un fútil esfuerzo de mejorar su estado de ánimo. Y si estaba ignorando a alguna persona en su trayecto, que la pobre alma la perdonara, ella estaba agotada.

Había estado trabajando toda la noche anterior para terminar la pila de patrones que debía presentar hoy. Para su orgullo, la mayoría de ellos habían sido aprobados por su profesora de Corte y Patronaje; les había tomado unos cinco minutos de discusión decidir qué prenda Rose presentaría como examen final, pero ya lo tenía claro, y mañana le esperaba un viaje de urgencia a las bodegas de telas y textiles.

Ugh. Rose se dio cuenta de cuan cansada estaba realmente cuando la perspectiva de un viaje de compras no la estaba entusiasmando.

Báisè Xīxuèguǐ —hubo un tirón en su oreja, y de repente ya no había más música. En su lugar, una voz y el olor de una colonia familiares — ¿Sabes que es grosero ignorar a la gente, no? —en silencio, Rose estiró una mano para recuperar su audífono, lo enrolló junto al que había estado colgando, y los guardó en su bolso, mientras esperaba que el castaño terminara —Luces como si no hubieras dormido en dos días.

Rose le frunció el ceño ante el nada delicado comentario, consciente de las bolsas oscurecidas bajos sus ojos, incluso si las había ocultado lo mejor que el maquillaje le permitió —tú no pareces mejor, creo que dijiste la mitad de eso en mandarín —resopló —cuando molestas a alguien, al menos lo haces en un idioma que entienda para que tenga la posibilidad de responder.

Los ojos azules se ensancharon unos segundos, como si recién notara el su fallo, porque no, no había decidido conscientemente hablarle a la albina en otro idioma —acaba de terminar mi clase de chino —se encogió de hombros, poco dispuesto a admitir su desliz.

Pero Rose ya lo había visto en sus ojos —como sea —bufó burlesca e intentó seguir adelante, pero un mareo la hizo detenerse y tambalearse en su lugar.

— ¿Rose? —si no fuera porque el corazón se le había acelerado ante su momentánea falta de equilibrio, se habría preocupado de lo rápido que latía cuando Seto la tomó cuidadosamente de los brazos para estabilizarla — ¿Todo en orden?

—Sí, solo... un tonto mareo. Debe ser por el calor —movió una mano, para restarle importancia al asunto. Pero los ojos azules no dejaban de mirarla, en busca de cualquier cosa que estuviera mal.

—Deberías conseguir un té frío o algo de beber, entonces —sugirió, soltando solo un brazo por si acaso.

Rose se pasó la mano libre por su pelo blanco, levantado fuera de su cuello en una coleta alta, y miró hacia afuera de la universidad, sabiendo que había una agradable cafetería justo en frente —sí, algo... frío... —inclinó la cabeza al ver un montón de gente arremolinada hacia un puesto ambulante. Había algo peculiar en eso — ¿Helado? —murmuró al distinguir qué era lo que la gente estaba comprando ahí.

Seto rodó los ojos al escucharla —por supuesto que querrías helado —resopló.

Cuando menos, Rose pensó, no está haciendo el usual chiste idiota sobre mi ciclo. Resopló —no lo dije precisamente por eso. Mira allá —señaló con la cabeza.

Seto volteó, extrañado de ver un carrito ambulante justo afuera de una universidad, pero no le tomó mucha importancia.

Después de mirarlo a detalle un momento, Rose se dio cuenta de lo que le resultaba extraño. La gente en la fila avanzaba en pares, pero solo había un hombre del otro lado del carrito — ¿No es raro? Todos en la fila van en pares ¿Lo ves?

Pero, de nuevo, Seto no le dio mucha importancia —tal vez tiene promoción en conos dobles o algo así —aportó, sin entender por qué eso era relevante. Un poco inusual que no hubiera ni una persona comprando en solitario, sí, pero nada realmente extraño.

—Vamos —de repente, en lugar de sostenerla, Seto estaba siendo guiado por la oji-carmín hacia el carrito de helados.

—Para —siseó en voz baja.

—Oh vamos, no me digas que solo comes Gelatto Gourmet y ese tipo de cosas —Seto hizo una leve mueca, porque Rose sabía bastante bien que Dany y Shu se daban a la tarea de arrastrarlo a comidas o bocadillos menos que finos/elegantes —si no lo quieres, mejor para mí, pero al menos acompáñame ya que todo el mundo está de a dos.

Resignado, el castaño se formó en la fila junto a ella, esperando unos pocos minutos para ser atendidos — ¡Ah, bienvenidos! —saludó el carismático hombre, en un acento que Rose no reconoció de inmediato —una pareja encantadora y agraciada, sabores magníficos —había algo cantarín en su voz. Rose no halló en sí misma interrumpirlo para aclarar que no eran pareja —dulce de leche como su tez —puso en el cono una bola de cremoso helado blanco —mora azul y cereza, intensidad apasionada que refleja el alma —siguieron dos bolas más pequeñas de color azul y rojo —aquí tienen, mis amigos —después de añadir dos cucharitas, le entregó la copa a Seto, quien lucía un ceño fruncido y parecía a punto de decir algo no muy agradable, así que Rose se apresuró en agradecer y pagar para sacar a Seto de allí.

— ¿Qué clase de heladero es ese viejo? Ni siquiera preguntó qué sabores querías simplemente arrojó lo que se le dio la gana.

Una pareja que estaba disfrutando su helado, muy cerca de ellos, le contestó —dicen que ese hombre tiene un don, puede leer los corazones de las personas y en base a sus sentimientos compone el helado perfecto —explicó la chica.

El castaño bufó. ¿Un don? Patrañas — ¿Qué clase de estrategia de marketing es esa?

—Oh, no te quejes, ni siquiera querías helado para empezar —lo molestó Rose, llevándose una cucharada de helado azul a la boca — ¡Umm! Esto está delicioso ¡Deberías probarlo! —recogió un poco más, esta vez del blanco en la base.

Seto la miró, parecía mejor de a como la había encontrado. Suspiró y tomó la cuchara libre para obtener un poco del helado en la base. Para su sorpresa, Rose no estaba exagerando, sabía realmente bien —no está mal —mencionó, cuando ella se lo quedó mirando, esperando su opinión.

La chica le dio una sonrisa y, mientras él veía un indicio de rubor en sus mejillas y una sonrisa en sus labios, decidió que esta no había sido tan mala idea.

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