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Columpio

Primera vez que escribo cualquier cosa sobre Kaito y Shinichi. Tenganme paciencia (?

.

Los gritos de Ayumi y Genta se registraban como un sonido lejano para los oídos del detective encogido, incluso si los tres verdaderos niños de los Shonen Tantei estaban a tan solo un par de metros de distancia.

Incluso rebote de su pelota de fútbol, fiel acompañante de sus momentos pensativos y de concentración, no era lo que más robaba su atención. No. Con toda su práctica, rebotar el balón con su cabeza, sus rodillas y pies era algo así como una segunda naturaleza, memoria muscular, solo algo para mantenerse en movimiento.

De vez en cuando, sus ojos azules -detrás de los lentes modificados- se desviarían al columpio que estaba escasos centímetros a su derecha. En el cual estaba sentada Haibara.

La científica encogida estaba simplemente allí sentada, cabizbaja, las manos sobre las cadenas que sostenían el columpio, y con el pelo ensombreciendo su pequeño rostro aparentemente inexpresivo. Conan ya estaba acostumbrado a eso de Haibara, pero eso no significaba que se relajara a su alrededor cuando adoptaba esa actitud voluble e impredecible cada que vez que sucedía algo referente a la Organización.

Y de eso ya hacía unos tres días.

Ayumi, Mitsuhiko y Genta podrían ser niños, pero no eran idiotas y se estaban preocupando por Haibara. Especialmente Mitsuhiko no paraba de lanzarle miradas de reojo a la chica, causando que Ayumi y Genta le regañaran más de una vez a lo largo de su juego de béisbol.

En una de esas, de hecho, apenas alcanzó a batear la pelota que venía hacia él, pero se desvió hacia Conan.
Fue una reacción en cadena que terminó con la pelota de fútbol rebotando fuera del parque.

Kuso —murmuró el detective, antes de correr tras su pelota. Apenas registró la disculpa gritada de Mitsuhiko mientras veía como la pelota cruzaba la calle sin toparse con ningún vehículo y seguía hasta un konbini que estaba justo en frente.

De hecho, iba directo a un adolescente que esperaba fuera de la tienda.

— ¡Cuida-! —Conan se detuvo en medio de su grito, antes de cruzar la calle, pues resultó innecesario, ya que el joven atrapó la pelota con una sola mano, en una muestra de buenos reflejos.

El muchacho miró la pelota en su mano, y luego a Conan. El niño parpadeó cuando una sonrisa se plasmó en los labios del adolescente mientras éste cruzaba la calle para ir a su encuentro.

No era la típica sonrisa de "qué tierno" que alguien le daría a un niño, de eso estaba bastante seguro. Se parecía más a las sonrisas que Hattori le daba, esa de "es bueno verte de nuevo" que los amigos cercanos comparten.

Extraño.

—Hey, pequeño —el muchacho que se arrodilló frente a él, Conan se dio cuenta, usaba un uniforme de secundaria color negro -que estaba muy seguro de haber visto antes- y tenía brillantes ojos traviesos de color índigo, casi púrpura, que había confundido con azul oscuro en la distancia; tenía el cabello castaño oscuro, igual que el suyo propio, pero era mucho más despeinado e iba hacia todos lados —deberías tener más cuidado —le ofreció la pelota atrapada.

Conan la recuperó, sintiendo un cosquilleo persistente que le erizó el pelo y la piel en la nuca. Había algo electrizando el aire, algo en el fondo de su mente a lo que Conan no podía ponerle las manos encima. Algo como un presentimiento.

Gomen nasai —optó por disculparse, con la voz más infantil y suave consigue, sosteniendo la pelota a la altura de su pecho.

El de ojos índigo solo le dio una sonrisa más amplia —está bien —le palmeó el cabello, a lo que Conan compuso una expresión hastiada —ne, ne ¿Te gustaría ver un truco?

— ¿Un truco? —repitió el oji-azul — ¿Eres mago?

—El mejor —exclamó el otro, mientras sacaba una baraja y la extendía hábilmente para el niño — ¡Elige una carta, mírala y luego regrésala!

Conan suspiró ante, lo que probablemente era, el truco más viejo del libro, pero siguió la corriente y sacó una carta. El As de tréboles, lo miró unos segundos más de lo necesario, solo para seguir en su papel, y luego lo devolvió a la baraja.

— ¿La tienes en mente? —preguntó el mayor, y Conan simplemente asintió. El muchacho revolvió las cartas con unas florituras que hablaban de una gran habilidad con las manos y luego volvió a extender la baraja, levantando una carta de entre todas las demás —ahí ¿Esa es tu carta?

Conan la tomó. Era un As, de hecho, pero era el As de picas en lugar de tréboles. Suspiró. Tanto para un principiante —esta no es la carta que saqué antes —aseguró.

El muchacho parpadeó un par de veces. Tomó la carta de su mano mientras sujetaba el resto de la baraja con la otra y la miró — ¿No lo es? ¿Cómo pude haberme equivocado? —sonaba genuinamente confuso hasta que, para sorpresa de Conan, le dirigió una amplia sonrisa y un guiño mientras juntaba todas las cartas y movía sus manos como si fuera a hacer una bola de papel, cuando las abrió nuevamente, había una flor azul que fue extendida hacia él.

Dudoso, Conan tomó la flor, encontrando una carta enrollada alrededor del tallo — ¿Esa es la correcta? —ante la pregunta, separó la carta del tallo y la miró.

Era el As de tréboles.

Conan le dio una mirada de honesta sorpresa, junto con una sonrisa. Tenía que admitir que había sido bueno, no se dio cuenta de en qué momento el chico había cambiado la baraja por la flor.

— ¡Lo es! Fue genial —exclamó en su papel de niño pequeño, pero sinceramente entretenido.

Y se rió aún más cuando una chica con uniforme de marinero tiró de la oreja del muchacho para ponerlo en pie, ya que aún estaba arrodillado a la altura de Conan — ¿Qué diablos estás haciendo? ¡No molestes a los niños de primaria o sus padres te podrían tomar como un depravado o secuestrador! —regañó la chica de cabello largo, con una bolsa plástica colgando de un brazo.

—No molestes, Aokosa, solo estaba devolviéndole su pelota al pequeño, porque rebotó hasta el otro lado de la calle —se excusó, con una perfecta sonrisa de inocencia —y luego le enseñé un truco, porque, ¿A quién no le gustan los trucos de magia? ¿Verdad, pequeño? —se volvió hacia el niño.

Conan solo pudo sonreír de forma nerviosa.

—Lo que sea, BaKaito, vámonos ya o se hará más tarde.

El muchacho bufó, pero se volvió hacia Conan para una última caricia en el pelo —espero volver a verte, pequeño. Ten un lindo día —hizo un movimiento rápido de dedos, un chasqueó, y se fue tras la chica.

Le tomó un momento a Conan darse cuenta que la flor hacia sido retirada de sus manos para que, en su lugar, adornara su saco azul. Después de notar esto, miró unos instantes más al par de adolescentes que bajaban la calle charlando... o más bien discutiendo.
El muchacho encontró su mirada una vez más y le guiñó el ojo antes de doblar en una esquina.

Con eso, Conan regresó dentro del parque, asegurándole a Mitsuhiko que lo disculpaba por el mal tiró y sentándose en el columpio libre a un lado de Haibara, con la pelota en su regazo.

Miró la flor azul en su ropa, pensando en cómo había errado en el color de los ojos del chico, los cuales parecían brillar en matices levemente diferentes cuando sonreía o los alcanzaba la luz del sol.

Conan no podía evitar el pensamiento de que había visto ojos así en algún otro momento. Ese cosquilleo en su nuca que apenas se dispersaba de lo decía.

Simplemente no podía decir cuándo ni dónde... Bueno, quizás en otro momento lo recordaría.

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