Naturaleza
Lo sé. Soy muy consciente de que estoy echándome la soga al cuello haciendo este OS.
Mis lectores aferrimos y antiguos conocerán las historia de este personaje mucho mejor de lo que se describe aquí.
Oh, y es la primera vez que lo dibujo en digital ^^
Pero bueno, este es el último OS que escribiré por mi cuenta para este Fictober y tenia que cerrar bien.
Enjoy.
.
Yami nunca había tenido aversión a ningún color en particular.
No sentía motivos para tenerla. Claro que tenía colores favoritos, como cualquier persona, y colores con los que vestía muy a menudo, pero nunca ninguno que le causara desagrado.
Y de repente, ya no soportaba el verde.
Bueno... no fue exactamente de repente, y si lo pensaba era un poco ridículo, porque siempre había sido el tipo de persona que puede detenerse un momento y apreciar un buen paisaje natural.
¿Y qué había más en la naturaleza que verde?
Grrrr.
Lo peor es que se trataba de una sola persona quien había inducido en él, ese desdén por el color verde.
Sí. Su desdén tenía nombre.
Y se llamaba Ukyo.
¡Maldito fuere!
Desde el primer día en que lo conoció, supo que le causaría más que un dolor de cabeza. Y no se había equivocado.
Detestaba con cada fragmento de su alma a ese músico de pelito verde.
Era un irrespetuoso en primer grado.
¡Que sí! ¡Entendía que había estado con su Yugi cuando eran niños!
Podía aceptar que tenían su historia, muchos sentimientos y cosas no resueltas entre medio.
Lo entendía y lo respetaba, él no iba a prohibirle a Yugi que pasara tiempo con, quien consideraba, su familia. De ningún modo, no era un celópata posesivo, él amaba a su hikari y confiaba en él ¡Tenían un vínculo entre sus almas, por amor a los dioses!
La desconfianza no era el problema.
Bueno... no con Yugi al menos.
De nuevo, Ukyo era el problema.
Yami comprendía y respetaba que Yugi adorara a Ukyo, como un hermano mayor, que no tuvo en su familia de sangre.
Le tenía incluso cierto agradecimiento -muy, muy, pero que muuuuuy en el fondo de sí mismo, y jamás lo verbalizaría- por haber estado para Yugi en muchos de los peores momentos de su infancia, por haber logrado proteger la luz e inocencia de su niño, antes de que él llegara a su vida.
En cierto modo, le debía algo por eso.
¡Pero al peliverde parecía no importarle en lo más mínimo! ¡Ese imbécil cabeza de pasto no respetaba la relación que él y Yugi tenían abierta y públicamente!
Podía entender su descarado acercamiento y coqueteos cuando no sabía que él y Yugi estaban enamorados, y del mismo modo comprendía que era un poco difícil para su hikari confesarle aquello. Pero lo había hecho, y aun así ese imbécil no retrocedía.
¡Había ido tan lejos como para pedirle a Yugi que lo dejara y se fuera con él!
¿Cómo se atrevía? ¡¿Cómo?!
Incluso después de que Yugi se había negado, de que le había explicado que amaba a Yami por encima del resto del mundo, Ukyo. No. Paraba.
El chico permanecía allí, abrazando a Yugi, besándolo en el rostro cada vez que podía, tomando su mano, cantando y tocando para él -y con él- coqueteándole descaradamente, irrumpiendo su espacio personal y tratando de acaparar su atención.
¡Y Yugi con las mejores intenciones de recuperar su relación de hermano mayor – hermano menor!
¡Ukyo no tenía vergüenza!
¡Maldito cabeza de lianas!
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