Inerte
Una tarde tranquila puede desmoronarse con la facilidad de quién sopla un castillo de Naipes, en especial cuando vives con una gran familia.
Justo ahora, los gemelos Atemu y Yami estaban haciendo lo posible, junto a su cuñado Akefia, y Yugi, la pareja de Yami, por tranquilizar -en la medida de lo posible- a su primo Seto.
—Kaiba-kun, por favor... —musitó Yugi, viendo al impaciente castaño levantarse, golpear la pared, dar vueltas y gruñir.
—Parece un león enjaulado —suspiró Yami.
—Creo que Timaeus es más tranquilo en su forma de dragón —bromeó Akefia en voz baja, recostado contra una pared, de brazos cruzados.
El castaño de ojos azules se limitó a gruñir, entre molesto, impotente y ofuscado —fue mi culpa.
—No, primo. Eso no los sabes —empezó Atemu —Sus bebés simplemente pudieron adelantarse, eso pasa a veces.
A Yugi le bajó una gota por la sien —escúchalo, él y mi hermana saben sobre eso —mencionó, seguido de una risilla nerviosa, recordando el último Halloween, cuando habían nacido sus sobrinos.
Atemu suspiró.
—Eso es porque nuestro cuñado aquí, no tiene carácter —se burló Akefia, mirando a Yugi —sólo él permite que su esposa salga a pedir dulces, en lo último de su embarazo, porque ella usó los ojos de gatito o quién sabe cómo lo convenció.
El tricolor aludido lo fulminó con la mirada, mientras que su hermano se limitaba a cubrirse la boca para no reír —como si tú no hubieras cedido cientos de veces a los ojos de gatita de mi hermana.
— No cuando se trató de nuestra hija —rebatió.
— ¡Chicos! Se están yendo por las ramas —los detuvo Yugi —hoy se trata de Rose ¿recuerdan?
Akefia y Atemu asintieron, en mutuo acuerdo de paz, mientras veían a Seto sentarse, cruzar las piernas y empinarse media taza de té que había dejado de lado hacía un minuto.
Fue una sorpresa para todos que accediera a tomarse el té calmante que Dany había traído para él en lugar de café.
Seto dejó la taza vacía a un lado y miró su reloj de muñeca, ya habían pasado varios minutos desde que habían metido a su Rose ahí dentro ¿por qué aún no lo dejaban pasar?
— ¿No deberías avisarles a Mokuba y Noah? —preguntó Atemu, para distraerlo un poco.
—Sí, tienes razón —Seto sacó su teléfono —y a los abuelos de Rose... —presionó una tecla de marcado rápido y se apartó un poco para hacer las llamadas — Mokuba...
Los demás suspiraron.
—Por cierto ¿Alguien sabe por qué discutieron? —preguntó Yami, llevándose los brazos tras la cabeza —lo último que supe es que Rose estaba tomando una siesta en el jardín.
Los ojos del resto se dirigieron a Atemu, pues el Faraón era quien también había estado en el jardín junto a Hikari y sus mellizos.
El oji-vino mayor parpadeó un par de veces y luego soltó un suspiro antes de explicar lo que había visto y escuchado.
Flash Back.
Rose llevaba cerca de una hora sola, muy cómoda entre almohadones y a la sombra en el jardín del Palacio. Sus bebés habían estado particularmente inquietos esa mañana, pero desde que había salido a tomar aire fresco con Dany y Heba hacía unas horas se habían tranquilizado.
Acarició su vientre redondo con dulzura. Era seguro que había más de uno ahí, pero a pesar de que Heba había apostado por tres, ella se había rehusado a saberlo con exactitud, tanto como el sexo de los bebés, hasta el gran día.
Estaban a mitad de enero y faltaba solo una semana.
Rose suspiró, cerrando sus bellos ojos carmesí. Podía sentir un par de guardias rondando a cierta distancia, a pesar de que sus sentidos se habían visto ligeramente atontados desde mediados de su embarazo.
Había pasado la mayor parte del mismo en el Palacio y ya estaba acostumbrada a la excesiva atención. Sí, podía llegar a ser un poco fastidioso, pero era consciente de que era necesario. Su gestación había sido muy delicada, constantemente se sentía débil o enferma y su sueño era irregular.
Pero al menos estaba segura de que sus bebés estaban desarrollándose sanos.
Precisamente por sus síntomas, había acordado con Seto que ocultarían su embarazo de los medios atentos a Kaiba Corp y la familia Kaiba.
Era preferible que los medios especularan por no ver casi a la señora Kaiba, a que la acosaran por saber constantemente cómo evolucionaba su embarazo. Seto no iba a permitir que Rose sufriera tal estrés.
Hablando del castaño.
—Hola, cielo —saludó ella, justo antes de que el joven adulto pudiera sentarse a un lado y besar sus cabellos —creí que vendrías más tarde.
—La última junta de canceló —comentó simplemente, encogiéndose de hombros — ¿qué haces afuera sola? —preguntó más seco.
Ella solo rodó los ojos con diversión —Dany y Heba estuvieron conmigo hasta hace una hora, más o menos —lo tranquilizó —me dieron mi espacio cuando les dije que iba a tomar una siesta... pero no te apures, estoy bastante segura de que Timaeus anda por ahí con algunos guardias.
—Aun así... —Seto suspiró y decidió dejar el tema cuando ella se recostó en su hombro y tomó una de sus manos para que tocara su vientre. Uno de los bebés se movió de inmediato, al parecer habían reaccionado a su voz —hola a ustedes también.
Rose soltó una risilla cuando su marido se inclinó y depositó varios besos sobre la tela de su yukata azul marino — ¿ibas a decirme algo más?
El castaño asintió, deslizando la mano por su vientre —llamaré hoy al hospital para preparar todo. Esta es la última semana, cualquier día nos sorprenden.
Rose frunció el ceño — ¿Hospital? ¿De qué estás hablando?
Seto la miró con obviedad —el hospital donde darás a luz. El más equipado y mejor calificado, desde luego.
La mujer se llevó una mano en la frente —Seto, creí que ya lo sabías, voy a tenerlos aquí —su tono no dejaba lugar a replicas.
El castaño se recordó mentalmente que no debía alterarla, y moderó su voz mientras continuaba —Rose, no puedes hablar enserio. Tú embarazo ha sido muy delicado, quiero que tengas el mejor equipo y los mejores médicos por cualquier mínima eventualidad.
Y, a pesar de que lo intentó, pudo notar como Rose se estaba molestando —exacto, es un embarazo delicado, porque no soy una mujer común Seto, y tú lo sabes —se removió en su lugar, para sentarse mejor —Heba e Isis están más calificados para atendernos a mí y a mis bebés en ese aspecto, que cualquier médico.
Hubo una mueca en el rostro femenino. Seto sintió como los bebés se movían y pateaban de repente —entiendo que eso te preocupe, pero no hay discusión en esto~
Ella lo interrumpió, sin ocultar su molestia —tienes razón, no hay discusión. Voy a tener mis aquí, con Isis, Mana, Heba, Dany y Hikari —sentenció — ¡Por favor, Seto! Acordamos que me mantendría lejos del ojo público durante mi embarazo ¡¿Y ahora quieres meterme a un hospital de élite, donde la prensa estará acumulándose en la puerta para obtener la primicia después de 'meses sin ver a la señora Kaiba'?!
—Maldición, Rose...
Ella lo volvió a interrumpir — ¡Ni hablar, Seto Kaiba! —y de repente, hubo un grito que no tenía que ver con la discusión.
— ¡Rose! —olvidando la pelea, Seto se apresuró a sostenerla cuando ella se encogió, en visible dolor — ¡Rose ¿qué pasa? ¿qué tienes?! —la molestia pasó a temor en un momento.
—Los bebés —susurró ella, con un ojo cerrado —ya vienen.
Fin de Flash back.
—Yo tenía a Nadeshiko en brazos, lo siguiente que supe, después de oír gritar a Rose, fue que Hikari me dio a Yuki también y me gritó que buscará rápido a mi hermana y le dijera que a Rose le habían empezado las contracciones —terminó de contar Atem.
Akefia se llevó una mano contra la frente —dioses... —murmuró.
Yami se limitó a negar con la cabeza.
—Vamos, tengan en cuenta que Kaiba-kun solo quería darle la mejor atención a su esposa y sus bebés —trató de calmarlos Yugi —todos sabemos que su estado es delicado.
Todos aceptaron las palabras de Yugi. Akefia miró hacia la puerta que los separaba del salón donde la albina pronto tendría a sus hijas, recordando borrosamente un incidente de unos cinco años atrás.
Yami se sentó junto con Yugi en un sofá que habían movido a ese pasillo justo cuando otro tricolor se acercó.
— ¿Timaeus? —preguntó Akefia confundido, cuando lo vio acercarse con una caja en manos.
El caballero en jefe del ejército del Palacio inclinó la cabeza frente a los miembros de la familia real —buen día a todos —saludó amablemente.
— ¿Qué traes ahí? —consultó Atemu, luego de que todos correspondieran su saludo.
El caballero se encogió de hombros —Heba me pidió que la trajera, dijo que necesitaba algunas cosas.
Seto regresó en ese momento también —espero que abran ya esa maldita puerta —gruñó.
—Necesitas calmarte, Seto —suspiró Yami.
—Primero tienen que poner cómoda a Rose, ayudarla a relajarse lo más posible y preparar todo lo que necesitan para los bebés —ayudó Yugi.
—Sí, pero...
Antes de que Seto pudiera seguir reclamando, un joven tricolor de piel morena salió disparado por la puerta, deteniéndola el tiempo suficiente para que una mujer pelinegra saliera también, pero cerrándola tras ella con prisa.
—Heba, Dany-nee —Atemu se apresuró con ellos — ¿Cómo está Rose?
—Déjenme verla —demandó Seto al mismo tiempo que su primo.
Los ojos violetas de Heba se engancharon con los azules de Seto, y entonces... — ¡Seto Kaiba!
—Oh Ra~ —gimieron los tres hermanos Sennen, mirando al más bajo. Yugi parpadeó, siendo el menos acostumbrado a los arrebatos de Heba. Timaeus por su lado simplemente sonrió en resignación.
El joven oji-violeta se acercó pisoteando al castaño, sin importarle que le llegaba solo hasta el pecho, y le picó el abdomen con el dedo índice repetidas veces —O te calmas por las buenas o te calmo a mi manera.
Seto frunció el ceño, casi indignado con los reclamos del menor —me "calmaré" una vez vea a mi esposa. Ahora hazte a un lado.
Heba extendió los brazos —no darás un paso más.
Seto gruñó, tentado a usar el cetro del milenio y el cubo cuántico.
—Por amor a los dioses —murmuró la pelinegra —alguien deme paciencia, por favor —continuó en voz baja antes de acercarse a los dos varones que se miraban con chispas chocando entre sus ojos —Heba, ¿por qué no dejas que yo se lo dig~?
—Con todo respeto, eres muy blanda con él —la interrumpió Heba, obteniendo una mirada indignada de Dany, mientras que, a sus espaldas, tanto su pareja como sus hermanos asentían —como te dije. Te calmas por las buenas o por las mías. Estás poniendo a Rose aún más incómoda de lo que debería —se quejó — ¿debo acaso recordarte lo sensitiva que es? ¡Toda tu inquietud, toda tu ansiedad, toda tu molestia, las está incomodado a ella y sus bebés!
—Nuestros hijos están a punto de nacer ¿Cómo demonios quieres que esté? —casi gritó.
—Seto, de verdad —una mano de Dany se posó tentativamente en el hombro de su primo. Cuando no halló rechazo, tocó suavemente su brazo con ambas manos —Heba no miente. Sé que estás preocupado por Rose, todos lo entendemos, pero si realmente quieres hacer algo por ella tienes que controlar tus emociones —le explicó, con seriedad —y sabes que es algo que odio pedirte.
Seto tensó los puños, sintiendo un mínimo de confort con el contacto de su prima. Ella ya había pasado por esto, ella podría ayudar a Rose ¿Cierto? —Dime cómo está ella, Dany.
La azabache de ojos chocolates le sonrió suavemente mientras Timaeus se acercaba a Heba para entregarle la caja que había pedido, y tratar de calmarlo un poco de paso.
—Apenas están empezando las contracciones. Isis las está controlando para ver qué tan frecuentes son —le reportó —aún no ha foto fuente, pero creemos que no falta mucho —acarició suavemente una mejilla de su primo, con los nudillos de su mano que no ostentaba su anillo de bodas, y con la otra le apretó un poco el brazo —sus bebés probablemente nazcan entre hoy o la madrugada de mañana a más tardar.
Seto asintió, asimilando las palabras de su prima, y cerró los ojos mientras se llevaba una mano al frente, revolviendo su flequillo —al final, se salió con la suya... como siempre —susurró lo último, con una escueta sonrisa —Nacerán aquí.
—Es lo mejor —susurró Atemu, acercándose también para apoyar —nadie los atenderá con más esmero que su propia familia.
Dany se mordió el labio inferior mientras intercambiaba una mirada con Heba, el de ojos violetas la miró seriamente y asintió hacia próximo padre. Sus ojos decían "se lo dices tú o se lo digo yo". Ella suspiró, hasta que sintió la mano de su consorte en la base de su espalda; Akefia se había acercado sin que ella se diera cuenta, y le dio un beso en el hombro, notándola tensa.
—Bien, dicho esto... —retomó Dany, recuperando la atención de su primo —tienes que esperar fuera hasta que nazcan —declaró. Cerrando un ojo al final de su oración a la espera de su reacción.
Lo que obtuvo fue una especie de gruñido sin aliento que la obligó a soltar el brazo del castaño — ¿Qué...?
Dany notó también que Akefia la soltaba para ponerse al lado Seto, contrario al que estaba Atemu, y tanto el peliplata como el tricolor la miraron completamente extrañados.
—Hermana ¿y eso por qué? —cuestionó con voz más calma el faraón. Tanto él como Akefia habían estado con ella y Hikari al momento de tener a sus hijos. De hecho, de solo recordarlo aún le dolía la mano que su esposa había cogido con fuerza durante todo el proceso.
— ¿Princess...? —inquirió Akefia, de igual modo desconcertado.
Dany miró a su primo con una disculpa en los ojos marrones —así lo ha decidido ella.
—Una mierda. Ella no puede decidir eso sola, también son mis hijos —Seto tomó a su prima por el hombro y, conteniendo su ira, la empujó sin mucha fuerza hacia Akefia, quien la recibió en un abrazo y miró mal al castaño.
Seto fue a abrir la puerta, pero apenas sus dedos la rozaron, una descarga moderada lo obligó a terminar en el piso.
—Intenta eso de nuevo y te juro que no te dejo verlos en una semana —le gruñó Heba, con voz helada.
— ¡Heba! Eso no era necesario —lo reprendió Dany, arrodillándose a un lado de su primo, para ayudarlo a ponerse en pie, pensando internamente lo buena idea que fue poner un encantamiento para evitar que cualquier sonido traspasara a la habitación donde estaba Rose.
Seto fulminó con la mirada a Heba, ignorando el cosquilleo persistente de la descarga —tú no puedes prohibirme tal cosa.
— ¿A qué no puedo? —el pequeño tricolor dio un paso adelante, luego de regresar la caja a manos de Timaeus —ella puede ser tu esposa, pero sigue siendo mi amiga y no voy a permitir que pases por encima de sus decisiones —advirtió —sí, también son tus hijos, pero hasta este momento, es ella quien los carga y quien los mantiene vivos y sanos —le recordó —ella está ahora mismo al borde de perder el control de sus poderes por los dolores que tiene y que solo van a empeorar. Tú querías llevarla a un hospital, dónde ¿qué? ¿podría terminar mandando a medio equipo médico, dándole un terrible estrés innecesario que dañaría a las bebés? ¡Nosotros estamos preparados para esto! ¡Lo he estado preparando todo por meses! ¡Y tú, Seto Kaiba, si de verdad te preocupas por la vida y la seguridad de tu esposa y tus hijos, te vas a calmar, y esperaras aquí, tranquilito y cooperando, hasta que nazcan los bebés! —y respirando a jadeos, luego de su apasionado y molesto discurso, Heba le arrebató de nueva cuenta la caja a Timaeus y abrió la puerta —la espero dentro, princesa —le dijo a Dany, sin perder el tono exasperado, y luego miró a su pareja —los príncipes están al cuidado de cuatro nodrizas en el salón de juegos, por favor ¿podrías...?
Timaeus asintió —iré a vigilar esa ala —tomó una de las manos de Heba y la besó caballerosamente —denle mis felicitaciones a Lady Rose, te veo luego mi flor del desierto.
Eso pareció calmar un poco al oji-violeta, aun así, vio a Timaeus irse antes de dirigirle una última mirada a Seto y entrar, cerrando la puerta tras de sí.
—Demonios ¿Cuándo fue la última vez que Heba se alteró tanto? —comentó Yami, después de un minuto de tenso silencio.
— ¿Desde que nacieron mis sobrinos? —propuso Yugi, y Yami le sonrió en acuerdo.
Dany suspiró, soltando a Seto cuando este estuvo estable y en pie, con la mirada cubierta por el flequillo. Se dio la vuelta para regresar al salón, pero una mano sobre la suya la detuvo en seco y la hizo girar.
— ¿Seth? —susurró suavemente.
—Cuida de ellos —pidió en un tono igualmente bajo, mirando a su prima directamente a los ojos.
Dany le sonrió, apretando su mano de vuelta —haremos todo lo que esté en nuestras manos, y más, por que cada uno de ellos esté bien —se acercó un par de pasos más y se puso en puntillas para darle un beso en la mejilla —Te lo prometo.
Y con eso, Seto la dejó ir.
Cuando Dany abrió la puerta, tuvo a penas un vistazo de su esposa, tendida lo más cómodamente posible entre almohadones, y tras velos resplandecientes con auras mágicas, que parecían crear un capullo protector a su alrededor. El aroma a incienso y flores de agua era sutil, pero persiste; la energía y la tensión dentro de esa habitación la sintieron todos los varones que estaban a la espera en ese pasillo, hasta que Dany cerró la puerta a sus espaldas.
Entonces, el pasillo sumió en un tenso silencio.
— ¡Nii-sama! —y ni bien Mokuba y Noah se reunieron con Seto, un grito femenino se escuchó desde la habitación, tal que nadie supo si retumbó de magia o del grito.
~
Cinco horas.
Cinco. Malditas. Horas.
Habían pasado cerca de cinco horas desde que había visto a Rose y Seto estaba con los nervios destrozados.
Akefia había tenido que pedir en la cocina otras dos tazas de té para el castaño, aparte de meriendas para el resto, porque todos se negaban a moverse hasta alguien pasara por esa puerta con noticias.
Mokuba estaba dormitando contra el hombro de Noah, en uno de los sofás. Yami estaba igual dormitando contra Yugi. Akefia y Atemu estaban conversando con Ryou y Bakura -quienes habían llegado poco después de los dos Kaiba menores- y Mahad se había pasado por ahí un par de veces.
Seto era el único que apenas lograba quedarse sentado veinte minutos seguidos.
Hacía tres cuartos de hora que no se escuchaba ni una sola voz desde ahí dentro, más que el movimiento de cosas y murmullos indescifrables.
Atemu, Noah y Akefia habían tenido que evitar que Seto se acercara a la puerta en varias ocasiones, posiblemente lo único que recibiría serían descargas.
Para buena suerte de la cordura de todos, cinco minutos después, Hikari y Dany abrieron la puerta. La reina bicolor y la princesa pelinegra lucían cansadas, algo pálidas, y con sus cabellos revueltos a pesar de estar atados en trenzas.
—Estoy exhausta —suspiró Dany, moviendo los hombros en círculos, sintiendo la tensión en su espalda.
Hikari gimió en acuerdo, caminando directamente al sofá donde estaba su hermano mellizo acomodado con su cuñado —agoté mis reservas de magia.
La azabache asintió —ni mi collar brilla —murmuró, tocando la piedra en medio de su color de luna, que estaba opaca, en lugar de relucir como era usual.
—Ammm... ¡¿Chicas?! —Yugi, Yami, Ryou y Noah exclamaron a la vez.
— ¡Dany/Hikari! ¿cómo están Rose y los bebés? — las abordaron Yugi y Mokuba.
Ambas se miraron entre sí, mientras Dany iba a saludar con un abrazo a la pareja de albinos —está completamente agotada.
Hikari emitió un sonido de afirmación —Heba está haciendo todo lo que puede por estabilizar a Rose, perdió mucha sangre... No me sorprende si no despierta hasta mañana —esbozó débilmente una sonrisa —yo lo hice y solo tuve dos.
— ¿Solo...? —murmuró por fin Seto.
Dany le sonrió, ignorando el cansancio, y abrazó a su primo —felicidades, Seth. Oficialmente eres padre de tres bellísimas niñas.
Al castaño casi se cae la mandíbula ¿Tres? ¿Tres niñas?
—Parece que Heba atinó —se rió Akefia, dándole una palmada a Seto en la espalda, a ver si reaccionaba... nada.
—Ese niño debió ser comadrona en una vida pasada —rió también Yami.
— ¿Seto? —Atemu lo miró, conteniendo una sonrisa.
El castaño seguía paralizado y atónito, abrazado a Dany. Bakura se levantó de su asiento y movió una mano frente al rostro de CEO —No, nada. Le perdimos ¿Le doy una descarga a ver si despierta? —preguntó a Dany con una sonrisa ladina.
La azabache rodó los ojos —no más descargas —sentenció.
— ¡Nii-sama! ¡Vamos a ver a las niñas! —chilló Mokuba, casi en el oído de su hermano mayor.
Eso, y el rasguño juguetón de las uñas de su prima corriendo hacia arriba por su columna, lo sacaron de su estupor... Al menos parcialmente —Ah... sí —parpadeó un par de veces y miró de nuevo a su prima — ¿Heba ahora sí me va a dejar? ¿O tengo que hacerlo a mi manera?
Dany le dirigió una mirada reprochante mientras soltaba su abrazo —nada de violencia, Seth —regañó —claro que puedes entrar, y no molestes a Heba, él y Mana son los únicos a los que le queda energía para ayudar a Rose.
El castaño asintió, sin cuestionar nada, a pesar de que tenía muchas preguntas, y entró con Mokuba, apenas poniendo atención a lo que hablaban detrás de él.
— ¿Hermana? ¿Tenshi? —preguntó Atemu, recogiendo en brazos a su esposa para sentarla en su regazo — ¿qué pasó ahí dentro que están tan cansadas?
Dany se permitió tambalearse en su lugar, siendo sostenida por Bakura en un primer momento, antes de que Akefia se acercara a abrazarla también —Isis, Hikari y yo nos turnamos para manejar el despliegue de los poderes de Rose con cada una de las niñas —explicó, cerrando los ojos y dejándose envolver en los fuertes y cómodos brazos de su esposo.
— ¿Fue por eso que la diablilla no dejó que Seto entrara con ella? —le preguntó Akefia, mientras Yami llamaba a un par de sirvientes para que trajeran bebidas y algo ligero de comer para su hermana y cuñada.
—Sí, en su mayoría —concedió ella —de igual forma, no a todas las mujeres les gusta que su pareja esté presente en ese momento —echó la cabeza hacia atrás y abrió un solo ojo para mirarlo —quién sabe, la próxima vez puede que yo no te deje entrar.
Akefia se sonrojó por la burla de su mujer — ¿Habrá una próxima vez? —no pudo evitar sonar emocionado.
Dany se sonrojó al entender lo que acababa de decir y cerró los ojos, encogiéndose de hombros para dejar pasar el tema —solo los dioses lo sabrán... no será pronto, eso seguro. Tenemos las manos ocupadas con seis bebés ya.
—Vamos a tener que ayudar a Rose a amamantar a las niñas ¿lo sabes, verdad? —comentó Hikari, acomodada en el regazo del oji-vino.
Dany arqueó una ceja hacia su cuñada y amiga — ¿Querrás decir yo, no es así? Hasta donde recuerdo, mi reina, usted también tiene las manos ocupadas con los pequeños herederos —respondió burlona.
Hikari se ruborizó un poco, pero un bostezo lo encubrió mientras presionaba su rostro contra el pecho de Atemu.
Dany se contagió de ese bostezo — ¿y nuestra pequeña lucero? —preguntó en tono bajo.
—Nuestra Aiko está con Nadeshiko y Yukiteru en su sala de juegos, con las nodrizas con quiénes los dejaste ¿recuerdas? —bromeó Akefia —Timaeus está cuidándolos también.
La azabache asintió —perfecto, necesito una siesta.
Ryou se le acercó, de la mano con Bakura — ¿Puedo ir a ver a Aiko? —preguntó suavemente, acariciando su cabello negro.
Dany asintió —claro, deja que un guardia los lleve —accedió verbalmente Akefia.
—No es necesario —lo interrumpió Yami —yo los llevo, Yugi y yo también vamos a ver a los niños. No podemos entrar todos a la vez donde Rose.
Dany me dio un beso en la mejilla —cuídalos por nosotros un rato, ¿Sí, Moonshine? —Yami hizo un pequeño mohín, por ese apodo infantil que su hermana nunca perdía, pero asintió, antes de llevarse a su aibou y sus amigos.
Akefia tomó a Dany en brazos y se la llevó a su habitación, pidiéndole a un sirviente que le llevarán la merienda de su princesa allí.
~
Cuando Seto entró con Mokuba, y Noah unos pasos más atrás, pudo sentir el cambio drástico en la habitación.
Sellos y encantos desgastados, un ligero olor a ahumado se mezclaba con el de las flores de agua.
Algunas paredes tenían fragmentos escarchados, seguramente obra de Hikari.
Las telas que formaban un capullo alrededor de donde debía estar Rose ya no eran traslúcidas ni brillaban, ahora estaban congeladas, agujereadas y chamuscadas en diferentes zonas, pero parecían de un material diferente y no le dejaban entrever ni la silueta de Rose, Mana o Heba, aunque sentía el aura mágica de los tres. El corazón le dio un vuelco cuando apenas y pudo notar muy débilmente la de Rose.
A un lado del capullo de telas y hechizos curativos, Isis estaba reclinada en un colchón, con apariencia similar a Dany y Hikari, pero en sus brazos había una gran manta color azul eléctrico, que mecía muy sutilmente.
—Isis... —no sabía por qué, pero sintió la necesidad de mantener la voz por lo bajo.
La pelinegra de ojos igualmente zafiros lo miró, con agotamiento, pero si así le brindó una pequeña sonrisa y lo invitó a acercarse con un movimiento de mano.
Mokuba llegó primero a su lado, entusiasmado, miró por entre la tela azul y compuso una expresión totalmente conmovida. Seto caminó hacia ellos con paso lento, mientras que Noah se desvió hacia el capullo de telas, donde Heba y Mana estaban trabajando.
—Muchas felicidades, 'papá' —le dijo amistosamente, ofreciéndole a la bebé envuelta —ella fue la primera.
Seto la tomó con cuidado, no era la primera vez que tomaba un recién nacido, tomando en cuenta que sus sobrinos aún estaban de meses, y que hacía años había sostenido a Mokuba en varias ocasiones.
La observó maravillado, y con el corazón latiéndole en los oídos. Tenía la piel blanca, no tanto como Rose, y ligeramente ruborizada aún; estaba dormida, pero sabía que pasarían días hasta que se definiera el color de ojos, y tenía un parche de pelo castaño, posiblemente tan oscuro como el suyo propio.
— ¿Cómo se van a llamar, nii-sama? —preguntó Mokuba, de pie a su lado.
—Prefiero esperar a que Rose despierte para definir cómo se llamará cada una, Moki —le contestó el mayor —nunca consideramos tres nombres de niña —añadió en un susurro.
—Señora Isis ¿y las otras niñas?
La sacerdotisa cabeceó hacia el capullo de mantas —Heba y Mana están haciendo lo posible porque se alimenten. Es importante que establezcan esa primera unión con su madre antes que con otra mujer, o recibir alimento preparado —explicó —en especial la última, nació más pequeña que sus hermanas, y no lloró. Nos preocupa un poco —confesó, sincera.
Seto asintió y caminó con su hermano, y su primogénita en brazos, hacia el capullo de telas, donde los recibió la vista de Noah, sosteniendo una abultada manta color celeste y de pie, al lado de Mana, la que le indicaba cómo sostenerla.
Junto a la cama estaba Heba, el cual sostenía otra manta de color aguamarina, contra uno de los pechos de Rose.
El castaño se tambaleó, sintiendo que era físicamente golpeado al ver a su esposa inconsciente en el lecho; su cabello blanco había sido recogido en alto y el flequillo hacia los lados con broches, lo que ayudaba a hacer evidente la palidez insana, aún para lo que era la tez de Rose. De su pecho apenas se nota el subir y bajar porque la bebé estaba prendida, sacando leche del cuerpo prácticamente inerte de su madre.
—Rose... —su nombre salió como un susurro sin aliento.
Mokuba, aunque preocupado, se apresuró al lado de Noah y Mana para ver a la niña que sostenía, con cierto nerviosismo, pero dulzura.
—Ella fue la segunda en segunda en nacer —explicó la maga.
—Aww, la dos son castañas, como mi hermano —Mokuba sonrió, acariciando un brazo de la bebé con la yema de los dedos.
Heba los miró brevemente, sentado a un lado de la reciente madre y sosteniendo con el mayor cuidado del mundo a la última bebé —parece que ya terminaste... —la apartó con suavidad y acomodó la yukata de Rose antes de acomodar a la bebé contra su hombro y empezar a darle toquecitos en la espalda.
Seto pudo ver de reojo pequeños mechones blancos.
—Mokuba —lo llamó — ¿quieres cargarla?
El pelinegro asintió, se sentó en un espacio libre a los pies del lecho, antes de recibir a la su primera sobrina.
Una vez tuvo las manos libres, Seto se acercó a Heba —déjame verla.
El tricolor lo miró por un momento, luego, muy lentamente, le pasó la manta aguamarina.
Seto la recibió y la acunó con cuidado, notando la diferencia en el peso y el tamaño con las otras dos niñas. Movió las mantas para apreciarla mejor, y se encontró con una pequeña Rose.
La piel tan blanca con la de su madre, así como la pequeña mata de cabellos.
Seto se sentó al lado de Rose y, cuidando a la pequeña en sus brazos, se inclinó para darle un suave beso —gracias...
Heba y Mana los miraron, al igual que Noah y Mokuba, con una pequeña sonrisa en los labios.
De pronto, la pequeña bebé empezó a llorar.
—Wow. No había llorado aún —comentó Heba.
Seto empezó a meter suavemente a la niña, dándole muy ligeras palmadas y hablándole para que se calmara.
La niña de pronto abrió los ojos, que sorprendieron a Seto con un tenue rosado. Con todos los ojos en ella, y la mente de su padre en los nombres que con Rose habían sopesado, nadie se dio cuenta que la madre también abrió ligeramente los ojos.
Rose se sentía mareada, apenas podía registrar lo que pasaba a su alrededor, solo sabía que su bebé estaba llorando.
Lentamente abrió los labios, sintiendo la garganta seca y resentida por los gritos de hace horas. Cuando al mismo tiempo, Seto habló también.
—Karin —llamaron a la vez.
Y, de hecho, la niña dejó de llorar.
Todos miraron a Rose, la joven madre sonrió cuando su niña dejó de llorar, miró a su esposo, y luego regresó a la inconsciencia.
Bueno... Al menos ya tenían certeza del nombre de una de las pequeñas. Karin Kaiba.
.
Cinco mil palabras
.-.
Es el OS más largo hasta ahora y es en honor a una de las chicas que colaboran en este fic, Rose Shirogan.
Amiga, espero que a ti y a Hikari les haya gustado cómo quedó ^^/ y mil gracias por ayudarme en este proyecto. Os adoro.
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