Cáscara
Como les dije, me estoy poniendo al día.
Este OS es obra de Rose
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Un suspiro cansado salió de sus labios mientras observaba con atención lo que estaba frente a sus ojos, muy a pesar de sentir sus parpados pesados debido al cansancio, hoy había tenido uno de esos días muy atareados, así que había dormido poco, bueno, últimamente sus días estaban algo atareados.
Deslizó sus dedos con suavidad, sonriendo al sentir como brillaban ligeramente ante su toque.
—Me pregunto cuanto faltará para conocerlos —murmuró con ilusión mientras dejaba que esas dos piezas que lo reflejaban empezaran a brillar más, absorbiendo parte de su energía —Últimamente piden más de la normal —habló al aire, sintiendo sus ojos aún más pesados. Hoy casi no tenía energía, pero tuvo que usar sus reservas para brindárselas a sus dos criaturitas que aún no conocía, pero ya adoraba. Ya deseaba verlos salir de su cáscara y correr por allí.
Miró con atención como el par de huevos brillaba levemente de color dorado y luego color morado oscuro, no pudo evitar sonreír un poco, ese brillo le daba la esperanza, algo que su pareja le había dicho que no tuviera, que no se ilusionara.
Miró ese par de huevos, eran de gran tamaño, median el medio metro o quizás un poco más, sus escamas parecían pequeños espejos, además de que estas reflejaban como si fueran uno. Pero volviendo al tema de que su pareja le dijera que no fuera a ilusionarse... Sí... Quizás sonaba cruel que él le dijera eso, pero en parte tenía razón, debido a que el estado en que habían encontrado los huevos era muy crítico, ni siquiera pensaban que estuviesen vivos; debido a lo pequeños, fríos, solitarios y sucios que estaban, aun así Heba se quiso arriesgar, algo le decía que no les dejaran abandonados en esa cueva fría, llena de huesos y olores putrefactos, pertenecientes al dragón ya fallecido que se encontraba en ese lugar, ambos pensaban que ese dragón debió haber sido su madre, a Heba le dio demasiada tristeza el dejarlos solos y morir como su madre, ya que cuando los encontraron parecía que ese cadáver protegía ese par de huevos, que se encontraba con otros, pero los otros estaban aplastados o rotos, comprobando que en definitiva esas crías de dragón estaban muertas.
Un bostezo salió de sus labios.
—Deberías descansar, amore mío —escuchó a sus espaldas, sonrió un poco.
—No escuché la puerta —murmuró antes de voltear a ver al dueño de la voz.
—Estabas muy concentrado en ellos —comentó mientras se acercaba para darles una mirada al par de huevos y luego inclinarse a besar la frente de su pareja —Ven, duerme un poco —agregó, ayudándolo a levantarse de la silla.
— ¿Qué tal la reunión? —preguntó, dejándose hacer por las grandes manos de su caballero.
—Todo bien, solo se hará una revisión más exhaustiva a las armas que llegan al palacio —respondió mientras abría las sábanas para dejar a su pareja recostarse.
—Ya veo —murmuró Heba, jalando a su pareja hacia él —duerme conmigo.
—Amore... ya muchos problemas se harán cuando sepan que casi te has mudado a mi habitación —comentó el mayor, intentando alejar con delicadeza los brazos de Heba de él, el menor hizo puchero.
—Ya soy un adulto, además en algún momento va a pasar —comentó mirándolo con súplica mientras se aferraba más a sus brazos.
—Deja me quito la armadura —murmuró derrotado, ganándose una risita de parte del tricolor de ojos morado oscuro, el caballero se limitó a quitarse su armadura verde azulada, con detalles en dorado, quedando en unos pantalones oscuros y una camisa sin mangas color negro, Heba le abrió las sñabanas para que este se acostara a su lado.
— ¿Qué dirían todos si vieran que el respetado caballero dragón, Sir. Timaeus, se deja manipular por el siervo principal del faraón? —inquirió en broma Heba, haciendo reír a su pareja.
—Oh, amore —murmuró antes de besar su frente —Dirían que es normal.
— ¿Por qué se ve que me amas? —preguntó aun en burla, Timaeus volvió a reír antes de mirar sus ojos.
—Sí y también, dime... —contestó mientras acariciaba su rostro con delicadeza — ¿Quién no se deja manipular por ti? —cuestionó, provocando un puchero en el tricolor menor, que consiguió hacerlo reír nuevamente.
—Calla —murmuró sonrojado —cambiando de tema ¿No crees que están más grandes?
—Amore mío, ya te dije que...
—Lo sé, lo se... que quizás sean solo cáscaras vacías y solo absorban energía porque sí —recitó Heba, tratando de no sonar triste. Timaeus suspiró antes de alzar su rostro y unir sus labios, no deseaba ver los ojos de su amor tristes, pero tampoco quería que ver la expresión de desilusión que pondría si ese par de huevos resultaran ser solo cascarones vacíos, y debido a ese temor de ambos es que nadie sabía de esos huevos, que hacía meses habían encontrado.
—Solo el tiempo lo dirá —dijo Timaeus una vez se separaron, Heba asintió antes de acurrucarse más entre los brazos fuertes de su pareja, después de algunos besos y arrumacos el menor se quedó dormido.
Timaeus suspiró mientras vigilaba el sueño de su amore, pero un sonido llamó su atención, así que alzó la mirada hacia los huevos y esperó pacientemente, pero estos no hicieron ni el más mínimo movimiento. Resopló y quiso reírse de sí mismo, él también había comenzado a ilusionarse con ese par de cascarones, y ¿cómo no hacerlo si les absorbían a ambos energía? Además de que crecían cada cierto tiempo, lo que lo desanimaba era que no despendían nada de la energía que ellos les daban, tampoco se movían y lo más importante, no producían ningún sonido, ni siquiera el que debería ser proveniente a su corazón, sumándole que los habían golpeado suavemente en muy pocas ocasiones y se escuchaban vacíos, así que eso le quitaba a él la esperanza de que tuvieran una cría dentro.
Aun así, Heba parecía más esperanzado, debía admitir que su pecho se llenaba de un agradable calor cuando veía a su amore contemplarlos, darles energía, cambiar las sábanas y cojines debido al polvo y el clima, buscando la mejor forma de mantenerlos tibios, pero no demasiado; también, en ocasiones, se limitó a quedarse en silencio, espiándolo, escuchando como su pareja les daba los buenos días o las buenas noches. También, muchas veces notó como Heba se iba a comer a su habitación solo para vigilarlos, además de buscar muchos ratos libres solo para ir a echarles una vuelta todos los días.
Eso había llamado la atención de todos en el palacio, ya que era demasiado extraño, no era común ver a Heba tomando descansos, ni alterando sus horas de irse a dormir como de despertar, aunque este había dicho que era por culpa de Timaeus y de una discusión que habían tenido debido que Heba se había enfermado, claro que eso ganó la mirada seria de la familia de Heba por unos días.
Timaeus se limitó a pasar por alto eso, ya que estaba más que acostumbrado a esa clase de cosas, y bueno, sí se había peleado con su pareja por esa razón, pero no a tal grado como habían imaginado todos
¿Casi terminarlo por eso?
No, para nada.
Estaba bien que Heba era muy descuidado con su salud, pero tampoco terminaría con él solo por eso, jamás, amaba a su hermosa joya del desierto, así, tal y como era; aunque claro, todos lo habían maximizado debido al cambio que había dado Heba, cosa que todos en parte le agradecían.
"Si tan solo supieran" fue el pensamiento del caballero dragón antes de cerrar los ojos y dormir un poco, siendo arrullado por la respiración de su pareja y su aroma.
...
El sonido de un crujido activó los sentidos de Timaeus, él era caracterizado por tener un sueño demasiado ligero, que cualquier ruido peculiar ponía en alerta sus sentidos, se removió ligeramente, poniendo más atención a los sonidos de su alrededor, tratando de descubrir qué había sido ese crujido, pero no queriendo abrir los ojos para no perder el sueño, y después de confirmar que no era nada fuera de lo normal volver a dormir.
El problema: el sonido se repitió.
Después se escuchó un golpe seco, el cual lo hizo abrir los ojos en alerta, revisó la habitación con la mirada, sintiendo como Heba se acurrucaba más contra él. No se movió, miró la puerta, la ventana y no vio nada, al final miró el lugar donde tenían a los huevos y... Faltaba uno.
Rápidamente se sentó en la cama despertando a Heba por el movimiento.
— ¿Qué? ¿Qué pasa, amor? —preguntó Heba, adormilado.
—Falta uno —respondió antes de ponerse en pie y acercarse a ver bien.
— ¿Qué? —volvió a cuestionar Heba.
—Amore... falta un huevo —respondió mientras tomaba entre sus manos el huevo que permanecía entre unos almohadones, donde se supone que tenían ambos, Heba rápidamente se puso de pie cuando su mente procesó la información.
— ¿Dónde está? —preguntó preocupado, mirando a todos lados — ¿Se habrá salido por la ventana? —cuestionó asustado mientras se asomaba por esta, viendo en todas las direcciones.
—No lo sé —respondió Timaeus, concentrando su atención en el huevo que sostenía para revisar alguna anomalía, pero nada, siguió siendo un huevo vacío, se limitó a dejarlo en su lugar antes de ponerse a buscar en la habitación junto con Heba.
— ¡No está! —exclamó asustado, camino a la puerta para después abrirla —Saldré a buscarlo afuera, tu ve a buscarlo por el palacio.
—De acuerdo —dijo Timaeus —pero cálmate un poco, amore mío —pidió el mayor, colocando sus manos en los hombros del menor.
—No puede... —la frase de Heba quedó a medias al escuchar el sonido de algo caerse, pero en una parte de afuera de la habitación, en algún pasillo.
—Yo iré a ver —determinó el caballero, depositando un beso en los labios de su pareja —Los encontraremos, así que, mi flor del desierto, cálmate.
—Sí está bien —murmuró antes de que Timaeus se fuera, no sin antes atraer su espada con magia.
Heba se recargó en la puerta que seguía abierta, mientras tomaba aire, tratando de calmarse y pensar con claridad qué debería hacer. El problema fue que no tuvo el tiempo de pensar debido a que frente a sus ojos pasaron un par de cascarones de huevo.
Parpadeó antes de mirar por donde se habían ido...
— ¡Esperen! —gritó, antes de correr detrás de ellos — ¡Vuelva acá! —exclamó, pero al parecer ninguno de los dos le hizo caso.
...
— ¿Segura que puedes caminar princesa? —preguntó un moreno de ojos lilas, ligeramente preocupado por su esposa.
Esta le sonrió —Pero por favor amor, necesito salir a tomar aire —respondió con una sonrisa, el varón asintió tomándola de la cintura para caminar a su lado. Era normal su preocupación, no hacía ni una semana que su esposa acaba de dar a luz dos niños. Suspiró mientras besaba su cabello suavemente.
—Mami ya se cansó de estar acostada —comento Aiko con una sonrisa, mientras caminaba a lado de su padre, ambos adultos le sonrieron.
El sonido de algo caerse los alertó, los 3 voltearon en busca del sonido y lo que vieron les quitó el habla, ante sus ojos aparecieron dos huevos gigantes, uno corriendo a toda prisa y otro volando encima del primero, ambos se dirigían en su dirección.
— ¡Les dije que se detuvieran! —escucharon el grito de Heba que al parecer venia atrás de ellos.
—Mira mami, papi ¡¡Son dos huevos gigantes!! —exclamó Aiko, el grito de la menor alertó al que iba en el suelo, cambiando rápido de dirección hacia un pasillo al costado, tirando a un sirviente que llevaba telas, las telas volaron mientras que el huevo que iba aleteando siguió el mismo rumbo que el otro — ¡¡Yo también quiero jugar tío Heba!! —gritó la niña, infantilmente, antes de correr detrás de ellos.
—Perdona, mis bebés no saben lo que hacen —se disculpó Heba mientras levitaba sobre el siervo y el montón de telas que estaba en el pasillo, ordenó las telas con un chasquido de dedos y siguió su camino detrás de la niña y los dos fugitivos — ¡Mis bebes! —volvió a gritar y se escuchó algo romperse.
Akefia y Dany se miraron sin saber qué decir.
—Dijo... bebés —murmuraron ambos.
— ¡¡Princesa!! —gritó Akefia atrapando a su esposa entre sus brazos.
...
—Por fin, un momento libre —comentó Hikari en un suspiro, ganándose una risa de su marido.
—Mi reina tuvo una mañana ocupada —bromeó antes de abrazarla por la cintura.
—Un poco, no he tenido tiempo de ver a nuestros hijos —comentó la bicolor, recargándose en el pecho del moreno —Solo en la mañana durante el desayuno que estuvimos con ellos.
—Lo sé, hace rato los vi que iban al comedor por una merienda —dijo Atem apoyando su cabeza en el hombro de su reina.
La pareja se encontraba disfrutando de su momento a solas, pero las risas y gritos fuera del salón del trono llamaron su atención.
— ¡¡Ven acá!!
—Ese fue Heba —comentó Hikari, antes de escuchar como algunas cosas se rompían.
— ¡Se fue por allá!
—Esa fue Aiko —complementó Atem mirándose con su esposa —quizás se peleó con Mana de nuevo y se están arrojando cosas —agregó con una gotita bajándole por la cien, Hikari se rió.
—Ese par, no cambia —comentó ella y ambos se rieron.
— ¡¡¡AHHHHH!!!
—Esa fue Mana —dijeron a su vez después de escuchar un fuerte sonido. Tanto como Atem y Hikari se miraron antes de salir corriendo de la habitación.
— ¡Tía Mana, cuidado! —escucharon las voces de sus dos hijos mientras se reían y después los escuchaban echarse a correr — ¡¡Por allá!!
—Mami, mami —decía un niño de cabellos castaños y piel morena, mientras movía asustado a su madre que yacía en el suelo inconsciente.
—Pero ¿Qué paso aquí? —preguntó rápidamente Atem, el infante lo miró.
—Altezas... Ayuden a mi mami —dijo preocupado, la bicolor se inclinó para revisarla.
—Se desmayó, estará bien —dijo Hikari tranquilizando al menor.
—Qué bueno —dijo aliviado.
— ¿Qué fue lo que sucedió Maoh? —preguntaron ambos reyes, el niño solo ladeo la cabeza haciendo memoria.
—Bueno, mi mami fue casi arrollada por un huevo gigante, corrió por allá —respondió él.
— ¿Huevo gigante?
—Siiii —dijo con infantilismo —Y un huevo volador gigante —agregó, haciendo una la seña con su brazo.
Ambas altezas se miraron sin entender nada.
— ¡¡Mana!!
—Papá —dijo Maoh cuando su padre se arrodilló y sostuvo a la castaña entre sus brazos.
— ¿Qué ocurrió? —preguntó el recién llegado.
—No lo sabemos Mahad, ya la encontramos inconsciente —respondió Atem, Mahad se limitó a mover sus dedos sobre el rostro de su mujer, recitando algo para despertarla.
—Huevo... gigante... bebé... —empezó a murmurar Mana mientras se removía entre los brazos de su esposo.
— ¿Qué?
— ¿Huevo gigante?
— ¿Bebé?
— ¡¡Cuidado con mis bebés!! —escucharon un grito que venía en dirección a ellos, en su campo de visión rápidamente aparecieron dos huevos gigantes, uno volando, con un par de alas de color morado oscuro y el otro corriendo, por lo poco que se podía ver sus patas eran de un color verde azulado, y detrás de ellos, Aiko y los príncipes que venían siendo seguidos por un tricolor de piel canela y ojos oscuros, que con magia iba apartando cualquier cosa del camino de los huevos y los infantes.
—Les dije —exclamó Maoh con una sonrisa.
El huevo de alas moradas pasó en medio de Atem y Hikari, por el impulso provocó que la bicolor cayera de sentón, aunque rápidamente fue ayudada por su faraón, pero no pudo ser así debido a que el cáscaron que venía corriendo se estrelló contra él, mandándolo al suelo.
— ¡¡Cuidado!! —exclamaron todos los menores, pero ya fue tarde, el monarca había sido literalmente arrollado por el gran huevo de color plateado, que parecía estar hecho de espejos.
— ¡Mi bebé! —gritó Heba al ver como caía, seguro de cansancio, su huevo de alas moradas, por suerte este fue rápidamente atrapado por Timaeus quien llevaba buscándolos desde hace rato.
— ¿Bebé? —cuestionaron Atem, Hikari y Mahad, antes de mirar el huevo que estaba en el regazo de Atem, este rompió el cascaron por la parte de arriba, dejando ver la cabecita de un dragón.
—Raw... —intentó rugir la criaturita al ver el rostro del Faraón,
— ¡Papa! / ¡Atem! / ¡Tío Atem! / ¡Faraón! —gritaron todos a la vez, acercándose a socorrerlo. cuando perdió el conocimiento
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