Fictober Día 3: Bosque.
A su mejor amigo siempre le ha gustado la astronomía, lo sabía desde que lo conoció, cada pijamada que hacía con Alfred era única, juntos en su habitación llena de estrellas que brillaban en la oscuridad, bajo las mantas que formaban una carpa, acompañados de linternas que iluminaban su alrededor, escuchando sin parar al americano hablando de constelaciones, movimientos planetarios y miles de historias que tenían que ver con el universo, cada noche era maravillosa
Hasta que a Alfred le regalaron su primer telescopio...
Ese día estaban en la primaria cuando Alfred llegó corriendo a abrazarlo, sonriendo con esa bonita sonrisa que era contagiosa hasta para él que siempre tenía el ceño fruncido, correspondió el abrazo acompañando al impulsivo chico en sus pequeños saltos de felicidad, tapó sus oídos ante la aguda voz del otro contándole sobre la sorpresa que su padre le había dado por su cumpleaños número once, también era un pequeña recompensa por iniciar la escuela secundaria con el segundo promedio más alto, cosa que hizo infinitamente a feliz a sus padres, al propio Alfred y a Arthur.
Alfred no dudó en organizar un pijamada para poder celebrar y estrenar su nuevo obsequio y era obvio que él no podía faltar a la fiesta. El paso de los años no solo les había afectado a ellos, la habitación de Alfred ya no era igual a la de antes, las estrellas se habían ido, el cuarto había cambiado el papel tapiz a un simple color azul marino y las mantas que antes tenían miles de estrellas ahora eran simplemente azules claro, eso había deprimido un poco al inglés si no fuera porque su amigo siempre le sorprendía.
Cuando la oscuridad envolvió la habitación el americano le pidió cerrar los ojos, obedeció al instante y sonrió aun sin saber lo que el menor le mostraría, escucho como este se paraba y corría a paso rápido por la habitación, escuchó el sonido al sentarse y después una fina canción sonar como si fuera una caja de música, en ese momento la curiosidad le consumía pero la sorpresa lo envolvió por completo cuando una calidez rosó sus labios, se quedó estático hasta que el americano retiró las manos de su rostro pidiendo que abriera los ojos y se quedó maravillado al ver las estrellas reflejadas en toda la habitación llenándolo de un espacio de fantasía.
Maravillado. Esa la palabra que describiría todo lo que vivió con Alfred esa noche, después de que le mostrará el proyector ambos se fueron a la terraza, él guiaba a su mejor amigo con un libro en la mano, dando coordenadas que el chico seguía con cuidado, mordiéndose la lengua cada que debía calibrar el aparato, sin notar que cuando Arthur notaba a su mejor amigo tan concentrado no podía evitar tocar sus labios pensando si todo había sido un sueño, un sueño que se corrompió con el odio cuando el menor de los Kirkland comenzó a odiar ese maldito telescopio y a las estrellas.
Al principio ese regalo los unía cada vez más, pero Alfred comenzó a dejar de invitarlo a casa y rechazaba las invitaciones que le ofrecía con la excusa de un suceso importante, además era de lo único que hablaba y eso provocaba irritación en el inglés, envidia de que esos astros le robarán la atención del ser más importante en su vida, el que lo acompañó en sus peores momentos y dolores ahora lo había dejado por un aparato y sus estrellas.
Trato de llamar su atención de todas las formas posibles, pero el escucharlo hablar del mismo tema lo fastidiaba y se encargaba de matar el amor que descubrió que sentía por el idiota de su amigo, si, solo su amigo porque sabía que alguien lo había reemplazado... Él ya no era el centro de la vida del americano, ahora su amigo japonés ocupaba su lugar y él se iba quedando atrás sin hablar, sin opinar, sin existir
Cuando cumplió dieciséis fue la última vez que hablaron, recibió una seca felicitación y no sintió culpa alguna al no avisarle e irse durante tres largos años, años en los que cambio demasiado.
Paso por tantas fases como la luna, se envolvió en la oscuridad, pasó de ser una hermosa luna llena a ser la luna nueva envuelta en el frío y en la soledad, el miedo le volvió distinto, cambió su apariencia, se volvió un punk, y cuando más se hundió sus padres decidieron que era hora de volver a ese lugar, él no lo deseaba, muchas veces trato de escapar, de irse, pero la muerte de su padre le hizo aceptar y dejar atrás su mal estilo de vida, pero aun así la oscuridad seguía, no podía irse por más que deseara que se evaporara como el humo que su cigarro desprendía.
Cuando te caes en un bosque y no hay nadie alrededor ¿realmente chocas contra el piso o siquiera haces algún sonido? (Dear Evan Hansen)
Ese era el sentimiento que se ahogaba en su corazón, se había vuelto horriblemente sentimental en el momento en el que pisó ese pueblo, en el momento en el que volvió a esa vieja casa, lo primero que hizo al llegar fue arrancar todo lo viejo, golpeó la pared lleno de rabia y de culpa por nunca poder olvidar el sentimiento que ahora agitaba su corazón al solo ver su nombre tallado junto al del americano en la madera de su vieja habitación.
Tomó su cabeza con violencia al pensar en ese sentimiento que nunca olvido, se sintió sucio del solo recordar la culpa con la que vivió, el dolor de saberse nunca correspondido y no poder huir de su propio corazón.
Se levantó del viejo piso de madera y salió corriendo al bosque cercano a su hogar, corrió con todas sus fuerzas, sintiendo como el aire frío entraba por su nariz y quemaba sus pulmones, como el aire frío se clavaban como cuchillos y su cara se entumía. Corrió con un solo destino: Alejarse.
Llegó a un claro donde un pequeño lago existía, se sentó sin importarle que algún animal pudiera atacarlo en algún momento, envolvió sus manos en sus rodillas buscando protegerse, miró hacia arriba mirando la luna y las estrellas y odiándolas con ese rencor que pensó olvidado.
—Aquí estamos de nuevo, desgraciadas —río con completa ironía acostándose el pasto y haciendo un gesto obsceno con el dedo—Todo es su maldita culpa, perras.
—Las estrellas no son malditas—el inglés se sentó con violencia, sintiendo como su corazón latía alborotado como si ese sentimiento nunca pudiera pagarse —¿Arthur?
—Te equivocas—se repuso rápidamente mirando con frialdad al chico, todavía tenía esos ojos preciosos como un cielo despejado, sentía que se derretiría si los mirara de nuevo— Yo no te conozco.
—Soy yo, Alfred F. Jones. Bueno ahora soy Jones, mis papás se divorciaron y mi hermano se quedó con el Williams... —río incómodamente bajando la mirada y Arthur tuvo unas infinitas ganas de abrazarlo para consolarlo. —Han pasado muchos años pero sé que no he cambiado tanto, sé que reconocerías a tu mejor amigo.
—No, Alfred... yo deje de tener un mejor amigo desde hace mucho tiempo —bajo la mirada el británico, sintiendo un nudo en su pecho— no lo tuve desde que me olvido por unas estrellas
—Tú te fuiste y me dejaste —Susurro el americano sin mirar al otro a los ojos — te desapareciste sin decirme adiós.
—¿Debía decírtelo cuando nuestras últimas palabras fueron un seco "feliz cumpleaños?— cerro sus manos clavándose las uñas para evitar sentir otro tipo de dolor —debía acercarme cuando sentía que me habías dejado de lado, que no había espacio para mí en tu vida, que solo las estrellas y Kiku se volvieron íntimos contigo.
—¿A qué te refieres? —El anglosajón negó sonriendo con dolor—No necesitas saberlo, Alfred—la sonrisa triste de Arthur hizo que el corazón del americano se estrujara— Te olvidaste de mi existencia, te olvidaste de mi sin saber que me robaste algo importante.
—Eras mi mejor amigo, Arthur. —El más alto se acercó para tomar la mejilla del más bajo pero este se retiró.— Lo sé, Alfred. Por eso mismo no me toques con amor, no me mires como si fuera lo más importante en tu vida, no me confundas. No me hagas volver a caer cuando ni siquiera sé si seré escuchado.
—Arthur...sabes que eres especial para mí, más especial de lo que crees. —el chico trato de volver a acercarse pero Arthur volvió a retroceder—Alfred por favor, déjame. Olvida que me viste, olvida que estuve aquí y vive como si nunca me hubieras conocido
—Esta vez debo decir que no—los ojos azules resplandecieron con decisión—Alfred... —murmuró el otro con voz bajita siendo interrumpido por el otro—No puedo hacerlo cuando he vuelto a encontrar mi guía, mi Polaris, mi estrella más importante —se acercó tomando desprevenido al inglés, con delicadeza envolvió sus manos en las blancas del otro— no volveré a perderte de vista, Arthur.
Juntó su frente con la del más bajo, provocando que ambos fueran cerrando los ojos y se dejaran envolver en el paisaje nocturno.
—Disfruta conmigo esta noche, mira las estrellas conmigo y enamórate de ellas como yo lo estoy, sin embargo —río bajito—la estrella que más me tiene enamorado esta justo aquí. —Eres un tonto, Alfred —río el inglés mientras abrazaba a su mejor amigo, disfrutando de la calidez de su pecho—No te he perdonado... pero podemos volver a empezar...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro