La Historia detrás de la Máscara
Llegó a su humilde casa para entrar y dejar su mochila tirada en el recibidor. Había sido un día agotador tanto física como mentalmente.
–Eriza loca– murmuró al recordar lo que le había pedido hacer.
Inicio del Flash Back
–De acuerdo– dijo para acercarse nuevamente a él, acortando su espacio personal. –Misión número 3, bésame.
–¿Q-Qué?– tartamudeó incrédulo.
–Lo que escuchaste– reafirmó –Bésame con dulzura.
Sintió su cara sonrojarse como la mismísima Esmeralda Caos color carmesí de tan sólo pensar en la idea. Eso era demasiado, incluso para él.
–¡Estás mal de la cabeza!– le gritó para abrir la puerta a sus espaldas –Haz lo que quieras con las fotocopias– habló molesto –¡Prefiero eso a tener que besarte!– dijo cual sentencia para salir del aula y dejarla atrás.
Fin del Flash Back
¿Cómo se le había ocurrido pedirle semejante cosa? Sonic suspiró con pesadez sabiendo que mañana debería de tacharla de loca y mentirosa para zafarse del lío en el que se había metido, pero al menos se había librado de ella para siempre; no más peticiones extrañas. Ese último pensamiento lo hizo sonreír.
–¡Ya era hora que llegarás!– escuchó un grito que lo hizo fruncir el ceño al instante. –"Hogar dulce hogar"– pensó al acto.
–Padre, buenas tardes– sonrió cordial como era su costumbre.
–¿Has visto la hora Sonic?– le recordó.
–Lo lamento mucho padre, pero una compañera me pidió ayuda con ciertas tareas del aula– se disculpó con una falsa expresión de arrepentimiento.
–Bien, por eso entrenarás una hora más después de la cena– habló su padre con severidad.
–Por supuesto– asintió condescendiente.
–De acuerdo– habló con un tono de voz más suave –Cambiando de tema, he de recordarte de la cena a beneficencia de la otra semana.
–Lo tengo presente padre.
–Excelente, tu hermano encontró una hermosa compañera para el evento– dijo con orgullo.
–¿Compañera?– repitió confundido.
–Claro, como erizos de alta sociedad asumí que sabrías que llevar una pareja es indispensable.
–Este... yo...– calló desconcertado –"¡¿Pareja?!"– pensó con horror.
–¿Llevarás una?– preguntó en tono de orden.
–Eh... ¡Claro!– respondió febril –Yo... sólo, esperaba, tú sabes... a la chica correcta– completó con un dejo de mentira en su voz.
–Debe ser una dama callada, cordial, respetuosa y sobre todo muy educada, que sepa comportarse sin sobresalir. No querrás que alguien extravagante nos opaque.
–No, por supuesto que no– negó el erizo pensativo.
–Excelente, tomando esos requerimientos en cuenta se que nos harás sentir llenos de orgullo, hijo.
–Claro padre– respondió Sonic sin ánimos.
–Sé que sí, tal y como tu hermano mayor– comparó con un brillo en sus ojos. –Puedes retirarte a estudiar, recuerda...
–...No hay lugar para un segundo lugar– completó el erizo azul recitando el lema que su padre le recordaba cada día desde que había nacido.
–¡Exacto!– dijo su padre para seguir su rumbo a una de las salas de su mansión.
Sonic lo vio partir intentado disimular los pensamientos errantes que chocaban entre ellos en su cabeza. Caminó para dirigirse a las escaleras de marfil blanco frente a él, las cuales se partían en dos extremos diferentes dando paso al ala Este y Oeste de su casa. En el medio, el cuadro del más grande orgullo de su padre. Su hermano mayor. Excelente en todo lo que se proponía sin necesidad de mucho esfuerzo. Había sido el número uno de toda la escuela en sus tiempos de estudiante, el primero en su clase en la universidad y no se hable de su destreza en los deportes; Sonic aún no conseguía batir sus records dejados años atrás en el instituto. A diferencia de su hermano, él debía de esforzarse como un loco para poder siquiera llevarle el paso, siendo una sombra de su grandeza. Sonic sonrió con ironía al pensar eso.
–Faker– lo escuchó hablar, haciendo su sangre hervir.
–¿Hermano?– alcanzó a decir al verlo descender las escaleras con esa sonrisa prepotente y actitud imponente. –Pensé que aún estabas en la universidad.
–Nuestro padre me llamó para que viniera antes y así ayudarlo con la cena– explicó el erizo negro para verlo con su típico desdén. –¿Hermano?– repitió haciendo burla al enunciado de Sonic.
–...Peste ingrata ¿te gusta más?– masculló Sonic quebrando su máscara de cordialidad.
–Suena más vulgar, como tú– dijo Shadow despectivo –Más te vale no arruinar la cena de Padre– amenazó para bajar las gradas –O sabes lo que te pasara– sentenció con aquella mirada fría.
Apretó sus puños con fuerza mientras lo miraba perderse entre los pasillos de su hogar. Shadow, su hermano mayor, siempre había sido una estrella en el combate y táctica militar, razón por la cual entró a la Academia de los G.U.N, llenando de orgullo a Padre. Sonic suspiró con pesadez para sentir la presión sobre sus hombros con su hermano de regreso en casa. No podía fallar en la cena... no de nuevo.
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Llegó a casa para quitar los seguros de la puerta y dejar que ésta le diera paso a la luz. –Regresé– musitó para entrar y volver a cerrar la puerta sus espaldas. Amy colgó con cuidado su mochila en el perchero y se encaminó a preparar la cena. Su mente navegaba entre las palabras del erizo azul de aquella tarde. –Estúpido erizo– lo maldijo colocándose aquel delantal en la cintura. ¿Hacer lo que ella quisiera con las copias? Eso no era parte de su plan. Descubrirlo sería satisfactorio, sin lugar a duda, pero no lograría su cometido.
–¿Qué haré ahora?– se dijo preocupada mientras alistaba la estufa.
Escuchó el timbre de su casa resonar por cada habitación para ponerse alerta y sacudir sus preocupaciones de la cabeza. –¡Yo voy!– gritó para correr hacia la entrada principal. Quitó de nuevo el seguro, para toparse con una sorpresa al abrir la puerta.
–Buenas tardes Señorita Rose– le saludó con la típica cordialidad.
–¿Blaze?– inquirió asombrada. Un amago de sonrisa se formó en su rostro al notar su presencia –Sabes que puedes llamarme Amy– le indicó con gentileza.
–Mmm... vengo a dejarte esto– indicó incómoda por su comentario. Extendió sus manos para enseñarle aquel plato plástico –Madre me ha ordenado, es decir... pedido que te lo traiga.
–Oh, eres muy amable– dijo Amy con dulzura para recibirlo –Deseas...
–No, no– negó al anticiparse a su petición –Debo retirarme– se despidió –Hasta pronto.
Amy la vio partir de regreso por la calle para dirigirse a su casa que se encontraba a un par de calles de la suya. Suspiró con decepción, ella sabía el por qué. Blaze y ella habían sido buenas amigas de infancia hasta que el terrible accidente sucedido cuando era ella muy pequeña. Un accidente que la perseguiría el resto de su vida.
Amy se llevó aquel plato a la mesa y apagó la hornilla de la estufa deteniendo el proceso de cocción de los fideos que planeaba hacer. Se sentó en la mesa y con un tenedor degustó lo que la Señora The Cat le había mandado gentilmente.
–Provecho mamá– murmuró para continuar con la comida en la soledad de su casa.
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-.-.-.- Necesitaban encontrar un gecko de arena con el propósito de poder lograr salir del desierto, sin embargo, su compañero era más terco que una mula.
–Necesitamos ir al Este, ahí podremos...
–¡Eso no es posible!– insistió el muchacho de pelo plateado.
–Si no me acompañas iré yo sola entonces– le amenazó Erie.
–¡Haz lo que quieras!– renunció al fin –¡Prefiero morir en el desierto que seguir a tu lado! -.-.-.-
Amy caminó con aquella expresión de pocos amigos mientras Silver le contaba sobre la nueva película que había visto. Un monstruo de fuego que era el causante de la desgracia de toda una ciudad, y de un princesa que haría lo que fuera por salvarla, o algo por el estilo. Nada a lo que Amy se interesara realmente, pero al menos no debía de decir nada mientras él hablaba con emoción de sus programas futuristas.
–¡¿Lo leíste?!– gritaron las mismas chicas que se deleitaban de sus escritos. Parecía como si las buscara al tomar su camino a la escuela cada mañana. Tal vez lo hacía.
–Lo sé, lo sé, se separaron– habló la gata de pelaje negro –¿Será que no volverán a estar juntos? ¿No más amor?
Se mordió el labio inferior ante las preguntas de su compañera. Amy no quería que terminara así, pero sin Sonic no sabía cómo continuar la historia de amor.
–¿Pasó algo?– preguntó Silver para verla con escudriño. Se suponía que Sonic le ayudaría con sus escritos tan sólo ayer.
–Renunció– confesó con decepción –Sin él, escribir sobre el amor será un fiasco.
–Oh vaya– dijo con alivio y una falsa preocupación. Desde el principio había estado en contra de ese plan. –¿Y si le preguntas a gente que sepa de eso?– sugirió para animarla.
–Sabes que no me es fácil hablar con otros.
–Lo hiciste muy bien con Sonic, ni timidez ni miedo– le recordó a manera de felicitación.
–Eso era...– calló sin saber el porqué se le hacía tan fácil hablar con Sonic de manera tan autoritaria –Perfecto- completó más frustrada que antes –Pero si él no quiere encontraré otra manera– se dijo decidida.
–Señorita Rose– escuchó a sus espaldas.
–¿Uh? ¿Blaze?– habló con una sonrisa al reconocerla. –Hola.
–Madre me ha pedido que le traiga esto– susurró en un intento de no ser escuchada por aquellos que la rodeaban. Las miradas de todos se volcaron sobre ella a pesar de su intento. –Toma– dijo con apuro.
–Ammm... buenos días Blaze– se involucró el erizo plateado para sonreírle con calidez y cierta timidez.
–Silver– musitó a leve voz para fijar sus ojos ámbar sobre él, quedando sin habla por varios segundo.
–Muchas gracias– agradeció la eriza para tomar lo que seguro era más comida, interrumpiendo el silencio entre ellos –Dile a tu...
–Sí, adiós– cortó para seguir de largo.
Amy la vio trotar con apuro hacia la escuela sin detenerse a escucharla. De nuevo.
–Sí... hasta pronto– se despidió Amy con pesar sabiendo que ella no era capaz de escucharla.
–Siguen tan distante como siempre ¿Cierto?– inquirió Silver al verla caminar a prisa.
–Su madre sigue mandándome cosas para ver si con eso obliga a Blaze a retomar nuestra amistad.
–Recuerdo que antes se llevaban muy bien- asintió el erizo. –Ella siempre fue muy mandona al momento de jugar en la escuela primaria.
–Sí, antes del incidente– habló tajante la eriza para caminar más aprisa. –Andando
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Llegaron a clases, y mantener aquella sonrisa se le hizo más difícil que de costumbre. La preocupación lo sobrepasaba ese día. La presión de su padre y el animal salvaje de su hermano era abrumadora.
–¡Buenos días Sonic!– saludó el zorrito.
–Buenos días Tails– habló desganado. –Knuckles.
–Qué hay- dijo Knuckles en forma de saludo. –¿Algo nuevo?– le preguntó con picardía.
–No, aún no– negó para ser seguido por ambos según como caminaba en el pasillo.
–¿Qué hay de la mojigata rara rosada?– inquirió el equidna refiriéndose a Amy.
Sonic bufó molesto ante el recuerdo –Prefiero dejarte ganar en una carrera antes de intentar algo con ella– habló con un dejo de molestia en su voz. Sonic odiaba perder, pero odiaba más la idea de todo lo que ella lo había hecho sufrir en esos días.
–¿A ella si la dejarás en paz?– preguntó con alegría su amigo de dos colas.
Tails aún poseía todo aquella inocencia que se esperaría de alguien de primer año. Su amigo siempre le había aconsejado dejar de jugar con los sentimientos de las chicas a su alrededor o cosas malas podrían pasar, y vaya que pasaron.
–¿No me digas que este nerd te convenció de algo Sonic?– preguntó alarmado el equidna –¡Tú y tus raras ideas!– regañó al zorro para tomarlo del cuello y darle un coscorrón en la cabeza.
–¡Suéltame Knuckles!– rogó Tails sin ser oponente para la fuerza de su amigo.
Sonic observó la escena, la cual le había sacado la primera sonrisa real del día. Knuckles era el típico bravucón de la escuela y Tails el típico blanco. A pesar de ser ese rol que cada uno parecía desempeñar, los tres habían dejado esas diferencias atrás y su amistad podía más que cualquier estereotipo, al menos la mayor parte del tiempo.
–Sabes– se involucró Sonic –Pensé en Rouge the Bat como siguiente en mi lista– habló con aquella sonrisa pícara.
–¿Uh?– exclamó Knuckles para detener su agresión –¡Sabes que ella está prohibida!– se sulfuró ante la idea, soltando así a Tails.
–Oh, es cierto– mintió con inocencia para ver de reojo a su amigo de dos colas con una sonrisa encubierta.
Tails le sonrió y un gracias silencioso salió de sus labios. Nada captaba mejor la atención de Knuckles que la chica más sexy de todo cuarto año, Rouge the Bat, aunque jamás se había atrevido a decirle nada. Tails se encaminó a la par del erizo azul e intento pasar desapercibido del equidna que le recordaba Sonic las reglas infranqueables del juego que había empezado en el primer año de secundaria, a lo que Sonic sólo asentía divertido.
Tails y Knuckles eran sus mejores amigos y con los únicos que podía sentirse el mismo. Tails era el zorro más listo de toda la escuela y lo habían adelantado varios años debido a eso; y Knuckles era el tipo chico rudo que sobresalía en los deportes pero fracasaba en los estudios. Le parecía increíble que estuviera un año delante de ellos con la inteligencia de nuez que poseía. Se conocían desde muy pequeños, sabían sobre su verdadero ser, y lo suficiente de vida personal.
–Buenos días Sonic– le saludaron en coro todas las chicas de su aula, cortando el discurso del equidna.
Sonic las vio extrañado ante su dulce bienvenida, tomando en cuenta que esperaba que la extraña eriza rosa hubiera pegado su lista personal en toda el aula para ese entonces y que cada chica de la escuela tuviera precio para su cabeza.
–Muy buenos días señoritas– actuó. Todas ellas lo vieron con aquellos ojos soñadores arrebatando un suspiro a cada una con su masculina voz. –"Si llevó a alguna de ellas a la cena de beneficencia pensara que realmente quiero algo formal al presentarles a mi familia"– pensó Sonic con una sonrisa llena de preocupación –"Si no encuentro a alguien con los requisitos de Padre estaré en serios problemas y Shadow... la última vez"- recordó con pensar el último castigo del erizo negro.
–¿Sucede algo Sonic?– le preguntó Dawn con aquella sonrisa.
–Oh, no nada– negó con rapidez –"Ella seguro no puede ser"- pensó al verla –"Ninguna de mis conquistas"
–Aún lado, ahí viene la Freaky– escuchó decir, viendo como todas se dispersaban.
Se volteó para ver a la eriza rosa con aquella mirada clavada en el suelo pasando a su lado en silencio. No había notado su presencia detrás de ellos. Sonic la vio entrar a la clase, sin decir nada, ni hacer o decir nada a pesar de lo que había sucedido ayer.
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Terminaron las clases nuevamente y como Asistente del Orden del Aula debía de encargarse de llenar unos reportes que sus maestros le pedían. El trabajo era más tedioso que beneficioso; por eso nadie lo quería. Terminó una vez que el ocaso llegó, y sin más que hacer ahí tomó su mochila y salió de la escuela. Amy realmente extrañaba que Silver la acompañara de regreso a casa cuando se quedaba hasta tarde, pero no había mucho que hacer, no podía esperarla tanto tiempo.
–¡Hey!– un gritó la alarmó para voltear a ver a sus espaldas y verlo correr hacia ella –¡Por fin!– dijo casi en tono de reproche.
–¿Sonic?– murmuró con desconcierto deteniendo su marcha sin pensarlo realmente. Sonic logró alcanzarla con aquel ceño molesto gravado en su rostro, confundiéndola aún más. –¿Qué quieres?– le preguntó Amy con una actitud petulante.
Sonic suspiró pesadamente, tragándose su orgullo. –Sabes– empezó –Hoy que vine esperaba ver todas las hojas de mi libreta esparcidas por toda la escuela– dijo con un tono divertido –Pero no lo hiciste, de hecho, no hiciste nada.
–¿Quieres que haga algo?– inquirió Amy impasible.
–No– negó aprisa. Sonic tomó aire y la vio con aires de superioridad, dándole una mirada intensa –Estoy dentro... de nuevo.
–¿Eh?– exclamó Amy para verlo con una clara sorpresa.
–A tu extraño juego- explicó.
Una verdadera emoción se dejó ver en su rostro. Era él quien se ofrecía a ayudarla, ¿sin más chantajes? ¿Ni bromas tontas por parte de él? Amy intentó ocultar su felicidad y la sonrisa que quería formarse en su rostro para mantener aquella actitud indiferente.
–De acuerdo– asintió la eriza con su emoción contenida.
–¿No preguntarás por qué?– inquirió el erizo azul.
–No me importa– respondió Amy para liberar su sonrisa enjaulada –Sólo importa que continua.
–Mejor así– asintió Sonic aliviado –Misión 4- habló el erizo azul –Me acompañarás a la cena de beneficencia en una semana– ordenó.
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