Milo y Camus crecieron juntos en una pequeña ciudad costera. Desde niños, compartieron cada secreto, cada aventura y cada sueño. Sin embargo, había algo que nunca se atrevieron a compartir: sus sentimientos.

Milo, con su sonrisa radiante y su corazón apasionado, siempre sintió una conexión especial con Camus. Pero temía que expresar sus sentimientos arruinara su amistad.

Camus, con su mirada introspectiva y su alma sensible, también sentía lo mismo. Pero se guardaba sus emociones, pensando que Milo nunca podría corresponderle.

A medida que crecieron, la tensión entre ellos se hizo palpable. Se miraban con una intensidad que neither sabía cómo manejar. Pero nunca se atrevieron a cruzar la línea que separaba la amistad del amor.

Un día, mientras paseaban por la playa, Milo se detuvo y miró a Camus con una mirada profunda. Camus sintió que su corazón se detenía. Pero Milo solo sonrió y dijo: "Eres mi mejor amigo, Camus. No sé qué haría sin ti".

Camus se sintió desilusionado, pero también aliviado. Tal vez, pensó, era mejor dejar las cosas como estaban.

Años pasaron, y Milo y Camus siguieron siendo inseparables. Pero la pregunta siempre estuvo ahí, latente: ¿qué hubiera pasado si se hubieran atrevido a expresar sus sentimientos?

Quizás, solo quizás, su amistad habría florecido en algo más. Pero tal vez, también, habría cambiado para siempre la dinámica de su relación.

Milo y Camus nunca lo sabrán. Pero lo que sí saben es que su amistad es un tesoro que vale más que cualquier riesgo. Y eso es suficiente para ellos.