Capitulo 5
En lo profundo de un bosque oscuro, donde los árboles formaban un dosel que apenas dejaba pasar la luz de la luna, una cueva sombría permanecía en silencio. Sin embargo, la tranquilidad fue rota por el eco de un rugido profundo y gutural. La silueta de una criatura imponente, oculta en las sombras, se perfilaba contra el tenue resplandor lunar. Sus ojos brillaban como brasas ardientes, y su aliento formaba una neblina en el aire frío. La luna llena iluminaba su figura cuando salió de la cueva, lanzando un rugido tan potente que hizo temblar las hojas cercanas y ahuyentó a las aves que dormían. Era el inicio de una cacería, un presagio de caos para cualquiera que se cruzara en su camino.
A kilómetros de allí, la aldea aún mostraba las cicatrices de la reciente batalla. Algunas casas estaban parcialmente destruidas, y los escombros cubrían las calles principales. Sin embargo, el espíritu de los aldeanos seguía intacto. Personas de todas las edades trabajaban juntas para remover los restos, reconstruir y recuperar lo que podían. Entre ellos estaba Sora, inclinado bajo una viga caída, esforzándose por liberar a un grupo de aldeanos atrapados. Su rostro estaba cubierto de sudor y tierra, pero no mostraba señales de rendirse.
Desde una colina cercana, la princesa Stella observaba en silencio. Junto a ella estaban Xerx, el estratega del grupo, y Alex, un guerrero de pocas palabras pero gran corazón. La princesa que ondeaba suavemente al viento, mantenía una expresión serena, aunque sus ojos delataban preocupación y admiración.
Stella: Nunca deja de sorprenderme —dijo sus labios curvándose en una leve sonrisa mientras veía a Sora ayudar a un niño a ponerse de pie y tranquilizarlo con palabras amables.
Alex: Es obstinado —comentó con un tono burlón, aunque sus ojos mostraban respeto—. Pero esa terquedad siempre ha sido su mayor fortaleza.
Xerx, cruzado de brazos, asintió en silencio. Aunque no era de muchas palabras, siempre reconocía el esfuerzo de Sora, quien nunca dudaba en ensuciarse las manos por los demás.
Stella: Sora entiende que una aldea no se reconstruye solo con manos fuertes, sino con corazones unidos —añadió mirando a los aldeanos que, inspirados por el ejemplo de su amigo, comenzaban a trabajar con más ímpetu.
La aldea estaba finalmente tranquila. Los aldeanos, aunque exhaustos, empezaban a descansar tras haber asegurado las estructuras más frágiles y atendido a los heridos. La luna llena aún brillaba en el cielo, pero su resplandor parecía menos amenazante que antes. Sora, cubierto de polvo y con el aliento aún agitado, se dirigió hacia donde sus amigos lo esperaban.
Al llegar, encontró a Alex, Stella, y Xerx reunidos cerca de una hoguera improvisada. Stella le dirigió una leve sonrisa, pero Xerx, ajustándose las gafas con un movimiento mecánico, lo miró con seriedad.
Xerx: Hiciste algo noble, no lo niego —comenzó su tono directo pero no hostil—. Pero no debiste actuar sin un plan. Podrías haber puesto en peligro a todos, incluyéndote.
Sora lo miró fijamente, su expresión cambiando de cansancio a una mezcla de frustración y determinación. Dio un paso hacia Xerx, sin apartar la mirada.
Sora: ¿Y qué esperabas que hiciera? —preguntó su voz firme pero sin gritos— ¿Que me quedara de brazos cruzados mientras esa cosa atacaba la aldea? No puedo permitir que estas personas sufran mientras yo solo observo.
Xerx apretó los labios, ajustando de nuevo sus gafas, aunque esta vez parecía más para ganar tiempo que por necesidad. Stella observaba en silencio, claramente incómoda por la tensión entre ambos, mientras Alex simplemente cruzó los brazos y dejó escapar un leve suspiro.
Xerx: No siempre se trata de lo que puedes hacer, Sora —respondió su tono más calmado pero aún firme— A veces, tomar un momento para pensar y planificar puede salvar más vidas que lanzarse sin pensar. No siempre tendrás suerte.
Sora lo escuchó, pero no parecía dispuesto a aceptar esas palabras sin más. Dio un paso hacia atrás, cruzando los brazos y bajando la mirada por un momento antes de volver a alzarla, con el fuego de la hoguera reflejado en sus ojos.
Sora: Lo sé, Xerx. Sé que no siempre puede salir bien. Pero prefiero fallar intentando proteger a otros que quedarme sin hacer nada y arrepentirme después.
Por un momento, nadie dijo nada. El viento sopló suavemente, moviendo las cenizas de la hoguera y llenando el silencio con el susurro de las hojas cercanas. Finalmente, Sora se dio la vuelta, su capa ondeando ligeramente mientras se alejaba.
Sora: Tal vez no entiendas ahora, pero no siempre hay tiempo para pensar en un plan perfecto. —Se detuvo por un instante, sin girarse—. Y yo no voy a cambiar quién soy.
Con esas palabras, Sora se alejó hacia la oscuridad, dejando a sus amigos tras de sí. Alex permaneció en su lugar, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en el suelo. Stella, rompiendo el silencio, dio un paso hacia él.
Stella: ¿Estás bien? —preguntó suavemente.
Xerx no respondió de inmediato. Finalmente, dejó escapar un suspiro y negó con la cabeza.
Xerx: Sora... siempre ha sido así. Lo sé. Pero no puedo evitar preocuparme. Un día, ese impulso suyo podría costarle más de lo que está dispuesto a pagar.
Stella lo miró con empatía, colocando una mano en su hombro.
Stella: Por eso estamos aquí, Xerx. Para apoyarlo, incluso cuando no esté de acuerdo con nosotros.
Xerx asintió lentamente, pero su mirada seguía perdida en la dirección en la que Sora había desaparecido. En su mente, ya estaba pensando en cómo podría evitar que esa próxima vez se convirtiera en la última.
Mientras eso pasaba Xerx su mirada se enfoco ahora en la hoguera chisporroteaba suavemente, arrojando sombras danzantes en el rostro de Xerx, quien permanecía en silencio, inmóvil frente al fuego. Sus amigos estaban dispersos, descansando después de una larga jornada. Sin embargo, su mente estaba lejos de la aldea, perdida en un tiempo diferente, en un lugar que ahora parecía tan distante como un sueño.
Elysium, la academia que compartía su nombre con el reino, surgió en su memoria con una nitidez casi dolorosa. Era un lugar magnífico, con torres de mármol blanco que resplandecían bajo el sol y un enorme campo de entrenamiento rodeado por jardines cuidados. Allí, Xerx había destacado desde el primer día.
En el flashback, Xerx, más joven pero con la misma expresión seria y gafas impecables, estaba en medio de un aula. Los demás estudiantes lo observaban con recelo, susurrando entre ellos. Su habilidad para resolver problemas complejos en segundos y su disciplina casi obsesiva lo habían convertido en el mejor de su clase. Sin embargo, esa misma dedicación lo mantenía aislado.
Chico: Siempre tan perfecto —había dicho uno de sus compañeros con tono ácido—. Pero, ¿sabe siquiera cómo divertirse?
Xerx había escuchado, pero no había respondido. No le importaban las opiniones de los demás. Lo único que le importaba era ser el mejor, demostrar que la inteligencia y la estrategia podían superar cualquier obstáculo, incluso en los duros combates de la academia.
En otro recuerdo, Xerx estaba en el campo de entrenamiento, enfrentándose a tres adversarios en un ejercicio de combate. Aunque no era el más fuerte físicamente, sus movimientos eran calculados, precisos. Anticipaba cada ataque, desarmando a sus oponentes con una facilidad que dejaba a los observadores boquiabiertos. Pero, al final, mientras otros celebraban en grupo, Xerx se alejaba solo, volviendo a su escritorio para repasar sus estrategias y perfeccionar sus habilidades.
Todo cambió el día que conoció a su sensei, un hombre de mediana edad con cabello desordenado y una sonrisa perpetua. Maestro Kael era todo lo contrario a Xerx: relajado, bromista y aparentemente despreocupado.
Kael: Eres brillante, chico, no hay duda de eso —le había dicho después de observarlo derrotar a otro grupo de estudiantes en un simulacro de batalla—. Pero ser el más listo en la sala no significa nada si no sabes conectar con los demás.
Xerx había fruncido el ceño, incapaz de comprender esas palabras en ese momento.
Xerx: La estrategia y la lógica lo son todo —había respondido—. Las emociones solo complican las cosas.
Kael había soltado una carcajada, palmeándole el hombro.
Kael: Quizás tengas razón, pero la vida no es un tablero de ajedrez, Xerx. Y si sigues así, un día te darás cuenta de que ganar siempre, pero estar solo, no es tan gratificante como crees.
Ese comentario había quedado grabado en su mente, aunque no lo admitiera. Con el tiempo, Kael se convirtió en una figura importante para Xerx, desafiándolo no solo en el campo de batalla, sino también a abrirse, a aceptar que no podía hacerlo todo solo.
El sonido de la madera crepitando lo devolvió al presente. Xerx suspiró, ajustando sus gafas con un gesto mecánico mientras miraba fijamente las llamas.
Xerx: Kael... ¿qué dirías ahora? —murmuró para sí mismo.
Pensaba en Sora, en su impulsividad y en cómo eso lo frustraba, pero también lo admiraba. A pesar de sus diferencias, Xerx no podía evitar recordar las palabras de su maestro. Tal vez Sora tenía algo que él aún no comprendía del todo: el valor de seguir el corazón, incluso cuando parecía irracional.
Mientras las llamas seguían bailando ante él, Xerx tomó una decisión silenciosa. Si bien no cambiaría su naturaleza metódica, tal vez podía aprender algo de aquellos que lo rodeaban. Tal vez había más en la vida que simplemente planificar cada movimiento con perfección.
El aire tranquilo de la noche fue interrumpido por un fuerte ruido que resonó por toda la aldea. Los pocos aldeanos que quedaban despiertos alzaron la vista con miedo, mientras las llamas de las hogueras parecían bailar al ritmo de la creciente tensión.
Stella: ¿Qué fue eso? —preguntó con voz angustiada, mientras agarraba el mango de su espada.
Alex: No lo sé, pero no suena nada bueno —respondió ya desenvainando su espada con reflejos rápidos.
Xerx, que había estado ensimismado en sus pensamientos, se puso de pie de inmediato, su rostro lleno de seriedad.
Xerx: Vayamos rápido. Si es lo que creo que es, no tenemos mucho tiempo.
El grupo corrió hacia el lugar del estruendo, siguiendo los gritos y el ruido de las estructuras que caían. Al llegar, una visión impactante los dejó sin aliento. Entre los escombros y el polvo, una gigantesca criatura conocida como Ganymede se alzaba imponente. Su cuerpo masivo, con extremidades robustas y ojos que brillaban como brasas en la oscuridad. Estos monstruos eran legendarios, conocidos por ser extremadamente raros y peligrosos.
Stella: ¿Un Ganymede...? —murmuró sin poder creerlo—. ¿Cómo pudo llegar hasta aquí?
Alex: No importa cómo —dijo apretando los dientes—. Lo que importa es que tenemos que detenerlo antes de que destruya todo.
De repente, algo llamó su atención. Entre las patas del Ganymede, una niña, apenas de unos ocho años, estaba en el suelo claramente asustada y debido a eso no podría moverse debido a la imponente criatura.
Xerx: ¡Espera, no! —gritó pero antes de que pudieran moverse, el Ganymede levantó una de su gran espada dispuesto a aplastarla.
Un sonido metálico resonó por el campo. Todos quedaron atónitos al ver a Sora, con su espada levantada, bloqueando el golpe del monstruo. Su postura era firme, pero la presión del ataque hacía que sus pies se hundieran en el suelo.
Stella: ¿Sora? —exclamó Stella con sorpresa y alivio.
Sora se giró hacia la niña, su expresión suave y tranquilizadora.
Sora: Corre. Ve a un lugar seguro. Yo me encargo de esto.
La niña dudó por un momento, pero al ver la sonrisa amable y llena de pureza de Sora, asintió y salió corriendo hacia un lugar seguro. Sora, aliviado de que estuviera fuera de peligro, volvió su atención al Ganymede.
Sora: Bien, ahora tú y yo tenemos algo pendiente.
Sin embargo, antes de que pudiera hacer su siguiente movimiento, el Ganymede lanzó un rugido ensordecedor y lanzó su enorme puño directamente hacia él. El impacto fue devastador. Sora salió volando como una muñeca de trapo, atravesando los restos de una casa en ruinas.
Stella: ¡Sora! —gritó Stella, corriendo hacia el lugar donde había caído.
Xerx, aunque profundamente preocupado, mantuvo la calma. Miró al Ganymede, ajustando sus gafas mientras evaluaba la situación.
Xerx: Esto no será fácil. Alex, mantenlo ocupado. Stella, asegúrate de que Sora esté bien. Yo buscaré una forma de neutralizarlo.
Alex: Entendido —respondió, desenvainando su gran espada con determinación—. Pero más vale que tengas un buen plan, Xerx.
Mientras Stella corría hacia Sora y Alex se lanzaba hacia el monstruo, Xerx miró fijamente al Ganymede. En su mente, ya calculaba cada posible estrategia. Pero algo dentro de él le decía que esta vez, la lógica y la estrategia por sí solas no serían suficientes.
Alex corrió hacia el Ganymede con una determinación feroz. Su espada, larga y pesada, brillaba bajo la luz de la luna mientras avanzaba con velocidad inusitada para alguien de su complexión. El Ganymede, al notar el ataque, levantó su propia espada masiva, hecha de una aleación oscura y grotesca, para interceptarlo.
El choque de las dos armas resonó como un trueno, enviando ondas de choque que hicieron vibrar el suelo y las ruinas cercanas. Alex empujaba con todas sus fuerzas, los músculos tensos y el sudor corriendo por su frente, pero el Ganymede era una criatura de una fuerza abrumadora, y su postura apenas se tambaleaba.
En ese instante, Xerx apareció en escena. Aprovechando el punto muerto entre las dos espadas, corrió ágilmente por el borde de la gigantesca arma del Ganymede, sus dagas reluciendo como fragmentos de luz en la oscuridad.
Xerx: ¡No te confíes! —gritó, mientras lanzaba una lluvia de cortes rápidos y precisos contra los puntos débiles de la criatura: las juntas de sus extremidades, su torso y los brazos que sostenían la espada.
A pesar de la velocidad y precisión de sus ataques, la piel rocosa del Ganymede era demasiado dura. Los cortes, aunque numerosos, apenas lograban dejar marcas superficiales. Xerx se dio cuenta rápidamente de que no estaba logrando mucho.
El Ganymede rugió con furia, usando su fuerza superior para empujar a Alex hacia atrás, lanzándolo contra los restos de una casa cercana con un estruendo ensordecedor. Alex quedó atrapado entre los escombros, aturdido por el impacto.
Xerx: ¡Alex! —gritó, pero no tuvo tiempo de reaccionar.
El monstruo giró su espada masiva, intentando aplastar al joven estratega. Alex levantó ambos brazos en un instinto de defensa, cruzando sus dagas frente a él para amortiguar el golpe. La fuerza del impacto lo lanzó varios metros hacia atrás, rodando por el suelo hasta detenerse junto a un poste derrumbado.
Dolorido, Xerx se incorporó lentamente. Sentía los brazos entumecidos por el golpe, pero lo que más lo atormentaba era la tormenta en su mente.
Xerx: Esto no está funcionando... —murmuró, su mirada fija en el Ganymede, que volvía a preparar su espada para otro ataque.
Intentaba pensar en una estrategia, como siempre lo hacía, pero cada idea que se le ocurría parecía inútil. “Atacar los puntos débiles no sirve, es demasiado resistente. Distracciones tampoco funcionarán, su enfoque es implacable. ¿Qué hago? ¿Qué hago?”
Por primera vez en mucho tiempo, Xerx dudaba. Su mente, normalmente clara y precisa, ahora era un caos de posibilidades descartadas y estrategias fallidas.
Mientras el Ganymede avanzaba hacia él con pasos pesados, Xerx sentía cómo su confianza se desmoronaba. ¿Y si no era lo suficientemente fuerte? ¿Y si todo lo que había aprendido hasta ahora no era suficiente para enfrentarse a una amenaza como esta?
[Flashback]
La Academia Elysium no solo era un lugar de aprendizaje, sino también un campo de pruebas para sus mejores estudiantes. Aquellos en los grados avanzados eran enviados a misiones reales, bajo la supervisión de veteranos, para poner a prueba sus habilidades en situaciones de vida o muerte. Xerx, reconocido por su inteligencia y capacidad estratégica, había sido asignado a una misión de 4 estrellas, una de las más difíciles que la academia ofrecía.
La misión consistía en investigar y neutralizar a una criatura conocida como Abysswalker, una bestia legendaria de la región. Junto a él estaba Darius, un compañero de gran fuerza física y entusiasmo que confiaba plenamente en las estrategias de Xerx.
Darius: Confío en ti, Xerx. No fallaremos con tu plan —le había dicho mientras avanzaban hacia el terreno donde la criatura había sido vista.
Xerx, con su usual calma, respondió ajustándose las gafas
Xerx: Si seguimos los pasos al pie de la letra, será un éxito.
La criatura finalmente apareció, un ser imponente cubierto de sombras con garras afiladas y ojos que brillaban como antorchas en la oscuridad. Xerx había calculado cada movimiento: usar el terreno a su favor, crear distracciones y atacar sus puntos débiles. Pero algo salió terriblemente mal.
Cuando Darius atacó siguiendo el plan, el Abysswalker cambió su comportamiento, como si hubiera anticipado sus movimientos. En un instante, lo atrapó con sus garras y, antes de que Xerx pudiera reaccionar, lo atravesó con una de sus extremidades.
Xerx: ¡Darius! —gritó viendo cómo su compañero caía al suelo, su vida escapando rápidamente.
El joven estratega intentó huir, pero el Abysswalker lo acorraló. Xerx estaba paralizado, sus manos temblaban mientras intentaba pensar en un plan, pero su mente estaba en blanco.
Cuando la criatura se lanzó hacia él, una figura se interpuso. Kael, su sensei, apareció de repente, bloqueando el ataque con su lanza envuelta en energía luminosa.
Kael: Siempre tan tranquilo, Alex —dijo con una leve sonrisa, manteniendo a la criatura a raya—. Pero parece que esta vez necesitas un poco de ayuda.
Kael peleó con una ferocidad que Xerx nunca había visto antes. Sus movimientos no seguían un patrón fijo; eran fluidos, improvisados, como si estuviera bailando con la muerte. Cada ataque parecía una respuesta espontánea a la bestia, sin un plan premeditado.
Xerx: ¿Cómo… cómo haces eso? —murmuró impresionado pero también desesperado.
Kael: A veces, Xerx, no necesitas un plan perfecto. Solo necesitas actuar y confiar en tu instinto —respondió entre ataques, su voz calmada a pesar de la situación.
Aunque Kael logró ahuyentar al Abysswalker, la criatura no fue derrotada. La batalla había cobrado un precio alto: su cuerpo estaba cubierto de heridas profundas, y su energía estaba al límite.
Cuando los refuerzos finalmente llegaron, Kael ya estaba recostado contra una roca, su respiración pesada y su rostro pálido. Xerx corrió hacia él, desesperado.
Xerx: ¡No te muevas! Los refuerzos están aquí, te salvarán.
Kael negó con la cabeza, su sonrisa suave pero llena de tristeza.
Kael: No esta vez, chico. Sabía que esta misión sería peligrosa, pero no podía dejarte solo.
Xerx cayó de rodillas frente a él, sus manos temblorosas apretando las de su maestro.
Xerx: ¿Por qué hiciste esto? ¿Por qué arriesgarte tanto?
Kael lo miró con un brillo cálido en sus ojos, a pesar del dolor evidente.
Kael: Porque… a veces hay cosas más importantes que un plan, Xerx. No todo en la vida es calculable. Lo que importa es que, incluso en tus errores, te preocupas por los demás. Y eso es lo que te hace especial.
Las últimas palabras de Kael resonaron profundamente en Xerx
Kael: Eres un chico genial, Xerx. Nunca dejes que nadie te haga pensar lo contrario.
Kael cerró los ojos, su sonrisa permaneciendo hasta el final.
Desde ese día, Xerx no solo cargó con la culpa de haber perdido a su compañero y a su maestro, sino también con la lección más importante de su vida: la importancia de encontrar un balance entre el cálculo y el corazón.
[Fin de Flashblack]
Se podría ver a xerx inmóvil donde el Ganymede estaba acercándose alzando su espada para dar el golpe final, bajando con rapidez el arma donde un sonido metálico resonó en el aire, un eco que pareció congelar el tiempo. Xerx, aún inmóvil, vio una figura que le resultaba tan familiar como dolorosa.
Xerx: Sensei… —murmuró con un hilo de voz, sus ojos llenos de asombro y confusión.
Por un instante, creyó ver a Kael, su maestro, bloqueando el ataque del Ganymede con la misma firmeza y determinación que había demostrado en aquel fatídico día. Pero al parpadear, la imagen se desvaneció, y frente a él estaba Sora, sosteniendo su espada con ambas manos mientras desviaba el ataque con una fuerza sorprendente.
Sora: ¡Xerx , reacciona! —gritó su voz llena de urgencia mientras luchaba por mantener el equilibrio contra la fuerza abrumadora del monstruo.
La gran espada del Ganymede se deslizó hacia un lado, creando una abertura momentánea. Aprovechando ese instante, Stella apareció desde las sombras. Con su elegante espada, realizó un movimiento preciso y veloz, clavándola en la parte inferior de la criatura, justo en una de sus articulaciones.
El Ganymede rugió, perdiendo el equilibrio por el impacto, tambaleándose hacia atrás mientras su pesada estructura se desestabilizaba.
Stella: ¡Ahora, Alex! —gritó mientras retrocedía rápidamente para evitar el contraataque.
Desde el lado opuesto, Alex apareció corriendo con su espada envuelta en llamas. Con un grito cargado de determinación, realizó un poderoso tajo horizontal que envolvió al Ganymede en un estallido de fuego.
El impacto fue tan fuerte que la criatura cayó hacia atrás, derribando parte de las ruinas que quedaban en pie. El suelo tembló bajo su peso, y un silencio momentáneo llenó el aire mientras el Ganymede intentaba levantarse, sus movimientos ahora más lentos y torpes.
Xerx, aún aturdido, observó todo con una mezcla de alivio y desconcierto. Su mente seguía atrapada entre el presente y los recuerdos del pasado, la visión de su sensei aún fresca en su mente.
Sora se giró hacia él, su expresión seria pero con un toque de preocupación.
Sora: No tenemos tiempo para dudas, Xerx. Si te quedas paralizado, todos estamos en peligro.
El Ganymede comenzaba a levantarse nuevamente, su mirada feroz fija en sus oponentes. Sora, observando la situación con rapidez, se giró hacia Alex y Stella.
Sora: Necesito que lo distraigan. Denme unos minutos para preparar algo. ¿Podrán manejarlo?
Alex ajustó su agarre en la empuñadura de su espada y esbozó una sonrisa confiada.
Alex: Cuenta con nosotros.
Stella, limpiando la sangre de su espada, asintió con determinación.
Stella: Haz lo que tengas que hacer. Nosotros lo mantendremos ocupado.
Ambos corrieron hacia el Ganymede, lanzando ataques coordinados para mantenerlo a raya. Mientras tanto, Sora se giró hacia Xerx, quien seguía inmóvil, perdido en sus pensamientos.
Sin decir una palabra, Sora levantó el puño y golpeó a Xerx en el hombro con suficiente fuerza para sacudirlo, pero no para lastimarlo gravemente.
Sora: ¿Qué demonios pasa contigo, Xerx? —dijo con una mezcla de enojo y preocupación en su voz.
Xerx, sorprendido, retrocedió un paso, llevándose una mano al lugar donde había recibido el golpe.
Xerx: ¿Qué estás haciendo, Sora?
Sora lo miró fijamente, sus ojos brillando con determinación.
Sora: Eso debería preguntártelo yo. ¿Dónde está el Xerx que conozco? El Xerx que siempre es serio, inteligente, el que siempre tiene un plan y es la razón por la que este equipo está de pie, el que nos dice qué está bien y qué está mal. Incluso nuestro chef profesional, por el amor de los dioses.
Xerx abrió la boca para responder, pero Sora no le dio tiempo.
Sora: ¿Sabes qué? A veces es frustrante cuando tus planes no funcionan. Pero de los errores se aprende. Incluso si algo no sale como lo planeaste, siempre habrá otra forma de hacerlo. Tú lo sabes mejor que nadie, Alex. ¿Por qué dudas ahora?
Las palabras de Sora golpearon a Xerx con la misma fuerza que su puño. Por un instante, su mente volvió al pasado, a las palabras de Kael: "A veces hay cosas más importantes que un plan perfecto. Lo que importa es que te preocupes por los demás y sigas adelante."
Xerx apretó los puños, las palabras de Sora golpeando directamente en su conciencia. Cerró los ojos por un momento, respirando hondo mientras intentaba recuperar su enfoque.
Xerx: (Sensei… tal vez no esté aquí, pero sus lecciones siguen vivas)- pensó.
Abriendo los ojos, Xerx levantó la mirada hacia el Ganymede, que comenzaba a incorporarse nuevamente. Esta vez, su mente estaba clara, lista para contribuir a la batalla que aún no había terminado. Una leve sonrisa apareció en su rostro.
Xerx: Tienes razón, Sora. Alguien como yo no debería dudar. He cometido errores, pero eso no significa que no pueda seguir adelante.
Se ajustó las gafas con una confianza renovada, su mirada ahora llena de resolución.
Xerx: Es hora de combatir.
Sora sonrió ampliamente, dándole un golpecito en el hombro.
Sora: Ese es el Xerx que conozco. Ahora, vamos. Tenemos un monstruo que derrotar.
Ambos se giraron hacia el Ganymede, que seguía luchando contra Xerx y Stella. Era el momento de que el equipo se reuniera y trabajara como el engranaje perfecto que siempre habían sido.
El Ganymede rugía furioso, sus movimientos aún torpes pero llenos de fuerza bruta. Los cuatro combatientes se reagruparon, cada uno encontrando su lugar en una estrategia coordinada que combinaba fuerza, ingenio y determinación.
Alex tomó la delantera, su gran espada ardiendo mientras desataba ataques imponentes. Cada tajo era calculado, dirigiendo al Ganymede hacia una posición más vulnerable.
Xerx: ¡Sora! ¡Encuentra una abertura! —gritó mientras bloqueaba otro golpe con todas sus fuerzas.
Sora, siempre improvisando, saltó ágilmente entre las ruinas, utilizando su entorno para esquivar y contraatacar con precisión.
Sora: ¡Entendido! Pero necesitamos que pierda el equilibrio un poco más.
Stella, rápida como un rayo, se deslizó por debajo de la criatura, lanzando estocadas precisas en sus patas traseras. Cada corte debilitaba sus movimientos, haciéndolo tambalearse.
Mientras tanto, Xerx había recuperado su enfoque. Desde una posición elevada, arrojaba pequeñas bombas de humo y destellos que cegaban y desorientaban al Ganymede.
Xerx: ¡Ahora es el momento! ¡Apunta al pecho, Sora!
Sora sonrió ampliamente, su confianza brillando en sus ojos. Con un movimiento rápido, sacó una llave plateada de un bolsillo especial en su cinturón. Sujetó con firmeza la empuñadura de su espada y encajó la llave en un pequeño orificio en la base de la hoja.
Sora: Es hora de terminar esto… Madan Slash.
La espada comenzó a brillar intensamente, emanando una luz blanca que iluminaba todo a su alrededor. Una energía poderosa y vibrante envolvió a Sora, mientras los demás continuaban distrayendo al Ganymede para mantenerlo en su lugar.
Xerx, con un rugido propio, lanzó una última bomba de humo directamente a la cara del monstruo, cegándolo por completo.
Xerx: ¡Sora, hazlo ahora! —gritó, retrocediendo rápidamente junto a Stella y Alex.
Sora asintió, levantando su espada hacia el cielo mientras la energía acumulada tomaba la forma de un majestuoso dragón blanco. Con un grito que resonó en todo el campo de batalla, desató el ataque.
El dragón de energía salió disparado de la espada, rugiendo mientras atravesaba el aire hacia el Ganymede. La criatura apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que la ráfaga lo impactara directamente en el pecho.
El rugido del Ganymede se apagó al ser atravesado por la ráfaga, su cuerpo colapsando lentamente mientras la energía del dragón se disipaba en el aire. Finalmente, el gigantesco monstruo cayó al suelo, derrotado.
Un silencio pesado llenó el lugar, solo roto por las respiraciones agitadas de los cuatro combatientes.
Sora: Bien hecho, equipo —dijo con una sonrisa triunfante mientras apoyaba la espada en el suelo.
Alex se dejó caer sobre una roca cercana, riendo entre jadeos.
Alex: Lo admito, Sora. Ese ataque tuyo fue increíble.
Stella asintió, limpiando su espada.
Stella: Fue un trabajo en equipo, pero tú diste el golpe final.
Xerx, ajustándose las gafas con una leve sonrisa, agregó.
Xerx: Y esta vez, la improvisación funcionó. Aunque no lo acepto del todo, estuvo bien hecho.
Los cuatro compartieron una breve risa antes de volverse hacia el cuerpo inmóvil del Ganymede, sabiendo que habían logrado algo grande, juntos.
En otra parte
En una sala oscura y vasta, iluminada solo por la tenue luz de cristales flotantes, cinco figuras se mantenían en pie alrededor de un trono imponente. Sus siluetas proyectaban un aura inquietante, cada una distinta pero igual de poderosa. El aire vibraba con una energía opresiva, como si el mismísimo lugar respirara con vida propia.
La figura sentada en el trono, cuyo rostro estaba oculto por una capucha negra, golpeaba el brazo del asiento con los dedos, cada golpe resonando como un eco metálico. Su voz, profunda y calculada, rompió el silencio.
??: Entonces, ¿lo han sentido? Ese cosmo puro en la zona oeste…
Una de las siluetas, alta y envuelta en una armadura oscura con detalles carmesí, dio un paso adelante.
??: Sí, mi señor. Es inconfundible. Solo puede ser el último de los guardianes. El que siempre había permanecido oculto.
Otra figura, más pequeña pero con una presencia igual de amenazante, dejó escapar una risa burlona.
??: Tsk, guardianes. Siempre interfiriendo en nuestros planes. Pero eso no cambiará nada. Solo son piezas de un tablero que ya hemos dominado.
La figura del trono alzó una mano para silenciarla, su voz adquiriendo un tono frío y autoritario.
??: No subestimes lo que no entiendes. Un cosmo puro como ese puede desequilibrar todo si no lo manejamos correctamente.
Una tercera figura, portadora de una lanza que brillaba débilmente en la penumbra, inclinó la cabeza.
??: ¿Entonces qué haremos, mi señor? ¿Deberíamos eliminarlo ahora que se ha manifestado?
El líder en el trono dejó escapar una risa suave, casi burlona, mientras se reclinaba hacia adelante, sus ojos brillando bajo la capucha.
??: No. Eso sería un desperdicio. Hay cosas más importantes que atender.
La cuarta silueta, con una voz llena de curiosidad y malevolencia, preguntó.
??: ¿Más importantes? ¿A qué te refieres?
El líder extendió una mano hacia un mapa flotante que mostraba un esquema detallado del continente. Señaló varios puntos estratégicos con un dedo cubierto de anillos.
??: El despertar del guardián es solo un eco de lo que vendrá. Nuestro plan debe continuar sin interrupciones. No es momento de distraernos con lo que no podemos controlar… aún.
La quinta figura, que había permanecido en silencio hasta entonces, habló con una voz grave y pausada.
??: ¿Y si ese cosmo decide enfrentarse a nosotros?
El líder se levantó lentamente del trono, su presencia llenando la sala con una energía sofocante.
??: Si ese día llega… será porque nosotros lo decidimos.
Las cinco figuras se miraron brevemente, asintiendo en señal de acuerdo. Mientras el líder volvía a sentarse, las luces de los cristales se intensificaron momentáneamente, iluminando la estancia y revelando mapas, armas y artefactos oscuros que decoraban las paredes.
??: Ahora vayan. Cada uno tiene su papel que desempeñar. —La figura en el trono hizo un gesto de despedida con la mano, y las siluetas comenzaron a dispersarse, desvaneciéndose en la oscuridad una por una.
La sala volvió a sumirse en el silencio, pero una sensación ominosa permaneció en el aire, como si la sombra de sus planes estuviera a punto de extenderse sobre todo el continente.
Continuará..........
¡Hola a todos! Sé que ha pasado bastante tiempo desde la última vez que subí un capítulo de esta historia, y quiero ser honesto: no tengo una excusa sólida, simplemente la inspiración se me había escapado. Sin embargo, después de jugar las dos últimas entregas, sentí una chispa que me motivó a retomar este proyecto.
Gracias por su paciencia y por seguir aquí, esperando. Estoy muy emocionado de volver a este mundo y compartir con ustedes lo que viene. Espero que disfruten lo que tengo preparado, porque prometo que valdrá la pena la espera.
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