El doctor anunció que estaba completamente recuperada.

Empujando mi silla de ruedas me dirigí a la habitación contigua para visitar a Marco. Un chico que conocí aquí en el hospital.

Ya dentro lo saludé con una sonrisa. Como siempre, él se arrimaba a la ventana y miraba el paisaje con cierto aire de nostalgia. Por un instante, quise preguntarle cuanto tiempo había estado en el hospital, sin embargo, esa idea pasó de largo.

Sentándome cerca de su cama le notifiqué la buena nueva. Él se alegró, y al mismo tiempo bajó la mirada. Me preguntó:

—Tal vez sea egoísta de mi parte, pero... ¿vendrás a visitarme aunque ya estés curada?

Parecía un niño mimado con ojos de cachorro. La escena era tiernísima. Definitivamente, quería apapacharlo con todas mis fuerzas.

—No seas tonto, vendré para el catorce... quiero darte algo.

Un leve rubor tapizó sus mejillas, él era muy sincero.

—Entonces lo esperaré con ansias.

Luego de algunos días volví al hospital como lo había prometido. Con una caja de bombones hechos a mano y unas ganas enormes de confesar mis sentimientos... pregunté por mi futuro novio en la concurrida recepción.

—No encuentro a ese tal Marco Quiroz. Lo siento, no está en el sistema.

—Pero si hasta hace una semana él ocupaba la habitación 304. Por favor, búsquelo...

—Niña, eso no puede ser posible...

— ¿Por qué?

—Porque esa habitación ha estado desocupada desde hace diez años... desde el día en que un chico se suicidó tirándose de la ventana.

FIN

¡Hola, chicos! Les dejo este pequeño relato que hice hace algún tiempo. Es sencillo, pero impactante (creo). Estaré publicando más relatos, y poemas, con regularidad.