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Fantasía (04) - El precio de la gracia (Parte 01)


¿Acaso el hecho de ser el legítimo hijo de un héroe es suficiente prueba para heredar la gracia?

Aunque Levi nunca tuvo como prioridad la búsqueda de poder. Era un hecho, y una verdad, que algún día recibiría la dichosa gracia.

Desde niño, quizás desde bebé, un sinfín de frases y afirmaciones proclamaban con orgullo, y vanagloria, que la familia Lux —uno de los linajes más respetados en el imperio—, producía los héroes más portentosos de todos los tiempos. De fuerza hercúlea, voluntad de hierro y osadía inagotable. Se decía que el primer vástago varón de un Lux era, de hecho, un genio bendecido por los dioses.

Sin desmerecer a nadie la verdad de ese mito era irrefutable. Puesto que cada cien años, un héroe de proporciones mayúsculas reafirmaba con creces el venturoso abolengo de la casa Lux.

La muralla bienaventurada, Diamont Wall; que con su escudo omnímodo resistió siete días y siete noches el asedio de los colosales ogros de la llanura.

La saeta de dios, Ghost arrow; que con arco y flecha en mano atravesó el corazón de mil demonios en una sola noche.

La santa luz del juicio, Cutting light; que con la luz sobrecogedora de su sable desmembró al mismísimo rey demonio.

Ellos y muchos más fueron grandes héroes. Semidioses que ocupaban un podio en el cielo.

Sin embargo, aquella idílica época en donde los dioses bendecían a los Lux había terminado. Los dioses hace mucho que abandonaron el mundo. Y aquellos tiempos en donde la familia Lux se bañaba en su propia gloria se habían perdido en el olvido.

—Supongo que el recuerdo de un pasado célebre no sirve de nada ahora mismo...

Mientras la imagen de un imponente coliseo se imprimía en los ojos cerúleos de Levi —el último descendiente de los Lux—, tales reminiscencias poco a poco se esfumaron de su cabeza. En la actualidad la familia Lux ya no existía. Por tal motivo, sin el prestigio para imponer nada, los altos dirigentes de la sinagoga divina hundieron sus enjutos dedos en la mismísima tradición. Y cuestionaron con vehemencia la ceremonia para otorgar la gracia divina. Manifestando que el último descendiente de los Lux era un hombre inepto sin derecho a portar la luz sagrada.

Habituado a la pestilente política del imperio. Levi no protestó ante la evidente violación al rito. Únicamente aceptó la torcida propuesta de los líderes religiosos, y se presentó en la capital imperial. Él debía probar su valentía en una "prueba", y al parecer, harían un espectáculo para lograr eso.

— ¡Oye, niño! —De pronto una voz furibunda despertó al joven—. ¡Sal del camino! ¡¿No ves que el carruaje del segundo príncipe pasara dentro de poco?! ¡Ponte al lado y has una reverencia como todos los demás!

A la distancia un carromato de cuatro ruedas trotaba sobre un uniforme camino formado por un enladrillado de granito. La arquitectura presente en la calzada era majestuosa; pero más lo era el carruaje adornado con láminas de oro, piedras preciosas y marfil de la más alta calidad.

—Guauuu... ¿Qué pasa con ese carruaje? ¡Es muy pomposo!

—Sí, creo lo mismo. Digamos que la vanidad humana no tiene límites cuando anhelas presumir algo.

—Otra frase difícil de entender... —la voz de una chica acompañó a la del joven— ¡De vez en cuando responda con frases normales, maestro! Algo así como: ¡Falta que las herraduras del caballo sean de oro! O ¡Quiero un pedazo de esa carroza para vivir!

— ¿En serio? ¿Esas son frases normales para...? —Levi giró la vista y se dio cuenta que la chica con quién hablaba no era otra más que Liza. Una conocida suya que de hecho no debería estar aquí— Ehhh... ¿Liza? ¡¿Qué demonios haces aquí?! ¡¿No nos despedimos hace cinco días en el pueblo?!

—Usted se despidió... yo no lo hice.

Rascándose la cabeza, Levi miró a la traviesa chica. Hace cinco atardeceres, luego de recibir la carta con todos los detalles mencionados anteriormente, más una invitación para participar en la prueba. Él empleó sus pocos ahorros y tomó una carroza, de esas que llevan heno y son tiradas por bueyes, con dirección a la capital.

Para su sorpresa, la chica de ojos esmeralda y cabello color cacao de alguna forma logró seguirlo. Por lo tanto, el joven se hallaba muy desconcertado.

—Mantente cerca de mí, Liza... —un can alimentado con esteroides de repente asomó la cabeza; y la lengua— Tú también, Cocoa... presiento que este será un día complicado para los tres.


*****


Dentro del solemne coliseo; en una sala donde siete participantes intercambiaban incisivas miradas. Levi hizo caso omiso a la creciente tensión, y apoyo su espalda sobre la pared mientras cruzaba los brazos.

Todos se ven muy fuertes... incluso hay dos chicas entre nosotros.

Después de encontrarse con Liza, el joven recibió la grata y aclaratoria noticia de que su discípula (si se le puede llamar así) había conseguido domar la indómita e intransigente personalidad de Cocoa. Eso era por mucho sorprendente, ya que aquella bestia canina no cedería su lomo ni siquiera a un noble caballero. Sin embargo, al mismo tiempo, Levi no se hallaba muy asombrado. Parecía que al conocer las personalidades de ambos, la chica y el perro, él esperaba este tipo de resultado.

Afortunadamente les conseguí un boleto preferencial. Solo espero que no causen más problemas.

Igual de calmado que al principio. El joven desplazó sus topacios azules sin llamar la atención. Tres muchachos de su misma edad, tal vez de diecisiete años, platicaban con susurros que se llevaba el viento; en su siniestra dos damas de melenas doradas se mantenían juntas como hermanas, y por último, un tipo de aspecto salvaje ignoraba a todos entretanto comía una manzana.

—Bien, parece que todos están aquí —un hombre de contextura obesa entró a la sala— Ahora, prestad atención. La prueba comenzará dentro de poco, y quiero dar unas cuantas pautas antes de iniciar.

Sin moverse de su lugar, Levi afinó la percepción de sus oídos. La información referente a la presunta "prueba" era más escasa que el altruismo humano. Por tal motivo, prestó especial cuidado en las palabras del hombre.

—Bien, como se les indicó en la misiva, solamente se les permitirá utilizar un arma principal. Puede ser de su propiedad o del variopinto inventario en la habitación contigua. En el caso de escudos y broqueles; se les considerara un aditamento secundario, de manera que si se adecua a su estilo de lucha; pueden tomar uno también —el voluminoso varón ojeó con cautela a todos los candidatos—. Con respecto a la vestimenta y otros accesorios; se juzga aceptable el uso de petos hechos con cuero de bestias menores, mallas de metal, botas, rodilleras y otros agregados menores; pero libres de cualquier atributo mágico o reforzamiento de algún tipo. Finalmente, el uso de pociones o algún otro artilugio que restaure la salud, así como el cansancio físico o mental, queda terminantemente prohibido.

Ya veo, parece que su objetivo es probar la fuerza "neta" de los candidatos.

—Viejo... —el joven de la manzana, que sin dudas poseía una fachada salvaje, abrió la boca— Estas diciendo que, exceptuando lo anterior, el uso de la magia personal, trabajo en equipo y habilidades especiales está permitido.

— ¡Mi príncipe! —Replicó el rechoncho expositor— ¡Perdone mi vaga explicación! Y sí, es como usted dijo. Excluyendo lo anterior, eso está permitido.

—Comprendo, entonces continúa, viejo... aquí solo soy un candidato, así que apreciaría mucho que dejaras de llamarme príncipe.

— ¡Sí, mi señor!

A diferencia del elitista carruaje que Levi vio afuera. Su alteza aparentaba ser un individuo bastante sencillo. Piel blanca, pelo albino, ojos pardos; de contextura firme y mirada afilada, era todo lo contrario a los príncipes descritos en los cuentos de hadas.

Poco después de la anterior interrupción, una de las chicas elevó su palma derecha. Se trataba de una joven de recortada melena dorada. Ella formó un severo rictus en su agraciado semblante. Preguntó:

— ¿Esto es en serio?

Sin comprender el esguince disconforme que mostró la damisela; el confundido guardia con varios kilos encima entreabrió los parpados un par de veces.

— ¿A qué se refiere, señorita Valliere?

—Estoy hablando de la "prueba" —ella aseveró con firmeza—. ¿Eso es todo lo que tenías que decir? ¡Prácticamente no has dicho nada! ¡Por favor explícanos en que consiste la prueba!

—Eso no es posible, señorita —el hombre no se inmutó ante la imprecación—. Un héroe debe estar preparado para las más diversas situaciones. Considere está sana incertidumbre como una parte más de la prueba.

Tras bufar un par de veces la chica no tuvo más opción que aceptar esa perezosa respuesta.

—Entiendo... Y perdón por mi brusquedad.

—No hay porque, señorita Valliere.

Atento en todo momento, Levi —que no abrió la boca para nada—, apenas y soltó un suspiro al final del diálogo. Era cierto que dudas e incógnitas revoloteaban en su mollera como polillas sin rumbo. Pero, dejando todo eso de lado, él actuó como el tipo taciturno por una clara razón. Dicho de otra forma, era su deber como último heredero de los Lux intentar disuadir esta barbarie. O al menos, dar una disimulada exhortación.

—Quiero decir algo... —de inmediato todos viraron sus cráneos hacia el callado joven. Él fue golpeado por un inesperado nerviosismo, pero aclaró su garganta y continuó—Bueno, comenzaré: Sé que, al igual que yo, ustedes vinieron aquí por una razón, también comprendo que existen varios tipos de gracia... y que la luz sagrada es la más anhelada por todos; sin embargo, ahora que el rey demonio ya no existe, ahora que la raza demoniaca se extinguió. Me pregunto: ¿Es necesario recurrir al doble filo de la gracia?

Vacilando en sus siguientes vocablos, Levi inspiró profundo y sentenció:

—Ciertamente creo que no... a mi parecer la gracia no es un regalo otorgado por los dioses, a mi parecer es un desdeñoso catalizador que propicia la violencia en la sociedad actual, yo creo que...

— ¡¡BLASFEMO!! —Uno de los jóvenes que conformaban el trío de cabello azul exclamó furioso— ¡TÚ! ¡EL ÚLTIMO DESCENDIENTE DE LOS LUX! ¡¿OSAS CUESTIONAR LA SANTA PUREZA DE ALGO TAN BENDITO COMO LA GRACIA?!

—... —Levi se mantuvo callado mientras un segundo empezó a parlotear.

— ¡SEGURAMENTE ESTAS AL BORDE DE LA DESESPERACIÓN DEBIDO A QUE PERDERÁS TU DESTINO COMO HÉROE! ¡SI NO ESTÁS LISTO PARA PROBAR QUE ERES DIGNO! ¡ENTONCES LÁRGATE DE AQUÍ, ÚLTIMO VÁSTAGO DE LOS LUX!

Intercambiando miradas homicidas que murmuraban cantos de muerte. Los implicados llevaron sus zarpas hasta sus armas; estas sentían el llamado de la guerra, y anhelaban probar el bruñido temple de sus hojas. Lamentablemente, el mensajero regordete aplaudió fuerte y sosegó la volátil testosterona en estos hombres sin escrúpulos.

—Bien, bien, guarden sus energías para la prueba —él mostró una tétrica sonrisa—. Solo les pido una cosa, sean cuidadosos. La muerte no tiene correa esta tarde...


*****


—... ¡SUERTE MIS VALIENTES! ¡Y QUE LA PRUEBA COMIENCE!

En medio de un rebosante y bullicioso coliseo, que era puesto a prueba debido al pletórico furor humano, miles de espectadores sedientos de acción y sangre gritaban exclamaciones fúnebres disfrazadas como alientos sinceros.

Con sus pies sobre la arena, Levi contempló el paisaje humano en la periferia. Banderines que flameaban con la brisa, puños al aire, sonrisas siniestras y ojos podridos se podían distinguir en los 360 grados de tribunas. Un tanto impaciente el joven buscó la figura de Liza para mitigar su miedo a lo desconocido. Sin embargo, en lugar de hallar hebras de tonalidad chocolate, él descubrió una extensa melena escarlata que brillaba como una sempiterna llama indómita.

Iluminada por la luz perpendicular de la tarde, los ojos y cabellos de la susodicha mostraban todo su esplendor. Y aunque su belleza era abrumadora; el encanto de la chica misteriosa fue mitigado hasta cierto punto, ya que ocultó su cabello con una capucha ni bien Levi se percató de ella.

—Esta presencia —el chico abrió y cerró los ojos para asegurarse—. No puede ser, ¿acaso es...?

Un estridente sonido despabiló al joven. La puerta principal del anfiteatro —cerrada hasta ahora— empezó a ser levantada por cadenas y engranajes enormes. Medio minuto después se abrió por completo, revelando la entrada del mismísimo abismo. Un umbral negro, sin esperanzas, que golpeó con fiereza la visión del pobre muchacho.

Luego un brillo arcoíris desterró la oscuridad. Poco a poco el punto se hizo más grande, y mientras lo hacía la tierra comenzó a trepidar. Más fuerte, más impetuoso, como un terremoto; un pestañeo después la muerte apareció, se presentó en la forma de un ciclópeo cuerno opalino montado sobre la cabeza de un enorme rinoceronte azafrán, quien bufó con ímpetu, o tal vez con ganas de matar.

Continuara...

Hola, chicos. Este relato lo cree para un certamen, hace bastante tiempo. En fin, se los comparto. Tiene ese aire de fantasía, jaja.

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