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Capítulo 54. Oscuras fantasías.




«Oscuras fantasías»

Entre Loan y Enid lograron bajar mi breve momento de borrachera y aunque ya no me sentía mareado ni risueño, lo cierto es que cuando volví al salón dorado aún estaba bastante relajado.

Encontré a la familia de Ada ya de pie, despidiéndose de todos. Amira sonrió cuando me vio y se acercó para darme un abrazo que yo devolví. Cuando se separó, apretó mi mano con fuerza.

—Me alegra mucho que tú y Féryco por fin estén a salvo —dijo sinceramente.

—Gracias Amira, por todo.

Jared y Flora se acercaron a nosotros. Eira estaba abrazada a él, profundamente dormida, y su padre la cargaba con tanto amor y cuidado que parecía que estaban hechos el uno para el otro. Mi cuñado hizo un gesto de despedida, pero su sonrisilla maliciosa no me pasó desapercibida.

—Buena suerte acostando a los cuatro —me deseó.

—¿Los cuatro? —Fruncí el ceño al observar a mis tres hijos durmiendo tranquilamente en los sillones, pero la respuesta llegó por sí sola cuando Ada apareció frente a mí y rodeó mi cuello con sus brazos. La sonrisa en su rostro era incluso más torpe que antes.

—¿Dónde estabas? —Trató de hacer un puchero, pero le costó más trabajo que de costumbre. Su voz aguda me indicó que la copa que Jared intentó arrebatarle no fue la última—. Te busqué, te busqué y te busqué.

—Diste como tres vueltas en tu asiento y volviste a sentarte —se burló Jared. Flora lo golpeó suavemente en el hombro donde Eira no tenía apoyada su cabeza.

Ada se alejó bruscamente de mí para poder sacarle la lengua teatralmente a su hermano, aunque tropezó en el intento (con absolutamente nada, cabe decir) y tuve que sujetarla para que no cayera.

—Mi héroe —canturreó Ada agitando sus pestañas en mi dirección. Sonreí ante tal dramatismo.

—Si no vas a hacer de ayuda, tampoco la provoques —masculló Joham apareciendo junto a su hijo mayor. Él traía a Jamie acurrucado en sus brazos.

—Intenté ser de ayuda, pero ya sabes lo necia que es tu hija. —Se encogió de hombros—. Además, después de todo lo que ha pasado se merece un poco de diversión.

El rostro de Joham se suavizó, aunque de todas formas caviló al mirarme.

—¿Necesitas ayuda?

—Puedo encargarme —lo tranquilicé.

—Todos ustedes están exagerando. —Ada hipó a media frase—. Estoy perfectamente.

—Suerte —se limitó a decirme Jared y acunó la cabeza de Eira cuando su hija se removió en sus brazos—. Debo irme —se despidió antes de desaparecer.

—Hasta pronto —dijo Flora con una sonrisa amigable.

—Nosotros también. Vamos Ami, no quiero que Jamie despierte. —La apuró Joham.

Amira besó a Ada en la mejilla dulcemente y su hija le regaló una de las sonrisas más torpes que jamás le había visto.

—Pórtate bien.

—Pero si yo siempre soy un ángel, mamá —se defendió inocentemente.

—Un ángel con alma de diablilla —Amira rió—. Te queremos, Ada.

—Y yo a ustedes.

Joham y Amira la miraron con el mismo amor antes de desaparecer.

—Por fin solos —ronroneó abrazándose de nuevo a mi cuello. Me carcajeé al escucharla.

—Mi vida, aún hay mucha gente aquí... incluyendo a nuestros hijos.

—No me importa —susurró besando el hueco de mi oreja con tanto expertise que tragué saliva al sentir las cosquillas de mi vientre.

—Será mejor que primero te saqué a ti de aquí —musité.

—No me importa que miren —murmuró coquetamente.

—¿Ah sí? Nunca me habías compartido ese pensamiento, mi reina.

—Hay muchas cosas que aún no sabes sobre mí. Oscuras, oscuras fantasías.

—El vino estaba fuerte, ¿eh? —volví a reír, aunque esa vez de manera más ronca.

—No tanto como tú cuando te pones duro...

—Dioses, Ada. —Me acaloré de inmediato y miré a nuestro alrededor—. Ven para acá y deja esas manos quietas.

Envolví uno de mis brazos en su cintura para que no fuera a tropezar de nuevo con el aire. Ada soltó una risita, seguramente orgullosa ante el efecto que sus palabras causaron en mí.

—Dejen lo que están haciendo —le ordené a la corte cuando me percaté de que estaban recogiendo todo. Ellos no eran mis sirvientes ni nada parecido—. Yo me encargaré mañana.

—No nos importa ayudarte —repuso Clío, pero la rechacé con un gesto.

—Vayan a descansar, ha sido un largo día para todos.

—Vamos a tener sexo —les dijo Ada con otra risita. Sentí el calor del bochorno extendiéndose hasta mi nuca—. Será mejor que se vayan, por su propio bien.

—No vamos a tener sexo, tú estás borracha —le discutí. Ada hizo un mohín graciosísimo y muy tierno.

Los miembros de la corte intercambiaron una rápida mirada llena de diversión, aunque ninguno se atrevió a reírse en nuestra cara.

—Les daremos un poco de privacidad —anunció Frey, despidiéndose con un gracioso saludo militar dirigido a Ada. El resto lo siguió cuando desapareció.

Para mi buena suerte Loan y Elof seguían ahí, aunque por las sonrisas apretadas en sus rostros pude saber que estaban disfrutando del breve show. Los miré con súplica.

—¿Pueden quedarse con los niños mientras me encargo de ella? No tardaré.

—Eso no suena prometedor, mi rey —se quejó Ada. Mi padre agitó su mano en son de despedida.

—Ve, los cuidaremos.

—Vuelvo enseguida —prometí.

Al segundo siguiente de nuestra aparición, Ada ya me estaba dando un beso húmedo y exquisito que me hizo gemir. Como pude la empujé de sus hombros para apartarla de mí.

—Vienes con todo, amor.

—Apenas estoy comenzando.

—Ven. —La jalé, haciendo maniobras para mantenerla apartada de mí—. Un baño te hará bien.

Ella encajó sus talones en el suelo.

—No quiero un bañoooo —arrastró las últimas sílabas, imitando los berrinches de Estrella.

—De acuerdo, entonces a la cama. —Su sonrisa fue inmediata—. Para que te acuestes —aclaré.

—Pero Ezra...

—Necesito ir por los niños para acostarlos —le recordé. Ella suspiró con rendición.

—No es tu mejor argumento, que seas tan buen papá solo hace que me ponga más caliente.

Contuve mi risa.

—Lo tendré en cuenta en el futuro, ¿te ayudo a meterte a la cama?

—Si me ayudas a meterme no saldrás de ella —me advirtió.

—Trata de no ponerte la pijama al revés —me burlé. Ella frunció la nariz y me sacó la lengua, tal y como había hecho con Jared esa misma noche—. No sería la primera vez.

No sería la primera vez —me arremedó con voz chillona. Le di un rápido beso en la frente y desaparecí antes de que ella pudiera poner sus manos sobre mí de nuevo. Tampoco es que yo estuviera hecho de hierro.

—Yo me iba a encargar —dije al ver que el salón dorado estaba impecable a mi regreso.

—Se dice gracias —bromeó Loan y fingió mirar la hora en un reloj invisible de su muñeca—. Eso en verdad fue rápido, ¿tan precoz eres en la cama?

—Loan... —advirtió Elof.

—Al menos yo conozco los anticonceptivos —me defendí.

—Ezra... —Elof me llamó con el mismo tonito.

—Solo estamos bromeando papá —lo calmó Loan.

—Con ustedes dos nunca se sabe.

—Gracias por haber limpiado tan rápido —añadí.

—Vamos, te ayudamos a acostar a los niños.

Cargué a Noah por ser el más pesado, mientras que Loan se encargó de Alen y Elof de Estrella. Lo hicimos con mucho cuidado para que ninguno de ellos despertara, pero descubrí lo cansados que estaban cuando ellos ni se inmutaron. Una vez que cada uno estuvo en su cama, les puse el pijama y los arropé bajo las sábanas. También me atreví a darles un beso de buenas noches a cada uno. Loan y Elof me imitaron.

«Les digo un secreto» —habló Loan dentro de nuestras mentes.

«¿Ajá?» —pregunté con curiosidad.

«Me muero por hacer esto con mi propio hijo»

«Sin duda, esta es una de mis partes favoritas» —admití contemplando a mis pequeños dormir—. «Te encantará ser papá, Loan. A veces es difícil, pero hace que absolutamente todo valga la pena»

«Lo bueno es que te tengo a ti para ayudarme y aconsejarme»

«Eso ni lo dudes»

Gracias a los ángeles que Ada realmente estaba metida en la cama cuando volví a nuestra recámara, eso me ahorraría problemas. Aún así, mis cejas se arquearon al encontrar sus ojos abiertos.

—Pensé que estarías dormida.

Sin duda tomó el vino suficiente para caer rendida.

—Dijiste que me metiera en la cama, no que me durmiera —replicó.

Sonreí y negué con la cabeza, mientras le daba la espalda para sentarme al borde de la cama y poder quitarme los zapatos.

—Eso estaba implícito, mi reina.

—Ups —dijo con una inocencia fingida—. Al menos cumplí con lo de la pijama.

—¿No te la pusiste al revés?

—No. De hecho, no me la puse.

Sentí algo suave rozar mi cabeza y lo tomé, extrañado. Contuve el aire al ver la diminuta ropa interior en mi mano y exhalé de golpe. Tragué saliva antes de girar sobre la cama para poder mirarla.

—¿Te refieres a que... estás desnuda?

—¿Por qué no vienes y lo averiguas? —dijo palmeando la cama a su lado.

No lo pensé dos veces cuando gateé hasta ella y tomé el borde del edredón blanco para alzarlo lentamente y mirar por debajo. Bien. Sí. Completamente desnuda. Gimoteé al verla y volví a cubrirla para evitar tentaciones.

—¿Cómo esperas que duerma contigo así a mi lado? —me quejé.

—Sinceramente, no espero que duermas. Al menos no en este momento.

—Ada...

—No estoy taaan borracha, Ezra. Solo estoy un poquito happy.

—A otro lobo con ese hueso. Le dijiste a nuestra corte que íbamos a tener sexo, Ada. Casi me violas enfrente de ellos, pareció un nuevo nivel de borrachera desbloqueado.

Ella rió y aprovechó mi cercanía para acariciar mi mejilla.

—Esposo mío, es ridículo que a estas alturas sientas que te estás aprovechando de mí o algo parecido.

—Que sea tu esposo no significa que deje de ser un caballero.

—Insisto —parloteó, removiéndose en la cama—, con cada frase que dices solo logras ponerme más caliente ¿vas a dejarme así?

—Así que ahora me estás chantajeando.

—Si no me crees, veelo por ti mismo. Utiliza el lazo para comprobar que no estoy tan borracha como piensas.

De hecho, eso no era una mala idea. Así que me adentré en nuestra conexión y jadeé al sentir el deseo de Ada, casi me nubló la mente de lo fuerte que era. Por debajo de eso alcancé a identificar una alegría bastante achispada por el vino, pero al mismo tiempo noté que todos sus sentidos estaban intactos. Y muy, muy despiertos. La misma corriente eléctrica que la dominaba a ella recorrió toda mi columna vertebral.

—¿Ves?

—Tropezaste con el aire —me defendí.

—Estaba un poco atontada, pero ya se me pasó. Me hizo bien esperar a que acostaras a los niños. —Eso parecía ser cierto, puesto que su voz ya no era aguda ni arrastraba las sílabas—. Por favor, Ezra.

—Oh, eres malvada. Sabes que no puedo resistirme a tus súplicas.

—Lo sé —admitió con una sonrisa traviesa y se alzó para besarme, pero yo la detuve en el acto y su sorpresa fue un poema.

—Esta vez tendré que ponerte una condición. —Mi voz fue intencionalmente sensual. Ella mordió su labio inferior.

—¿Cuál?

—Cuéntame tus oscuras, oscuras fantasías. —Sus ojos se ampliaron y el azul de sus pupilas pareció volverse líquido—. Te escucho —la animé.

—Ya hemos hablado de eso.

—Eso creía yo hasta el día de hoy, ahora tengo curiosidad. Fui yo el que te dijo que quería disfrutar la adrenalina de hacerlo en un lugar público y fue increíble que estuvieras de acuerdo conmigo, tanto que no dejamos pasar más tiempo antes de llevarla a cabo. Ahora me pregunto si esa plática ha quedado inconclusa durante todos estos años.

—No quiero —hizo un mohín, despertando mucho más mi curiosidad. Nunca creí que viviría lo suficiente como para conocer a una Ada tímida.

—¿Por qué? ¿Qué es? ¿Un trío? ¿Intercambio de parejas? ¿Sado? Puedes decirme lo que sea, no me enojaré.

—Me da igual si te enojas o no. —Me puso los ojos en blanco—. Pero debes entender que si no he querido compartirlo contigo, y eres una de las personas a las que más confianza le tengo, es porque no me siento lista.

—¿Puedo saber por qué no te sientes lista? —intenté comprender.

—Porque no sé si quiero volverla realidad o si prefiero que todo se quede en una fantasía.

—Mmmm. —Debo admitir que me devané los sesos intentando descubrir esa secreta fantasía—. Te propongo algo.

—¿Qué? —Ada me miró con desconfianza.

—Cuéntamela sin compromiso y evaluaremos juntos si esa fantasía puede volverse realidad. Y si decides no dar ese paso, no te presionaré. Es solo que saberla me ayudará a comprenderte mejor, cariño.

Ada inspiró y exhaló aire temblorosamente.

—Nunca me has vendado los ojos.

Esperé a que continuara y pestañeé confundido cuando ella no dijo más.

—¿Eso es todo? Estaba imaginando algo más... descabellado. Sin ofender.

—Me di cuenta —sonrió con una pizca de arrogancia.

—Entonces, ¿quieres o no quieres que te vende los ojos? —quise averiguar.

—No lo sé —masculló—. Es algo que muchas veces te he imaginado (e incluso soñado) hacer y me... excita, lo admito. Pero las veces que intenté pedírtelo me acobardé porque me dio miedo perder el control de esa manera. No sé explicarlo muy bien, creo que todo se resume a que no saber qué va a suceder a continuación... me enciende y aterra en la misma medida.

—Ya. —Entendí a la perfección su disyuntiva, ella no pudo ser más clara al respecto y era cierto que le costaba ceder el control. Sus ojos subieron hasta los míos con intriga y me incliné lentamente para darle un corto pero apretado beso. Ada suspiró cuando me aparté—. Gracias por decírmela.

Con un movimiento rápido aparté el edredón para descubrir su cuerpo desnudo y me tomé mi tiempo mirándola. Aún estaba delgada y consumida, pero me pareció tan hermosa como cualquier otro día. Coloqué mi mano sobre su estómago e hice caricias lentas, circulares y concienzudas. Hablé de nuevo cuando noté que se relajó.

—¿Confías en mí?

—Sí. —La voz le tembló, imaginando lo que se avecinaba.

—Déjame vendarte los ojos —pedí.

—No lo sé.

—Lo haremos a tu manera. A tu ritmo. Y si quieres que pare solo tienes que decírmelo y lo haré enseguida.

—Ezra...

—Entiendo que tienes miedo de ceder el control por completo pero se trata de mí, Ada. Muy en el fondo sabes que aunque me entregues todo el control yo no haré nada para lastimarte. Solo te haré disfrutar. —Ella apretó fuertemente sus muslos y yo no dejé escapar ese movimiento, así que le sonreí para infundirle confianza—. Soy yo, cariño. Aunque no puedas verme, soy yo el que estará aquí para ti.

—Está bien —exhaló suavemente, tal vez envalentonada por el vino.

—¿Estás segura? —quise cerciorarme.

—Sí, pero nos detendremos si resulta ser demasiado para mí.

—Lo haremos —le prometí y me agaché para regalarle un beso más largo—. Gracias por confiar en mí.

—No me hagas arrepentirme.

—Un favor, bloquea el lazo.

—¿Por qué?

—No quiero distraerme.

Ella me obedeció. Besé su nariz antes de enderezarme de nuevo y hacer aparecer un antifaz de seda en mis manos, completamente negro para impedir que la luz de la habitación lo traspasara. Era suave al toque y lo puse en sus manos para que lo sintiera.

—¿Te gusta? —Ella lo evaluó y asintió lentamente, sin poder decir nada—. ¿Quieres que te lo ponga?

—Sí. —Ada habló con la voz tan ronca que no me quedó duda alguna, así que agradecí que ella hubiera trenzado su cabello antes de acostarse y pasé el antifaz con mucho cuidado por su cabeza, hasta que se deslizó para cubrir sus ojos.

—¿Se siente bien?

—Sí. —Relamió sus labios tras su respuesta y yo le di un beso tranquilizador antes de ponerme de pie. Su pecho subió y bajó, agitado.

—¿A dónde vas?

—Solo me estoy desvistiendo.

—Okay —sonreí para mis adentros al ver que buscaba aceptarlo en lugar de echarse para atrás.

Respiré aliviado cuando me quité el pantalón y me di un respiro, puesto que toda esa plática fue una tortura para mi entrepierna. Una vez que estuve completamente desnudo evalué a Ada, sopesando cuál debería ser mi siguiente movimiento.

Subí a la cama de nuevo y me senté sobre sus caderas. Ada colocó sus manos en mis muslos y noté que estaban temblando, aunque no supe si de miedo o expectación.

—¿Estás bien?

—Sí.

Le creí, así que decidí aparecer unas tiras de terciopelo y ella respiró hondo cuando las pase por en medio de sus pechos hasta su ombligo y subí de nuevo, dándole una pista de lo que iba a pasar a continuación. Con mi mano libre junté sus muñecas y las coloqué sobre su estómago.

—¿Vas a atarme?

—Sí —confirmé y le di un minuto entero para que ella se negara en caso de que quisiera, pero no dijo nada, así que até sus muñecas una contra la otra con un nudo fuerte pero que no le cortara la circulación. Subí sus brazos por encima de su cabeza y me ayudé de la otra tira para mantenerlas sujetas al respaldo de la cama.

Después de asegurarme que estaba bien amarrada, me incliné para recompensarla con un suave beso en la boca.

—Buena chica.

Una sonrisa se formó en contra de mis labios.

—Esto no está tan mal —admitió. Quise sorprenderla, así que utilicé mi magia para congelar mi lengua lo más posible y le di un rápido lengüetazo en uno de sus pezones. Ella jadeó y se arqueó en respuesta.

—¿Qué fue eso?

—Solo mi lengua.

—Está helada.

—Y tal vez una pizca de magia.

Procedí a calentar mi lengua con mi fuego y le regalé todo lo contrario a su otra punta. Ada jaló sus ataduras y me enorgullecí cuando sus manos se mantuvieron quietas.

—Dios mío.

—¿Cuál te gustó más?

—Ambas —ronroneó.

—Ambas serán, entonces.

Me enterré en su cuello para hacerle una demostración de lo que mi lengua podía hacer con el hielo y fuego y ella gimoteó cuando continué bajando lentamente por todo su cuerpo. Me entretuve un largo rato en sus pechos, saboreando sus reacciones cuando ella descubría si yo elegía frío o calor. Después continué bajando por su estómago, sus costillas, su ombligo, sus muslos, sus rodillas, sus tobillos. Cuando llegué a ese punto, sujeté cada uno e hice que colocara las plantas de sus pies sobre la cama, bien separados para que estuviera expuesta ante mí.

Sonreí de nuevo cuando Ada curvó los dedos de sus pies, pero me quedé quieto para que pudiera relajar su respiración. Le tomó algunos minutos lograrlo y después alzó su cabeza para buscarme, a pesar de que no podía verme.

—¿Ezra? —preguntó insegura.

Se estremeció cuando pasé las yemas de mis dedos por la cara interna de sus muslos.

—Aquí estoy.

—¿Qué vas a hacer? —La expectación apenas la dejaba respirar.

En lugar de responder, se lo demostré. Y Ada soltó un ronco gemido cuando mi inesperada lengua fría presionó en el punto exacto entre sus piernas y se volvió lentamente caliente. Sucedió tan rápido que su primer orgasmo me tomó por sorpresa, pero me encargué de mimarla lo suficiente para alargarlo lo más posible.

Cuando ella terminó la tomé de las caderas para girarla sin previo aviso y disfruté del pequeño gritito que soltó, era tan fácil sorprenderla estando así. La ayudé a apoyarse sobre sus rodillas y presioné su trasero para que quedara ligeramente sentada sobre sus tobillos, aunque sus ataduras la obligaban a mantenerse inclinada sobre la cama. Besé una de sus esponjosas nalgas y esperé para saber si se sentía cómoda en esa posición. Me complació quedándose quieta y expectante.

Me acosté bocarriba muy silenciosamente, para que ella tardara en adivinar mis intenciones y seguir jugando con su curiosidad. Soltó un tembloroso gemido cuando notó que mi cabeza volvía a estar entre sus piernas y esa vez utilicé mi magia para inmovilizar sus tobillos.

Esperé un par de minutos para comenzar de nuevo, solo por el placer de sorprenderla otra vez. Y cuando lo hice no me detuve ni aunque se me cansó la mandíbula, porque quería que terminara nuevamente. Eso la dejaría en un estado de completa relajación y dispuesta a repetir ese juego conmigo, esperaba que en un futuro muy cercano. Así que exploré con mi lengua y jugué con dedos fríos y calientes. A veces en sus pechos, a veces dentro de ella.

—¡Ah, Ezra! —me encantó el volumen con el que gritó mi nombre—. ¡Sí, sí, sí!

Tomó más tiempo que el primero, pero al final Ada tembló, gimoteó y se sacudió con fuerza cuando se deshizo de nuevo en mi boca mientras su cuerpo se convertía en mantequilla. Salí debajo de ella y esa vez la giré con más cuidado, para que quedara de nuevo recostada sobre su espalda. También deshice la magia de sus tobillos para que recuperara la movilidad.

Acomodé el chueco antifaz, aparté su cabello de la frente y acaricié sus temblorosas piernas. Besé su vientre con cariño, mientras le daba tiempo para recuperarse de nuevo. Los dos ya estábamos sudando y con un movimiento rápido abrí el balcón para que entrara un poco de aire fresco.

—¿Estás bien?

Mi esposa ronroneó en respuesta y mi orgullo creció tanto que hasta me dieron ganas de inflar mi pecho.

—Estoy... de maravilla. Eres maravilloso.

Me acomodé intencionalmente sobre ella para que pudiera sentir mi dureza en contra de su estómago, mientras que mi boca quedaba a la altura de su oído.

—Tu fantasía me tiene a mí a mil por hora, cariño —le confesé—. No sabía que sería tan excitante provocarte todas estas cosas. —Ada volvió a tirar de sus ataduras y supe que estaba luchando con las ganas de tocarme—. Esto no ha acabado.

—Te amo —dijo, aún abrumada por la sobrecarga sensorial—. Te amo tanto, Ezra.

Y cuando la escuché supe que este era un momento para ser tierno y dulce, porque después de tantos años Ada se había animado entregarme algo muy importante para ella y su entera confianza hacia mí merecía una respuesta a la altura.

—Y yo te amo a ti, pequeña —le dije, deslizándome entre sus piernas, entrando muy lentamente. Ella abrió su boca al sentirme dentro, debajo del antifaz podía ver sus mejillas sonrojadas—. Te amo por haber confiado en mí de esta manera. —Mis empujes fueron pausados pero profundos—. Te amo por haber sido tan fuerte y valiente como para recuperarme—. Mi cuerpo seguía sobre ella para que no pudiera moverse y se concentrara solo en recibir y no dar—. Te amo por amarme aún cuando estuve jodidamente roto.

Ella sonrió.

—¿Estuve?

—Es difícil seguir sintiéndome roto estando a tu lado —admití. Y volví a concentrarme en ella—. ¿Así te gusta?

—Todo... es tan rico.

La entendí a la perfección porque las sensación de cada roce me abrumaba a sobremanera; nuestros muslos, nuestros vientres, nuestros pechos. Nuestras respiraciones también eran lentas y su aroma a fresas dulces embriagaba mis sentidos, incluso mucho más que el vino que habíamos tomado más temprano. Y ni hablar de todos los centímetros cálidos que sentía estando dentro de ella. Le di un beso que contuviera el mismo ritmo de nuestra unión.

—¿Estás lista para verme?

—Sí.

Con una mano deslicé el antifaz hacia arriba. Ella parpadeó tres veces antes de alzar sus ojos y clavarlos en mí, hubiera jurado que ese azul estaba más profundo e intenso que nunca.

—Hola —la saludé y ella rio.

—Hola.

—Estoy disfrutando tanto esto.

—Yo también —exhaló sin romper el contacto visual— ¿ya puedo desbloquear el lazo?

Asentí y fue aún más abrumador sentir la suma de los dos. Gemimos al mismo tiempo, pero no sucumbí y continué con embistes lentos que nos llevaron lentamente a la cima, haciendo todo mucho más placentero a la larga. En algún momento, dejé salir mis garras de lobo y destrocé sus ataduras para liberarla por completo. Ella hundió sus manos en mi cabello y lo jaló con fuerza. La combinación del dolor y el placer fue exquisita.

Lo más mágico de todo fue que después de cumplir la fantasía de anular su vista, cuando la recuperó no quiso apartar sus ojos ni un segundo de mí. Ni yo de ella. Continuamos mirándonos con un profundo amor... hasta que explotamos juntos gracias a nuestro lazo de almas gemelas.


¿Qué tal el capítulo? ¿Muy intenso? En mi defensa, ya saben que Ada y Ezra son así. 🤭

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